Géneros

La monja acosadora sexual de niñas que pide prisión domiciliaria por su "angustia"

La jueza Andrea Rodríguez Mentasti de San Isidro le negó en las últimas horas una morigeración de la prisión preventiva a María Tellez Fajardo. La Iglesia buscaba ese beneficio con el único argumento de que "Sor Marina" está angustiada por su encarcelamiento desde el 10 de junio. Seguirá en una cárcel bonaerense, acusada de abuso sexual reiterado gravemente ultrajante y agravado sobre varias niñas del Hogar de las Hermanas Trinitarias.

Tellez Fajardo (64) está acusada del delito de "abuso sexual reiterado gravemente ultrajante y agravado por haber sido cometido por una persona del culto religioso, por ser una persona encargada de la guarda y aprovechando la situación de convivencia preexistente, su relación de autoridad y que la víctima no haya podido consentir libremente dicho accionar".

Si bien la causa se inició por la denuncia de una niña de 14 años a raíz de hechos cometidos entre 2020 y mediados de este año, en el expediente ya se acumulan cinco denuncias de adolescentes abusadas y varios testimonios más de otras chicas que vivieron en el hogar e identificaron a Sor Marina como una de las abusadoras y maltratadoras de la institución religiosa.

Tiempo atrás, el abogado de Tellez Fajardo había pedido una "morigeración" de la prisión preventiva, solicitando que se le permitiera transitar este momento del proceso judicial la sede de las Hermanas Trinitarias ubicada en Carlos Tejedor 348 de Boulogne (San Isidro). Se trata del mismo predio en el que las adolescentes aseguran que la religiosa abusó de ellas reiteradamente mientras estaban allí alojadas por guarda judicial.

La jueza consideró que el pedido de arresto domiciliario no tiene más argumentos que la supuesta "angustia" de la imputada.

Las prisiones domiciliarias pueden otorgarse si la persona imputada tiene más de 70 años y padece alguna enfermedad terminal o imposible de tratar en prisión. A su vez para ser otorgadas debe estar comprobado que no existe peligro de fuga ni posibilidad de entorpecer la investigación por parte de la o el imputado.

La excusa de la defensa de la monja para proponer al Instituto Santísima Trinidad (donde funciona un colegio privado confesional) como lugar de arresto es que ese edificio no es el mismo donde funciona el Hogar de las Hermanas Trinitarias (donde ocurrieron los abusos). Pero ambos edificios no sólo están rodeados de los mismos muros sino que, como aseguran quienes conocen el lugar, hasta están conectados internamente.

El pedido de prisión domiciliaria aseguraba que "Sor Marina" estaría bajo custodia de la superiora de las Trinitarias, Marcela Anton. No obstante, Anton cumplió un rol fundamental en la trama de encubrimiento de la diócesis de San Isidro que comanda Oscar Ojea (presidente de la Conferencia Episcopal Argentina).

En el hogar pesa otra causa abierta, iniciada en octubre de 2020, con la denuncia de dos chicas que pasaron por el hogar y acusan a Silvia Challú ("Sor Silvia") de ataques similares a los denunciados contra "Sor Marina".

Solicitud denegada

Cuando el abogado Alejandro López Romano presentó el pedido de arresto domiciliario en favor de María Tellez Fajardo aseguró a sus contratantes que tanto la Fiscalía Especializada en Violencia de Género de San Isidro (a cargo de la investigación) como la jueza Rodríguez Mentasti no opondrían resistencia. Pero los argumentos no fueron suficientes y los funcionarios judiciales no vieron otra opción que negarse.

"No hacer lugar al otorgamiento de una medida morigeradora de la prisión preventiva en favor de la imputada María Tellez Fajardo", firmó este martes en su fallo denegatorio la titular del Juzgado de Garantías 3 de San Isidro e inmediatamente cursó el aviso a las partes. De todas formas, el fallo ordenó que la monja sea revisada psiquiátricamente.

Los testimonios de las víctimas: trabajo forzado, tortura psicológica y medicación forzada

"Nos levantaban a las 5:30 de la mañana, nos vestíamos y bajábamos. Limpiábamos, desayunábamos rápido y a la escuela. Cuando volvíamos hacíamos la tarea. Si te portabas bien, entre las 19 y las 20 mirabas la tele. Cenabas, te bañabas y apagaban las luces", recuerda Alicia, hoy de 25 años y quien estuvo en los hogares de Núñez y Boulogne entre 2012 y 2017.

Carmen, otra de las víctimas, agrega que, al terminar el aseo, "las monjas pasaban el dedo por las superficies y nos decían 'esto está sucio, vuelvan a limpiar'; era como que disfrutaban de maltratarnos". Ella también tiene 25 años y pasó su adolescencia en los mismos dos hogares.

Debían ocuparse de la limpieza y también de la cocina, siempre y cuando las religiosas les dieran mercadería. "Para sobrevivir una semana nos daban a cada una un sobre con hamburguesas, a veces vencidas, un chorizo, dos huevos, una feta de queso, una de paleta y un poco de membrillo. Hasta yogures vencidos nos daban. Pero eso sí, ellas comían sus asados y otras comidas buenas", recuerda Mariana, de 26, oriunda de una provincia norteña que estuvo con las monjas hasta hace cinco años.

También denunciaron la medicalización forzosa. Victoria recuerda que "cada noche, antes de irnos todas a dormir, la misma Sor Marina ponía a las chicas en fila, les daba ella misma las pastillas, les hacía tomar como un litro de agua y les abría la boca para confirmar que las hayan tragado".

"Era una sobremedicación total, a las 21 tomaban la pastilla y 21:05 ya estaban en el quinto sueño. Hasta el día de hoy sé de chicas a las que no les crece el pelo normalmente por los efectos que les dejó tanta medicación", detalla la joven que, al igual que otras chicas, pasó de los 14 a los 17 años obligada a ese "tratamiento".

Otra de las torturas psicológicas que recuerdan constó del encierro de una de las chicas junto a un cadáver. Ana recuerda: "una vez murió una de las monjas y la velaron en el hogar, una de las chicas no quería ver el cadáver porque de chica tuvo que ver a su mamá y a su papá en un cajón. Se lo dijo a Sor Marina y la monja la encerró en la habitación con la muerta, diciéndole que así se iba a curar".

"Pensar que una naturalizó todo eso que vivimos. Yo nunca me había puesto a pensar en todo esto", afirma Mariana después de escuchar a Ana.

A la violencia física y psicológica se sumaba la explotación laboral. Todas las jóvenes que pasaron por el hogar de Nuñez eran enviadas a limpiar casas particulares o incluso a trabajar en comercios de personas "amigas" de la congregación. Y todas recuerdan que luego debían entregarles a las monjas el 75 % de la paga, con la excusa de un supuesto "ahorro" para el futuro de las chicas.

"El Estado fue responsable de nosotras y lo es de todos los chicos judicializados del país, no tendríamos que haber pasado por todo lo que pasamos", resume Carmen.