Marina Saboulard es marinera mercante de cámara, recibida en la Escuela del SOMU, e integra la inmensa Red de Mujeres Marítimas, Fluviales y Lacustres, que nuclea a casi tres mil mujeres de distintos gremios en reclamo de soluciones sindicales para revertir las situaciones de desigualdad que sufren diariamente. Entre ellas están Nancy Jaramillo, la única capitana de pesca del país, y Lucía Pasquale, la única mujer buzo de gran profundidad. En diálogo con El Extremo Sur, Marina destaca que "Hay compañeras que todavía no son conscientes de que están siendo víctimas de abuso, o muchas no dicen nada porque de lo contrario no van a subir a un barco nunca. Los que te eligen son los hombres, si no te llevás bien con tus compañeros de marea no te vuelven a subir, si al capitán no le caíste bien no te vuelven a subir. Son hombres que tienen más poder que una, lamentablemente".
A pesar de los derechos conquistados y la aparente "vanguardia" política de la Argentina en materia de género, muchos espacios laborales permanecen "prohibidos" para las mujeres. Es común verlas ejercer oficios de todo tipo y superficialmente la desigualdad parece sorteada. Sin embargo, dentro de los espacios de trabajo la misoginia mantiene sus reglas. En el mercado laboral, las mujeres suelen ocupar roles asociados al cuidado de la niñez o los adultos mayores, el servicio y las labores domésticas, empleos que en muchos de los casos también están atravesados por la flexibilización laboral y por condiciones de vida desfavorables. ¿Qué pasa con aquellas que eligen profesiones "masculinas", doblemente desafiantes?
En ningún país del mundo la participación de las mujeres en la fuerza de trabajo es mayor que la de los varones. En nuestro país, esta brecha se ensancha con un 31% de diferencia. La vida laboral de las mujeres suele estar marcada por un escenario de precarización, informalidad, infravaloración -incluso para quienes están ampliamente capacitadas- y muchas veces acoso y abuso sexual.
Si bien el machismo es intrínseco en todas las áreas laborales, aquellas mujeres que optan por oficios con predominancia masculina o asociados a valores "impropios" de su género, deben sortear más desafíos y probar su valía de manera constante. Así es la experiencia de un gran número de mujeres profesionales del mar, en una industria con una participación casi exclusiva de los varones. Se calcula que el 98% de los barcos del mundo están ocupados enteramente por hombres.
Pese a eso, en Argentina las profesionales marítimas se desempeñan en diversas áreas (algunas con más obstáculos que otras), como tripulantes, marineras, buzos, capitanas, maquinistas, enfermeras y cocineras. Todas signadas por el doble esfuerzo que debe hacerse para probar que las mujeres también pueden desarrollar tareas en ámbitos masculinizados.
Según un informe de la Womens International Shipping & Trading Association (WISTA) todas las profesionales del mar, independientemente de jerarquías o sueldos, tiene problemáticas similares a nivel mundial, y la mayoría de ellas están condicionadas por los prejuicios de género.
Argentina es uno de los países con menor participación de mujeres en la industria marítima, una brecha que se profundiza a medida que se avanza en las jerarquías. De acuerdo al Sindicato de Obreros Marítimos (SOMU), las mujeres representan tan sólo el 2% de la tripulación de los barcos y aún hay deudas pendientes en cuanto al cupo femenino y la seguridad de las trabajadoras a bordo.
WISTA envió una carta al Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades de la Nación, tras recibir a miembros de la Red de Mujeres Marítimas, con el fin de poner en evidencia la cruda situación que atraviesan las profesionales del mar, así como incentivar su pleno empleo.
"Nos vemos obligadas a poner en su conocimiento que, al ser ONG, las mujeres del sector se acercan a nuestra asociación y nos reportan su gran dificultad tanto para acceder a los puestos de trabajo en el ámbito, para lograr su verdadera inserción y permanencia en los puestos de trabajo, informarnos la brecha salarial que padecen y las situaciones de discriminación, acoso y maltrato laboral que sufren", destaca la carta.
"No se les brinda las mismas oportunidades que a los hombres para su incorporación, permanencia y crecimiento en los puestos de trabajo, registrándose una marcada brecha salarial en el desmedro de la mujer, una mínima presencia de mujeres en puestos de responsabilidad, y observando que enfrentan dificultades concretas que derivan en su abandono de los puestos de trabajo", agrega.
En este sentido, exigen el empoderamiento económico de las trabajadoras, la agilización de procesos legales relacionados a las denuncias por abuso, maltrato o violencia y el estímulo para el empleo femenino en el sector.
Trabajar a bordo y ser mujer: un relato en primera persona
Marina es marinera mercante de cámara, recibida en la Escuela del SOMU. También es parte de la inmensa Red de Mujeres Marítimas, Fluviales y Lacustres, una asociación que nuclea mujeres de distintos gremios a raíz de la falta de soluciones sindicales capaces de revertir las situaciones de desigualdad que sufren diariamente. La Red está integrada por casi tres mil mujeres de diversas áreas; entre ellas se encuentra Nancy Jaramillo, la única capitana de pesca del país, y Lucía Pasquale, la única mujer buzo de alta profundidad.
Marina se recibió en el 2014, año en que el SOMU atravesaba una serie de problemáticas financieras y organizacionales que llevaron a que el sindicato sea auditado. "Hubo muchas irregularidades; justo cuando me recibí fue la auditoría pública y tuve que esperar un año para recibir mi diploma y mi libreta", recuerda, en diálogo con El Extremo Sur.
Reconoce que encontrar trabajo estable es especialmente difícil si no se tienen contactos: "empecé a darme cuenta de lo que era la industria, lo difícil que era si no conocías a nadie, si no eras ‘hijo de'. Empecé con embarcaciones en Tigre, en paseos turísticos. Pero son trabajos en los cuales no te sellan la libreta". Para ascender de puesto, es necesario sumar horas de navegación. Y las empresas suelen ser reticentes a la hora de contratar mujeres, o bien lo hacen en condiciones de extrema informalidad, lo que dificulta que las profesionales de mar altamente capacitadas sean reconocidas por su labor.
"La verdad es que desde que me recibí hasta el día de hoy nunca sellé mi libreta", confiesa Marina. "Por más de que me subí en barcos muchas veces nunca me sumaron horas de navegación, siempre fueron trabajos en negro, mal pagos, fuera de la legalidad. Eso pasa mucho, conseguís un trabajo, mal pago, en negro, donde no te sellan la libreta, o conseguís en barcos más pequeños donde ni siquiera necesitás libreta. Nunca conseguí un contrato de marinera, que es lo que yo estudié".
"Yo quería ser marinera de cubierta. Para poder hacer eso, tengo que sumar horas de navegación. Son mis limitaciones; necesito 300 horas de navegación y no las cumplí", indica. Pese a la presencia de mujeres en la industria, señala que se les suele adjudicar tareas de servicio y cuidado. "Casi siempre en le embarcaciones, si hay alguna mujer -y la mayoría de las veces no hay- están en la cocina o son enfermeras. Ahora con el Covid-19 es obligatorio que haya personal de enfermería abordo. Tenemos muchas compañeras que están con libreta de otra cosa haciendo cursos de enfermería para poder embarcar, lo que queda para nosotras es el cuidado. Conseguimos contratos para las compañeras, pero en puestos para los que no estudiaron".
La trampa de la igualdad
Las carreras y las ofertas laborales del sector están abiertas para las mujeres, pero la trampa de la igualdad normativa frente a la igualdad real deja a muchas profesionales con el deseo de desempeñarse en la especialidad que eligieron por vocación. Marina reconoce que es raro que en las embarcaciones las mujeres ocupen lugares de mayor jerarquía: "Es raro que en una embarcación donde más del 90% son hombres, incluido el capitán, pongan una maquinista. Es una industria muy masculinizada, en todos los aspectos".
"También los hombres son víctimas de estereotipos: el hombre marinero tiene que ser ‘macho'. Esto se ve mucho más en los casos donde las compañeras tienen oficios más masculinizados o normativamente ocupados por hombres", agrega.
La búsqueda por la equidad impulsa, de igual manera, un cambio de conciencia en todos los niveles de la estructura laboral: "Dentro de esta tarea, queremos generar una conciencia diferente respeto al trato con el trabajo, que tiene que ser bruto, un trabajo sacrificado donde tenés que dejar el cuerpo. Queremos mostrar que esta tarea que nos dicen que no podemos hacer, tampoco deberían hacerla los hombres, destruyéndose el cuerpo".
Las tareas a bordo también están amenazadas por el pacto patriarcal, ya que son los varones quienes deciden quienes suben o no al barco. "Hay compañeras que todavía no son conscientes de que están siendo víctimas de abuso, o muchas no dicen nada porque de lo contrario, no van a subir a un barco nunca. Esta muy sabido que los que te eligen son los hombres, si no te llevas bien con tus compañeros de marea no te vuelven a subir, si al capitán no le caíste bien no te vuelven a subir. Son hombres que tienen más poder que una, lamentablemente".
Semejante a lo que sucede en otros ámbitos, Marina remarca que la mayoría de las mujeres están debidamente capacitadas, pero no logran conseguir trabajos estables. "Es difícil, pero acá estamos para levantar la voz y empezar a hacer ruido en cuanto a eso, aunque ya no queremos que nos capaciten. Buscamos mucha ayuda de los ministerios, del Estado, no queremos que las compañeras estén en puestos para los que no estudiaron. Ya estamos capacitadas, lo que queremos es laburar".
"El problema es que sos mujer"
La Red de Mujeres Marítimas, Fluviales y Lacustres, de la cual Marina es parte, está en camino de constituirse como una Asociación. No tienen personería jurídica para ser sindicato ya que la ley prohíbe la agrupación de gremios con diferencias de género. En la Red confluyen mujeres de distintas áreas con un punto en común: ninguna fue escuchada por sus gremios. Las problemáticas específicas de las mujeres, su visión de la vida y el trabajo, no están sobre la mesa de debate.
La experiencia personal de Marina con el sindicato fue especialmente perjudicial. "Yo me recibí a los 23 años, era una nena, ahora me doy cuenta de muchas situaciones que hubiera manejado de otra manera", analiza. "Me recibí en un momento gremial donde se agarraban a tiros; son pesados y hablamos de salarios mínimos de 500 mil pesos al mes. Entonces como es un gremio con mucho en juego, es pesado. Son muchas las violencias en general entre ellos. Siendo mujer, siendo chica, entre en un momento en el cual ya ni quería ir al gremio, iba y veía un montón de violencia. Siempre con el boludeo, con las miradas incómodas, teniendo que hablar con hombres horribles. Era chica, me sentía muy incómoda".
La falta de incentivo para el trabajo femenino y el ambiente violento del SOMU provocaron que Marina buscara trabajo en otras áreas. "No había forma de entrar", señala. "Tengo familiares en la pesca, y cuando me recibí fui con mi libreta a pedirles ayuda y me dijeron ´no, estás loca, te estamos cuidado, no hay forma de que haya un lugar para vos'. El problema no era yo, a otras compañeras les pasa por otros motivos; el problema es que sos mujer".
El abandono de los puestos laborales por un empleo más seguro que permita una vida digna y el sostenimiento de una familia -de la que muchas mujeres son cabeza de hogar-es un fenómeno frecuente en esta industria. Sin embargo, para la Red es otro de los motivos para continuar luchando.
"Lo que nos da más fuerza para seguir con esta lucha es ver que hay compañeras del interior que tienen libreta y jamás consiguieron nada", destaca Marina. "Madres que son cabeza de hogar, en situaciones de mucha pobreza, que han sufrido mucho abuso entro de su casa y dentro del ámbito laboral. Claramente, casi todas hemos tenido que trabajar de otra cosa. En el mejor de los casos ahora para muchas compañeras pudimos conseguirles trabajo de inspectoras de pesca, al menos pudieron cumplir su sueño de subir a un barco. Trabajando de lo que podés".
El patrón se repite en diversos oficios: las mujeres están sobrecalificadas, sin oportunidades de un empleo estable, mientras los varones ingresan al mercado sin tantos obstáculos y con el visto bueno de sus jefes y pares. La diferencia no es sutil y las profesionales de mar lo experimentan de manera cotidiana: "Estamos enojadas porque hemos visto compañeros a bordo que se emborrachan, que se agarran a trompadas con compañeros, un montón de situaciones donde vemos esos hombres que siguen trabajando, y se embarcan. Y nosotras tenemos un problema a bordo y ya no nos suben".
Los barcos no están diseñados ni pensados para la experiencia de las mujeres, pese a la incorporación paulatina de personal femenino a través de los años: "Ahora tenemos un montón de compañeras inspectoras que la están pasando mal, porque muchas veces no hay camarotes para mujeres. La violencia machista se ve en todos los ámbitos masculinizados, pero hay cosas que están igual que hace 50 años atrás. Es una cápsula del tiempo".
Marina hace un balance de la lucha: "Vemos los cambios porque nos estamos organizando. Hasta hace tres años la mayoría de las compañeras que conocía eran compañeras con las que había estudiado, ya estaban acomodadas. No había un nivel de organización, de querer cambiar algo, porque ya estaban embarcadas. El cambio empezó hace unos tres años".
Tal como advertían la maquinista Gisele González, la buzo Lucía Pasquale y la abogada Mirian Senini el pasado año al Extremo Sur, los avances en materia de género en la industria marítima están profundamente atrasados en comparación a otros mercados. Como en la mayoría de las industrias, el gremio cuenta con Secretaría de la Mujer y capacita constantemente a sus empleados, pero no es suficiente. El verdadero cambio está en los roles significativos que puedan ocupar mujeres comprometidas con la perspectiva de género.
"Hoy tenemos compañeros que nos apoyan. Somos conscientes de que nos necesitamos en esta búsqueda. Hay pequeños cambios, pero la realidad es que ahora la mayoría de los gremios tienen Secretaría de la Mujer, y son mujeres que los representan a ellos, no a nosotras. La historia se repite, son mujeres de delegados, hijas o compañeras a las cuales no las dejan hacer mucho. Tenemos compañeras que están dentro del gremio y la posibilidad de actuar es muy limitada. Y los lugares de poder los siguen ocupando ellos. Son los mismos hombres de hace 30, 40 años. Claramente hay algo que necesitamos cambiar", dice Marina.
"Las compañeras tienen mucho miedo"
Sobre los casos de acoso y abuso sexual a bordo, Marina dice haber escuchado "un montón de historias". Algunas ancladas al saber común de las trabajadoras y otras relatadas de primera mano.
"Hace poco se nos acercó una compañera para hacer una denuncia de un empleado gremial, pero hay muchas denuncias que no prosperan. Tenemos muchas compañeras en el sur que han sufrido abuso, compañeras que desaparecieron a bordo, muertes que se han caratulado como suicidios", se lamenta.
"En agosto viajé al sur para conocer a compañeras de Ushuaia y Madryn y justo esa semana había una mujer que había tenido que encerrarse con otra compañera, las únicas dos mujeres en un pesquero, porque el cocinero se había emborrachado y quiso meterse en el cuarto. Esa clase de situaciones suceden a diario, a este hombre lo echaron, pero el tema no siguió por una vía legal. Las compañeras tienen mucho miedo a denunciar, a salir a hablar". A pesar del panorama desalentador, celebra: "Están empezando a denunciar más; nos tenemos entre nosotras".
El machismo, a veces, viene de las propias mujeres. "No en todos los casos hay solidaridad, hemos tenido que escuchar comentarios aberrantes de las propias compañeras. Eso no suma para nada. Vemos mujeres que se pelean a bordo o parejas de los marineros que no quieren que suban con otras chicas".
"Pero estamos buscando generar una conciencia", apunta. "Nosotras, como agrupación, tenemos referentes zonales, estamos tratando de sumar mujeres de otras áreas, estamos trabajando con una economista feminista que nos está ayudando a hacer una especie de encuesta para saber cuántas somos en todo el país. Lo que sucede es que decimos la palabra feminista y muchas compañeras se van del grupo. Y tiene que ver con mucha ignorancia, lo que estamos haciendo es laburar y luchar para ellas, para que todas tengamos un espacio". Marina sabe que la potencia de las mujeres está presente, sólo falta resolver el "cómo".
Si bien son escasas, tienen algunas referentes como Nancy Jaramillo -única capitana de pesca del país- o Lucía Pasquale -única mujer buzo de gran profundidad de nuestro país-, quienes despejan el camino para las compañeras que llegan.
"Muchas compañeras, nos miran con admiración, pero tienen la idea de que en algún momento les vamos a conseguir un trabajo, esa es la realidad A pesar de esa mirada, tenemos "referentas", grandes compañeras, mientras nosotras vamos aprendiendo. Sabemos que hay cosas que escapan de nuestra voluntad. Tenemos compañeras que vienen de estratos sociales muy sufridos, les cuestan muchas cosas, por eso buscamos generar una conciencia, contar lo que estamos haciendo, organizarnos, estudiar, y decir las palabras correctas para no generar confusión", relata la marinera.
Aunque las trabajadoras del mar viven en una "cápsula del tiempo", Marina ve un futuro alentador: "En diciembre festejamos por primera vez el Día Nacional de la Mujer Marítima, Fluvial y Lacustre. Es un proyecto de ley que hace varios años estaba presentado para la industria de la pesca, y nosotros lo ampliamos. El pasado fue la primera vez, el 15 de diciembre, festejamos ese día nacional". Previamente existía el día Internacional de las Mujeres Marítimas, y a nivel nacional, sólo el Día del Hombre Marítimo, por lo que el 15 de diciembre se convirtió en un emblema de la lucha de las trabajadoras de la industria. "Pretendemos festejarlo de acá a todos los 15 de diciembre que vengan".
Marina sabe también que la lucha es una semilla para las próximas generaciones. "Pretendemos ser cada vez más y estar cada vez más organizadas, creo que esto va a cambiar porque no nos vamos a cansar. Los cambios que tenemos hoy como mujeres en la sociedad datan de muchos años atrás. Tal vez no lo veamos, tal vez nos jubilemos en esta lucha, pero tenemos muchas compañeras con hijas, amigas, sobrinas que dicen ‘qué flashero, nunca pensé que podría trabajar en un barco'. Que ellas tengan más posibilidades y derechos de los que tuvimos nosotras cuando nos recibimos", concluye.
Actualmente, rige en nuestro país el cupo femenino del 30% y el cupo travesti trans del 1% en el área de pesca. Las profesionales buscan ampliar este margen para todas las trabajadoras, sorteando las diferencias de cada sector. Hasta 2019, año en que la ex senadora por Chubut Nancy González presentara el Régimen de Promoción y Participación de las Mujeres y Diversidades en el Sector Pesquero, no se hablaba del cupo femenino en este ámbito.
El cupo es un piso, y no resuelve de manera automática el sinfín de problemáticas que experimentan las mujeres a bordo; tampoco ayuda a quienes tienen que abandonar el sueño del mar para conseguir un empleo con mayor estabilidad. No obstante, señala un horizonte posible y se erige como el resultado de la lucha incansable de miles de mujeres de todo el país.