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Zappia: "Pocas mujeres pueden declarar que aman fumar porro; quienes cultivamos no somos delincuentes ni adictos"

Entrevista de Lola Sánchez.

El 12 de noviembre de 2020 el decreto 883/2020 concretó un compromiso que Alberto Fernández había asumido y modificó la reglamentación de la Ley 27.350 de Uso Medicinal de la Planta de Cannabis y sus derivados. La lucha de quienes cultivan está activa hace más de una década. En diálogo con El Extremo Sur, Rossana Nermi Zappia -presidenta de la Asociación Cultural y Club de Cultivo Cannábico Jardín del Unicornio de Buenos Aires e integrante de la Cátedra Libre "Cannabis y Salud" de la UNLP- repasó los sentidos múltiples que atraviesan la cultura cannábica, más amplia que la idea incrustada en el imaginario social. "Lo que hace este club es alejarnos de cualquier violencia relacionada con la sustancia que elegimos, en este caso la marihuana", afirmó Zappia, quien destacó que "la Ley de Drogas es una herramienta de control social".

Zappia subrayó las dificultades de su trabajo ante la mirada social. "Por el público somos considerados narcos", dijo, y apuntó a la persecución de las fuerzas policiales hacia los sectores más vulnerables asegurando que "Los niveles de detención reflejan esto: la mayor parte de las personas que van presas son personas jóvenes, varones y pobres. Nunca vemos una noticia de detenciones en barrios como Recoleta o Puerto Madero".

Destacó la necesidad de legalizar el cannabis no solamente para uso medicinal, sino como actividad de disfrute, y enfatizó la idea que los medios de comunicación reproducen en torno a la idea de "fumarse un porrito". "Ahí se hace la brecha. Para la gente que está a cargo, que tiene patologías, está bien porque son personas enfermas, la necesitan. Ahora, para el que la disfruta, está mal. ¿Cómo va a disfrutar una droga prohibida?", se pregunta. Ante el nuevo panorama, espera un nuevo marco de seguridad para los que, como ella, vienen cultivando desde hace décadas.

¿Cómo funciona un Club de Cultivo? ¿De qué manera se conformó?

Empiezo por recalcar esto: todas las actividades que realizamos desde el Club están penadas por la ley. Venimos trabajando en un cultivo colectivo desde hace 8 años y nos amparamos en el concepto de desobediencia civil, creemos que una Ley está mal y salimos públicamente a demostrar que está mal. Somos veinte personas, y en este camino construimos un cultivo colectivo, armamos un contrato, estipulamos la distribución equitativa de los costos. Entre todos pagamos los servicios, el material para cultivar, y se incluye una cuota para el abogado, quien nos defendió en 2012 cuando nos allanaron.

¿En qué se diferencia el cultivo en el club con el consumo común de la marihuana?

Lo que hace este club es alejarnos de cualquier violencia relacionada con la sustancia que elegimos, en este caso la marihuana. ¿Qué tipos de violencias? En primer lugar, no tenés que salir a comprar para conseguir esa sustancia, donde te puede pasar cualquier cosa. Para la mujer es peor, porque la mujer que va a comprar esa sustancia corre otros riesgos. Se le suele ofrecer el cambio de moneda por una actividad sexual, cosa que a los hombres no les pasa. En segundo lugar, nos alejamos de la violencia policial, no tenés que salir a comprar, entonces los riesgos de que te paren son menores. En el club también pueden detenernos, pero tenemos un contexto de protección para los socixs. Es un grupo cerrado, no está abierto a todo público. La otra violencia de la que nos alejamos es la calidad del producto. Con este cultivo, sabemos que genética tenemos, sabemos la trazabilidad, trabajamos con el Proyecto Cannabis y Salud con la Universidad de la Plata, analizamos nuestras genéticas ahí. Nuestros socixs saben qué están consumiendo, los niveles de canabinoide, si es orgánico, si tiene contaminantes. Esto es alejarse de la marihuana adulterada, lo que llamamos prensado. También nos aleja de los altos costos que suelen ponerse en las fiestas, cuando hay un boom en el consumo. Nosotros tenemos siempre el mismo valor, que es el costo de producción. No hay un fin de lucro. Mucha gente que vende su cultivo personal o excedente, el valor en las fiestas se va por los cielos. Eso también es violencia.

¿En qué momento comienza tu militancia?

Empezamos a militar con mi compañero en 2009 cuando salió el fallo Arriola, eso nos animó, salió un precedente de que la persona que tenía un cultivo o sustancia activa podía tenerlo para consumo personal. Ese fallo nos motivó a vincularnos, por lo que en 2010 fuimos parte de un grupo de 15 personas aproximadamente que sacamos adelante la Marcha Nacional por la Marihuana; que recientemente cumplió 10 años. Seguimos difundiendo información y en 2012 presentamos un proyecto de ley que era una modificación integral de la Ley de Drogas. Hablamos de marihuana, pero también de derechos y soberanía. Nos posicionamos a favor del aborto, por ejemplo, acompañamos.

¿De qué manera vivieron ese episodio de allanamiento en 2012?

En 2012 nos enteramos de que nos iban a allanar, una persona vecina nos dijo que habían estado sacando fotos de los cultivos. Bancamos al allanamiento, pero armamos una estrategia que fue esperar a la policía y hacer una llamada de emergencia para avisar a la comunidad que nos estaban allanando. Entonces en el transcurso de una hora y media teníamos alrededor de 150 personas fuera de casa manifestándose a favor del cultivo. Teníamos orden de allanamiento y orden de detención. Nos llevaron detenidxs a los que estábamos agrupados. A los 3 meses nos sobreseyeron. Y a partir de ese momento decidimos armar esto del cultivo colectivo. A partir de eso no tuvimos otros problemas, pero porque nunca paramos de construir.

¿Trabajan de manera interdisciplinaria con áreas académicas y de la Medicina?

Sí. En la UNLP se está realizando desde 2018 el primer cultivo con fines de investigación de toda Latinoamérica. Hay 3 cepas seleccionadas, dos de las cuales son de nuestro Club. Tenemos un protocolo de cultivo y extracción. Desde 2018 venimos trabajando con un consultorio médico, que es lo que permite la Ley de Cannabis Medicinal. Estamos abasteciendo actualmente a más o menos 300 personas con patologías, con historia clínica, con seguimiento. Los resultados fueron presentados en posters científicos avalados por organismos de jerarquía médica, donde demostramos lo que hacemos como productores de marihuana.

¿Qué imagen suele existir en el imaginario colectivo de las personas que cultivan?

Por el público somos considerados narcos, pero en realidad hacemos un buen trabajo y está demostrado por estos resultados. Tenemos la vinculación con la universidad pública que analiza nuestra producción, y la conexión con un médico que hace llegar a la gente que necesita una terapia alternativa con una estabilidad del producto, un control de calidad. Demostramos el trabajo multidisciplinario. Demostramos, fundamentalmente, que las personas que cultivamos no somos delincuentes, no somos personas enfermas, no somos personas adictas. Y no somos un problema para la sociedad. Al contrario, si estamos cultivando es porque resulta una manera de contrarrestar el narcotráfico, de no ser cómplices de ningún tipo de violencia. La mayoría de los que consumen marihuana adulterada son jóvenes, mujeres en situación de vulnerabilidad, en hogares monoparentales.

Existe un fuerte cruce entre feminismo y cannabis. ¿De qué manera se cruzan estos debates?

Históricamente la mujer ha sido privada de muchos derechos, especialmente los derechos relacionados al goce. Siempre se estigmatizó el goce de la mujer en la sexualidad, por ejemplo, y en el consumo de sustancias. Hoy en día está la excusa del uso medicinal. Hay pocos casos de mujeres que puedan declarar libremente que aman fumar porro. Cada vez hay más, por supuesto, estamos en la deconstrucción de un sistema, de una cultura, y la construcción de nuevas prácticas. Se va modificando, pero hasta hace unos años no era así. Cuando empecé a militar y cuando iba a los eventos, en una ronda con varones siendo la única mujer, me salteaban el porro. También vemos la cosificación de los emprendedores de la cultura cannábica. Hace un mes vi en una revista una chica semidesnuda, de perfil, con un producto líquido que tenía hacia arriba, como bebiéndolo. Lo vemos en todo, y en la cultura cannábica pasa lo mismo. Es importante empezar a visibilizar estas cosas, contar lo que nos pasa. En las asambleas, las que mayormente toman nota y organizan son las mujeres, porque naturalizamos esas funciones.

¿Se acentúa la tendencia de criminalizar a los pequeños productores en lugar de ir contra los grandes narcotraficantes?

Arranquemos de la base. La Ley de Drogas es una herramienta de control social. Se aplica solamente a sectores vulnerados, personas pobres, jóvenes, muchas veces varones, en las detenciones públicas por tenencia. Eso no sucede en lugares donde hay otro poder adquisitivo. Yo vivo en un barrio relativamente humilde que es Parque Patricios, acá todo el tiempo se llevan pibes y pibas detenidos porque están fumando en una plaza. Y en Recoleta, Colegiales, Puerto Madero, zonas de mayor poder adquisitivo, nunca vas a ver noticias de detenidos por tenencia. En esos barrios es donde se gestan cultivos de 3 ambientes, que salen a comercializarse en esa zona. No digo que esos tengan que caer, nosotros estamos a favor del laburo de la persona que produce. No está bueno que hagan esta selección de criminalizar a quienes son pobres y vulnerables. Denise y Luciana llevan un año y medio presos, cumplieron 7 meses en un penal donde la pasaron mal, madre e hija, con intentos de suicidio, por tres plantas. ¿Me van a decir que estas chicas son narcos? ¿Con qué tipo de violencia se vinculan para ser narcos?

¿Existen cifras sobre los detenidos por cultivar?

En realidad, no hay una estadística. Sí hay estudios en torno a las personas privadas de su libertad por tenencia, como el estudio que realizó Alejandro Corda. El cultivo está más escondido, no nos enteramos. Los casos de tenencia son más visibilizados. Los niveles de detención reflejan que la mayor parte de las personas que van presas son personas jóvenes, varones y pobres.

Recientemente se modificó la reglamentación de la Ley de Autocultivo de Cannabis, sancionada en 2017. ¿Qué cambios positivos se incluyeron?

La Ley del 2017 era muy limitada, ya que solamente se podía solicitar el medicamento por epilepsia refractaria. Además, había que pedirlo afuera, no se podía cultivar acá. Ahora salió una re-reglamentación en la que hemos trabajado como organización, donde se propone el autocultivo, el cultivo solidario y el cultivo en red. Son los tres métodos permitidos. Y ampliaron las patologías; actualmente hay alrededor de 300.

La nueva reglamentación expresa la voluntad de incentivar la producción regional. ¿Cómo analizás este panorama? ¿Podría tener un impacto positivo en la economía?

Hay voluntad de hacerlo acá. Lo preocupante son las empresas extranjeras que vienen a hacer ese negocio, como sucede en Jujuy, en donde tienen un convenio con (el gobernador Gerardo) Morales. Las cosechas no quedan en Argentina. La producción de aceite en Jujuy se va para afuera, pasamos a ser un país productor pero que no genera los ingresos acá. Supongo que quedarán impuestos de la transacción, pero en las flores. Aparecierron postulaciones o proyectos en localidades que buscan un cultivo propio para ayudar a la economía, que todavía están a la espera. A nosotrxs nos preocupa que vengan capitalistas de afuera o -desde adentro- que ignoren la cultura cannábica. Miles de personas en Argentina venimos cultivando en la clandestinidad. Desde hace años somos nosotrxs quienes cubrimos la necesidad que el Estado a día de hoy no puede cubrir, que es el abastecimiento de aceite. Queremos que se nos deje de perseguir y que se reconozca nuestro trabajo. Mientras unos cultivan hectáreas, a nosotros nos persiguen. Queremos puestos de trabajo. No empleo, trabajo. Queremos nosotros nuestro propio emprendimiento como tenemos nuestro club, nuestro sueldo y vivimos de la producción de cannabis.

Mencionaste que esta Ley era "el principio del fin del prohibicionismo". En términos generales, ¿ves a la Argentina como un país prohibicionista?

Lo creo totalmente. Voy a cumplir 45 años. Desde muy chica vi el debate del divorcio. Uno de los argumentos era que se iba a terminar la familia, que se iba a terminar la reproducción. Lo he visto con la ley de matrimonio igualitario, de identidad de género, lo vemos con el aborto. Argentina es muy patriarcal, muy machista. No hay que aflojar, son las luchas sociales las que cambian las leyes, hay que movilizarse, presionar a los medios, y que se puedan cambiar las leyes. Creo que la Argentina es prohibicionista en todos los aspectos.

¿Qué opinas del tratamiento mediático que se desarrolla en torno al tema del cannabis?

Creo que este tema tiene un costo personal y un costo político. Quién está en un medio llega a miles de personas con un mensaje e influye en las personas. Lo mismo pasa con lxs diputados y senadores. A muchxs periodistas no les interesa hablar del goce de fumar porro; prefieren hablar del uso terapéutico y medicinal porque es una excusa. ¿Cómo le van a negar el medicamento a alguien que tiene una enfermedad? Pero se olvidan del derecho de la libertad. Eso hacen los periodistas. Ahora que salió la ley Eduardo Feinmann dijo: "no se confundan, esto no es fumar porrito, esto es medicina". Ahí se hace la brecha. Para la gente que está a cargo, que tiene patologías, está bien porque son personas enfermas, la necesitan. Ahora, para el que la disfruta, está mal. ¿Cómo va a disfrutar una droga prohibida? Es como la sexualidad. Era para la reproducción, no para el goce. ¿Dónde está el placer? ¿Cómo se las llamó a las mujeres que disfrutaban de su sexualidad y su libertad? Hay que dar esta batalla.

¿Qué mitos persisten en cuanto al consumo y la cuestión de la adicción?

En 2020 tuvimos que dar muchas charlas por zoom y una de las cosas que nos acostumbramos a decir es que todo lo hicimos en estado psicoactivo. Somos la mejor prueba de que no te quema neuronas, seguís siendo una persona apta y ocupada como el resto. La gente relaciona el uso de sustancias con la improductividad. La persona que considerás desde afuera que tiene problemas de sustancias, que se la pasa tomando alcohol, que consume Coca Cola, tabaco, que le pone sal a la comida antes de probarla; todos esos son consumos problemáticos. Antes de prohibir todo esto hay que preguntarse: ¿qué le pasa a esta persona para que haga eso, para que consuma cinco litros de coca cola al día? ¿Qué quieren tapar? No pasa por la sustancia, pasa por la persona, por las tendencias adictivas y el entorno.

En provincias como Chubut hay un visto bueno por parte de la clase política ante el cultivo para fines medicinales y la investigación del cannabis, pero continúan persiguiendo a pequeños productores. ¿Cómo evaluás esta situación?

Pienso en el caso de los chicos de Puán, una localidad de 5 mil habitantes en la provincia de Buenos Aires. Hay 20 jóvenes presos por cultivar. Ahora lo que hacen, especialmente un fiscal de Bahía Blanca, es vincular causas. Hace 20 allanamientos, los vincula, y de repente todos son narcos. Y después es la persona la que tiene que ir a desvincularse, a demostrar que no comercializa. Pero queda ese registro, como si detuvieran a una banda entera. Luego las personas son sobreseídas, y eso no aparece. Es importante la difusión de estos casos. Los persiguen mientras otros hacen negocios y están libres.

¿Qué panorama se abre con la nueva reglamentación?

Muchos cultivadores van a encontrarse con un marco de seguridad. La gente que cultiva hace 20 años se va a poder inscribir como usuario terapéutico medicinal. Así van a evitar ser detenidos o allanados. Sin embargo, quienes fuman y cultivan y no son usuarios con alguna patología van a tener que declarar algo que no son simplemente para que no los persigan. Son las dos caras de la moneda. Creo que va a dar lugar, mucho más adelante, a una regulación del cannabis para todos los usos. Con todas sus formas de acceso, las cooperativas, dispensarios, farmacias, clubes. Todo con control de calidad. Nosotros propusimos, a través de un proyecto de ley, que quienes cultiven y no estén inscriptos no vayan a la cárcel. A lo sumo que paguen una multa, pero que no sean perseguidos. La cárcel no existe más, no debería existir más. Es un debate que se va a dar. Hay que visibilizar que por más que trabajemos con lo medicinal, somos personas usuarias, adultas, responsables y soberanas. Acompañamos y ayudamos a cubrir la necesidad que el Estado no cubre.