Pueblos originarios

El conflicto del Estado con el Pueblo Mapuche: apropiación territorial, exterminio y negacionismo

Por Daniel Loncon.

En las últimas semanas algunos medios de comunicación vienen realizando un tratamiento del presunto "conflicto mapuche" en el sur del país. Titular las noticias de esta manera tiene la intencionalidad de asociar lo conflictivo y lo problemático con el Pueblo Mapuche. El objetivo es manipular la información y criminalizar las reivindicaciones ancestrales del Pueblo Mapuche y Mapuche Tehuelche en estos territorios.

Asociar la violencia y el conflicto con el Pueblo Mapuche es un argumento antiguo, pero a la vez muy efectivo en los tiempos actuales de superficialidades y de banalización de temáticas muy complejas. En la época de Roca era "el problema del indio", por lo que había que hacerle la "guerra al malón". Posteriormente la editorial EUDEBA lanzaba una colección denominada "lucha de fronteras con el indio", de donde se nutrió la intelectualidad de la época para sentar las bases argumentales que actualmente se siguen repitiendo en libros y medios de comunicación por parte de los "expertos" en temas indígenas, aunque ninguno de ellos lo sea.

El conflicto lo inició el Estado Argentino cuando en 1879 llevó a cabo como política estatal, un genocidio contra las poblaciones originarias para apoderarse de sus territorios y entregarlos en gran medida a capitales extranjeros y a la oligarquía local de la época. Parte de esa oligarquía y sus descendientes gobernaron las instituciones del país y establecieron sus leyes que privilegiaron la propiedad privada como un bien sagrado, que se justifica inclusive, cuando la misma proviene de una masacre estatal, erigiendo a sus perpetradores como próceres de la República.

La violencia no solo se reduce a la que se ejerce de manera física o material. Para muchos sectores, perder privilegios y el monopolio de la palabra histórica es violencia, traduciéndose en un odio racial y de clase, no se tolera que los "inferiores" tomen la palabra y digan sus verdades, menos aún si son indios.

El pueblo Mapuche ha tomado la palabra y las acciones para denunciar y evidenciar las injusticias actuales e históricas y el avasallamiento sistemático a la dignidad humana, y para muchos eso es violencia, y para los más trasnochados e ignorantes, terrorismo.

Si el terrorismo es la dominación por el terror y ejecutar actos de violencia para infundir terror, tal categoría le cabe desde lo fundacional al Estado Argentino, y a las acciones perpetradas por los hoy consagrados próceres.

Restos de pobladores originarios exhibidos en el Museo de La Plata.

"Aunque creo que no podré completar el número de cráneos que yo deseaba, estoy seguro de que mañana tendré 70. Hoy remito por la diligencia 17 en un cajón, los que harás recoger lo más pronto posible, pues el agente de ella no sabe la clase de mercancías que envío (...) Creo que no pasará mucho tiempo, sin que consiga los huesos de toda la familia de Catriel. Yo tengo el cráneo del célebre Cipriano, y el esqueleto completo de su mujer, Margarita; y ahora, parece que el hermano menor Marcelino no vivirá mucho tiempo" (Francisco P. Moreno).

"Aquello fue una escena atroz, a los infelices se los estaqueó, sometidos a brutal tormento, sin conseguirse otra cosa que descoyuntarlos o mutilarlos" (Comandante Prado).

"Dios en su infinita misericordia ha proporcionado a estos indios un medio eficacísimo para redimirse de la barbarie y salvar sus almas: el trabajo, y sobre todo la religión, que los saca del embrutecimiento en que se encontraban" (Monseñor Fagnano).

"Hace cuatro días que murió una india (Margarita Foyel) hija de uno de los caciques que con sus familias, se tienen allí (Museo de la Plata). El cadáver de esta mujer ha sido desollado allí mismo, al objeto de disecar su esqueleto. En el cuarto del escultor está en yeso y modelados en el mismo cadáver, la cara, una mano y un pie de la muerta. La masa informe de los músculos fue sacada por el empleado Sabino Domínguez, portero del Museo" (Diario La Capital 27/09/1887).

"Algunos de los esqueletos guardados en la gran vidriera del centro merecen mención especial, a saber: número 1834, el cacique Inacayal (Vidriera 72); número 1835, su mujer (vidriea 72); y número 1797, Margarita, hija del cacique Foyel (vidriera 71), como representantes de los antiguos señores de la pampa". (Torres L.M.).

Ya lo dijo Frantz Fanon, la descolonización es violenta. Violento también fue el proceso de colonización en estos territorios, invisibilizado por la historia oficial. Violento fue el genocidio estatal, el despojo territorial, la separación familiar, la entrega de niñas y niños como sirvientes y la esclavización de los hombres por parte de terratenientes. Violenta fue la profanación de enterratorios, el despellejamiento de los cuerpos y la exhibición de nuestros antepasados en las vitrinas de los museos.

Violencia fue y es ser tratado en los libros de textos como pueblos extintos. Violencia es banalizar nuestra organización social, política y comunitaria. Violenta fue la conquista espiritual de la mano de los salesianos y diversas órdenes religiosas, históricas y contemporáneas.

Cuando deseen hablar de violencia, tenemos mucho para conversar sobre la violencia estatal y privada, que ha sido convenientemente ocultada por una historia oficial que ha hecho de la negación y el olvido, su bandera. Los testimonios de esa violencia estatal la conocemos por medio de las narrativas de nuestros mayores:

"Ay, para qué le voy a contar, porque a mí me contaba mi abuelita porque ellos se escaparon de la guerra, pobrecita, sabia llorar mi abuelita, sabia llorar cuando se acordaba. Ella dice que se escaparon, cuando los tenían a todos como animales, dice que los juntaban, como los ataban, los arreaban, las que iba así embarazadas cuando iban teniendo familia le iban a cortar el cogote del chico y la mujer que tenía familia iban quedando tirao, los mataban, los llevaron a un lugar donde los mataron a todos" (Catalina Antilef).

"En el tiempo del Malón (...) Don Mariano (Epulef) conocía mucho de los malos tratos y era consciente de que la resistencia lo llevaría al fusilamiento o al cautiverio. Los menores que fueron llevados por los blancos fueron educados y evangelizados en Viedma" (Eulogio Ayilef).

"Los sacrificios de Ñancuche fueron muchos...cuando viene una expedición que vino acá, que vienen capturando a los indígenas, matando a los indígenas, al que no se entregaba, los mataban a todos" (Filomeno Nahuelquir).

"Después de entregarse al ejército, eran tomados cautivos y los llevaban a pata, al que se cansaba lo mataban ahí nomas y listo, a los chiquitos los ponían a asar como un cordero y los dejaban ahí plantados" (Mauricio Fermín).

De igual forma, también existen las narrativas de dignidad y de resistencia a través del tiempo, a fines de 1800, Chacayal dijo: "Los blancos nacieron del otro lado del Agua Grande y vinieron después a estos campos que no eran de ellos, a robar animales y a buscar plata de las montañas. Esto dijeron nuestros padres y nos recomendaron que nunca olvidáramos que los ladrones eran los cristianos y no sus hijos. En vez de pedirnos permiso para vivir en los campos, nos echan, y nos defendemos, nosotros somos los dueños y ellos los intrusos".

Y en el siglo XXI, Segunda Huenchunao sostiene: "Yo voy a hablar de lo que vine a conocer de antes, lo que yo conocí con los abuelos, con nuestra madre, con la que me crie, por qué estamos como estamos ahora. Tenemos que defender las tierras, para vivir, para trabajar, para que vengan los hijos y detrás que vengan los nietos. Tenemos que poner coraje para defender el derecho que nos ha dejado nuestra madre, nuestro padre, nuestro abuelo, donde nacimos y donde nos criamos".

Es por todo esto que sostenemos que el conflicto lo inició el Estado, mediante su plan de apropiación territorial y exterminio de la población Mapuche y Tehuelche de estos territorios. El no reconocimiento de este crimen de Estado, constituye un negacionismo que aleja cualquier revisión y reparación histórica e intensificará el conflicto inicial.

Como Pueblo Mapuche Tehuelche seguiremos levantándonos con la fuerza de la naturaleza, reconstruyendo nuestra historia, recuperando las formas comunitarias de vida, organización política y espiritual. La defensa del Wallmapu (territorio) es nuestro compromiso para honrar la dignidad y resistencia de nuestros antepasados.

Para quienes tienen intereses creados en los territorios u ofician de representantes de las corporaciones económicas y extractivas, la única salida posible es la represión y el asesinato, tal cual se hizo hace 140 años; eso están reclamando al Estado. Para ello, no escatiman en falacias y mentiras que, con la ayuda de miles de horas de aire en radio y televisión, pretenden instalar su discurso de odio y que la población tome partido en ello.

Quienes hoy administran el Estado, deberán demostrar si ceden a las presiones de los grupos del capital concentrado, que utiliza a gobernadores, ministros y funcionarios de distinto calibre y talla como voceros para la defensa de sus intereses o, reconoce la verdad histórica de lo ocurrido en estos territorios, le da cumplimiento a lo establecido en la propia Constitución Nacional en el artículo 75 inciso 17 y comienza a dialogar con las autoridades tradicionales del Pueblo Mapuche Tehuelche y de las otras naciones originarias que habitan el territorio que ésta República tomo a sangre y fuego por medio de la violencia.