El país

Valeria Salech: "El cannabis fue legal durante 5.000 años y se prohibió hace 70 en EE.UU. para el control social"

Entrevista de Lola Sánchez

"Creemos que con formación, paciencia y amor se puede crear una conciencia, una sociedad más madura, que pueda entender las razones del prohibicionismo y la necesidad de re-legalizar el cannabis y entender por qué durante 70 años creímos que una planta nos podía lastimar", destaca Valeria Salech, fundadora y presidenta de la ONG Mamá Cultiva. Gracias a la lucha de algunas organizaciones se sancionó la Ley de Cannabis Medicinal (N° 27.350) y se estableció un marco legal para su producción y la legalización de compra de semillas con fines medicinales.

El grupo está compuesto mayoritariamente por madres que practican el autocultivo para atender su propia salud o la de sus hijos. Valeria, por su parte, lleva casi diez años cultivando su cannabis. La ONG incorpora una perspectiva de salud comunitaria, de género y anti-prohibicionista que acompaña el cambio de paradigma hacia la "re-legalización" de una planta que fue legal y usada con fines terapéuticos durante miles de años.

Salech cuenta que, a partir de la ley sancionada durante el macrismo -a la que describe como "agridulce"- "logramos cierta legitimidad, eso nos hizo crecer un montón. Estuvimos disfrazadas del Estado dándole respuesta a la gente que no sabía a quién recurrir para averiguar sobre los usos del cannabis".

Reconoce que "va lento porque se construyó un prejuicio, un miedo y una herramienta de control sobre las personas usuarias; es difícil de revertir porque está culturalmente instalada la prohibición". Explica que el cannabis les permitió problematizar algunos aspectos naturalizados en la sociedad relacionados a la salud pública, los cuidados y la formación. "Hay una guerra contra las drogas que perdió más personas en la guerra que las drogas actuando sobre las personas. Es tan ridículo como eso", opina.

Además del autocultivo, el cannabis representa para ellas una posibilidad de tejer lazos amorosos y "hacer salud en comunidad": "Pese a que el Estado nos debe muchas respuestas a quienes cuidamos".

¿En qué momento y de qué manera inició Mamá Cultiva en tanto organización?

Nace en 2016, cuando la diputada Diana Conti presentó un proyecto para despenalizar la marihuana con fines terapéuticos. Asistí al Congreso en esa ocasión y me encontré con que había un montón de gente -muchas mujeres, madres, cultivadores, médicas, etc. - que no estaba organizada en el movimiento cannábico. Sin conocerlos, les dije que teníamos que armar algo. Nuestra idea era armar una organización cannábica, pero con perspectiva de salud. Se armó con una fuerte presencia de madres, cultivadoras y cultivadores, compañeras profesionales de la Salud. Después logramos la Ley 27.350, pero siempre fuimos un colectivo de gente que cultiva para su salud y que lucha por ampliar derechos.

¿Qué balance hacés de estos siete años?

A finales de 2016 se trató la Ley de Cannabis Medicinal en Diputados. No era la ley que queríamos, pero es lo que nos permitió el macrismo en ese momento. Aprobaron una Ley orientada a la investigación. Nosotras no pedíamos investigación, ya usábamos el cannabis para nuestra salud, lo que pedíamos era un marco de legalización para lo que hacíamos. La Ley tenía un sabor agridulce. Nos permitió legitimar lo que hacemos pero no legalizó nada. Después quedó como letra muerta durante muchos años en la cual no se aplicó, nunca tuvo presupuesto, no se reglamentó. Fueron cuatro años muy difíciles. Seguimos con esto que supimos construir, siguió funcionando la legitimación, fue creciendo, se armaron redes, aparecieron más organizaciones, empezamos a estar en medios. No logramos legalidad pero sí cierta legitimidad, eso nos hizo crecer un montón. Estuvimos disfrazadas del Estado dándole respuesta a la gente que no sabía a quién recurrir para averiguar sobre los usos del cannabis. Construimos mucho.

¿El escenario mejoró con el cambio de Gobierno?

A partir del cambio de gobierno, con otra voluntad política, se avanzó mucho más, se reglamentó la ley, y esto incluyó el autocultivo, el cultivo para terceros, la incorporación de las organizaciones. Hace un mes aproximadamente se logró incorporar un producto de cannabis, el cannabidiol, al programa RemediAr, que garantiza un acceso real de salud desde el Estado para quienes necesiten. El camino sigue y es larguísimo.

¿Se les dificultaba el acceso al cannabis antes de las regulaciones actuales?

Desde Mamá Cultiva nuestra bandera siempre fue la del autocultivo, nunca fuimos a pedir que nos den aceite. Siempre es y será la posibilidad de hacer el cannabis con nuestras propias plantas de manera legal. El problema del acceso lo tenemos resuelto siempre, necesitábamos que fuera legal para que se democratizara. Además del autocultivo, se debe generar, como se está buscando ahora, una producción de cannabis estatal que llegue a la gente. Pero nuestra bandera es la del autocultivo, es la manera que tenemos, desde hace muchos años, de resolver el acceso a esta terapia.

¿Atravesaron problemas con las Fuerzas de Seguridad?

Han pasado por nuestra organización muchas personas que fueron allanadas, con mucho miedo. Somos una organización con perspectiva de género justamente porque la mayoría de las que se acercan son mujeres, que cuidan porque tienen al marido con Parkinson, a la tía con artrosis, al hijo con epilepsia; con ese mandato del cuidado que por lo general tenemos las mujeres. Eso genera una doble estigmatización: muchos maridos o ex maridos pueden usar como excusa el hecho de que ellas cultivan cannabis para extorsionarlas. Por eso era tan importante lograr la reglamentación. Fue un trabajo conjunto entre organizadores, investigadores del CONICET, diputadas y diputados que ya venían trabajando el tema, y la Mesa del Programa de Cannabis en el Ministerio de Salud. Logramos una reglamentación que nos representa. Nuestro mayor impulso fue siempre salir de la clandestinidad y de ser perseguidas.

¿Por qué crees que este proceso tardó tanto? ¿Tiene que ver con intereses políticos o con prejuicios?

La planta tiene cinco mil años de historia, se prohibió hace menos de 70 durante el gobierno de Richard Nixon por razones políticas, económicas y de control social. Sigue existiendo un Estado que castiga un consumo que no es peligroso para la salud sino que es una herramienta terapéutica. Cuando se prohibió la planta de cannabis, se le prohibió a la población mundial tener una mejor calidad de vida. Se negaron las propiedades de la planta. Ahora frente a la evidencia científica en todo el mundo estamos viviendo un proceso de re-legalizacion. Va lento porque se construyó un prejuicio, un miedo y una herramienta de control sobre las personas usuarias; es difícil de revertir porque está culturalmente instalada la prohibición. En general somos anti-prohibicionistas. Creemos que con formación, paciencia y amor se puede crear una conciencia, una sociedad más madura, que pueda entender las razones del prohibicionismo y la necesidad de re-legalizar la planta, a entender porque durante 70 años creímos que una planta nos podía lastimar.

Ustedes también reafirman el valor de hacer circular la información mediante la concientización, los talleres y cursos.

Nuestro motivo de vida es la socialización de todo lo que sabemos, en materia de cultivo como la planta en sí, sus usos y beneficios. La planta nos hizo ver un montón de cosas. Nos hizo ver esto, que la prohibición no sirve para nada, en ningún aspecto, no es pedagógico, no es amoroso. Hay una guerra contra las drogas que perdió más personas en la guerra que las drogas actuando sobre las personas. Es tan ridículo como eso.

¿Les permitió ver con otros ojos el sistema de Salud actual?

Nos abrió los ojos sobre muchas situaciones. También problematizamos un sistema de salud que no acompaña las decisiones de los pacientes, que es verticalista. Los usuarios de cannabis se ven en la necesidad de no decirle que usan cannabis para que no los "reten". Humanamente no está bien. Empezamos a ver estas desigualdades dentro del consultorio. Todo se puede cuestionar, mejorar y sobre todo humanizar.

¿Considerás que los movimientos cannábicos proponen otra cultura y otras lógicas más solidarias?

Vamos por la salud comunitaria, es nuestra línea de trabajo, tejer redes, acompañarnos. La mayoría de nosotras son mujeres que cuidan, que están separadas, divorciadas o viudas, son personas que se sienten solas y están al cuidado de alguien, que de a poco se van retrayendo de la sociedad. Van saliendo de la sociedad, pasan a ser ciudadanas de segunda, capaz que una mamá con un nene con discapacidad deja de salir con amigas porque tiene que cuidarlo, se deja a sí misma. Pese a que el Estado nos debe muchas respuestas a quienes cuidamos, el hecho de poder acompañarnos es terapéutico, hacer salud en comunidad es terapéutico. Lo que hacemos es salud comunitaria, tejer lazos, sostenernos, contenerse, por más de que no tengamos una solución para los problemas, por lo menos no estamos solas.

¿Cómo ves el panorama del acceso a largo plazo tras la última sanción del Gobierno que legaliza la compra de semillas, esquejes y plantines? ¿Tenían dificultades previas con la compra de semillas?

Costaba mucho, se tenían que importar de otros países, no pasaban por la aduana, se pagaban en moneda extranjera. En Argentina hay cultivadores de más de 30 años que vienen trabajando con cannabis y tienen el saber para poner a disposición de la gente diferentes variedades de plantas y de gran calidad. Venimos acompañando ese proceso; no es que llegás a la ley y ya está. Después hay que seguir trabajando para que se implemente. Con el REPROCANN pasó eso. La aplicación de la Ley de Cannabis Medicinal está en construcción continua, empezó a funcionar, se cayó, funcionó de nuevo, se mejoraron los errores. Ahora van a incorporar a las organizaciones, veremos cómo impacta eso. Una vez que se implementa hay que ir acompañando y perfeccionando. En la Ley de Producción estuvimos muy cerca también, en la confección y ahora en la implementación. Queremos asegurarnos de que sea justa la implementación con quienes venimos poniendo el cuerpo a esta causa. Que no sea cosa que se la queden cuatro o cinco empresas la producción y se queden afuera quienes más sufrieron, pusieron en riesgo su libertad y su vida en la lucha. Por suerte, se vienen dando estos procesos, hay que ver si se puede sostener en el tiempo, es una construcción continua.

Frente a este panorama, ¿cuáles son los reclamos actuales más urgentes?

Lo más urgente es seguir de cerca cuál va a ser la implementación de la Ley de Producción. Otro tema fundamental es la formación. Venimos exigiéndola a todos los Ministerios, y no nos han escuchado. Si tenemos el cannabis legal pero el policía, el juez o el fiscal no se enteran, es un problema. Es transversal a la justicia, al Sistema de salud, las fuerzas de seguridad y el Ministerio de Educación. Es un cambio de paradigma muy grande, estamos pasando de A a Z, hay que dar los pasos para llegar, y la única manera es de formar es desde el Estado. Que la gente no tenga el problema de que justo se cruzó con un policía que no sabía del REPROCANN. Que no sea una lotería, que sea una política de Estado. Para eso hay que formar, y hay que formar formadores. Hay que llevar el cannabis a las facultades de Medicina, Abogacía, Trabajo Social y Psicología. Hay que empezar a contar que estamos frente a este cambio de paradigma. La deuda del Estado ahora es poder formar transversalmente a todas las instancias del gobierno.