Pueblos originarios

Nuestros paisanos los indios: San Martín, la Patria y los otros

Por Daniel Loncón

"La guerra se la tenemos que hacer del modo que podamos. Si no tenemos dinero, carne y un pedazo de tabaco no nos han de faltar; cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con las bayetitas que nos trabajan nuestras mujeres y si no, andaremos en pelota como nuestros paisanos los indios. Seamos libres y lo demás no importa nada".

Ésta fue parte de la arenga que José de San Martín realizó en 1819 ante el inminente ataque de los españoles. Unos años antes, en septiembre de 1816 y previo al cruce de los Andes, San Martin mantuvo dos parlamentos con los Pehuenches, al sur de Mendoza, entre los que se encontraban el Cacique Ñecuñan, el cura Francisco -cuyo nombre real era Ynalican también Pehuenche- y alrededor de 50 caciques más.

Esos parlamentos permitieron concretar la estrategia de San Martin para atravesar la cordillera y donde recibió el apoyo de los pueblos originarios que, como prueba de ello, le obsequiaron un poncho que hoy se conserva en el Museo Histórico Nacional.

Asimismo, San Martin pertenecía a la Logia Lautaro, que fue fundada en 1812 cuyo nombre era en reconocimiento al gran Toqui Leftraru (halcón veloz), hijo de Kuriñancu. Leftraru fue un Toqui Mapuche que encabezó la resistencia contra la Corona Española en el siglo XVI y mantuvo libre esa parte del Wallmapu (territorio ancestral del Pueblo Mapuche), hasta la ocupación del territorio por parte del ejército chileno mediante la denominada "Pacificación de la Araucanía".

De la Logia participaban entre otros: Carlos de Alvear, Manuel Belgrano, Bernardo O´Higgins, Ramón Freire, Nicolás Rodríguez Peña y Bernardo de Monteagudo, afrodescendiente y figura clave en las luchas independentistas del Río de la Plata, Chile y Perú.

En estos días, donde se celebra el 25 de mayo como el "Día de la Patria", es interesante hacer un ejercicio de reflexión respecto de los hechos históricos que se conmemoran y fundamentalmente sobre la idea de una patria que excluyó a grandes sectores de la población.

Muchos/as integrantes de las gestas independentistas eran campesinos, integrantes de pueblos originarios y personas esclavizadas, de hecho, en el año 1815 se estableció que las personas esclavizadas "quedaban libres con la única obligación de servir en el ejército hasta un año después de concluida la presente guerra". Sólo entre 1777 y 1812, en los puertos de Buenos Aires y Montevideo, ingresaron más de 700 barcos con alrededor de 72.000 personas esclavizadas traídas de África.

Sin embargo, en las efemérides escolares y en los miles de actos a lo largo y ancho del país, se sigue caracterizando a los afrodescendientes como el/la negrito/a vendedor/a de velas o mazamorra y luego desaparecen de la escena hasta el 25 de mayo del año próximo con igual atuendo y función, sin mencionar la caricaturización de los indiecitos con vincha y pluma.

Es fundamental que, en las instituciones educativas de todos los niveles, se pueda reflexionar sobre estos olvidos y tergiversaciones de la historia oficial para dar paso a una educación integral, de calidad y que se enriquezca con las diversidades, en lugar de intentar integrar, homogeneizar y someter.

Es importante que los gobernantes recuerden el parlamento de José de San Martin con los Pehuenches en 1816, para comprender el valor de la palabra, la diplomacia, la consulta y el respeto a la identidad y autonomía de los pueblos originarios.

Las incipientes repúblicas de Argentina y Chile se valieron de las personas indígenas y esclavizadas para librarse del yugo español, pero luego de apenas 50 años (1867, Pacificación de la Araucanía y 1878, Conquista del Desierto), no dudaron en ocupar militarmente los territorios de los antiguos aliados para apropiarse del mismo y masacrar a sus habitantes.

Decía Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar: "Se ha de educar a todo el mundo sin distinción de razas ni colores...mandar recitar de memoria lo que no se entiende, es hacer papagayos. Enseñen a los niños a ser preguntones, para que, pidiendo el porqué de lo que se les manda a hacer, se acostumbren a obedecer la razón, no la autoridad, como los limitados, ni la costumbre, como los estúpidos".

Por estos días, escuchamos muchos discursos reaccionarios, en donde se utiliza el odio como una herramienta política, fundamentalmente a través de los medios de comunicación masiva. Muchas veces, esto se traduce en estigmatización social y persecución judicial contra los pueblos originarios y el discurso xenófobo culpa a los migrantes de todos los males.

Frente a ello, es importante reflexionar sobre la construcción de la identidad nacional y tener muy presente que la idea que se enarbola, surgió excluyendo al vecino, al pariente o a quien mismo hoy se define como patriota.