Opinión

El mundo y el imperio del caos, dos sombras mortales

En este artículo el autor reflexiona sobre las dos sombras mortales que se ciernen sobre el mundo: la catástrofe ambiental y la guerra nuclear.

Por Ivonaldo Leite.

Desde hace ya bastante tiempo, se han sucedido señales muy fuertes de que las contradicciones y conflictos del sistema-mundo amenazan con desencadenar fuerzas con capacidad de generar no solamente resultados destructivos para la prosperidad, la justicia y paz social, sino también impactos análogos para la democracia y la civilización humana en su totalidad.

Como ha subrayado Chomsky[1], cuando la Unión Soviética se desintegró, Mijaíl Gorbachov propuso un sistema de seguridad a la medida del continente, y Estados Unidos lo rechazó e insistió en preservar y expandir la OTAN. Gorbachov se mostró de acuerdo en permitir una Alemania unificada que se uniera a la OTAN, lo que es una concesión remarcable a luz de la historia. Sin embargo, había una condición a respetar, es decir, la OTAN no se expandiera "ni una pulgada hacia leste", refiriéndose a Alemania Oriental. Eso fue lo que prometieron el presidente Bush I y el secretario de Estado James Baker, pero no en papel. Era un acuerdo verbal y Estados Unidos arguyó que no era vinculante. Ahora bien, el tiempo ha demostrado que eso ha sido una falsa promesa.

La OTAN se expandió hacia Alemania Oriental, y en años posteriores hasta la frontera de Rusia. Como parte de este proceso expansionista, Ucrania fue invitada a unirse a la OTAN. Tenemos así una de las variables geopolíticas de la guerra ucraniana. Dicho conflicto simboliza una nueva guerra fría, y simultáneamente modela la primera sombra a la que me refiero en este artículo: la sombra de una guerra nuclear.

Las armas nucleares constituyen una de las grandes amenazas para la humanidad, pero las potencias más importantes se resisten a abolirlas. Los planificadores en Estados Unidos explican, con mucha convicción, por qué es importante mantener estas armas. Una de las explicaciones más claras la encontramos en un documento parcialmente desclasificado de la era Clinton, creado por el Comando Estratégico (USSTRATCOM), que está a cargo de la política y del uso de armas nucleares. El documento se llama Essentials of Post-Cold War Deterrence[2] (Aspectos esenciales de la disuasión pos-guerra fría). "Disuasión", lo mismo que "defensa", es un término orwelliano que se refiere a la creación y al ataque. En el documento se explica que las armas nucleares proyectan su sombra sobre cualquier crisis o conflicto, y que por lo tanto tienen que estar a disposición y estar listas para uso.

Una parte del informe se titula "Mantenimiento de la ambigüedad», y dice "que si el adversario sabe que disponemos de ellas [de las armas nucleares], y que podemos usarlas, debería echarse atrás." Subraya que la posibilidad de que Estados Unidos pueda convertirse en irracional y vengativo si sus intereses vitales son atacados, debería formar parte de la imagen nacional que el país proyecta, añadiendo que es beneficioso para la postura estratégica de la nación si algunos elementos [países, líderes políticos, movimientos] pueden parecer como potencialmente fuera de control.

Sin embargo, los "amos del universo" no ven que la misma existencia de armas nucleares sea una amenaza también para ellos. Así, la guerra de Ucrania es un conflicto con muchos riesgos y con la posibilidad de evolucionar hacia una situación dramática. Aunque, por el momento, sólo se ha referido a las armas nucleares de disuasión ("movilización de fuerzas de disuasión"), y no a las armas nucleares "estratégicas".

En cualquier caso, el riesgo de un desastre real con armas nucleares hoy es mayor que durante la antigua guerra fría debido a la amenaza del terrorismo nuclear y a las guerras regionales. Uno de los principales peligros proviene del programa de modernización de fuerzas nucleares de los Estados Unidos iniciado durante la presidencia de Barack Obama. La capacidad de exterminio total en EEUU se ha multiplicado por tres[3]. Esa situación deja una sola opción a los enemigos de Wáshington, es decir, recurrir a un preventivo ataque sorpresa para asegurarse una mínima supervivencia. Eso significa que, en un momento de crisis, de los cuales hay demasiados, los estrategas rusos puedan concluir que, sin una razón disuasoria, su única esperanza de supervivencia sea un primer ataque, lo cual significaría el final de todos nosotros.

La segunda sombra que atemoriza a la humanidad es la sombra del calentamiento global y el cambio climático. Mientras que la desigualdad económica, la ausencia de crecimiento y de nuevos puestos de trabajo y los niveles de vida en descenso se han convertido en características de las sociedades avanzadas contemporáneas, el desafío del cambio climático plantea una amenaza real para el planeta en su conjunto. De esa forma, entre científicos, parece que se ha llegado al consenso de que el calentamiento global y el cambio climático representan un peligro terrible para el planeta. Si persisten las tendencias actuales, el resultado será catastrófico en poco tiempo. Grandes partes del mundo se convertirán en casi inhabitables, y eso afectará a centenares de millones de personas.

La comunidad científica ha dado por sentado que hemos entrado en una nueva era geológica, el Antropoceno, en la que el clima de la Tierra se ve radicalmente modificado por la acción humana y da lugar a un planeta muy diferente, uno que tal vez no pueda sustentar la vida organizada humana de ninguna forma que pudiéremos tolerar. Hay razones para acreditar que ya hemos entrado en la Sexta Extinción, un período de destrucción de especies en una escala masiva, comparable a la quinta de hace 65 millones de años, cuando tres cuartas partes de las especies de la Tierra quedaron destruidas, según parece por un gigantesco asteroide.

Hace ya bastante tiempo que estudios apuntan a una subida de las temperaturas. Los avisos que se han venido dando desde hace décadas por científicos ya no son solo teóricos, puesto que el hielo terrestre se funde y el nivel del mar aumenta. El dióxido de carbono atmosférico está creciendo a un ritmo sin precedentes en los registros geológicos desde hace 55 millones de años[4]. La preocupación es que el calentamiento global, amplificado por las respuestas a la fusión del hielo polar, la liberación de metano por el permafrost y los fuegos forestales extensivos, puede hacerse irreversible, con consecuencias catastróficas para la vida en la Tierra, lo que incluye a los humanos.

Por lo tanto, dos sombras mortales se ciernen sobre el mundo: la catástrofe ambiental y la guerra nuclear. Sin embargo, es necesario tener presente aquella célebre frase del novelista francés Romain Rolland, que muchos atribuyen erróneamente a Gramsci: ejercitar simultáneamente el pesimismo de la razón y el optimismo de la voluntad. En el caso de las armas nucleares, sabemos cuál es la solución, es decir, librarnos de ellas, con medidas adecuadas, lo que es técnicamente factible. En el caso de la crisis ambiental, parece que todavía queda tiempo para evitar las peores consecuencias, pero eso requerirá acciones que van mucho más allá de las que están tomándose actualmente.

Ivonaldo Leite es sociólogo y profesor en la Universidad Federal de Paraíba (Brasil).

Notas

[1] Chomsky, Noam y Polychroniou, C. J., Optimism over despair: on capitalism, empire, and social change, London: Peguin Books, 2017.

[2] Disponible en: https://www.nukestrat.com/us/stratcom/SAGessentials.PDF. Consultado en 16 de julio de 2022.

[3] Chomsky, Noam y Polychroniou, C. J., op. cit.

[4] Ibibem.

Fuente: Rebelión