El país

Horacio González, el último cookista

Horacio González fue un fino intérprete de las ideologías criollas. Reivindicando a John William Cooke y su idea del peronismo como hecho maldito del país burgués, se presentó como intelectual orgánico del "movimiento nacional-popular". Como quien fuera líder del peronismo en la resistencia a la revolución fusiladora, consideraba al peronismo como instrumento de la lucha antiimperialista y democrática. Su prolífica obra y su conocimiento enciclopédico estuvieron puestos al servicio de rescatar las causas populares a través de este prisma.

Horacio González consideraba que el entrismo que practicara el grupo de Nahuel Moreno en el peronismo de la resistencia, fue más prolífico para el peronismo revolucionario de Cooke que para los propios trotskistas. La acusación de trotskista por parte de la burocracia de los sindicatos al activismo que desafía su poder o las críticas a las manifestaciones consideradas extremas por parte de las fuerzas del régimen institucional, son, para González, una expresión del lugar que ocupó el trotskismo en la historia de las luchas de clases y en la construcción de las grandes tramas de la cultura política argentina del siglo XX.

Para González, el trotskismo limitado a sus postulados clasistas resultaba inoperante como fuerza política ya que se marginaba del movimiento nacional. En cambio, el trotskismo orgánico que implicó la fusión de peronismo y marxismo del pensamiento cookista era, para el intelectual, una clave fundamental del peronismo revolucionario.

González sostuvo que: "Hay que hacer un tipo de reflexión política compleja sobre cierta disparidad que hay entre la apelación a la clase trabajadora y al sujeto proletario y el hecho que son los movimientos nacionales -notoriamente el caso de Argentina- los que aglutinan en organizaciones sindicales específicas al grueso de la clase trabajadora; entonces ese aglutinamiento tiene que ser interrogado, deconstruido, y decir que no es el aglutinamiento adecuado, o admitir que hay un trabajo posible en ese interior. Por eso quiero traer el ejemplo del grupo de Nahuel Moreno en los años '60, que hace un tipo de cálculo de esta naturaleza. [...] Esto no quiere decir ni que esto sea una experiencia exitosa ni que sea una experiencia que haya que recomendar; lo que quiero decir es que sí es una experiencia que ocurre, como ocurre, en el reverso de esta experiencia, la mantención de los partidos de izquierda más estrictos (pienso en el PTS, uno de esos partidos), de no entrar en el conjunto de las tentaciones que ofrecen las vidas nacionales, con fuerte movilización, como es el caso de la Argentina, el yrigoyenismo en su momento, el peronismo... es decir, la movilización basada en este hilo conductor que es la leyenda nacional. La leyenda nacional que lleva a cierta tolerancia de sus paradojas, es decir los personajes con los cuales se convive, las deficiencias notorias que aparecen a cada paso y en las formas de entrega militante que, notoriamente, también existen".

La disolución orgánica del trotskismo en el nacionalismo burgués conduce a la desaparición de una política propia de la clase obrera para ser parte del andamiaje de contención dentro de la dirección política burguesa y la estrategia del frente nacional policlasista de los elementos avanzados de los trabajadores. Cooke llegó a plantear, como conclusión de la revolución cubana, que el nacionalismo burgués había muerto como política antiimperialista porque se abría la etapa de las revoluciones sociales en América latina. Sin embargo, se detenía ahí y proponía transformar al peronismo y su dirección en fuerzas dirigentes de la revolución socialista, un proyecto condenado al fracaso de antemano porque la naturaleza del nacionalismo burgués es, precisamente, subordinar a la clase obrera a los marcos de la colaboración de clases.

Horacio González que era un defensor de las causas populares y reivindicaba el legado de las luchas sociales de nuestro pasado histórico, se queda allí, donde Cooke traza el límite, dentro del movimiento nacional, que lejos de hacerse revolucionario, se va degradando como fuerza cuestionadora del sometimiento nacional a la de agente del imperialismo. Eso se corroboró con el ataque en toda la regla a la clase trabajadora con Celestino Rodrigo y López Rega en 1975, y con el menemismo en los ‘90. Incluso la experiencia de unidad del progresismo y el peronismo en el Frente de Todos en el poder, lo muestra como administrador de los ajustes exigidos por el FMI y cediendo a los embates patronales en detrimento del pueblo trabajador.

A pesar de sus críticas al trotskismo Horacio González tenía la honestidad intelectual de reconocer el aporte teórico y político de les militantes y organizaciones criollas de la IV Internacional en el campo intelectual y de la lucha contra el imperialismo y la burguesía.

Horacio González fue uno de los inspiradores intelectuales de Carta Abierta que desde el 2008 y la crisis con la oligarquía, se planteó dar la batalla cultural en defensa de postulados progresistas contra la ofensiva conservadora que iniciara la capitulación kirchnerista frente al movimiento sojero. El problema al que se enfrentaba González era que Carta Abierta construía un relato que se nutría de figuras, mitos y tradiciones de combate que no tenían siquiera por objetivo fijar un rumbo "cookista" al "movimiento nacional", sino salvaguardar a un movimiento político alejado del antiimperialismo. El relato escondía que el kirchnerismo no ponía en cuestión la estructura del país burgués sometido al imperialismo.

Horacio González compartió numerosas charlas y mesas debates con el PTS, y supo reivindicar sus publicaciones y planteos teóricos como un aporte a la reflexión político intelectual. Lamentamos profundamente su pérdida y, más allá de las diferencias expuestas, presentamos nuestros respetos. Sé fue un intelectual lúcido, que, con sus contradicciones, intento ser intérprete de las causas populares.

Fuente: La Izquierda Diario