Cultura

La senda del coirón: ¿reflexión o metáfora? / Por Graciela Cros*

[1]. Centro y periferia.

Si tuviera que elegir tópicos fundamentales que describan el panorama actual de la poesía patagónica debería señalar en primer lugar el de centro y periferia, como para comenzar a hablar. Debería decir que vengo de un territorio periférico, caracterizado por el viento y la soledad de grandes extensiones deshabitadas. Un territorio llamado Patagonia que está dentro de otro llamado Argentina. O tal vez sería mejor decir vengo de un país que es la otra Argentina, la que no es Buenos Aires y es todo lo demás.

Elegir este espacio geográfico, Patagonia, para que sea nuestro ámbito de creación no debería ser distinto en cuanto a herramientas disponibles a cualquier otro.

Sin embargo, nuestra circunstancia sujeta a la diversidad de influencias multiculturales se pone en entredicho, se extrema e intensifica en una suerte de campo de experimentación y autorreflexividad como es la poesía patagónica.

La Patagonia deviene así en domicilio existencial y a la vez en remoto lugar de enunciación.

Nosotros, los que vivimos afuera, extramuros, vendríamos a ser los bárbaros, los renegados que, de alguna manera desertamos de la "civilización" (dicho esto entre comillas) y como en el dictum de Sarmiento, hablo del "Facundo", nos vamos a vivir a las tolderías, a los márgenes, haciendo nuestra obra en la periferia, donde reinaría la "barbarie" (también dicho entre comillas).

No obstante, la historia literaria nos muestra que las obras que cambian el rumbo o inauguran nuevas formas artísticas proceden en buena medida de escritores a los que se considera marginales.

En los márgenes la poesía se hace sus preguntas fundamentales. No hay un centro que regule, sancione o garantice. Los marginales suelen escribir en secreto sin adherir a escuelas, capillas o grupos.

Esta tensión entre centro y márgenes ha estado y sigue estando en discusión en la poesía argentina desde hace por lo menos treinta años. Es un tópico recurrente y nos sigue convocando.

Muchos elegimos este vivir "extramuros". Elegimos quedarnos en el otro país, el llamado "interior" del país, como si la ciudad de Buenos Aires fuera el "exterior", exterior de qué interior podríamos preguntarnos.

En la Patagonia, región integrada por seis provincias. La Pampa, Neuquén, Río Negro -donde vivo- , Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego, no hay una metrópoli, no hay una ciudad que predomine sobre las otras y concentre poder y dicte canon y consagre nombres y modas.

Sí, podríamos hablar de las Patagonias, norte, centro, y sur, para referirnos a un cuerpo múltiple donde ninguna ciudad es centro respecto de otra, ninguna es periferia o en todo caso cada una participa de las dos condiciones, ser periferia y centro.

Por eso decimos: La periferia es nuestro centro.

Mi propia provincia, Río Negro, es, si uno se detiene un poco, otro pequeño país. Tiene todas las geografías, cordillera lacustre, montañas, picos nevados, bosques. También tiene una extensa planicie, la meseta de Somoncura, y el mar y las playas de la costa atlántica. Es en este cruce de singularidades y diversidad que procuramos realizar nuestras obras.

[2]. Tradición y canon.

Ocurre, por lo general, que los patagónicos no nos sentimos ni incluidos ni representados por el canon que establece la metrópoli. En la mayoría de los casos ese corsé, esa normativa, nos resulta lejana, por no decir ajena.

De ahí que nos planteemos que si efectivamente fuera que estamos interesados en seguir un canon, un cuerpo crítico de ideas acerca de la creación literaria, nosotros querríamos dictarlo, discutirlo. Y este es nuestro segundo tema central: tradición y canon.

Queremos ser nosotros mismos quienes digamos qué se escribe y cómo y porqué y no que vengan otros a decírnoslo.

Será debido a eso que estamos atentos a códigos, señales, tensiones y fracturas que nos permitan dirimir un tema central: el carácter fundacional de nuestra literatura.

Nuestro desafío es la construcción de un corpus crítico a partir de la obra de nuestros autores. Pero lejos de escribir sobre el tranquilizador palimpsesto de la tradición, nuestra literatura, a mi juicio, tiene carácter fundacional.

Antes que nosotros, hablo de los poetas nacidos en la década del 40, ó 50, como yo, ¿qué hay? crónicas de viajeros, conquistadores, científicos, o diletantes. ¿Esa es nuestra tradición? No, no lo pensamos así.

Lejos de aceptarlo, muy por el contrario elegimos el vértigo de sospechar que nosotros mismos somos la tradición y quienes nos siguen, los más jóvenes, escriben sobre el abono que nuestra literatura ha creado y crea. Quiero recordar a la neuquina Irma Cuña, poeta, investigadora y docente, que con su militancia literaria abrió un camino a las voces femeninas que la siguieron y representan a lo más sustancial de las poéticas del sur del continente. Luego puedo ampliar a Uds. con, por lo menos, una veintena de nombres de poetas mujeres.

Pero "no hay tradición, no hay modelo", dice el poeta y crítico Juan Carlos Moisés, de Chubut. "De hecho, en la Patagonia se escribe sobre la nada, sobre una tierra inapresable e inquietante. Y en esto radica el desafío, la nada es un desafío y como la hoja en blanco produce vértigo".

Y esto que parece ser un gran desamparo, paradójicamente es una gran riqueza ya que abre, por su lado, una puerta a un sinfín de posibilidades, rupturas e innovaciones, y a la mayor de todas ellas, libertad para experimentar.

A pesar de las grandes distancias que nos separan estamos en contacto, y desde la aparición de internet esto se ha incrementado y facilitado. Pero estamos fuera, sí, de los dictados de la moda poética, fuera de las rencillas de grupos y rivalidades de popes, fuera de las capillas cerradas y excluyentes. Lejos de ese runrún, qué nos queda? Seguir nuestro instinto. Escribir-nos, leer-nos, publicar-nos.

De ahí que afirmemos que la poesía patagónica es, para decirlo con versos del poeta Juan L. Ortiz, una fecunda "intemperie sin fin".

[3]. Identidad y territorio. La senda del coirón.

Otro de los tópicos fundamentales: reconocer un campo literario propio reflexionando acerca de identidad y territorio.

Connotada, como está, por la idea de utopía, de no lugar, de ausencia, la Patagonia opera en el imaginario global del planeta como uno de los mitos más resistentes, y eso en estos tiempos en el que los mitos duran poco. Libros, películas y marcas de artículos de consumo se venden gracias a esta piedra de toque, Patagonia. Incluso, son numerosos los autores extranjeros que escriben sobre o desde este mito.

Para nosotros es la experiencia de la periferia como centro, como les decía, del margen como espacio de creación.

Hoy la poesía patagónica busca hacerse visible por encima de rótulos reduccionistas y aplastantes como los de "literatura regional", "provinciana" o "del interior".

Contra ellos van, sobre todo, los poetas jóvenes, unidos en el rechazo unánime al epíteto "regional" o al cliché de "poetas del interior" del cual es difícil escapar.

Los artistas del sur del país producen su obra más ligados a las vanguardias del mundo que a la cuestionable tradición de viajeros de la que hablé antes o al canon de la metrópoli. Y el territorio de esa producción se extiende en los márgenes, lejos de cualquier despacho de la cultura oficial.

Ajenos a políticas de estado que los respalden, como aquellos renegados o bárbaros que dejaban la civilización para irse a vivir a los toldos, muchos de los poetas actuales están marcados por la misma heterodoxia, por la excentricidad geográfica y la voluntad de resistencia, como señala el poeta y crítico Cristian Aliaga, compilador de una antología de novísimos poetas patagónicos llamada "Desorbitados".

Podríamos hablar entonces de una singular tradición, heterogénea y poseedora de múltiples sentidos. Allí conviven voces de la más notable diversidad. La oralidad de los pueblos originarios tehuelche, mapuche y onas se mezcla con relatos de viajeros y cronistas, sobre todo ingleses, como Musters, Bridges, Darwin, Chatwin, Hudson, quienes dan cuenta de su experiencia de tránsito y extranjería ante un mundo nuevo e inmenso.

Y a esto hay que sumarle, por un lado, la confluencia de culturas europeas, migraciones que huyendo de la guerra se convierten en pioneros y dejan una fuerte impronta originada en sus países natales. Y por último a algunos de nosotros, los que huimos de Buenos Aires en la década del 70, arrojados a un exilio interno sin retorno.

En esta mixtura de múltiples complejidades la Patagonia comienza a generar un corpus crítico. Jóvenes académicos e investigadores desde sus cátedras en las universidades proponen conocer un cuerpo textual significativo donde la identidad regional se configure como tema central.

Hay que señalar, sin duda, las numerosas antologías, editadas y en proceso de edición que dan cuenta de esta rica cantera, permítanme citar, por ejemplo, la preparada por la poeta Concha García sobre Poesía de la Patagonia publicada en Málaga en el año 2006 con una decena de las más interesantes voces poéticas de Argentina.

O la antología consultada y comentada de Poesía Río Negro, mi provincia, preparada por el poeta Raúl Artola, que reúne a 23 poetas nacidos hasta 1965 en su primer volumen y espera la edición del segundo tomo con un número similar de poetas nacidos después de ese año. Imaginen lo fecundo de esta cantera si en una sola de las seis provincias patagónicas hay antologados 50 poetas de valía.

Pequeñas editoriales independientes sostenidas con pasión más que con recursos como El Suri Porfiado, Espacio Hudson, El camarote o Peces del Desierto suman títulos que se editan y distribuyen a pesar de las dificultades que plantean las grandes distancias y la falta de apoyo estatal.

La literatura patagónica demanda su derecho de habla. Busca hacerse visible y comienza a ponerse en estado de legibilidad para la crítica y el público lector.

También revela esta necesidad de relatarse el considerable número de encuentros y festivales que se realizan a lo largo del año en distintas ciudades del sur, tanto como los talleres que hacen docencia y difusión.

Lejos del estereotipo mercantil y el exotismo folklórico, lejos del encantamiento para un mundo necesitado de utopías y mitos, el paisaje, ya sea como argumento expresivo o ideológico, adquiere densidad existencial; el viento, la estepa, la montaña, las grandes y desiertas extensiones, la soledad de las mesetas despobladas, la ausencia, el no lugar, son algunas de nuestras coordenadas y funcionan tanto para ayudarnos como para obstaculizar nuestro avance en el camino.

Un camino es una senda, en nuestro caso, es la senda del coirón.

Aclaro que esta es una metáfora, no existe tal lugar en la geografía, no van a encontrar este nombre en ningún mapa.

El coirón es una especie vegetal, una gramínea perenne que forma matas grandes, verdes y brillantes y tapiza buena parte del territorio patagónico. En lomas, faldeos y mesetas abundan estas matas. Quienes hayan visitado el sur de Argentina saben de qué hablo.

No hay mejor emblema de la región.

Si hay coirón, hay Patagonia, podría afirmar una canción folklórica.

Nos identificamos con el coirón en su escuela de resistencia y fortaleza, en su voluntad de florecer en la adversidad.

Sin embargo, los poetas reaccionamos frente a la obligación de seguir esta senda del coirón, ese imaginario camino que nos haría incluir, metafóricamente hablando, un coirón en nuestro poema para legitimarnos como artistas de esta geografía.

Aunque podamos hacerlo, sabemos que no hace falta nombrar en nuestros textos al coirón o a cualquier otro elemento natural, paisajístico o pintoresco, para sentirnos parte constituyente de este territorio poético.

Sabemos también que nunca la finalidad de nuestra poesía será para nosotros sólo un espacio geográfico llamado Patagonia, sino que será eso mucho más complejo y misterioso que es la naturaleza humana, la vida y la muerte.

Graciela Cros

Conferencia dada en Casa América Madrid y Casa América Catalunya, Barcelona, los días 11 y 14 de diciembre 2012 respectivamente

Autores y obras aludidas en la ponencia:

Vida entre los patagones, George Musters.

El último confín de la tierra, Lucas Bridges.

El viaje del Beagle, Charles Darwin.

En Patagonia, Bruce Chatwin.

Días de ocio en la Patagonia, Guillermo Enrique Hudson.

"Márgenes, centros y periferias", ensayo de Juan Carlos Moisés, Revista "El camarote", junio-diciembre 2007.

Desorbitados/Poetas novísimos del Sur de la Argentina. Cristian Aliaga, Fondo Nacional de las Artes, 2009.

Tres décadas de poesía argentina. 1976-2006. AA. VV., Libros del Rojas, UBA, 2006.

"Literatura Patagónica, entre nombres propios y geografías imaginarias", Luciana A. Mellado, Comodoro Rivadavia, 2012.

* GRACIELA CROSS (1945) Nació en Carlos Casares, provincia de Buenos Aires y vive en San Carlos de Bariloche, poeta y narradora, coordina talleres de poesía y brinda asesoramiento literario. Poesía: Poemas con bicho raro y cornisas (1968); Pares Partes (1985); Flor Azteca" (1991); Decimos (1992); La escena imperfecta (1996); Urca (1999); Cordelia en Guatemala (2001; en 2013, 2da ed.); Libro de Boock (2004); La Cuna de Newton (2007); Hacer la de Elvis (2009); Mansilla (2010); Cantos de la gaviota cocinera- Antología personal (Madrid, 2013); Pampa de Huenuleo (2017); Una posición propia (2019) y en edición Regreso a las invernadas (2021). Su novela Muere más tarde(2004) recibió el Premio Secretaría de Cultura de la Nación (2000). En 1995, realizó la Antología de Poetas Jóvenes de Bariloche - Marcas en el tránsito, y en 2019 Transversal. Poesía contemporánea de Río Negro. Antología, FER, Fondo Editorial Rionegrino. Su obra distinguida y traducida en diversas oportunidades aparece en antologías del país y del extranjero como La frontera móvil, Antología de poesía contemporánea de la Patagonia argentina (Concha García, Barcelona, 2015); 200 años de poesía argentina, selección y prólogo Jorge Monteleone (2010); Patagonia literaria VI, Antología de poesía del sur argentino, compilación, selec. y prólogo Luciana A. Mellado, Alemania (2019) y recientemente Camellia /Mujeres que toman té, selección de Marisa Negri, (2021).

Fuente: lazonacriticayficcion