Lecturas / Washington Cucurto: Oración del repositor en el supermercado y Mi padre ha vuelto a la bebidaPor Washington Cucurto*
Oración del repositor en el supermercado
Señor,
aquí estoy gozoso de salud
y lleno de trabajo,
frente a las góndolas de las verduras
aquí estoy en el supermercado
y todavía no he visto al amigo Whitman;
estoy entre batatas y papas y coliflores alegres
soñando colifloreamente,
con chicas cola de pato.
Señor,
te habla tu hijo shiome
la jugada a favor que te salió contragolpe.
Haz que el arroyo Sarandí se cristalize
con un suave y delgado movimiento de tus dedos
que a sus bordes cristalinos crezcan
tilos,
eucaliptus
y moreras en cinta
para cuando ella baje del 148
pose su dorado pie sobre el asfalto de Sarandí.
Entonces el riseñor volverá a cantar en la pampa.
El picaflor volverá a libar la flor en el campo.
Berazategui será un camino de canciones.
Ezpeleta la ciudad perdida para el amor.
Señor,
haz que paren las lluvias en Concordia
que este niño caprichoso deje de llorar
que la corriente del niño desaparezca
sino pobre del superpoeta Durand, Daniel.
¿Perecerá bajo las aguas de Concordia?
Señor,
haz que los muchachos de la selección
jueguen la final
del evento mas hermoso de la tierra,
del deporte mas poético del mundo,
fútbol-poesía-viva,
la destreza del pie y la armonía de la pelota.
Resérvanos un lugar para nosotros
los intelevisivos,
grasitas de Evita,
ciudadanos nunca ilustres,
los que la puchereamos día a día.
Resérvanos un lugar
aunque sea en el banco de suplentes,
el jujeñito que juega en la Puna
donde no flamea la albiceleste;
ayuda a estos malandras,
sátrapas,
rantifusos de la esférica,
atorrantes de la gambeta,
malcriados del hincha.
Dios mío,
soy un grasita que apenas ve un pozo en la calle
un bondi laburando a full los amortiguadores
en el empedrado;
la poesía negra y mala
como tenaza de carpintero,
arisca como una moto.
¡Danos un gol, Señor!
Que es el pan y la alegría de los pobres;
que cuando ella baje del bondi
el arroyo Sarandí sea un camino de canciones,
de vez en cuando me mire,
deje de scanear códigos de mortadela.
Haz que Diego vuelva
y tanos gallegos y brasucas
caigan rendidos a sus pies
es decir su zurda
¿Angelical o demoníaca?
Afina la puntería del fino Crespito,
goleador sin goles,
romperedes sin red,
ilumina al rabonero Matías Almeyda
refina la zurda refinada de Fernando Redondo.
Ayuda a Gabriel Batistuta,
florentino y dantesco,
arcángel de toda alegría,
dueño de toda dicha.
Danos un gol, señor.
Gol celeste y blanco,
gol azul y oro,
gol granate,
gol de River Plate,
gol tripero y pincharrata
por la calles de La Plata,
gol en Avellaneda
cruza la pelota
de vereda en vereda
gol rosarino
leproso y canalla,
gol de pura suerte
como ganarse una mina
por Corrientes,
gol con olor a muerte
gol funebrero
gol de emboquillada,
gol vertiginoso
gol de López Piojo,
gol con ritmo culebrón
como los de la Bruja Verón.
¡Danos un gol, Señor!
que se lo gritaré a mi jefe,
se lo dedicaré a mi madre.
La pelota nos espera
en el centro del campo:
Dulce mariposa vencida por la lluvia.
Barrilete sin luna,
esfera cósmica,
caja de coral donde los hombres
guardan los sueños mas sublimes.
La pelota nos espera, riacha,
flotando en un charquito,
como una cebolla embarrada
en la pileta del verdulero.
Tú sabes, Señor,
si Argentina gana en Francia
la Nación volverá a ser
esa casita de chapa al costado de la ruta;
reverdecerán las flores,
el riseñor volverá a cantar en la pampa,
el picaflor volverá a libar la flor en el campo.
Los desocupados tendrán el corazón ocupado de alegría.
La inflación será un Frankestein reconquistado,
los perros dejarán de ser discepolianos.
La negra baja del bondi, y se calza
la chabomba con cancha.
Ponete la albiceleste,
que todos sabemos que vos sos
argentino.
De Como un paraguayo ebrio y celoso de su hermana, 2005
Mi padre ha vuelto a la bebida
El hombre con la cara del Che
Él se tatuó al Che en el Hombro
cuando nadie se tatuaba nada ni
siquiera todos conocían al Che.
Cuando eso ocurría, él se lo tatuó.
¿Por qué te has tatuado al Che?
le preguntaba mi abuela.
Eso hacen los hombres que salen de la cárcel,
decía ella.
Y qué crees vos, madre,
qué es esta vida que vivimos
si no una gran cárcel.
Cuando nadie se tatuaba nada, él
se tatuó al Che en el Hombro
siglos antes de que el Che fuera el Che;
un hombre hizo eso antes,
de que todo esto sucediera.
Hoy, un día antes de navidad,
lo llamo para desearle felices fiestas.
Me atiende completamente borracho.
Feliz de escucharme y a la vez
me dice algo acerca de la nieve:
Vos sos un simulacro en la nieve, me dice.
Mi padre ha vuelto a la bebida.
Regresó a ella.
"¡Qué lindos están tus hijos, hermano!"
Mi padre me dice hermano.
Papá, mañana es navidad.
Estoy arrepentido de haberme
tatuado la cara del Che en el Hombro.
Arrepentido de todo
y también del Che.
Su Che, nuestro Che del Hombro
de nuestra Infancia.
El Che envejeció en mi hombro más que yo, me dice.
Mi padre ha vuelto a la bebida.
Mi padre se cae al Hombro.
No te olvides de mí, hermano, me dice.
Eso nunca, contesté y bajé el teléfono.
Wolfgang Berger cumple 60 años
Amigo lejano como son el ciervo y el hombre malo.
Lejanos pero viven en nosotros,
en nuestras mentes y costumbres,
¿qué hombre de bien no tiene un pensamiento
para el ladrón, el ciervo en el bosque y la ardilla voladora?
Wolfgang, para mí tenés algo de Goethe
(a ninguno de los dos los vi jamás ni en fotos)
y tenés algo de ciervo
y de amigo lejano,
vos, Wolfgang, te le adelantás a todos porque tenés
el don de ser padre,
el mentor de esta Idea genial
que pusiste a rodar en el mundo: mi amigo Timo,
mi compañero confidente, que comprende todo lo
que pasa en mi piel de hombre huraño.
Su nombre de guerra es Timolín.
Querido Wolfgang, no te conozco y te quiero, como podemos
querer a Maradona o a Ernesto Guevara.
Queremos más allá del bien y del mal,
y de la lógica y de los libros de los médicos.
Yo sé mucho de hijos, Wolfgang,
también tengo un varón.
Su nombre de guerra es Baltu.
Y mucho tiene de tu Timo.
Con semejante lujo, con tal atrevimiento,
amigo Wolfgang, estás a la altura de Goethe
y del reconstructor de Stuttgart.
Pues, ¿qué otra cosa puede esperar
un hombre de la vida que un hijo?
Su nombre de guerra es Timolín.
Su nombre de guerra es Baltu.
En ambos brilla la mirada de un indio.
Hoy cumplís sesenta años, son muchos, pero no tantos.
Toda una vida, diría un viejo vizcacha.
Al final de este poema voy a hablarte
como a un amigo viejo, o a un hijo desfachatado
que quiere soltarse por la vida de mochilero:
Respirá hondo y no cantes victoria,
todavía te quedan sesenta años más.
*Textos publicados en "Papá se incendia", de Washington Cucurto, Espacio Hudson, 2013. (espaciohudson.com)
***
*WASHINGTON CUCURTO. Dentro de su extensa obra se destacan los libros de poesía "La máquina de hacer paraguayitos" (1999,) "Poeta en Nueva York (2010), "El Hombre polar regresa a Stuttgart" (2010) y los relatos y novelas "Cosa de negros" (2003), "Las aventuras del Sr. Maíz" (2005), "Hasta quitarle Panamá a los yanquis" (2005),
"El amor es mucho más que una novela de 500 páginas" (2008), "1810. La revolución vivida por los negros" (2008), "El Rey de la cumbia contra los fucking Estados Unidos de América" (2010), "Sexibondi" (2011)
y "La culpa es de Francia" (2012).
Washington Cucurto es un personaje creado por el escritor argentino Santiago Vega. No, al revés, Santiago Vega es un escritor inventado por un personaje llamado Washington Cucurto. Como si Charles Dickens hubiese firmado sus obras bajo el nombre de Oliver Twist, o a Sir Arthur Conan Doyle se le hubiese dado por presentarse ante la gente diciendo hola, me llamo Sherlock Holmes.
Cucurto, el personaje, es un cumbiastar dominicano lleno de vicios, mezcla de Héctor Lavoe y Jim Morrison, el tipo de Ídolo que hace esperar a su público por horas mientras acaricia adolescentes o se da de puños con la policía. Cucurto, el personaje-músico, es el más grande, la razón de vivir y de bailar para los paraguayos, dominicanos y bolivianos que emigraron a Buenos Aires en los noventa. Cucurto, el escritor, viene de ahí, del arrabal urbano marginal porteño, de cuchillos y cartoneros ambulantes. En su mundo no hay shows de Tango con cena incluida, Babasónicos o Pampita. Tal vez Cucurto sea la versión que Irvine Welsh pudiera escribir de Ciudad de Dios. Sus líneas son crudas, directas, toscas y hasta románticas: sentir que la única esperanza es una cerveza, salir de casa y despertar en una vereda con la cabeza rota.
Cucurto, la persona, ha escogido una doble identidad y es uno de los pocos que ha logrado salirse con la suya. Es un escritor insobornable, que en su novela corta Cosa de Negros tiñe de sangre y trompetas un vínculo aparentemente imposible entre la cumbia y el gobierno argentino. Es la persona que incluyó la lectura en un mundo cuyos personajes estaban tan ocupados en sobrevivir que jamás pensaron en leer y salvarse.
Por Washington Cucurto*
Oración del repositor en el supermercado
Señor,
aquí estoy gozoso de salud
y lleno de trabajo,
frente a las góndolas de las verduras
aquí estoy en el supermercado
y todavía no he visto al amigo Whitman;
estoy entre batatas y papas y coliflores alegres
soñando colifloreamente,
con chicas cola de pato.
Señor,
te habla tu hijo shiome
la jugada a favor que te salió contragolpe.
Haz que el arroyo Sarandí se cristalize
con un suave y delgado movimiento de tus dedos
que a sus bordes cristalinos crezcan
tilos,
eucaliptus
y moreras en cinta
para cuando ella baje del 148
pose su dorado pie sobre el asfalto de Sarandí.
Entonces el riseñor volverá a cantar en la pampa.
El picaflor volverá a libar la flor en el campo.
Berazategui será un camino de canciones.
Ezpeleta la ciudad perdida para el amor.
Señor,
haz que paren las lluvias en Concordia
que este niño caprichoso deje de llorar
que la corriente del niño desaparezca
sino pobre del superpoeta Durand, Daniel.
¿Perecerá bajo las aguas de Concordia?
Señor,
haz que los muchachos de la selección
jueguen la final
del evento mas hermoso de la tierra,
del deporte mas poético del mundo,
fútbol-poesía-viva,
la destreza del pie y la armonía de la pelota.
Resérvanos un lugar para nosotros
los intelevisivos,
grasitas de Evita,
ciudadanos nunca ilustres,
los que la puchereamos día a día.
Resérvanos un lugar
aunque sea en el banco de suplentes,
el jujeñito que juega en la Puna
donde no flamea la albiceleste;
ayuda a estos malandras,
sátrapas,
rantifusos de la esférica,
atorrantes de la gambeta,
malcriados del hincha.
Dios mío,
soy un grasita que apenas ve un pozo en la calle
un bondi laburando a full los amortiguadores
en el empedrado;
la poesía negra y mala
como tenaza de carpintero,
arisca como una moto.
¡Danos un gol, Señor!
Que es el pan y la alegría de los pobres;
que cuando ella baje del bondi
el arroyo Sarandí sea un camino de canciones,
de vez en cuando me mire,
deje de scanear códigos de mortadela.
Haz que Diego vuelva
y tanos gallegos y brasucas
caigan rendidos a sus pies
es decir su zurda
¿Angelical o demoníaca?
Afina la puntería del fino Crespito,
goleador sin goles,
romperedes sin red,
ilumina al rabonero Matías Almeyda
refina la zurda refinada de Fernando Redondo.
Ayuda a Gabriel Batistuta,
florentino y dantesco,
arcángel de toda alegría,
dueño de toda dicha.
Danos un gol, señor.
Gol celeste y blanco,
gol azul y oro,
gol granate,
gol de River Plate,
gol tripero y pincharrata
por la calles de La Plata,
gol en Avellaneda
cruza la pelota
de vereda en vereda
gol rosarino
leproso y canalla,
gol de pura suerte
como ganarse una mina
por Corrientes,
gol con olor a muerte
gol funebrero
gol de emboquillada,
gol vertiginoso
gol de López Piojo,
gol con ritmo culebrón
como los de la Bruja Verón.
¡Danos un gol, Señor!
que se lo gritaré a mi jefe,
se lo dedicaré a mi madre.
La pelota nos espera
en el centro del campo:
Dulce mariposa vencida por la lluvia.
Barrilete sin luna,
esfera cósmica,
caja de coral donde los hombres
guardan los sueños mas sublimes.
La pelota nos espera, riacha,
flotando en un charquito,
como una cebolla embarrada
en la pileta del verdulero.
Tú sabes, Señor,
si Argentina gana en Francia
la Nación volverá a ser
esa casita de chapa al costado de la ruta;
reverdecerán las flores,
el riseñor volverá a cantar en la pampa,
el picaflor volverá a libar la flor en el campo.
Los desocupados tendrán el corazón ocupado de alegría.
La inflación será un Frankestein reconquistado,
los perros dejarán de ser discepolianos.
La negra baja del bondi, y se calza
la chabomba con cancha.
Ponete la albiceleste,
que todos sabemos que vos sos
argentino.
De Como un paraguayo ebrio y celoso de su hermana, 2005
Mi padre ha vuelto a la bebida
El hombre con la cara del Che
Él se tatuó al Che en el Hombro
cuando nadie se tatuaba nada ni
siquiera todos conocían al Che.
Cuando eso ocurría, él se lo tatuó.
¿Por qué te has tatuado al Che?
le preguntaba mi abuela.
Eso hacen los hombres que salen de la cárcel,
decía ella.
Y qué crees vos, madre,
qué es esta vida que vivimos
si no una gran cárcel.
Cuando nadie se tatuaba nada, él
se tatuó al Che en el Hombro
siglos antes de que el Che fuera el Che;
un hombre hizo eso antes,
de que todo esto sucediera.
Hoy, un día antes de navidad,
lo llamo para desearle felices fiestas.
Me atiende completamente borracho.
Feliz de escucharme y a la vez
me dice algo acerca de la nieve:
Vos sos un simulacro en la nieve, me dice.
Mi padre ha vuelto a la bebida.
Regresó a ella.
"¡Qué lindos están tus hijos, hermano!"
Mi padre me dice hermano.
Papá, mañana es navidad.
Estoy arrepentido de haberme
tatuado la cara del Che en el Hombro.
Arrepentido de todo
y también del Che.
Su Che, nuestro Che del Hombro
de nuestra Infancia.
El Che envejeció en mi hombro más que yo, me dice.
Mi padre ha vuelto a la bebida.
Mi padre se cae al Hombro.
No te olvides de mí, hermano, me dice.
Eso nunca, contesté y bajé el teléfono.
Wolfgang Berger cumple 60 años
Amigo lejano como son el ciervo y el hombre malo.
Lejanos pero viven en nosotros,
en nuestras mentes y costumbres,
¿qué hombre de bien no tiene un pensamiento
para el ladrón, el ciervo en el bosque y la ardilla voladora?
Wolfgang, para mí tenés algo de Goethe
(a ninguno de los dos los vi jamás ni en fotos)
y tenés algo de ciervo
y de amigo lejano,
vos, Wolfgang, te le adelantás a todos porque tenés
el don de ser padre,
el mentor de esta Idea genial
que pusiste a rodar en el mundo: mi amigo Timo,
mi compañero confidente, que comprende todo lo
que pasa en mi piel de hombre huraño.
Su nombre de guerra es Timolín.
Querido Wolfgang, no te conozco y te quiero, como podemos
querer a Maradona o a Ernesto Guevara.
Queremos más allá del bien y del mal,
y de la lógica y de los libros de los médicos.
Yo sé mucho de hijos, Wolfgang,
también tengo un varón.
Su nombre de guerra es Baltu.
Y mucho tiene de tu Timo.
Con semejante lujo, con tal atrevimiento,
amigo Wolfgang, estás a la altura de Goethe
y del reconstructor de Stuttgart.
Pues, ¿qué otra cosa puede esperar
un hombre de la vida que un hijo?
Su nombre de guerra es Timolín.
Su nombre de guerra es Baltu.
En ambos brilla la mirada de un indio.
Hoy cumplís sesenta años, son muchos, pero no tantos.
Toda una vida, diría un viejo vizcacha.
Al final de este poema voy a hablarte
como a un amigo viejo, o a un hijo desfachatado
que quiere soltarse por la vida de mochilero:
Respirá hondo y no cantes victoria,
todavía te quedan sesenta años más.
*Textos publicados en "Papá se incendia", de Washington Cucurto, Espacio Hudson, 2013. (espaciohudson.com)
***
*WASHINGTON CUCURTO. Dentro de su extensa obra se destacan los libros de poesía "La máquina de hacer paraguayitos" (1999,) "Poeta en Nueva York (2010), "El Hombre polar regresa a Stuttgart" (2010) y los relatos y novelas "Cosa de negros" (2003), "Las aventuras del Sr. Maíz" (2005), "Hasta quitarle Panamá a los yanquis" (2005),
"El amor es mucho más que una novela de 500 páginas" (2008), "1810. La revolución vivida por los negros" (2008), "El Rey de la cumbia contra los fucking Estados Unidos de América" (2010), "Sexibondi" (2011)
y "La culpa es de Francia" (2012).
Washington Cucurto es un personaje creado por el escritor argentino Santiago Vega. No, al revés, Santiago Vega es un escritor inventado por un personaje llamado Washington Cucurto. Como si Charles Dickens hubiese firmado sus obras bajo el nombre de Oliver Twist, o a Sir Arthur Conan Doyle se le hubiese dado por presentarse ante la gente diciendo hola, me llamo Sherlock Holmes.
Cucurto, el personaje, es un cumbiastar dominicano lleno de vicios, mezcla de Héctor Lavoe y Jim Morrison, el tipo de Ídolo que hace esperar a su público por horas mientras acaricia adolescentes o se da de puños con la policía. Cucurto, el personaje-músico, es el más grande, la razón de vivir y de bailar para los paraguayos, dominicanos y bolivianos que emigraron a Buenos Aires en los noventa. Cucurto, el escritor, viene de ahí, del arrabal urbano marginal porteño, de cuchillos y cartoneros ambulantes. En su mundo no hay shows de Tango con cena incluida, Babasónicos o Pampita. Tal vez Cucurto sea la versión que Irvine Welsh pudiera escribir de Ciudad de Dios. Sus líneas son crudas, directas, toscas y hasta románticas: sentir que la única esperanza es una cerveza, salir de casa y despertar en una vereda con la cabeza rota.
Cucurto, la persona, ha escogido una doble identidad y es uno de los pocos que ha logrado salirse con la suya. Es un escritor insobornable, que en su novela corta Cosa de Negros tiñe de sangre y trompetas un vínculo aparentemente imposible entre la cumbia y el gobierno argentino. Es la persona que incluyó la lectura en un mundo cuyos personajes estaban tan ocupados en sobrevivir que jamás pensaron en leer y salvarse.