Patagonia

La educación partida: "se siente más la soledad en CABA que en el Buen Pasto de mis abuelos"

Por Gabriela Zampini

El 30 de abril se cumplieron 11 años de la muerte de mi abuelo Virgilio Zampini a quien debo la vocación literaria pero no menos la de la docencia. Si, como señalaba Borges, sólo se puede enseñar el amor de algo, es claro quién fue un primordial maestro para mí.

"Taid", como yo lo llamaba y como lo evoco ahora (significa abuelo en idioma galés) falleció un día feriado en mi provincia natal y previo al 1 de mayo que es uno de los tres días del año en el que no salen los diarios. Fueron pocos los que se enteraron de su fallecimiento y pudieron asistir a despedirlo. Pocos en el sentido de que era una persona muy reconocida y apreciada en nuestra región y que de haberse hecho pública la noticia hubiese sido otra la escala en su despedida.

Mi taid, discreto como lo fue toda su vida, había partido como había elegido vivir: ajeno a toda estelaridad pero, esto también es cierto y perfila mejor mi reflexión: teniendo todo para ese tipo de éxito (salvo la frivolidad de ambicionarlo). Y aunque la modestia fue un rasgo muy suyo, hoy se me hace cifra del trabajo docente en nuestro país. Un trabajo silencioso y consistente, al menos en ese tejido nodal que hace que la escuela pública aún sea lo que es: algo vivo "a pesar de..."y un lugar de resistencia cultural.

Cuando mi abuelo le propuso matrimonio a mi abuela (ambos vivían por ese entonces en Buenos Aires) lo hizo uniendo a su propuesta otra muy singular: irse a trabajar juntos a escuelas abandonadas en el interior de la provincia de Chubut. Mi nain (abuela en galés) no era maestra sino enfermera pero aceptó las dos propuestas y así iniciaron su camino juntos por la Comuna Rural de Buen Pasto y luego en Bajada del Diablo hasta llegar a construir su familia en mi querido pueblo Gaiman.

II

En estos días de tribulación para quienes somos docentes, en especial para aquellos que ejercemos en esta Ciudad de Buenos Aires (pero también, claro, para aquellos que tenemos hijos en edad escolar), tengo muy presente a mi abuelo y sus enseñanzas. Por ejemplo aquella de que el ánimo no puede depender de lo cotidiano. Nada fácil en estas horas. Sin embargo, puedo escucharlo insistir: "Las condiciones de la esperanza coinciden rigurosamente con las de la desesperación."

Pienso que mi taid tenía lucidez y mucha al sugerirme buscar más allá de lo inmediato lo que nutriera mi espíritu, pienso también que es ahora que debemos proveernos de una perspectiva que nos ayude a pensar y a actuar para no quedar paralizados como busca y pretende la política del oficialismo en esta ciudad a esta hora (los domingos a la noche le encantan para jugar al suspenso).

Es muy grave lo que transitamos pero, lo sabemos quienes somos docentes en CABA hace años: no es nuevo. Y he aquí otra exigencia que es también posibilidad: valernos de nuestra experiencia y compartirla. Algo que parece un imposible en nuestra cultura pero vale intentar otra vez ¿Quiénes son los que hoy usan el slogan "En la educación cada día cuenta"? Tengo colegas que respondería con más vehemencia y conocimiento específico pero a grandes rasgos hablaré de lo que sé y veo a modo de ilustración:

1) Los mismos que desfinancian año a año la educación pública. Desde que son gobierno han destinado un presupuesto cada vez más bajo y cuando invierten lo hacen de un modo muy singular: no arreglan "escuelas" sino "aulas": aquellas que pertenecen al modelo educativo implementado bajo su gobierno: "Secundaria del futuro," la llaman. Un futuro precario a juzgar por los arreglos de pintura que hacen sin enmendar los estructurales de los edificios. Un futuro discriminatorio, de paso, ya que te toca un aula con tecnología sólo si perteneces a "su" modelo .

2) Los mismos que desconocen la prestigiosa tradición de los Profesorados en la ciudad de Buenos Aires y estigmatizan a los docentes por resistirse a la formación universitaria ante una ciudadanía desinformada y "educada" para juzgar livianamente el trabajo docente.

3) Los mismos que estiman que un docente está obligado a brindar su "servicio esencial" a la comunidad pero al que no le corresponde el derecho a cuidar su salud (ni las maestras de mis hijos, ni mis colegas ni directivos están vacunados ni vamos -no la mayoría- a nuestros lugares de trabajo o de estudio de nuestros hijes caminando sino en transporte público)

¿Cómo es posible exigir poner en riesgo la salud, cuando no la vida, y negar sistemáticamente las garantías indispensables?

Los docentes no somos ni queremos ser mártires. Escribo esto y recuerdo con dolor a Sandra Calamano, la directora de la escuela de Morón que falleció en el 2018 en aquella explosión, propiciada por el desperfecto de una estufa, mientras preparaba, como todos los días, el desayuno para que los estudiantes de su escuela pudieran comenzar la jornada con algo en sus panzas.

Fuera de su función, pero sensible y consciente de las carencias de su comunidad. A ella y al trabajador auxiliar Rubén Rodriguez mi sentido recuerdo en este día. Consuela, sólo en parte, saber que en la provincia en este momento (bajo otro signo político que el PRO de entonces) poner el cuerpo no es una obligación docente. Pero sabemos de la necesidad que estarán viviendo tantas familias en todas partes de nuestro empobrecido país.

III

Cuando el Jefe de gobierno de la Ciudad de Buenos Aires determinó no respetar el DNU presidencial no lo hizo por la conciencia del valor de la educación. ¡La educación no le importó nunca! Lo hizo y lo sigue haciendo porque ante sus votantes esto le da más poder. Sus votantes en su mayoría desconocen esta realidad que a los gremios docentes los llevó a decretar el paro que continúa hasta mañana inclusive. ¿Los docentes no queremos trabajar? ¿Los docentes y padres desconocemos y no nos importa el derecho de los niñxs y jóvenes a la educación? Definitivamente no son esas las razones.

Si a Larreta realmente le importara la comunidad educativa no nos hubiese puesto en el medio y sí se hubiese puesto a orquestar los matices que bien podría haber teniendo esta realidad pedagógica de coyuntura en que parte de la población docente (muy escasa) sí está vacunada, en la que el sector privado tiene también sus singularidades, etc.

Pero no buscó atenuar lo dramático de este presente sino que radicalizó el conflicto llevándolo a la dimensión trágica y a la manera de un falso Salomón ordenó partir al medio la comunidad educativa como en aquel juicio memorable, el bíblico rey Salomón ordenó partir con una espada al bebé vivo que se disputaban dos madres. Y así estamos: una parte de la comunidad educativa se jacta de que es esto lo que debe pasar (y el conflicto se libra enfrentando familias, docentes, escuelas y directivos) y otra (en la que me encuentro, acompañada por suerte), busca por dónde ceder, como lo hizo la madre autentica que suplicó al rey no matar al bebé, para que no se pierda lo más preciado que es la vida, no un día de clases.

Pero Larreta es un falso Salomón. Detrás de su accionar no hay un deseo de justicia ni le interesa identificar a los actores que pretendemos cuidar y deseamos lo posible en este contexto imposible sino que identificándonos nos pisotea y estigmatiza (una vez más) ante una comunidad que lo aplaude y pide con cacerolas que las escuelas sigan dictando clases presenciales en el momento más crítico de circulación de virus.

Podría dar más información pero no era esa mi intención ahora (para eso está el excelente artículo que compartí de Esther Diaz o la voz de otres especialistas políticos). Mi intención, más humilde, era compartir la tristeza y así atenuarla. La tristeza de tener que escuchar que un colega se enferma o está con ataques de pánico yendo de una institución a otra con miedo por su salud pero sabiéndose "obligado" a trabajar aún sin estar vacunadx. La tristeza de por momentos sentirme extraviada.

La mayoría de los docentes porteños vamos al colegio como el padre de Billy Eliot se metía en la mina en aquella película extraordinaria. Sólo un dato más: lxs alumnes que no van al colegio no tienen ni tendrán falta, eso lo prevé la ley. Sólo lxs docentes somos la carne del festín oficial de este circo con carteles luminosos en las calles (literal), con carteles en algunas estratégicas paradas de colectivos que rezan: "En educación un día cuenta, ceda el paso a docentes y alumnos)".

Será la herencia de haber tenido cerca el ejemplo de mi abuelo lo que me enseñó a desconfiar y a advertir la verdad profunda implicada en ese dicho "dime de qué alardeas y te diré de qué careces". Se siente más la soledad en ésta, la ciudad más poblada del país, que en el genesíaco Buen Pasto de mis abuelos.

*Publicado en su muro de Facebook.