Avelino "Titín" Naves (Comodoro Rivadavia, 1969) es el autor de las canciones más trascendentes que surgieron del rock del sur de la Argentina, y ha escrito versos cantados como himnos paganos por varias generaciones, por lo que merece el título de poeta del rock en estas tierras. Ícono desde la fundación de 113 Vicios, su obra describe lúcidamente la experiencia de la juventud post-dictadura desde los 80' hasta la actualidad. Su vigencia se explica -incluso con las mutaciones de era tecnológica- porque siempre estuvo presente con la estrofa indicada, como la música de fondo de numerosas vidas. El próximo 19 volverá a los escenarios, esta vez con un streaming que recorrerá buena parte de su obra. En un largo diálogo con El Extremo Sur, Naves se reconoce "diferente". "El Titín de ahora encontró el freno. Hoy por hoy no tengo casi vicios", afirma.
Tras formar dos proyectos musicales previos durante la década de los 80', Naves se convirtió en una figura central de la escena musical comodorense y de la Patagonia a a partir de fines de esa década, cuando fundó 113 Vicios junto a José Luis Jara, Claudio Ramírez, Alakrán Márquez y Marcos Azócar. La banda se disolvió en 2000, aunque hubo varios reencuentros con nuevos invitados. Naves inició una extensa carrera como solista y luego conformó la banda "Titín Naves y los Nancy del Carmen".
Se define como un "cronista" musical. "Lo que veo lo cuento con una canción. Todas mis letras son cosas que me pasaron, por eso la gente consume 113 Vicios, porque no hay un ápice de mentira", confiesa. Sus influencias van desde el rock inglés y el jazz hasta el tango, pasando por un amplio gusto literario que incluye a Baudelaire, Artaud, Nietzsche y Cervantes.
Expresa también la gran angustia generada por la pandemia: "El cariño está a diario, pero hace falta la escena, el contacto con la gente, estamos viviendo tiempos difíciles, hay que estar asistido, muy fuerte mentalmente para dejar de recibir un abrazo, un beso".
El músico criticó las políticas públicas hacia los artistas, subrayando una "falta de cultura en el mismo ente regulador, donde no existe gente capacitada. Me da bronca la falta de reconocimiento, de agradecimiento". Y enfatizó que entrará en contacto con su público por primera vez tras la pandemia en un recital por streaming que se realizará este 19 de diciembre, en el que hará un recorrido por sus 36 años de carrera musical.
¿Qué balance hacés del 2019 junto a Los Nancy del Carmen? ¿Qué proyectaban para 2020?
Es un abanico de cosas que han pasado. El año pasado hicimos 25 shows, fueron 12 meses completos. 2019 fue el único año en mi vida en el cual toqué desde enero hasta diciembre. En mayo estuvimos encerrados armando temas nuevos. Fui a hacer una acústica a Río Gallegos. Toqué casi 2 horas, una performance muy loca, en un boliche con mucho caudal de gente. Se armó hasta pogo con una guitarra criolla. Hay una necesidad increíble, hace bien la música. Ya entrábamos a enero con un súper recital en la Fiesta de la Estepa y cerrábamos con la reunión de los Ratones Paranoicos.
¿De qué manera la pandemia cambió tu vida y tu carrera musical?
Se hace difícil vivir sin el cariño directo de la gente. Está a diario, pero hace falta la escena, el contacto, estamos viviendo tiempos difíciles, hay que estar asistido, muy fuerte mentalmente para dejar de recibir un abrazo, un beso. Vi gente muy temerosa con el tema del Covid, gente al borde de la locura, vi gente loca. Gente que estaba convencida que todos andábamos con el virus encima de la ropa. Con ese combo que tiene Comodoro de mucha droga, alcohol, esto no es poco. Con la gran mentira de "es poquito, yo lo controlo", se miente a sí mismo. Todos sabemos cómo termina eso.
El 19 de diciembre vas a realizar un recital por streaming, "113 Eléctrico", como resumen de tu carrera. ¿Qué expectativas giran en torno a esto?
Es mi primer contacto con el mundo, tengo amigos en España, se va a ver en Portugal, en Siria, donde tengo parientes, también en Francia, en Inglaterra. Estamos viviendo un tiempo bisagra. Tenemos que acostumbrarnos a vivir del otro lado de la bisagra, buscar la manera de llegar a la gente. Se siente una angustia increíble. En el último recital que dimos en Las Heras era tanta la gente que había, tanto el contacto, que llegaron a tirarme una lata completa de cerveza y mojaron a toda la banda. Fue su acto de amor más profundo en ese momento de borrachera y alegría. Algunos lo tomaron mal, yo lo tomé como un acto de amor. Vi gente llorando de emoción, llenamos el estadio.
¿Te viste obligado a cambiar tu forma de consumir música?
Yo no soy precisamente un millennial, me cuesta adaptarme a la tecnología. Tengo amigos músicos, colegas que me van guiando. Me tengo que auto-habilitar para este tiempo que se viene. El otro día me regalaron entradas para un streaming, y bueno, será la nueva forma de ver un recital. Antes te preparabas, las mujeres se pintaban, se preparaban el pelo, te ponías la ropa para un recital, hacían la previa. En este caso llegué, me bañé, hice un click y me vi un streaming. Habrá que acostumbrarse a este naufragio, a veces acompañado, a veces solo.
¿Qué otras actividades te ayudan en tu naufragio?
La lectura. Fue una meta que me puse de leer todo lo que no había leído. Me puse a leer "Así habló Zaratustra" de Nietzsche, me lo nombraban mucho, pero recién lo terminé en pandemia. Terminé El Quijote de la Mancha, terminé "El Perfume", leí "El que tiene sed" de Abelardo Castillo; que me hizo acordar mucho al "viejo" Titín.
¿En qué momento nace tu amor por la música?
Yo era molesto cuando era chico, hacía muchas cosas, era mi forma de llamar la atención. Hasta que un día me crucé con una guitarra. Tenía un tío que tocaba, era un buen guitarrista; le tarareaba temas de Queen y los sacaba al instante. Los primeros acordes los aprendí con él. Y cuando falleció mi abuelo, heredé su guitarra.
¿Y respecto a tus influencias musicales? ¿Qué se escuchaba en tu casa?
Creo que haber mamado el rock en su máxima expresión, el rock inglés desde los 60' en adelante. Yo nací en el 68 pero tuve la gracia divina de tener una sucursal de una gran disquería frente a mi casa. Ahí tenía acceso a discografía que venía llegando del contacto directo con Inglaterra, venían muchos discos de rock inglés, y sin internet, llegaban máximo con 2 meses de retraso, lo que para ese entonces era un lujo. Mi viejo escuchaba mucho tango, Julio Sosa, Hugo del Carril, algo de jazz, en casa se escuchaba Coltrane. Piazzola estaba prohibido porque era "el que había asesinado la música", pero a mí me encantaba. Mi vieja era más melódica, pero también tenía una onda de Queen, fue la primera que trajo un disco de ellos a casa. Una noche en la ópera que me voló la cabeza, Bohemian Rhapsody y Love of My Life, una locura.
¿Con qué escenario cultural te encontraste cuando se formó 113 Vicios en el 89'?
Había una gran expectativa, algo tenía que pasar. Veníamos saliendo de la dictadura militar; en el 83' había asumido Alfonsín pero quedaban resabios de lo que había sido la Triple A. Siguió habiendo muertos y desaparecidos en democracia. Era muy difícil, no había internet, lo que ya son veinte puntos abajo. Era el boca en boca, escribir lo que sentíamos nosotros.
¿Tiene que ver con la juventud reaccionaria y post-dictatorial de ese entonces?
En mi caso nos juntábamos en el barrio, jodones, la típica adolescencia, experimentadores totales de la vida, pilotos de prueba de todo. Así hicimos con todo, llevamos todo a un extremo, hasta la música. Ahí poníamos nuestra bronca. Éramos un grupo de locos que nos juntábamos a leer mucho, con drogas, alcohol. No quiero hacer apología; no quiero que esto le ocurra a nadie. En esa época no nos juntábamos a hacer una previa, nos quedábamos en casa a tocar, a armar una canción, a leer. Se leía mucho Baudelaire, Rimbaud, Artaud, los poetas malditos.
¿Y políticamente?
Seguíamos todo lo que fue el Mayo Francés, militábamos en las marchas socialistas. Nos amenazaban de muerte y nos encantaba. Yo me sentía el Che, era el Che Guevara de Comodoro con 17 años. Hacíamos música así. Nos amenazaban de muerte, llamaban a mi vieja y simulaban secuestros míos. De esas experiencias no he tenido muchas, pero algunas sí bastante desagradables. La policía no se ha privado de allanar a mi mamá, siendo que ella era funcionaria del Poder Judicial de la Nación. No tenía nada que ver, simplemente soy un músico.
También existía un panorama amargo para los jóvenes, ¿cómo vivieron esto?
Mi generación fue vomitada hacia la nada. Tengo amigos que murieron a upa mío por HIV. No creo que hayan elegido esa muerte tan indigna, tan miserable. Hoy toco con gente de otra generación, mis amigos están todos muertos. Quedan uno o dos. Hoy podríamos estar todos juntos en una mesa, tocando. Creo que mantengo el espíritu y lo hago manifiesto, lo voy a hacer manifiesto en el streaming.
¿Cuál es hoy la verdadera revolución?
Actualmente, yo utilizo las redes sociales para dar otros mensajes, como de bioconstrucción. Estoy haciendo mi casa de barro. Es una casa que hice yo, con mis amigos. No creo en la pareja, me encanta vivir solo. Me hice muy amigo de Titín, lo quiero mucho. Tengo una burbuja donde vivo y tengo mi estudio, mis instrumentos. Esa casa va a ser un refugio para mi hermosa soledad, para mis libros. Quiero que mi mensaje revolucionario sea ese: una vida autosustentable, que el que pueda tener un molino de viento para tener su energía, que lo haga. El que pueda tener su baño seco, que lo tenga. Es un pequeño aporte. Hay que darle más importancia al planeta, dejar de ser tan frívolo, con la ropa, y la marca, dejarse de plantar flores y rosedales, plantar fruta, verdura, más huertas orgánicas. Creo que esa es la nueva revolución. En vez de tirar bombas de destrucción, tirar bombas de semillas. Vuelvan al libro, lean. Huyan de la tecnología barata, huyan del Tinder.
¿Es posible esta revolución en Comodoro?
Es una ciudad de alto consumo para algunos. Se pueden subir a la torre de la Catedral con un Rolex en cada mano, un iPhone en el bolsillo, me da mucha risa. Hay gente que se compra uno, dos, tres autos, mientras otros no tienen para comer.
¿Existe el arte neutral? ¿O debe ser político?
El arte no es neutral. Por ejemplo, el Flaco Spinetta nunca dio declaraciones polémicas. Pero tenés temas como "La Bengala Perdida", que me hace acordar a Cromañón. Casi nadie se dio cuenta de la sutileza. Hay formas y formas de protestar. Creo que el Flaco pasó desapercibido por la elegancia que tenía. Los cagaba a puteadas en la cara, pero poéticamente.
En tus canciones hablas de ese sueño lejano, de la búsqueda de algo que no llega, tal vez a modo de utopía. ¿Lograste hallarlo con el pasar de los años?
No; soy un eterno buscador, innovador, escudriñador. Eso me lleva a relacionarme con personas de 80 años, de 70, de 20. Me he hecho vegetariano, empecé yoga, eso me hizo una persona más sensible pero comprensiva también. Estoy más alerta, la misma vida te va llevando a no encontrarte con cosas jodidas.
¿Qué diferencias hay entre el Titín de los 90' y el actual?
El Titín de ese entonces era un alcohólico reventado, que siempre buscó no estar así pero no podía evitarlo. Un eterno buscador, lector compulsivo, un rockero empedernido, un buen compañero, buen anfitrión profesional, buen compañero de ruta para viajar; pero muy excesivo. Todo lo que me gusta hacer lo hago en su máxima expresión. El Titín de ahora encontró el freno. Hoy por hoy no tengo casi vicios. Aprendí a pensar antes de hablar, aprendí a ser más impecable con la palabra, a no insultar tanto, no ensuciar el momento, aprendí a no tomarme nada personal. Lo que aprendí de grande también es hacer todo lo que me gusta lo máximo que se pueda. Empiezo el laburo y lo termino, se puede caer el mundo abajo y sigo. Siempre hice lo que se me dio la gana. Creo que por eso me mantengo vivo. A veces hay cárceles que no se ven.
¿Cómo te definís? ¿Quién es Titín Naves?
Yo creo que soy un cronista musical. Lo que veo lo cuento con una canción. Todas mis letras son cosas que me pasaron, por eso la gente consume 113 Vicios, porque no hay un ápice de mentira. Todo ese sufrimiento, esa alegría sin control, todo eso es real. Mucho de lo que hemos hecho quedó marcado a fuego en muchos barrios pobres, casas en las que se escuchan los Vicios. En los altos de la villa o en las canchas de polo.
En muchos puntos de la ciudad se ven graffitis con frases de los 113 Vicios. ¿Creés que es un signo del amor y la pasión que pusiste en la ciudad?
Vi muchos tatuajes, yo los llamo tatuajes: la ciudad tatuada por los Vicios. Se me han caído lágrimas de emoción, de agradecimiento. Me preguntaron si iba al psicólogo. Yo respondí: "Tendría que ir a La Anónima antes que a un psicólogo". Voy al supermercado y me abrazan diez personas, nueve se sacan una foto o me dicen "gracias por la música, mi mamá se conoció con mi papá en un recital tuyo y después nací yo". Eso es tremendo. También están los que critican, ese que vomita toda su bilis arriba del teclado, larga todo su odio y quiere salpicar a otros con eso.
En el libro que publicaste con Ediciones Espacio Hudson ("Prestame un paracaídas. Canciones cantadas") se incluyen fragmentos del "Diario Boliviano". ¿Cómo surge la idea de escribir en prosa y recoger las experiencias de una obra en construcción?
Parte de una queja que le hice a un amigo, le dije que no tenía para vivir, para comer. Me anoté en una empresa constructora para laburar. Y no sabía cómo llevarlo adelante. Me tenía que levantar a las 6 de la mañana, estaba mal de salud. Era jodido, la gente muy alcohólica, veías la injusticia, cómo se robaban la plata, cómo explotaban a la gente, la gente indocumentada cayéndose de un noveno piso y arreglaban a la familia con plata, amenazándolos con mandarlos a su país de origen. Podía agregar en prosa eso que yo vivía, transformar el dolor en amor. Lo puse también en mi canción "Voy". Era tan poca guita por tanto sufrimiento y lo vi en persona, a mí no me lo contó nadie.
¿Cómo fue este proceso de convertir tu música en poemas, en textos destinados a la lectura y no a la escucha?
Tenía una negativa a leerme. No puedo leerme, tengo que escucharme. Eso cambió en un encuentro que hicimos en el Centro Cultural de poesía con Andrés Cursaro, Palo Pandolfo, Alakrán Márquez y Cristian Aliaga. Yo musicalicé textos de Aliaga y de Cursaro, como "Vicio" y "Andresito querido". Son canciones que se transformaron en súper mega rock and rolls. Una cosa es escucharlo así y otra escucharlo leído. Me impactó cantar una canción con lírica de mis amigos, y que después empiece la voz tan profunda de Cristian a recitar. Quedé temblando, y vi que la gente también. Era otra forma de consumir el tema. Me hizo llorar.
Meses atrás hiciste un reclamo en redes sociales, ya que no fuiste "considerado" para el Aniversario de Comodoro Rivadavia. Dijiste que no eras profeta en tu tierra.
Me van a apreciar cuando me muera, van a hacer una calle con mi nombre. Van a lucrar. Ahora yo tengo que ir a llevar el currículum como si no me conocieran. No quiero ser autorreferencial, pero sí me da bronca la falta de reconocimiento, de agradecimiento. El desagradecido, el que pierde la memoria, que se olvida de las marchas de los docentes, del tomógrafo del hospital, siempre estuvimos ahí. Nunca nos casamos con nadie, con los radicales ni con los peronistas. Yo soy trosko. Y lo sigo manifestando. Estoy a favor del pueblo.
¿A qué se debe esta falta de reconocimiento?
Tiene que ver con la reticencia hacia el artista local y la falta de cultura del mismo ente regulador. Hay gente que no está capacitada para estar en esos sillones.
¿Se mira más al artista de afuera?
Siempre es mejor ir a ver al de afuera. Es como ser hincha de Huracán o de Newbery, pero "ah, también soy de Boca". Pasa en todos los pueblos chicos. Se idolatra más al porteño, por más que el contenido sea peor. No creo que La Berisso sea mejor que los 113 Vicios ni en letra, música o concepto de humanidad.
¿Tenes proyectos en marcha?
Estoy escribiendo mucho en prosa, con fines de libro. Estoy preparando un programa en Youtube en el cual voy a hablar de bioconstrucción, voy a dar recetas veganas y hacer comidas invitando a artistas locales, periodistas de diferentes ámbitos. Vamos a comer, vamos a cantar unas canciones y hablar un poco de la vida, cosas anecdóticas. Siempre con música elegida por el invitado.
¿Cuál es tu balance en estos 36 años de carrera musical?
Creo que podría haber hecho muchas más cosas en Buenos Aires. No me animé por una cuestión de exceso de respeto. Estuve involucrado en el mundo de Spinetta directamente, tocando con Juan del Barrio, viviendo en su casa. Me puedo morir tranquilo, estoy re feliz. Mi vida fue muy sufrida, muy agónica a veces, pero acá estoy. Y eso no tiene precio. Miro la diferencia del pasado con el presente y alucino.