El país

El caso Carrasco, morir bajo bandera

Domingo en un cuartel de la Patagonia. Calor. Tres y cuarto de la tarde. Un empujón, acaso una trompada, tiró al piso a Omar Octavio Carrasco, repartidor de pollos congelados, lector de la Biblia y conscripto desde hacía tres días. Siguió una catarata de golpes que recibió en el suelo. Por todos lados. Duros, dolorosos. Y una patada crucial, certera, desgarradora, que partió una costilla y perforó un pulmón. Tiene un hemorragia interna. No puede gritar. Sufre. Se muere.

Cutral Co es una ciudad sin ríos cercanos que se ubica en la árida estepa patagónica, y en el centro geográfico de la Provincia de Neuquén. Solo el petróleo pudo lograr una gran urbe en el desolado paisaje plagado de bombas extractoras del ‘oro negro'. Allí nació el 5 de enero de 1976 Omar, hijo de Sebastina y Francisco Carrasco. Fué el primogénito de esta humilde familia.

Cien kilómetros al oeste, casi en línea recta, está la ciudad de Zapala. Centro comercial que abastece a la parte oeste del Neuquén y terminal del ferrocarril, que en su momento distribuía hasta Buenos Aires la curtiembre y productos de la industria cementera que se obtenían en ese punto neuquino. Allí en 1935, bajo la presidencia del General Agustín Justo, se establece la Guarnición Ejército Zapala. En un terreno de 750 hectáreas se alojan el Grupo de Artillería 161 (GA161) y el Batallón de Logística Neuquén.

El llamado caso Carrasco es una sucesión de hechos que relatan acerca de una institución que, gracias a la vida del conscripto cutralquense, ya no existe más: el servicio militar obligatorio en Argentina. Lo sucedido al joven patagónico dejó en evidencia la humillación y vejación a la que miles de jóvenes argentinos se veían expuestos obligadamente por parte del Estado Nacional. Además, permitió develar otros casos similares acallados hasta entonces por el temor a enfrentar al Ejército Argentino.

La sucesión de hechos que dejó suspendido el Servicio Militar Obligatorio comenzaron una noche en que un joven de 19 años llegó a cumplir su obligación civil de prestar servicio al Ejército Nacional Argentino.

El 3 de marzo de 1994 Omar se incorporó al GA161 para llevar a cabo el servicio militar, donde quedó bajo las órdenes del subteniente Ignacio Rodrigo Canevaro, de 23 años.

Extremadamente tímido, sólo atinaba a sonreír ante los gritos de los superiores. Esa nerviosa sonrisa -dicen- fue la causa por la que sus instructores le prometieron que lo iban a hacer parir.

El mismo 4 de Marzo, Canevaro le dio la bienvenida con un ‘baile' en el que tropezó y quedó signado como torpe, incapaz e inútil para el subteniente. Allí Omar, entre ‘baile‘ y ‘baile' hizo algo de amistad con otro de los conscriptos: Juan Sebastián Castro, oriundo de Rincón de los Sauces. Compartían la lectura de la biblia y profesaban la misma religión.

El sábado 5 debía estar de imaginaria (guardia nocturna), pero no se levantó porque dijo que le dolía el cuerpo. Por eso el domingo lo pusieron de cuartelero a cargo de la limpieza y control de la cuadra. Sus compañeros lo vieron por última vez durante la siesta, cuando fue al baño.

A su cargo estaban el oficial de semana, subteniente Ignacio Canevaro, y el sargento Carlos Sánchez, que estaba durmiendo. Con ellos colaboraban los soldados Víctor Salazar y Cristian Suárez. Los compañeros de Carrasco fueron sacados de la cuadra para someterlos a un duro baile por la desaparición de Omar, que luego fue dado por desertor.

"Baile": consistía en someter a los conscriptos a duras rutinas de ejercicios físicos, que excedían la capacidad de resistencia de los soldados, provocándoles secuelas, algunas de ellas graves.

El 6 de Marzo se lo da por desaparecido, y a pedido del Ejército una camioneta de la Policía Provincial se acerca a la casa de los padres a consultar acerca del paradero de Omar. Luego de la ‘visita' los padres concurrieron repetidamente a las oficinas de la Guarnición preocupados por el estado de su hijo, pero volvían a su casa con más preocupación que con certezas. Hasta que las autoridades del GA161 publican el acta de deserción.

El 12 de Marzo el ejercito oficializó la desaparición de Carrasco y lo catalogó como DESERTOR.

El 13 de Marzo, se fuga el soldado Castro, único amigo de Omar. Huyó porque se consideraba un "discapacitado" para ser soldado, por ser lerdo, torpe y tagarna, como su amigo. Presentía que sería objeto de vejaciones que no estaba dispuesto a sufrir. Prefirió como destino el rancho que su abuelo al­cohólico poseía en Rincón de los Sauces. Se liberó y se fue.

Lo curioso es que la fuga de Castro se tornó un hecho intrascendente. No se comunicaron con la policía, ni aun cuando cumplió los cinco días de ausencia, por lo que debió ser declarado desertor. Se acordaron de él diez días después de haberse cumplido el plazo reglamentario.

El 19 de Marzo, el juez federal de Zapala Rubén Caro asiste a una práctica de tiro invitado por las autoridades del Ejército. Es ante este juez que los padres del soldado ‘desaparecido' realizan la denuncia el 23 de Marzo. El magistrado caratula el caso "Carrasco s/denuncia".

Desesperados los padres se acercan a publicar el aviso, por si alguien ha encontrado a su hijo, en la agencia local del diario regional ‘Rio Negro'. El medio se interesa en la noticia y publica el 26 de Marzo el primer artículo acerca del caso.

A partir de la publicación del caso, el diario empezó a dedicarle una página diaria a la búsqueda. Se organizaron marchas en la ciudad natal de Carrasco pidiendo el esclarecimiento del hecho.

La Policía de la Provincia de Neuquén comenzó a rastrillar con perros todas las adyacencias del cuartel. No encontraron nada.

El 6 de abril, paradójicamente 1 mes después, el cuerpo fue hallado en el predio del cuartel, muy cerca del tanque de agua. Su torso estaba desnudo, un cinto apretaba su pantalón, pero no había dejado huella en su cuerpo, un borceguí estaba en sus pies y el otro tirado a unos 20 metros.

Fuente: Mas Neuquén