La mujer que lideró a los tehuelches a comienzos del sigo XIX
Por Adrián Moyano
Cuando en el Río de la Plata o en Chile solo hombres desempeñaban roles de conducción política, los aonikenks, que se valían del territorio hoy chubutense y santacruceño, seguían a "una líder de gran prestigio y poder".
Hacia 1820, la zona de península Valdés experimentaba un cambio importante en cuanto a su fauna. No nos referimos a los elefantes y lobos marinos -tan característicos de ese paisaje- ni tampoco a las ballenas, sino a sucesos que tenían lugar en sus vastos campos. La reproducción de ganado vacuno cimarrón era tan importante que generó tensiones entre hispano-criollos y los aonikenks, más conocidos como tehuelches del sur. Grande fue la sorpresa de los rioplatenses que llegaron hasta esas latitudes, cuando vieron que el jefe de sus contrapartes indígenas era, más bien, una jefa. Quedó en la historia con el apelativo de cacica María.
En efecto, en el litoral atlántico hoy chubutense, las vacas llegaron a partir de 1779, cuando se fundaron el Fuerte San José y el Puesto de la Fuente. Las dos instalaciones resultaron destruidas durante un malón que tuvo lugar entre el 7 y el 8 de agosto de 1810, unos meses después de la Revolución de Mayo. Al parecer, el episodio fue tan virulento que solo sobrevivieron cinco hombres, quienes lograron llegar hasta el Fuerte Nuestra Señora del Carmen (Carmen de Patagones) para solicitar ayuda y contar los sucesos.
Desde entonces, aquellos animales comenzaron a pastar libremente y, desde ya, a reproducirse. Su explosiva abundancia no pasó desapercibida, ni para las poblaciones indígenas de la zona ni para los comerciantes de la localidad bonaerense. Desde Patagones, se organizaron expediciones entre 1815 y 1825, no solo para explotar el ganado cimarrón, sino también para aprovechar a los lobos marinos y la sal.
Entre los comerciantes que aspiraban a hacer negocios con los vacunos salvajes, se encontraba el galés Henry Libanus Jones, antecesor de la presencia galesa en la región. El europeo conformó en 1824 una sociedad comercial con una persona que sería clave en la posterior historia de las islas Malvinas: Luis María Vernet. También se sumaron al emprendimiento otros hombres de negocios, atraídos por la prodigalidad, tanto de vacunos como de fauna marina.
Pero, al poco tiempo de establecer sus bases de operaciones en la costa y en el interior de la península, empresarios y empleados advirtieron que eran observados por los aonikenks. A pesar de la tensión, el encuentro no se concretó de inmediato, porque los vigías esperaban que llegara su autoridad. Cuando, finalmente, el arribo "se produjo, no fue poca la sorpresa de Vernet al advertir que dicho cacique era en realidad una mujer".
Debemos la reconstrucción de los acontecimientos a Silvana Buscaglia, autora de un texto académico al que tituló "El origen de la cacica María y su familia. Una aproximación genealógica (Patagonia, siglos XVIII-XIX)". Está disponible en la revista electrónica Corpus-Archivos virtuales de alteridad americana, edición enero-junio de 2019. Buscaglia es historiadora e investigadora del CONICET.
"Conocida entre los criollos y europeos como María, se trataba de una líder de gran prestigio y poder entre los tehuelches, con quien Vernet debió negociar en duros términos la explotación de los animales a cambio de mercancías y parte de su producción", según pudo establecer Buscaglia, después de un paciente rastreo por bibliografía y archivos. Al parecer, Vernet entendió rápidamente que era de su conveniencia llevarse bien con María.
El encuentro en península Valdés "sería el preludio de una posterior invitación para que la cacica visitara las islas Malvinas y negociar la instalación de una factoría en bahía San Gregorio (Chubut)", apuntó la investigadora. El viaje se produjo durante el período en que Vernet se desempeñó como gobernador de aquellas islas (1829-1831)", en la antesala de la ocupación británica.
Para esa época, en las sociedades que recién se emancipaban de la corona española, era impensable que una mujer ejerciera el poder político. En forma contemporánea a María, tampoco hay datos sobre otras mujeres que tuvieran responsabilidades de conducción entre mapuches o tehuelches del norte. Entre la anomalía y la vanguardia, el pueblo aonikenk dio un ejemplo de organización política no patriarcal cuando, al menos en el sur de Sudamérica, faltaba aproximadamente un siglo y medio para que el feminismo terminara de formularse. Hay que difundir la historia de la cacica María.
Fuente: El Cordillerano
Por Adrián Moyano
Cuando en el Río de la Plata o en Chile solo hombres desempeñaban roles de conducción política, los aonikenks, que se valían del territorio hoy chubutense y santacruceño, seguían a "una líder de gran prestigio y poder".
Hacia 1820, la zona de península Valdés experimentaba un cambio importante en cuanto a su fauna. No nos referimos a los elefantes y lobos marinos -tan característicos de ese paisaje- ni tampoco a las ballenas, sino a sucesos que tenían lugar en sus vastos campos. La reproducción de ganado vacuno cimarrón era tan importante que generó tensiones entre hispano-criollos y los aonikenks, más conocidos como tehuelches del sur. Grande fue la sorpresa de los rioplatenses que llegaron hasta esas latitudes, cuando vieron que el jefe de sus contrapartes indígenas era, más bien, una jefa. Quedó en la historia con el apelativo de cacica María.
En efecto, en el litoral atlántico hoy chubutense, las vacas llegaron a partir de 1779, cuando se fundaron el Fuerte San José y el Puesto de la Fuente. Las dos instalaciones resultaron destruidas durante un malón que tuvo lugar entre el 7 y el 8 de agosto de 1810, unos meses después de la Revolución de Mayo. Al parecer, el episodio fue tan virulento que solo sobrevivieron cinco hombres, quienes lograron llegar hasta el Fuerte Nuestra Señora del Carmen (Carmen de Patagones) para solicitar ayuda y contar los sucesos.
Desde entonces, aquellos animales comenzaron a pastar libremente y, desde ya, a reproducirse. Su explosiva abundancia no pasó desapercibida, ni para las poblaciones indígenas de la zona ni para los comerciantes de la localidad bonaerense. Desde Patagones, se organizaron expediciones entre 1815 y 1825, no solo para explotar el ganado cimarrón, sino también para aprovechar a los lobos marinos y la sal.
Entre los comerciantes que aspiraban a hacer negocios con los vacunos salvajes, se encontraba el galés Henry Libanus Jones, antecesor de la presencia galesa en la región. El europeo conformó en 1824 una sociedad comercial con una persona que sería clave en la posterior historia de las islas Malvinas: Luis María Vernet. También se sumaron al emprendimiento otros hombres de negocios, atraídos por la prodigalidad, tanto de vacunos como de fauna marina.
Pero, al poco tiempo de establecer sus bases de operaciones en la costa y en el interior de la península, empresarios y empleados advirtieron que eran observados por los aonikenks. A pesar de la tensión, el encuentro no se concretó de inmediato, porque los vigías esperaban que llegara su autoridad. Cuando, finalmente, el arribo "se produjo, no fue poca la sorpresa de Vernet al advertir que dicho cacique era en realidad una mujer".
Debemos la reconstrucción de los acontecimientos a Silvana Buscaglia, autora de un texto académico al que tituló "El origen de la cacica María y su familia. Una aproximación genealógica (Patagonia, siglos XVIII-XIX)". Está disponible en la revista electrónica Corpus-Archivos virtuales de alteridad americana, edición enero-junio de 2019. Buscaglia es historiadora e investigadora del CONICET.
"Conocida entre los criollos y europeos como María, se trataba de una líder de gran prestigio y poder entre los tehuelches, con quien Vernet debió negociar en duros términos la explotación de los animales a cambio de mercancías y parte de su producción", según pudo establecer Buscaglia, después de un paciente rastreo por bibliografía y archivos. Al parecer, Vernet entendió rápidamente que era de su conveniencia llevarse bien con María.
El encuentro en península Valdés "sería el preludio de una posterior invitación para que la cacica visitara las islas Malvinas y negociar la instalación de una factoría en bahía San Gregorio (Chubut)", apuntó la investigadora. El viaje se produjo durante el período en que Vernet se desempeñó como gobernador de aquellas islas (1829-1831)", en la antesala de la ocupación británica.
Para esa época, en las sociedades que recién se emancipaban de la corona española, era impensable que una mujer ejerciera el poder político. En forma contemporánea a María, tampoco hay datos sobre otras mujeres que tuvieran responsabilidades de conducción entre mapuches o tehuelches del norte. Entre la anomalía y la vanguardia, el pueblo aonikenk dio un ejemplo de organización política no patriarcal cuando, al menos en el sur de Sudamérica, faltaba aproximadamente un siglo y medio para que el feminismo terminara de formularse. Hay que difundir la historia de la cacica María.
Fuente: El Cordillerano