Patagonia

Ana Bayer: "Mi padre creía que el mundo podía cambiar; él le dio voz a los que no la tenían"

Entrevista de Lola Sánchez.

Entre risas y palabras que van del castellano al italiano, Ana recuerda a su padre, a tres años de su fallecimiento. Osvaldo Bayer marcó la segunda mitad del siglo XX con una obra lúcida, rigurosa e implacable que confrontó a las versiones "oficiales" de la historia. Destripó los secretos de la historia patagónica desde la perspectiva de los obreros e indagó en crímenes cometidos por el Estado y la vida de trabajadores y anarquistas. Siempre del lado de los humildes, de la gente simple, así lo recuerda Ana Bayer. En diálogo con El Extremo Sur, Ana Bayer destacó que "él dio le dio voz a los que no tenían. Su legado es la coherencia, el ejemplo de los que lucharon, y al mismo tiempo lo hizo sin deprimirse, cultivando la felicidad". Ana compartió de manera libre y gratuita "Mi viejo rebelde", que estará disponible en Youtube hasta el 21 de febrero.

Ana Bayer se dedicó a la danza y posteriormente ingresó al mundo de las artes cinematográficas. Para los 90 años de su padre realizó un breve film recopilando momentos de la vida del intelectual y periodista. Luego decidió extenderlo y lo convirtió en "Mi viejo rebelde", un documental de una hora que muestra el lado más íntimo de Osvaldo Bayer, a través de la mirada de su hija menor. La cinta recorre momentos de Bayer en su estudio, las comidas con amigos y familiares, así como recuerdos del exilio y su trabajo en una Argentina post-dictadura, adonde regresó empecinadamente pese a que Ana -que reside en Italia- y el resto de la familia permanecieron en Europa.

La primera versión de "Mi viejo rebelde" fue un film de 15 minutos que le regalaste a Osvaldo en su cumpleaños número 90. ¿Cómo surgió la idea de recopilar el material y luego extenderlo para el público general?

Yo siempre filmé en casa, tengo muchísimo más material, que se juntó durante años. La dificultad más grande fue conservar siempre todo, con todo el exilio que vivimos, las mudanzas, la cantidad de veces que cambiamos cosas. Fui siempre muy celosa del material, de no querer tirar nada, lo tenía siempre ahí, pero sin la intención de hacer una película. Hacía muchos montajes en casa, fui autodidacta con este trabajo de hacer cine y documentales. En un momento, cuando vi que tenía mucho material de Osvaldo, me pareció muy importante compartirlo, para mostrar la parte de entrecasa de Osvaldo, tan particular, tan humana. Hay mucha gente que lo conoce como una persona seria.

¿Crees que te parecés a tu papá en el sentido de guardar tan celosamente el material? Tal como él conservaba sus archivos, apostando a la memoria.

En ese sentido, sí, igual a mi papá. Él no tiraba nada, no dejaba que tocáramos nada. Tenía muchísimos papeles, imaginate, antes no había internet. No se podía tirar nada, mi mamá desesperada le decía que los diarios traen bichos, y él se negaba a tirarlos, decía "en tal diario hay una nota que algún día me va a servir", en vez de recortar la nota guardaba todo el diario. Yo salí un poco a él, tengo un montón de cosas. Ahora viendo mi material audiovisual pienso en lo lindo de compartirlo, verlo a Osvaldo de otra forma.

¿Parte de la idea del documental era mostrarlo desde tu visión de hija?

Sí. Hay varios documentales sobre él. Y si te fijas, es otra cosa. Él sabía que lo iban a filmar, se ponía en pose, se peinaba. Era muy coqueto, se vestía lindo, y ahí sentado hablaba. Yo lo agarraba por otro lado, como era realmente. Cuando una directora de cine quiso hacer conmigo el documental, yo le seguía la corriente, fui adelante. Pero en un momento pensé: "no, esto puedo hacerlo solamente yo". Porque sólo yo sentía esa cosa, un director me lo iba a cambiar.

¿Ves diferencias en la Ana que filma y la Ana actual que mira el material?

No, pienso que siempre fue así y siempre lo voy a recordar así. Haber vivido también lo que uno filma, es otra cosa: muestro así a mi padre como era y como yo lo recuerdo. Por ejemplo, muchos momentos que no se filmaron porque él estaba trabajando, y eso también es un recuerdo mío de un padre ausente. Fue un padre de mucho trabajo, no fue un padre normal, en el sentido que estaba siempre con los hijos.

¿Alguna vez le reprochaste su ausencia? ¿Sentiste la contradicción de no tenerlo cerca y a la vez saber que se estaba dedicando a un trabajo que era importante para tanta gente?

Yo pienso que es muy interesante pensarlo desde el aspecto psicológico, aunque no lo sentí ausente. Crecimos de un buen modo, mi madre nos daba todo, ella era genial, yo lo muestro en el documental; la levanto muchísimo, no nos faltaba nuestro padre. En sí, de chicos estábamos muy orgullosos de tener un padre periodista. En ese entonces ser periodista era algo muy importante. Ahora cambió un poco, pero en los 60' ser periodista era otra cosa. Eso sí, íbamos a la escuela y nos reconocían como "los hijos de los comunistas", como una mala palabra. Nunca me planteé ese problema de por qué no estaba en casa, era así, vos vivías eso, no nos faltaba nuestro padre.

¿A tu juicio el periodismo perdió importancia?

Cambió mucho, los medios han cambiado. Ahora hay muchos más periodistas, gente que estudia pero otros que se lo inventan, antes tenías que saberlo hacer, no era fácil, no había muchos diarios, ni radios, ni oportunidades de trabajo. Tenías que ser muy capaz. Pienso que es por la cantidad de gente que se inventa el periodismo y por la cantidad de informaciones que te vienen de todos lados. Tengo esa impresión.

Y esto contrasta con la forma de trabajar de Osvaldo, que siempre realizó grandes investigaciones.

Él tenía que saber la historia, no podía ir a Wikipedia a chequear un dato. Una de las cosas que siempre me decía, "Ana, vos podés decir todo, pero tenés que estar muy bien documentada". Ese fue su gran valor. Tuvo grandes polémicas, pero cada palabra que él decía lo hacía con seguridad, documentaba todo. Este detalle nunca lo conté: no discutía, nunca lo vi discutir ni en casa ni en los debates que surgían con periodistas. ¿Qué hacía? Cuando escuchaba algo y no estaba de acuerdo, se lo guardaba y se documentaba bien, Medio año después sacaba una nota en contra de su argumento. Lo hacía mucho cuando escribía en las contratapas de Página 12. Ahí se nota el buen periodista, esas contratapas son fantásticas. Un buen periodista tiene que estar bien documentado, siempre lo decía. Justamente por eso la investigación de la Patagonia duró casi 8 años. Es el gran trabajo detrás de la persona.

Durante tu film mostrás en reiteradas ocasiones "El tugurio", tal como llamó Osvaldo su lugar de trabajo. ¿Por qué fue un lugar tan especial para tu papá?

Durante mi infancia, cuando era muy chiquita, vivimos en Esquel. Cuando Gendarmería lo echa a mi papá de allí, nos mudamos a Buenos Aires. Ahí entró a trabajar en Clarín, vivíamos bien, en una casa linda y amplia. Y luego nos fuimos al exilio. Cuando volvemos, él no quiso regresar a esa casa, así que elige estar en una parte de la vieja casa de sus padres, dividida en tres, para los tres hermanos. El hermano vivía arriba y él eligió la parte de abajo. No tenía ganas de cambiar, no le gustaban esas cosas de tener que cambiar, le encantaba ese tugurio; tenía sus cosas, sus papeles, libros, las plantas, la botella de vino, y basta, no necesitaba más en la vida.

¿Se caracterizaba por su simpleza?

A él le gustaba estar con la gente, la gente simple, la buena gente, la música, esas cosas le encantaban. Nunca le gustó el lujo. En el exilio también vivía en un lugar como el tugurio. A mi mamá si bien no le gustaba vivir de lujo sí quería tener sus comodidades.

¿Alguna vez sentiste miedo de que le pasara algo a tu familia a causa del trabajo periodístico de Osvaldo?

No, jamás tuvimos miedo. Mi mamá tampoco, porque mis padres nunca nos hablaban de lo que estaba pasando, lo charlaban entre ellos. El único momento en el que sentí algo raro fue cuando tuvimos que escaparnos de un día para otro. Mi mamá dijo "nos están poniendo una bomba en la casa, nos vamos a Alemania". Ahí un poco de miedo tuve, pero después en el exilio no; no había motivos para tener miedo allá. Cuando mi papá volvió a la Argentina recibió muchísimas amenazas que nunca contó, lo llamaban por teléfono, le decían que lo iban a matar. No lo compartía con nosotros. Una vez yo lo escuché diciendo una mala palabra por teléfono, le pregunté si tenía miedo. "No, es un chanta" me contestó. Andá a saber el miedo que tenía, capaz que sí tenía miedo pero nunca lo demostró.

¿Cómo fue la vida después del exilio, especialmente en medio de tu adolescencia? ¿Comenzaste a implicarte de otra manera en los temas sociales?

Sí, es un aspecto que quise contar en la película, pero es muy difícil. Trabajé con el material que tenía a disposición, si escribiese un libro podría contar con más detalle todo lo que pasó. Traté de contar que yo vivía también en el mundo, yo hacía danza porque a mi madre le encantaba, nos enseñó toda esa parte artística y cultural. Yo vivía en el mundo de la danza, en otro mundo. Llegaba a casa y era diferente, eran los desaparecidos, era el exilio. No fue fácil manejar eso durante mi adolescencia. Yo no terminé el bachillerato ni hice una carrera por el exilio. Me sentía muy inferior a los intelectuales que venían a casa. Así que tuve momentos bastante difíciles. Empecé a cambiar cuando hice una primera coreografía sobre las Madres de Plaza de Mayo, en Berlín. Pude unir la danza y a la vez contar lo que estaba pasando, a mi manera. Eso me ayudó mucho.

La escena de la danza con los pañuelos blancos es elocuente. ¿Consideras que ahí pudiste fusionar tu pasión con la de tu padre?

Sí, fue un momento muy importante ese en el exilio. En esa época no había mucha gente que filmaba, era difícil. Había un chileno en Berlín con videocámara, y le pedimos que nos filmara porque estaba enamorado de una de las bailarinas. Y ahí quedó la escena. Es difícil mantener las imágenes, se va la calidad, tuvimos que hacer toda una restauración.

A pesar del fin de la dictadura, no regresaste a vivir a la Argentina.

Nos quedamos más tiempo en Europa. Mi padre es el único que volvió definitivamente, mis hermanos y mi mamá tenían su trabajo en Europa. Teníamos ya nuestros hijos, era más difícil para nosotros volver. Volvíamos de visita, casi dos veces por año. Eran grandes encuentros con mi padre. Es tan diferente Europa y Argentina, sentí esa búsqueda de identidad toda mi vida, mi vida fue prácticamente en Europa, en Alemania, Italia, en Argentina viví en la infancia. Cada vez encuentro más gente así, antes uno se sentía solo en esa búsqueda. Hoy la gente viaja, se mezclan las culturas.

¿Sentís que eso tuvo que ver con la búsqueda de tu identidad?

Sí, es la búsqueda de identidad, no saber de dónde sos. Nos sacaron del país. Yo no elegí irme del país. Se te van mezclando las culturas. En mi caso yo rescato que mi papá era muy argentino, luchaba por la Argentina. Nos transmitió mucho esa parte.

¿Qué es lo más valioso que Osvaldo legó a la sociedad argentina según tu visión?

Pienso que lo que dejó es esta idea de seguir luchando, no deprimirse. Salir a la calle cuando ves una injusticia, es importante seguir. Ser optimista, no pensar que el mundo se acabó. El mundo puede cambiar, hay que seguir nomás, en la lectura, en la docencia, en las calles. Él dio le dio voz a los que no tenían. Su legado es la coherencia, el ejemplo de los que lucharon, y al mismo tiempo hacerlo también siendo felices, no deprimiéndose. No le gustaba deprimirse. Darle valor a lo justo, a las cosas simples. Son todos esos valores muy humanos. El arte, la música, la historia, el buen periodismo. El fomentaba esa idea, ¿por qué hay que estar serio? Seamos naturales, normales, y si queremos festejar festejemos. Él hacía sus chistes. Era un gran jodón, a veces jodía tanto que mi mamá lo retaba.

¿Lograste encontrar tu identidad o seguís en proceso?

Todavía estoy en ese proceso, tengo más de 60 años y sigo. Busco siempre, por suerte, tengo esta veta del arte para expresarme. El arte es para encontrar soluciones, me ayudó mucho en ese sentido. Ojalá pudiera escribir algún día, me encantaría.

Hacia el final del documental, Osvaldo sostiene que en 50 años espera encontrar un mundo corregido, dice que todavía tiene esperanza. ¿Creés que el mundo está más cerca o más lejos de lo que él anhelaba?

Es una de las frases más importantes de la película, es muy linda, llena de optimismo. Uno espera otra cosa, pero él dice eso. Pienso que estamos lejos todavía, él tiene razón pero estamos lejos. Europa es cada vez más de derecha, vemos el poder de los bancos, la negociación de las vacunas. Es un mundo difícil. Hay impotencia, no hay movimientos populares acá. Cuando estuve de gira con la película estuve, entre otras localidades, en Esquel, y vi a la gente en las calles por el No a la Mina, a los docentes reclamando. Eso en Europa no lo ves. Argentina da un ejemplo de lucha impresionante. Pienso que, a pesar de todo, hay que seguir pensando como él.