Patagonia

Sara Piolliastrelli, enfermera en una guerra "llena de mentiras" que "solo se vivió realmente en el sur"

Entrevista de Lola Sánchez.

En 1982, medios argentinos exhibían la "inminente victoria" argentina sobre el ejército inglés en Malvinas. "¡Victoria!", "Las Malvinas recuperadas", "Vimos rendirse a los ingleses", "Ya estamos ganando", fueron algunos de los titulares más resonantes, destinados a manipular a la opinión pública, aún víctima de las estrategias de la dictadura genocida que procuraba mantenerse en el poder.

En algunas ciudades de ritmo urbano acelerado, la victoria militar fue asumida como si realmente fuera posible.

Sin embargo, en el sur se escuchaban los verdaderos testimonios de la guerra. Eran las enfermeras, los médicos, las y los voluntarios del Hospital Regional de Comodoro Rivadavia quienes se enfrentaron a la otra cara de la Guerra. Recibían a los soldados heridos con "pie de trinchera", graves lesiones, quemaduras, hambre extrema y el miedo de cualquier joven de 18 años obligado a portar un arma.

El Extremo Sur dialogó con Sara Teresa Polliastrelli (79), quien en ese momento se desempeñaba como Supervisora de un amplio sector de las enfermeras que atendían a los heridos de guerra. Sara contó que guarda el recuerdo con pesar y bronca, debido a la falta de reconocimiento social hacia la labor del personal perteneciente al Hospital Regional. Sin embargo, celebra la visibilización que hoy tienen las mujeres que participaron, tanto como profesionales de la Medicina, miembros de las Fuerzas o voluntarias.

Durante el conflicto, funcionó en Comodoro Rivadavia un Hospital Reubicable de la Fuerza Aérea, junto al Buque Hospital Irizar y el Hospital Regional de la ciudad. A través del helipuerto, ubicado en el terreno donde hoy se encuentra la Escuela de Arte, recibían a los heridos de Malvinas. La labor de las mujeres fue la piedra angular de la guerra; una labor dedicada a curar en cuerpo y alma lo que las trincheras dejaron.

"A veces lo único que querían era que los abrazáramos"

Polliastrelli señaló que para el momento del conflicto en Malvinas, el Hospital Regional, así como todo el personal, estaban ampliamente capacitados para recibir heridos de guerra. "Todo estaba hecho y dispuesto desde el 78', cuando fue el conflicto con Chile, que por fortuna se resolvió por vía formal gracias a la mediación papal. Pero usamos esa programación para el 82'. Cada uno sabía lo que tenía que hacer. Yo formaba parte del grupo de supervisoras, tenía 40 años en ese entonces".

Gran parte del personal y la ciudadanía se organizó con eficacia para atender las necesidades propias del conflicto. La mujer recuerda el papel fundamental que jugaron las mujeres, en su mayoría estudiantes o recibidas del Curso de Auxiliar de Enfermería que brindaba el propio Hospital. A pesar de los registros que documentan mujeres de otras zonas trabajando en el Hospital Reubicable, la memoria de Sara se mantiene celosamente local. "Las mujeres que yo recuerdo eran todas de acá, no tuvimos contacto con las enfermeras de Aeronáutica, por ejemplo".

Rescató también el trabajo de las voluntarias, quienes fueron, junto a los soldados, víctimas del flagelo hacia la juventud argentina, obligada a atravesar un conflicto bélico "lleno de mentiras", tal como lo recuerda Polliastrelli.

"Las voluntarias hacían una gran labor", comentó la ex Supervisora, "le daban de comer a los pacientes, les traían revistas, les hablaban. Tuvimos muchos heridos con pie de trinchera, que es el congelamiento de los dedos por frío extremo". Y subrayó el acompañamiento emocional que fue necesario: "Éramos un poco sus mamás; venían muy deprimidos, tristes de haber perdido a sus compañeros o por lo que habían vivido. A veces lo único que querían era que los abrazáramos".

Bajo esta óptica, la población comodorense abrió sus puertas para que los soldados recién llegados de la guerra pudieran sentir nuevamente el calor de hogar. "Después de la rendición, dieron autorización para que los soldados pasaran un día en familia. Enyesados, en silla de ruedas, igual los llevaban. Junto a mi marido, estuvimos con tres chicos. Los llevamos a almorzar, a conocer la ciudad", detalló.

Sara rememoró el estado permanente de peligro en la ciudad y el reflejo de la guerra en las calles, con los toques de queda, las amenazas de bomba y los testimonios de los heridos, que aportaban una visión disruptiva en cuanto a la "victoria" sobre los ingleses. "Estuvimos en peligro todo el tiempo, no sabíamos si iban bombardear Comodoro. Una noche yo estaba de guardia y apareció en el radar un avión no identificado", recordó Polliastrelli. "Dijeron que no iban a tocar el continente, pero se decían tantas mentiras. Dijeron que íbamos ganando; acá sabíamos que no, sabíamos que habían llevado a muchachos recién incorporados, contra un ejército inglés preparado para la guerra".

El sur, al filo de la guerra

"Nosotros sabíamos lo que pasaba", remarcó la ex supervisora, "lo sabíamos por la llegada de los Hércules, por lo que nos contaban los soldados. Nos contaban cosas muy feas, que a pesar de los años no hemos podido olvidar".

Es por ello que Polliastrelli pone la bandera en su casa cada 2 de abril, y se lamenta al ver que es, en realidad, un gesto poco común, especialmente en la comunidad de Comodoro. "Acá se vivió realmente la guerra; cuando fue la rendición recibimos más de 400 soldados en un solo día. Todos queríamos quedarnos a trabajar, tuvieron que echarnos para volver en nuestro horario", comentó.

"La comunidad se portó de maravilla", agregó. "Traían de todo para los soldados: guitarras, televisores, comida a montón; tuvimos que racionarla, porque venían famélicos, y comenzaban a tener problemas gástricos al ingerir tanta comida después de meses sin alimentarse".

"La guerra se vivió solamente en el sur", asegura Pilliastrelli, "la vivieron los padres que tenían a sus hijos peleando en Malvinas y nosotros, porque el Mundial no se suspendió, la visita del Papa no se suspendió. Todo el mundo hacia su vida normal, la guerra se circunscribía en el sur".

El orgullo y el silencio

Respecto a la visibilización que lograron las mujeres en los últimos años, en los diferentes ámbitos en que participaron para colaborar con el fin de la guerra, Sara expresa una gran felicidad: "Las mujeres demuestran día a día de lo que son capaces. Ningún oficio o profesión está vedado". Confiesa que incluso ella conoció en las últimas semanas algunos datos respecto a ellas. "De algunas enfermeras no tenía datos, lo vi estos días en los medios, recién ahora está saliendo a la luz".

Por otra parte, remarca la necesidad de otorgar un reconocimiento a quienes desempeñaron su tarea en el Hospital. "Me da mucha bronca que en ningún festejo del 2 de abril se nombre al Regional, que era el Hospital cabecera del continente", expresó. "Pero los soldados sí se acuerdan, algunos incluso mantienen comunicación con muchas de mis compañeras. Nosotros cumplimos un papel fundamental en la guerra, y a nivel nacional no nos reconoce nadie".

Uno de los gestos de la memoria es la placa con el nombre de todos aquellos que trabajaron en ese momento en el Regional, ubicada en el hall del edificio. Polliastrelli expresó que allí están los nombres de todos y todas. Recuerda también la visita de veteranos cordobeses que estuvieron al cuidado de las enfermeras, quienes regresaron a la ciudad a 25 años de la Guerra, buscando el reencuentro: "Pudieron verse después de tantos años, estaban muy emocionados, ahí estaban...nuestros chicos".

"Esta fecha me pone muy emocionada y triste, como una película, pasa por mi cabeza todo lo que viví en esa época", confiesa. Con el recuerdo a cuestas, Sara celebra los avances en el reconocimiento institucional y social de todo aquel que participó en el conflicto, aunque sabe que aún no es suficiente: "A los veteranos deberían darles casa, trabajo, no como derrotados si no como héroes. Y recordarlos, reconocerlos, no solo en estas fechas: siempre".