Cultura

El gran poeta argentino que jugó con Sabella y fue goleador en inferiores

Por Víctor F.A. Redondo*

Su muerte, a causa de un cáncer, fue muy llorada y lamentada en el mundo del fútbol argentino, resaltando todo el periodismo su honestidad y honradez de caballero, lo que demuestra que no es algo frecuente en el fútbol. Su trayectoria profesional, como jugador y como director técnico puede consultarse en las redes, si es que no la leyeron ya en los diarios. En particular brilló en Estudiantes de La Plata y como director técnico del Seleccionado Nacional que llegó a la final, que perdió 1-0 contra Alemania, en el Mundial 2014 jugado en Brasil.

Ya recibió el homenaje final de la hinchada de Estudiantes de La Plata y ya está enterrado.

Ahora les cuento mi historia con Alejandro Sabella.

Ayer me escribió un compañero de división del Nacional de Buenos Aires y del seleccionado de futbol de nuestro año, el doctor Alberto Salerno, y me decía: "Hola Víctor... ¿sabés? me acuerdo cuando jugabas en GEBA y nos decías: ‘Tienen que venir a ver a Alejandrito. No saben cómo juega!' Y un día nos llevaste... un placer verlos jugar tanto a él como a vos. Abrazo."

Jugué con Sabella tres o cuatro años, entre los 12-13 y los 15 años. Ale era casi dos años menor que yo. Él el 10 y yo el 9. El campeonato era de 20 equipos de 11 jugadores, en cancha grande. Yo fui el goleador de tres campeonatos al hilo en los que salimos campeones. Nuestro equipo se llamaba ‘Buenos Aires' (casualidad, no tenía nada que ver con el colegio), y gente del club, futbolera y otra ajena al fútbol, venía a ver nuestros partidos. Nuestro director técnico se llamaba Marquitos Cohen. También jugaba un delantero crack, que luego se dedicó a la actuación teatral, Carlos Garrocho. Y el puntal de nuestra defensa era el hermano mayor de Sabella, cariñosamente "el Rata", impasable a pesar de su esmirriada figura, más alto que su hermano (el padre de ambos no faltaba a ningún partido, era como su manager personal). Nuestro arquero era de los que atajaban penales sentado en una silla, mi mejor amigo Gustavo Martínez, también compañero del Buenos Aires, quien murió a los 18 años de una embolia cerebral en mitad de un partido en la cancha del colegio. También supo atajar para ‘Buenos Aires' el querido Hernán Invernizzi, flaco y alto como una garza, otro arquerazo.

Alejandrito (así y sólo así se lo llamaba), era flaquito, petiso y cabezón, serio y callado, y gambeteaba hasta el banderín del corner. Era difícil para los rivales bajarlo de una patada porque saltaba, volaba. No sólo era hábil gambeteador como a pocos he visto, también tenía un panorama de toda la cancha y un pase perfecto. Mis tres años de goleador le deben a él el 70% del crédito. (Mi relación con el fútbol, el yudo y el atletismo quedará para otra oportunidad, o para nunca.)

Una de las tantas notas escritas por su muerte comienza:

"El 5 de noviembre de 1954 nació Alejandro Sabella, un ícono de la pelota en nuestro país. Pachorra empezó a jugar a los 4 años y a los 7 a competir en el torneo interno de GEBA. Luego, llegó a River porque el padre de un compañero de su equipo era muy amigo de un delegado del club Millonario."

Esto en parte es más correcto que lo que figura en Wikipedia, que lo hace comenzar en las inferiores de River. Sabellita, Alejandrito, comenzó en los campeonatos juveniles de Gimnasia y Esgrima de Buenos Aires (GEBA, sede Figueroa Alcorta), como ya conté. Lo que no es correcto es que entró a River por un amigo del padre.

GEBA formó un miniseleccionado para ir a jugar un campeonato de Futbol de Salón que se disputaba en la sede Boedo del club San Lorenzo de Almagro. Cancha chica o grande, Alejandrito era imparable y yo metía los goles. Recuerdo que por unas lesiones, nuestro arquero pasó a ser jugador de campo y resultó mejor que nadie, salvo que Sabellita.

Al terminar el campeonato, que por supuesto ganamos, se nos acercaron dos directivos de River Plate (hoy los llamarían caza talentos, ¿quiénes habrán sido?) y nos invitaron a presentarnos en River para una selección de jugadores nuevos. Fuimos. El técnico encargado de elegir jugadores era Delem (el delantero brasileño riverplatense al que Roma le atajó el penal gracias al que Boca salió campeón en 1962 -Delem nunca pudo recuperarse de ese fallido penal-).

Los dos fuimos elegidos, Alejandrito y yo, para comenzar a entrenar en las inferiores de River. [Algo que no escuché ni leí, es que Alejandrito y toda su familia eran hinchas de Boca, como yo.]

Los entrenamientos iban a ser a la tarde. Alejandrito, que iba a una escuela técnica, se pasó al turno nocturno y quedó en River. Yo no tenía horario nocturno para cambiarme, y por no abandonar el Nacional de Buenos Aires le dije no a River, cometiendo lo que luego consideré el peor error de mi vida. En pocos años Alejandrito estaba en la primera de River y yo lo miraba por tevé y me quería pegar un tiro en el pie derecho (soy diestro). El obstáculo que tuvo Alejandro en River se llamó Norberto "Beto" Alonso, también 10, crack e ídolo.

En fin, lamenté mucho su muerte, como todos los futboleros sean de quien sean hinchas. Desde los 16 años no lo había vuelto a ver, salvo en la pantalla del televisor y en la prensa. Es cierto que cuando muere alguien que fue significativo en la vida de uno, algo también se va muriendo dentro. Y la tristeza es mayor. Adiós Alejandro Sabella, admirado amigo de mi primera adolescencia.

[Dedico estos recuerdos a Walter Vargas, a Sandra Cornejo (una amiga poeta platense que también lo homenajeó), y en el nombre de Flavio Mammini a toda la familia Mammini. Y a otros connotados hinchas de Estudiantes de la Plata a los que también quiero, aunque por culpa de Guillermo Lombardía soy un poquito hincha de Gimnasia.)

*Poeta con una obra relevante que incluye libros como "Poemas a la Maga", "Homenajes" y "Circe". Dirigió la editorial Último Reino, una de las importantes del siglo XX en la Argentina.