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¿Qué pasa con los vacunados contagiados y los certificados COVID?

SPUTNIK

Con un porcentaje minúsculo de infectados tras recibir las dosis necesarias para una pauta completa, estas personas aún se contagian y pueden contagiar del virus. Sin embargo, las restricciones no les incluyen.

En España, alrededor de un 5% de los infectados por COVID-19 en los últimos días son personas con la pauta completa de la vacuna. Esto significa que las dosis recibidas para paliar el contagio no han funcionado. Al menos, de manera infalible. Las nuevas variantes, como la Delta o la Lambda, provenientes de la India o Brasil, esquivan la protección. Y, aunque no se manifieste con la misma gravedad, debido a la existencia de anticuerpos, también evitan las restricciones a la hora de viajar: el pasaporte obtenido tras una inmunización oficial permite que estas personas se muevan entre países y realicen todas las actividades permitidas.

"Desde el punto de vista científico, no tiene sentido. Pero socialmente es lógico: disminuye la reticencia a vacunarse", resume Guillermo López Lluch, catedrático de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla. Según el encargado del departamento de biología celular, las restricciones a salir o entrar de un país y a poder realizar ciertas actividades tienen más de persuasión que de asunto médico. Cada vez son más los Gobiernos que imponen algunas trabas a los no vacunados, como entrar en bares o museos, mientras eluden a los que poseen las dosis pero también portan un riesgo.

Porque, según lo observado, quienes ya han pasado por los pinchazos correspondientes aún son capaces de contagiarse y transmitir el virus. "Se está comprobando que ocurre, porque la vacuna no tiene una efectividad del 100%, pero lo que causa es mucho menos grave", admite López Lluch, que habla de reducir sus efectos. "Suele ser asintomático o con un malestar leve", explica el experto, "y en algunos casos no es por fallos en la vacuna (que protege por encima del 90%, una barbaridad), sino por un fallo del organismo que se extiende a otros virus".

Afirma López Lluch a Sputnik que la postura adoptada por ciertas naciones de Europa y por las respectivas Autoridades Sanitarias es una llamada de atención a quienes no están por la labor de inocularse el remedio. "En Francia o Italia, esa reticencia es alta, luego la forma de evitarlo es impidiéndoles hacer ciertas cosas en interiores o incluso penalizarles", puntualiza, recordando que también hemos convivido todo este tiempo con las normas que aceptaban las pruebas de antígenos o PCR cuando no son más que "fotos fijas". Tras la prueba y durante el plazo permitido para ingresar en otro territorio, el sujeto puede contagiarse y llevar el virus con él.

Un objetivo, el de impulsar las inyecciones, que quedó claro en la alocución de Emmanuel Macron, el presidente francés, del 12 de julio. "Las restricciones", expresó con dureza, "pesarán sobre otros, aquellos que por razones incomprensibles en el país de Louis Pasteur, la ciencia y la Ilustración todavía dudan en utilizar la única arma disponible contra la pandemia, la vacuna". "Esta vez se queda usted en casa, no nosotros", zanjó.

El ejecutivo italiano, comandado por Mario Draghi, replicó el mismo discurso: "La llamada a no vacunarse es una llamada a morir. Además, sin vacunación se debe cerrar todo, sabemos ahora que gracias a la vacuna las consecuencias en las UCI y en los fallecimientos son menos fuertes. Y me paro aquí", advirtió el 21 de julio.

Varias encuestas demuestran que la situación en España es diferente. La reticencia a vacunarse es muy minoritaria. Hay una amplia mayoría, en torno al 90%, que ve positiva la inmunización. A lo largo de estos meses desde que estallara la epidemia sanitaria, la percepción ha ido mutando. La velocidad con la que se producía o las teorías sobre conspiraciones despertaban recelos, pero a medida que se veían los datos, mermaba esa desconfianza.

Según el estudio Evolución de la percepción social de aspectos científicos de la COVID-19 de la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología (FECYT), en septiembre de 2020 hasta un 35,16% de los españoles no estaba dispuesto a vacunarse, mientras que mayo el porcentaje era de sólo un 3,4. Las cifras corroboran ese cambio de opinión: a pesar de que la incidencia sube en España debido a esta quinta ola, los decesos y los ingresos en UCIs han disminuido exponencialmente.

"El problema con el pasaporte COVID es que ha cambiado desde el año pasado", esgrime el epidemiólogo Pedro Gullón a Sputnik, "porque no se tenía el conocimiento científico suficiente y había dudas sobre la inmunidad duradera del que pasaba el virus".

"Con la vacuna esto cambia, nos preocupa un poco menos. Porque, aunque no es una esterilizante y no evita que el virus entre en tu organismo, sino que lo ataca (como la mayoría de las vacunas), deja una ventana de incertidumbre, pero muy baja", esgrime el autor de Epidemiocracia, publicado por Capitán Swing.

Tal circunstancia deviene en lo que algunos se han lanzado a llamar una "recuperación de dos velocidades". Por un lado estarían los vacunados, que pueden retomar unos hábitos parecidos a los previos a la pandemia. Por otro, el resto, que sigue contagiándose en masa y retenido por las normas.

Eso dependerá "de cada país y su velocidad para vacunar", sostiene López Lluch. España, por ejemplo, lidera el ranquin mundial, acercándose a un 55% de la población con la pauta completa. "En cuanto se llegue al 70% y haya inmunidad de grupo, se diluirán los obstáculos y se irán retirando las prohibiciones. Quedará como un catarro o una gripe, que mata a miles de personas al año, pero no colapsa hospitales", se aventura a prever el catedrático.

"Más que una laguna sanitaria con respeto a los vacunados, el problema que le veo al pasaporte COVID es de carácter social", argumenta por su parte Gullón. "Puede haber inconvenientes provocados por la desigualdad, que afecte a quienes tienen menos acceso o una campaña menos rápida", apunta, incidiendo en que estaría bien seguir distinguiendo los lugares donde haya una transmisión baja o alta. "Creo que es mejor evitar que se concurra en eventos súpercontagiadores, como las discotecas o locales nocturnos, que individualizar el riesgo", concluye.