Pueblos originarios

El kamaruko, forma ancestral de restablecer equilibrios

Por Adrián Moyano

Es una de las ceremonias centrales del pueblo mapuche. Durante su transcurso, los participantes se comunican con las demás energías de la naturaleza para "dar y recibir, recibir y dar".

En las provincias de Río Negro y Chubut, se acostumbra denominarla kamaruko, como simplificación de kamarikun. Durante su celebración, las y los mapuche expresan el compromiso de "dar y recibir y de recibir y dar", concepto que en su idioma se expresa con otra palabra. Pero a grandes rasgos, su sentido excede la mera operación de pedir lluvia o agua y más bien, remite a la relación que se da entre las personas y los demás newen (energías) que existen en la naturaleza.

Libros sobre los kamaruko o guillatún hay varios de autores no mapuches, pero también existen reflexiones sobre el tema que elaboraron los propios interesados. Para esta reseña de El Cordillerano, nos basamos en "Pu mapunche ñi gijañmawün. Estudio sobre la religión mapunche en Gulu y Pwel Mapu", un trabajo de producción colectiva que permanece inédito, aunque puede encontrarse en Internet. Data de 2003.

Para la manera mapuche de entender la espiritualidad, el concepto de reciprocidad es central y "se fundamenta en otro de los principales pilares del mundo mapuche: el che (persona) es un componente de la naturaleza, lo mismo que las otras fuerzas en ella existentes. El equilibrio de la vida, entonces, surge de la relación recíproca que entre ellas se establece", afirma el estudio, del que participaron mapuches de uno y otro lado de la cordillera.

Entonces, el kamarikun "es un momento de la vida en que los che pueden resituarse en el espacio y el tiempo para asumir el rol que les toca cumplir en su condición de fuerza particular pero parte integrante del universo, habitado también por otras fuerzas". Entre ellas, el agua, claro está. En sus diversas formas: lluvia, nieve, lagos, ríos, arroyos y demás. Y en la costa del Pacífico o atlántica, el mar.

Sus formalidades son muy diversas, según el espacio territorial de que se trate. Pero tienen en común su realización "en forma colectiva amplia, pudiendo abarcar uno o más lof mapu en un Rewe" o bien, "en forma colectiva más pequeña, con participación de algunos grupos familiares, también en forma familiar y hasta en forma individual". Lof es el concepto mapuche de comunidad y rewe suele traducirse erróneamente como altar. Es el sitio que marca el centro del espacio ceremonial, que por aquí suele señalizarse con cañas y banderas, más árboles característicos del lugar donde se lleve a cabo.

Un kamaruko como expresión colectiva, no se hace en cualquier lado ni en cualquier momento del año. "Tienen un espacio formalmente destinado, guardado y cuidado en forma exclusiva", explica el informe. Su nombre cambia según el espacio territorial: por aquí, suelen llamarse lepün o lelfün. Su espacio central es, precisamente, el rewe, "donde se disponen los diversos elementos necesarios para el desarrollo de la ceremonia".

Una vez más, tales elementos -que los observadores cristianos consideraron ofrendas- varían según cada identidad territorial y el motivo del kamarikun. Además de las banderas y las cañas colihues, se acostumbra disponer alimentos, muday, plantas medicinales o frutales, más animales de determinado color. En estas zonas, las comunidades que sostienen la práctica, se valen más bien de caballos.

Según cada lugar, pueden realizarse cuada cuatro años, cada dos o anualmente. La conducción de los kamaruko tampoco queda a cargo de cualquier persona, "son conducidas por autoridades formalmente designadas para ello". Históricamente, en Neuquén, Río Negro y Chubut, es responsabilidad de determinados loncos y de las pillankuze, ancianas depositarias de sabiduría mapuche.

También "tienen objetivos y funciones claramente establecidos y de forma regular en el tiempo. Entre los más generales, se puede decir que estas ceremonias se realizan para sostener el equilibrio de la vida en general, del o los Rewe". Asimismo, "mantener y/o establecer el vínculo con los Newen del espacio territorial local y del universo mapuche, pedir y agradecer por la bonanza del ciclo productivo económico-social", entre otras finalidades.

La prolongada sequía y otros fenómenos climáticos anómalos pueden explicarse de muchas maneras desde una perspectiva científica, pero entre los mapuche ancianos también tienen otro sentido. Para el estudio en que nos basamos, dijo Rosa Cañicul, quien fue pillankuze en Costa del Malleo, cerca de Junín de los Andes: "El kamarikun duraba cuatro días, pero ahora eso ya no se hace. Los mapuche estamos muy ahuincados, ya no seguimos las tradiciones de antes. Ya no llega nuestro llellipun (rogativa) a donde está destinado, ya no nos escuchan. Por eso estamos mal, (si) están pasando tantas cosas malas es porque estamos en falta nosotros mismos. Hacemos mal". Es comprensible que se pida agua en el verano 2021-22, pero más bien, es mucho el equilibrio que queda por restablecer.