Géneros

Los hijos sanos del patriarcado se preguntan si se puede tener dos mamás

Durante un debate en el programa de Alejandro Fantino sobre las "familias ensambladas", Alicia Corsa sostuvo que "no se puede tener dos mamás". "En la simbología de un niño, el niño tiene papá, mamá y hermanitos", dijo, lo cual generó un fuerte repudio en un país pionero en la región en materia de derechos LGBTQ+ como lo es Argentina. Especialistas

Por Lila Maria Feldman

Lo hereronormativo y prejuicioso del psicoanálisis, y de la cultura en general, merece ser revisado. Una y mil veces. Se filtra en los medios y discursos creadores y reproductores del "sentido común", pero también se cuela en las teorías y prácticas supuestamente más cuestionadoras y revolucionarias. ¿No será tiempo de extraer el prejuicio violento que sigue vinculando las tan variables posiciones subjetivas y los modos de ejercer la crianza y el cuidado a determinados géneros? Tal vez sea ya tiempo de que caiga «lo materno» y «lo paterno» como emblemas estereotipantes y marcas heteronormativas y cis-sexistas.

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En sí mismo denominar lo que referimos a determinadas funciones con las palabras materno y paterno, es prejuicio. Y aún cuando parece que cuestionamos, atrasamos.

Un paso importante para la teoría psicoanalítica fue poder separar «persona» de «función». Siempre y cuando estemos dispuestes a pensar qué queremos decir con función «materna» y «paterna».

Los Feminismos y sus revueltas antipatriarcales tienen la capacidad de permitirnos desligar prejuicios de teorías. Los Feminismos nos permiten reescribirlas, reformular nuestra manera de pensar la constitución de las subjetividades y los modos de armar familias. En ese sentido han sido y siguen siendo cruciales para formular políticas públicas en general, y en particular políticas de Salud Mental desde una perspectiva de Derechos.

El lenguaje es también, y sobretodo, campo de conquistas, disputas y batallas. Cuando las nuevas experiencias y prácticas transforman palabras preexistentes, vaciando de sentido, o haciendo que la significación mute, o bien creando palabras nuevas, especialmente si en esa transformación se amplían Derechos y libertades, ampliando el mundo de lo posible, entonces hay verdadera revuelta en el lenguaje. Los neologismos (sororidad, pansexual, heteroflexible, voluntad procreacional, machirulo, por nombrar algunos, o incluso el lenguaje inclusivo en su conjunto), fruto del genio de la lengua, que el campo histórico social funda, acuden a ese lugar donde hay una necesidad o una carencia, dice Laplanche. Yo agrego: a veces permiten visibilizar una opresión. Los neologismos son trampas al sentido común, o a los sentidos preexistentes, están destinados a parecer bizarros y ser criticados, porque precisamente, citando a Hegel, podemos decir que si la realidad es inconcebible debemos forjar conceptos inconcebibles (muchos de los cuales acompañan nuevos modos de concebir, dicho sea de paso). Los nuevos modos de concebir y criar reclaman al lenguaje ampliarse, conmoverse, transformarse.

Una teorización fecunda dentro del campo psicoanalítico será la que pueda pensar y repensar -a la altura de la época- más allá de las teorías sexuales infantiles y la novela familiar psicoanalítica, novela fuertemente patriarcal y heteronormativa que supo concebir un desarrollo "normal" ligado a una cierta estructura familiar.

La vigencia del complejo de Edipo, una vez que podemos incluso cuestionar las lecturas psicoanalíticas que han sido y a veces siguen siendo heteronormativas, y que supieron fijar alguna vez la «normalidad neurótica» a la familia donde la parentalidad se sostiene en una pareja heterosexual, reside más que nada, para mí, en poder situar la estructuración psíquica en relación a un mapa de deseos, conflictos, prohibiciones, ideales e identificaciones. Y en la vigencia de la ley de la prohibición del incesto, una de cuyas formas es y será, a lo largo de toda la vida, el respeto absoluto por la intimidad propia y ajena, en su importancia, en la constitución psíquica. El reconocimiento de las asimetrías entre adultes y niñes, y en lo inalienable del espacio corporal y psíquico de les niñes.

Que lo materno y paterno hallen neologismos que sepan decir mejor, para que el estereotipo no permanezca como circuito «natural» o naturalizado de reproducción.

Se puede, no es novedad, pero es importante decirlo: se puede tener dos mamás. Sobretodo, más aún: viene siendo hora de dejar de ser los hijos sanos del patriarcado. Y de criarlos.