Patagonia

Mónica Baeza: "Es urgente otro periodismo en la Patagonia; en Comodoro hay silencios e hipocresías"

Entrevista de Lola Sánchez.

Mónica Baeza, oriunda de Gobernador Costa (Chubut) es periodista, docente en la UNPSJB, secretaria general de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN) de Comodoro Rivadavia y participa en proyectos académicos relacionados a la comunicación y la cultura. En diálogo con El Extremo Sur planteó la necesidad de impulsar "proyectos comunicacionales que no solo se sostengan en el sistema tradicional, sino que se apoyen en los nuevos desarrollos tecnológicos y los nuevos consumos" y sostuvo el objetivo de "poner en crisis la idea de federalismo, ya que la producción de la información periodística continúa teniendo su centro en Buenos Aires". Además, cuestionó "los silencios y las hipocresías que tenemos como comunidad, bajo la vigilancia epistemológica de maestros y maestras"

Baeza participó en 2019 de la redacción de "El rol del periodismo en la restitución de identidades", un manual de circulación libre basado en las buenas prácticas periodísticas necesarias para cubrir temáticas de Derechos Humanos. El trabajo fue realizado en la Universidad de Quilmes junto a Abuelas de Plaza de Mayo, y contó con la participación de diez periodistas de todo el país.

¿Cuál es el disparador que los llevó a investigar el rol del periodismo en la dictadura y la restitución de la identidad?

Viene de lo profesional y de la militancia también. Es un proyecto de extensión que reúne investigadores, docentes de la comunicación de Quilmes, de la UBA, algunos de La Plata. Con Mariana Baranchuk -la directora de este proyecto- trabajamos por primera vez en el 2008, cuando era secretaria de Capacitación de FATPREN. Decidimos trabajar fuertemente los ejes de la memoria, Derechos Humanos, Verdad y Justicia, pero visibilizando algo que hasta ese momento no se mostraba; que era lo que había pasado con los periodistas y trabajadores de prensa durante la dictadura en Argentina. Hubo un gran movimiento con la voluntad política del entonces presidente Néstor Kirchner, pero el tema de estos trabajadores no era tan visible. Hicimos un homenaje que recuperaba los 117 casos que se relevaron.

¿Cuál es el objetivo principal de dicho trabajo?

Me preocupa la situación laboral de los y las trabajadoras de prensa, pero también nuestras prácticas. Cobró más potencia cuando asumió Macri con toda su política de desmemoria. Con Mariana seguimos en contacto, decidimos hacerlo. Ellos empezaron allá. La idea es que el libro circule con el nexo de los sindicatos. Sabemos que las organizaciones sindicales tienen un punto en común. Queremos que ellos sean los responsables de nuclear a los trabajadores y trabajadoras.

¿Y el objetivo principal de tu artículo "Periodismo: el ejercicio de la construcción de la noticia"?

Quiero demostrar en mi artículo cómo se construyen las agendas, y cómo todo lo que sucede en Buenos Aires repercute acá y no viceversa. Acá puede ocurrir de todo, pero entrar en la agenda mediática de Buenos Aires es imposible. Hay que poner en crisis la idea de federalismo.

¿Cómo observás la aplica de censuras y coerciones en las sociedades democráticas?

Es complejo hablar de censura; creo que es muy fuerte la autocensura. Pasa en las coberturas de minería, muchas veces opera más fuerte la autocensura que la censura implícita, aunque la primera responde a hechos concretos. Uno de los ejes fuertes del macrismo fue la decisión de financiar grandes medios de comunicación, y financiar incluso a los medios comunitarios que generalmente son los que nos permiten canalizar estas temáticas. La pérdida de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual fue un gesto político del Gobierno de Macri hacia los medios de comunicación. En términos discursivos, nos encontramos con discursos muy fuertes que eran habilitados por el poder político. Claramente tenemos un montón de ejemplos discursivos de funcionarios de Macri, además de lo que pasó con Santiago Maldonado, Rafael Nahuel, con un eje represivo, en el que también estuvieron involucrados periodistas. Fuimos viendo esta avanzada y creímos que había que contrarrestarla. Este era uno de los modos.

¿Lograste rastrear problemáticas similares en la región patagónica?

Pasó lo mismo con el Submarino ARA San Juan. Teniendo el hecho noticioso relativamente cerca, la información venía de Buenos Aires y no viceversa, siendo que nosotros cubríamos con compañeros de Buenos Aires esos hechos. Como en el caso de Santiago Maldonado, muchas veces cercaban las zonas para que los periodistas no se acercaran. Efectivamente vimos sanciones y restricciones a la prensa. Tuvimos muchos ejemplos concretos de censura. Poner en relevancia el debate en torno a la identidad, es poner en relevancia estos temas. En Chubut no tuvimos muchos juicios por delitos de lesa humanidad, ¿qué pasó con esos juicios? ¿En Comodoro de verdad no pasó nada? Es una frase que escuchamos mucho: qué acá la dictadura no pasó. ¿Cómo no pasó nada si había un Centro de Detención en la ciudad?

En el manual hacen referencia a las "malas prácticas" periodísticas que atentan contra los Derechos Humanos y la lucha por la restitución de la identidad. ¿Estas prácticas tienen su origen en la ignorancia o la complicidad ideológica?

Yo creo que hay mucho de complicidad ideológica. ¿Por qué alguien va a apoyar determinada situación que atenta contra los Derechos Humanos? Es por complicidad ideológica. Habla mucho también de la ciudad que habitamos. Pienso en todas las veces que salen en los grupos de Facebook casos de hijos que buscan a sus madres, que nacieron en el Hospital de Comodoro, y los relatos que hay sobre los niños que eran regalados en ese Hospital. Pienso en esos silencios, esas hipocresías que tenemos como comunidad. Y cómo se fue sembrando. Tuvimos maestros y maestras que hicieron vigilancia epistemológica.

¿De qué manera se instalan los debates profundos en el contexto actual de virtualidad e inmediatez?

Estamos viviendo una época de transformación, y para el periodismo es un desafío más grande. Con esto de la inmediatez, parece que todo nos sobrepasa y no podemos entrar en debates más profundos. Cuando alguien intenta hacerlo genera un quiebre muy grande. Hay mucha fragmentación. Es a fuerza de convicción y de militancia que instalamos los temas en la agenda. Todos vamos siendo co-responsables de esto.

Pasamos del periodismo de silenciamiento a un periodismo sensacionalista que exalta titulares. ¿Cómo ves este proceso?

Es difícil encontrar el equilibrio. Por un lado, tenemos a los entusiastas, que publican el nombre de un nieto que apareció cuando todavía no hay que compartirlo. Después está la maquinaria de los medios que es capaz de hacer un negocio con la información, y así como publican una perspectiva en apariencia de Derechos Humanos también muestran lo más sangriento del tema, lo más sensiblero. También son capaces de publicar como verdad absoluta una declaración de alguien que acusa a Carlotto con el mismo nivel de relevancia. Tiene que ver con este objetivo permanente de conseguir el click sin importar el modo. No los mueve una posición ética. Por eso las fake news también operan tan rápido y tan fácil.

Recientemente varios funcionarios y profesionales estuvieron en el centro del debate al hacer comentarios que hacían apología a la dictadura. ¿Creés que la aparición de estos hechos puede deberse a cierto aval político y social que no los sanciona?

Creo que en particular en Patagonia hay mucha aceptación de las Fuerzas Armadas. Eso tiene que ver con que, hasta la década del 50', tuvimos una gobernación militar. La presencia de Gendarmería en zonas de frontera y no tan de frontera marca una importa muy fuerte. Hoy la mayor posibilidad laboral de los jóvenes en las comunidades pequeñas no es ser docente, científico, sino ser policía. La mayoría de los jóvenes ingresan a la policía porque es la única alternativa laboral, como lo es en el Norte ser gendarme. Eso termina incidiendo en la simpatía con las Fuerzas Militares en la ideología de las comunidades. Acá, por ejemplo, se celebra mucho la presencia de militares en las calles en situaciones límite, como el temporal, y nadie se preguntó cuánto cobraba el Ejército por estar en las calles. Creo además que todo lo que pasó en Latinoamérica influye. En Comodoro recibimos a muchos chilenos que escapaban de la dictadura, pero también a muchos pinochetistas. Todos tenemos un amigo o familiar que tienen un abuelo o padre que son simpatizantes de Pinochet. O lo que pasó en Bolivia: tuvimos un fuerte movimiento de presencias militares que reciben simpatizantes. En la medida en que no revisemos lo que pasa en las Fuerzas Armadas seguiremos permitiendo decisiones como la resolución de Massoni, que permite sacar un arma ante cualquier sospecha. Sigue siendo un discurso que tiene potencia, a nivel nacional también.

Existe una idea de que la dictadura es parte del pasado, y no del debate actual.

A nivel nacional se fomenta esa idea. Los medios hablan del pasado. A nivel local sucede la operación de silenciamiento, lo que no se habla, lo que no se dice. El año pasado los estudiantes entrevistaron a un hombre que había estado detenido. Él dijo: "todo el mundo sabe que a mí me pasó esto, y nunca me entrevistaron". Era la primera vez. Si no ponemos luz sobre estas cosas, no se va a visibilizar lo que sucedió. Este tipo de modelos siguen operando, dificulta problematizar el tipo de sociedad que tenemos. Siguen formando jóvenes, siguen incidiendo y formando opinión pública.

¿El periodismo en la región está viviendo una transformación? ¿La necesita?

Lo necesitamos. Tienen que ser proyectos comunicacionales que no se sostengan solamente en el sistema tradicional, sino que se apoyen en los nuevos desarrollos tecnológicos y los nuevos consumos. Cambiaron los medios, y cambió nuestro rol. Hoy un "buen periodista" es el que sabe grabar, editar y que además lo saca en 5 minutos y lo puede publicar. ¿Por qué hoy no tenemos periodistas que puedan dar debates que son importantes para la región? Hay periodistas que se animan, ¿cómo apoyamos esa tarea? Hay organizaciones sociales, partidos, movimientos que recriminan eso. La verdad es que los periodistas también tienen que vivir. No se puede sostener un proyecto comunicacional si los que supuestamente son los "buenos" no apuestan a formar un medio propio. Hoy los periodistas se hacen eco de los reclamos en la medida en que pueden. Es necesario construir otros medios para dar otros debates. Eso deviene de una visión política más sustentada en un proyecto regional y no en mantener el statu quo. Seguir dándole a Nación potestad sobre todo, no pedir nada a cambio -mientras nosotros damos concesiones a las petroleras- y conformarnos con diez computadoras cuando podríamos comprarla con la plata que tenemos. Es urgente otro periodismo en la región.