Pueblos originarios

Valko: "La desmemoria arrojó a los argentinos en un pozo; tenemos que dejar de ser ese país que se pintó de blanco"

Entrevista de Lola Sánchez

Marcelo Valko es psicólogo (UBA) e investigador, especializado en genocidio indígena y en etnoliteratura. Profesor titular y fundador de la Cátedra "Imaginario Étnico, Memoria y Resistencia", publicó 14 libros y un centenar de artículos en torno a la desmemoria y contra la "historia oficial". Entre sus obras se destacan "Cazadores de Poder" (2015), "Desmonumentar a Roca" (2013), "Ciudades Malditas Ciudades Perdidas" (2012), "Pedagogía de la Desmemoria" (2010) y "Los indios invisibles del Malón de la Paz" (2007). En diálogo con El Extremo Sur, apostó a superar la idea de una Argentina blanca y homogénea que surgió a partir de "esa grieta histórica y profunda que hiere el inconsciente de la patria". Según Valko, estamos en transición "de una historia mentirosa a una historia real. De un país de ficción a un país que empieza a mirarse la cara y de pronto ve que es un país pobre".

Habla de un paradigma que comienza a quebrarse con el fin de construirnos como "un país real, no ese país trucho que se pintó de blanco". Cree que para ello es esencial que la gente piense en lugar de "dejar que el periodismo la piense". Brindó su opinión sobre los discursos de odio y el reiterado argumento que reza sobre la descendencia chilena de los mapuches. "En Argentina se pidió el ‘Nunca Más' para un período muy acotado de la historia, pero para los Pueblos Originarios es ‘Siempre Más'. Estas cosas siguen aquejándonos como país, las disciplinas me han servido para bucear de otra manera en la historia", concluye.

Usted trabaja desde la psicología y la historia, ¿qué aportan estas disciplinas al estudio del genocidio contra los Pueblos Originarios?

La psicología busca sondear en el inconsciente, busca una sintomatología que provoca determinadas conductas. La historia, en el fondo, hace lo mismo, investiga el pasado para poder explicar el presente. Pienso que ambas cosas se tocan, y lo vengo haciendo desde hace muchísimos años. El psicoanálisis bucea en el inconsciente, la historia bucea en el inconsciente del país. Como argentinos y latinoamericanos nos han ocultado tantas cosas; hay tantos recuerdos encubridores que te conducen a patologías que se reiteran en nuestros países. Es necesario sacarlas a la luz, develarlas frente a los que hacen culto a la amnesia, contra la historia oficial, con su desmemoria. Han arrojado tantas cosas a los márgenes, y sin embargo están ahí, latentes. Eso provoca muchísimo daño y dolor que va quedando a través de distintas generaciones, generando por ejemplo que en este país la gente no crea en la justicia. Eso es un síntoma. Hay montones de episodios que quedaron fuera de la justicia, como es el caso de los Pueblos Originarios y Afrodescendientes. En Argentina se pidió el "Nunca Más" para un período muy acotado de la historia, pero para estos colectivos es "Siempre Más". Estas cosas siguen aquejándonos como país, las disciplinas me han servido para bucear de otra manera en la historia.

¿Cree que el argentino niega su identidad como latinoamericano? Especialmente a raíz de expresiones como "los argentinos venimos de los barcos".

Los argentinos no se consideran sudamericanos. Nosotros nos consideramos un apéndice perdido de Europa en medio de oscuridades paraguayas y bolivianas. El presidente Fernández lo verbalizó de modo perfecto, aunque no es culpable cuando dijo que los mexicanos salían de los indios y los brasileños de la selva. Él simplemente verbalizó un imaginario nacional que cree eso, que todos los argentinos venimos de los barcos y de pronto llega algún indio que de seguro ha de ser mapuche-chileno. Es un silogismo: el originario es extranjero. Cuando vas a otro país sudamericano miran a los argentinos con otros ojos. A mí en Colombia me dijeron: "no parecés argentino". Era como un elogio, pero es triste que te digan que no parecés argentino porque no sos soberbio, no venís a bajar línea y ser el argentino sabiondo en medio de los sudacas. El tema es que si un argentino va a España es sudaca, si va a Estados Unidos es latino. No somos europeos. Somos sudacas, y tenemos que aceptar nuestra geografía. Basta con ir a la Estación de Constitución o a Retiro para ver que no somos noruegos. Vivimos en la fantasía de que bajamos de los barcos. Lo cierto es que muchos bajaron, muchos estaban acá y la mayor parte se mezcló. Uno debe aceptar su realidad, porque si no vivimos en ese país que inventó el dulce de leche, la birome y lo tiene a Messi, y eso no existe. Nosotros debemos intentar salir de este pozo, este laberinto en el que nos arrojó la desmemoria.

¿En qué términos definiría el presente que atravesamos en relación a la situación de los Pueblos Originarios y la recuperación de la historia?

Siempre uso una frase de Bennedetti: "Lento, pero viene". Estamos en un momento de transición de una historia mentirosa a una historia real. De un país de ficción -como tanto le gustaba decir a Borges- a un país que empieza a mirarse la cara y de pronto ve que es un país pobre. El famoso país del trigo y las vaquitas ya no existe. El pan cada vez está más lejano y los asados que antes comían los obreros se volvió un lujo. El país empieza a advertir que estamos en una geografía sudamericana y somos pobres. Tenemos una enorme cantidad de población bajo la línea de pobreza e indigencia. Tenemos que mirarnos verdaderamente, saber quiénes somos, en qué condiciones estamos. Si no, vamos a seguir pensando que inventamos el dulce de leche y tenemos la avenida más larga del mundo; es una tontería.

¿Cree que ese proceso ya está en marcha?

Poco a poco eso está sucediendo. En el último censo apareció la pregunta sobre la descendencia originaria y afro. Fue de una manera tímida, pero el tema empezó a ingresar. De pronto se juzgó la matanza de Napalpí, de 1924. Tardaron 98 años en juzgar y condenar al Estado Nacional por una matanza de lesa humanidad. Un taxista me dijo recientemente: "Valko, es muy lindo todo lo suyo, pero tarda demasiado". Esto es lo primero que tenemos en el horizonte jurídico. Son 98 años, es una injusticia, porque el caso estaba claro. Antes de esto no teníamos jurisprudencia. Hay matanzas anteriores, como la de San Javier en 1904, que relato en "El Malón que no fue". Empiezan a suceder cosas que son auspiciosas. Mi libro "Desmonumentar a Roca" está agotado. El editor me dijo "hace 30 años el título era impensado", y ahora el libro está agotado. Eso quiere decir que empieza a haber un público que difunde temas que antes no existían en el horizonte social. Es el momento en el que el paradigma empieza a quebrarse y surge otro.

¿Qué opina sobre el argumento en torno a la descendencia chilena de los mapuches, frecuentemente utilizado en discursos discriminadores?

Entiendo a la gente tendenciosa del periodismo, o de otros órganos de poder, que utiliza eso de "los mapuches son chilenos, que vayan a Chile y hagan sus reclamos", pero no deja de ser curioso cómo un pueblo nómade como los mapuches de pronto se estableció. Esta gente estaba ahí antes de que se trazara la frontera, es así de sencillo. La Constitución reconoce que son Pueblos Originarios preexistentes, esa es la palabra mágica. Es muy interesante que en Chile se hable de los "mapuches argentinos"; usan el mismo silogismo que viene de la época de Estanislao Zeballos. Él fue quien dijo que los tehuelches que nacieron de este lado son buenos, y los mapuches del otro lado son malos, como si el territorio tuviese propiedades maléficas y benéficas.

Es bastante traído de los pelos, pero funcionó para la élite y sigue funcionando para mucha gente que no se detiene a pensar. La gente está muy atosigada por la situación económica. No tiene tiempo para pensar y deja que la piensen. Deja que el periodismo la piense. Pensás o te piensan. Siempre va a haber gente dispuesta a pensar por vos. Debemos reconocer que no somos un país homogéneo, somos un país heterogéneo. Lo diferente no nos tiene que asustar y sin embargo nos asusta. Le asusta a la elite. A ese país homogéneo que no existe. Si vas a Jujuy, hay más afinidades con Bolivia que con Buenos Aires.

¿Qué tiene para decir sobre la idea de que personajes como Roca eran "hombres de su tiempo" y pueden escindirse de la crítica de los historiadores del presente?

A mí y a Bayer nos criticaban mucho diciendo que es injusto lo que hacemos porque miramos con los ojos del presente el accionar de un hombre de su tiempo, como si en 1880 todos fueran genocidas, repartían niños introducían la neoesclavitud, violaban masivamente a las mujeres, hacían latifundios. Yo siempre pongo este ejemplo: Videla y Walsh eran hombres de su tiempo, y tenían miradas totalmente diferentes. En la época de Roca, el mismo Sarmiento critica la corrupción del roquismo. El diario de Mitre, La Nación, habla de delitos de lesa humanidad. Uno puede pensar que lo decía por intereses políticos, pero lo dice; y de paso da datos que a la gente le resultaban espantosos. Incluso menciona al hermano de Roca, que fusiló a unos 60 ranqueles en un corral de vacas. Afirma que es una deshonra, que mancha el uniforme argentino. Eso es muy interesante; si bien Mitre lo hace para atacar a Roca, los lectores participan del repudio, porque si no el diario no se vende. El argumento de que "él era un hombre de su tiempo" es una falacia total. Si todos fuéramos hombres y mujeres de nuestro tiempo, la historia sería una meseta. La historia es más sencilla de lo que la gente cree, el laberinto de la historia oficial, este pozo donde nos han tirado, desde donde miramos todo, es irreal.

¿Considera que estos avances permitirán que los descendientes de Pueblos Originarios abracen su identidad con mayor seguridad y orgullo?

Hay que ir abriendo la grieta, que no es la de los kirchneristas y los macristas, es de lo que estamos hablando nosotros, la grieta histórica, profunda que hiere el inconsciente de la patria. Esa grieta se está abriendo y está entrando luz. Conozco abuelitas mapuches que me contaron que les decían a sus hijos que no hablaran en mapudungun. Algo similar sucedía con la gente Coya, cuando investigué para "El Malón de la Paz", siempre decían "hay que parecer argentino", "no hay que parecer indios". Ahora, en cambio, se está teniendo cada vez más un orgullo del origen, así como lo tienen los que bajaron de los barcos, españoles, alemanes, italiano. Ahora también empezamos a ver que la gente originaria tiene orgullo de sus ancestros. Uno tiene que tener orgullo de su origen, es sano, si no, te vestís, te maquillás de ese barco en el que no viniste. Como dirían los pibes, el diagnóstico más sencillo es ser "trucho". Estamos en un país que está dejando de ser "trucho", para empezar a mirarse y aceptarse. Todas esas individualidades nos van a construir como un país real, no como ese país trucho que se pintó de blanco.