Política

¿Nadie se ocupará de los perdedores?: peronismo en retirada, la herencia de Arcioni y las aventuras de Luque y Torres

Director

Con el peronismo en retirada y la derecha afilando sus fauces de titanio, ¿quién se hará cargo de los perdedores absolutos, aquellos que abandonaron cualquier esperanza, y para quienes palabras como "democracia" o "sociedad" suenan a estafa? La clase política se fagocita a sí misma ignorándolos, utilizándolos como variable de ajuste y en definitiva entregándolos a los reaccionarios que -como Milei- cosechan adherentes por miles entre chicas y chicos de la generación de cristal. Los ultra jóvenes no diferencian a nadie dentro del eje del mal que constituye la "casta política", ni hacen distinciones entre Macri o Cristina; detestados por igual.

Alberto Fernández no es una decepción, sino un gesto agónico y patético del peronismo que no parece peronista ni siquiera en sus desaciertos. No tiene dignidad ni para equivocarse. La debacle económica y social argentina no la causó Fernández, apenas la continuó, pero su anomia solo deja lugar a la histeria y a un clima de derrota profunda.

El sueño de muchas y muchos militantes -en especial de la generación que roza los cuarenta años- de que CFK juegue su "último Mundial", como escribió el siempre lúcido Diego Genoud, podría ser un gesto final digno del peronismo, incluso en la derrota. Permitiría una retirada ordenada y no el desbande total. Es altamente posible que eso no ocurra, como advirtió Máximo.

Quemar las naves

La única chance de que Cristina decida quemar todas sus naves sería que el Poder Judicial la acorrale definitivamente, sumando Lawfare, persecuciones, operadores a sueldo y algunos escrutinios posiblemente reales.

Si la ex Presidenta conjura los ataques del dispositivo político-jurídico y mantiene el confort de sus fueros en el Senado, posiblemente se llame a un largo silencio estratégico. Eso sí, la conducta errática y temeraria de Alberto puede lograr que este gobierno termine en una tragedia, con muchos muertos por acción u omisión.

Por ahora, la máxima aspiración albertista parece ser disfrutar la tregua que promete el Mundial de Fútbol. Espera con fervor que la gente se distraiga comprando televisores y sofás en 30 cuotas y que ponga en Messi todas sus expectativas existenciales.

Diciembre fue siempre un mes cruel, plagado de demandas, movilizaciones y conflictos, y el gobierno aguarda rezando que tras la final del 18 de diciembre en Qatar no quede tiempo para ningún estallido. Salvo para que las clases populares salgan a hacer las compras de Navidad, también en 30 cuotas o con los refuerzos de ANSES.

Volver al territorio

La ausencia de rumbo y liderazgo de este gobierno provocó que buena parte de los dirigentes peronistas se refugien en sus propios territorios. Es lo que hacen los líderes de ciudades y provincias cuando ven que arriba no hay nada y se proponen resistir para preservar el poder local.

Como esos ministros bonaerenses que le renunciaron al Presidente para dar pelea en sus lugares de origen, muchos peronistas de todas las provincias se preparan para lo peor y buscan conjurar el peligro con su propia estrategia y su propia caja.

Una potencial ola nacional que beneficie a Rodríguez Larreta o a los extremistas Macri, Bullrich y Milei podría arrastrar a los peronistas variopintos a una derrota, como indican elecciones anteriores donde la boleta nacional hizo ganar a candidatos impensables. Así ocurrió, por ejemplo, cuando Jorge Aubía arrebató la intendencia de Comodoro Rivadavia al feudo del peronismo, tironeado hacia arriba por el fugaz fenómeno electoral del FrePaso.

Luque y los frentes de combate

Gobernadores, aspirantes a gobernadores e intendentes constataron que no hay una brújula nacional, y que tendrán que arreglárselas en soledad.

En esa situación se encuentran candidatos casi cantados e "ideales para refundar el peronismo" como el intendente comodorense Juan Pablo Luque y el designado para sucederlo, el contador todo terreno Germán Issa Pfister que fue capaz incluso de emprolijar las cuentas del Linares intendente.

Aunque Luque se mantiene críptico en público, en él se va haciendo carne una verdad. Para tener chances reales de ser gobernador deberá enfrentar el legado ambiguo de Arcioni -esperando que no se convierta en un abrazo mortal para sus pretensiones- y la aventura sin límites de Nacho Torres, cuyo acceso directo a Larreta, Macri y Bullrich lo colocan en una posición expectante.

A Luque le conviene más la orfandad de apoyo nacional -ya que viene con el efecto envenenado de un desastre anunciado- y la distancia con Arcioni que una foto en la que entren todos.

Torres en la fisura

Torres se cuela en las fisuras multiplicadas de la gestión Arcioni, se atreve a hacer asistencialismo en pueblos abandonados de toda atención estatal nacional y provincial y gana visibilidad nacional con el objetivo de que la jerarquización que le prodiga Larreta se refleje en el espejo de Chubut y lo convierta en un candidato respetable para el establishment. En el Valle esa percepción está más avanzada que en el Sur de la provincia.

A Torres lo avalan la ola furibunda de la derecha y su desparpajo sin ataduras conceptuales, adaptable a lo que vaya surgiendo. Él se permite no solo cultivar el vínculo intenso con los restos del dasnevismo -gente con recursos para el daño y la obstrucción, formados en el manejo de cajas y resentidos con lo que sufrieron tras la muerte de su jefe y los coletazos de la red corrupta de Correa- sino también con César Treffinger, un outsider de la política que puede, si no ganar, quizás convertirse en árbitro de una elección como la de 2023, sin pronóstico definitivo.

Arcioni y los politólogos nórdicos

El legado de Arcioni es, para el peronismo de Chubut, un tema digno de politólogos nórdicos. A partir de la decisión del dedo de Das Neves -cuyo extraordinario período de poder casi absoluto durante 12 años en Chubut quedó marcado para siempre por la corrupción-se las arregló para subsistir. No solamente eso: después le ganó una elección provincial a un presunto "pesado" como Carlos Linares.

Arcioni pasó todos estos años casi en puntas de pie. Cuando la provincia estallaba, se llamaba a silencio y se refugiaba en Recoleta. Así aguantó la ola de conflictos gremiales y el rechazo a la megaminería. Ni el incendio de la Casa de Gobierno lo alteró, y a la mañana siguiente caminó cual cronista de CNN por los restos de lo que parecía un bombardeo. Iba de elegante ropa casual, en jeans y sin corbata, solo acompañado por su inseparable jefa de Medios, Vanesa Abril, a quien ahora probablemente premiará colocándola en la lista loteada de legisladores provinciales.

Como socio incómodo de los "verdaderos" peronistas, a todos los fue enlazando en sus redes, sacándose fotos con prácticamente todos, meneando como un Rolex su amistad con Massa y colocando su elegante figura en cuanta reunión de gobernadores fuera convocada.

Algunos, como Linares, pedían su cabeza en el Instituto Patria, pero fracasaron. El resto se limitó a esperar que se cayera solo, algo que jamás ocurrió. Otros, como los hermanos Sastre, eligieron convivir sin obedecer, y sacaron más réditos. Todos comparten ahora luna frágil barca que la sociedad mira con indiferencia: ni se hunde ni avanza.

Legado para uno

Los méritos de resiliencia de Arcioni son incuestionables. No alcanza ya con citar la protección absoluta que le prodiga Masssa desde siempre ni su lógica indescifrable pero eficiente.

El problema surge a la hora de analizar su legado. El peronismo no tiene mucho que ostentar luego de estos años oscuros en Chubut, pero tampoco hizo nada para dejar de flotar en el guiso que Arcioni revuelve dotado de un impecable guardapolvo Gucci. Es probable que el legado de Arcioni, además del mérito de mantenerse durante seis años y colocar su foto en el pasillo noble de Fontana 50, beneficie a uno solo: el propio Arcioni.

De acuerdo al devenir de Massa, su discípulo ocupará una banca o viajará sin culpa hacia algún destino soñado. En Chubut quedarán los peronistas con las banderas chamuscadas, intentando explicar a la sociedad que en realidad ellos no fueron del todo dasnevistas ni arcionistas ni tampoco albertistas. Y que tienen un plan sustentable para sacar a la provincia del lugar en que se encuentra, más cerca del Nacional B que de la Champions League.

Sísifo en el sur

En materia económica y social, la provincia tiene una potente deuda interna -esos perdedores citados al comienzo nunca fueron atendidos mientras se desbarrancaban durante y después de la pandemia- y arrastra una deuda contante y sonante que contrajeron Das y Neves y Buzzi, y que Arcioni acrecentó. Ese condicionamiento, para el Luque o Torres que pueda venir después, será como la piedra de Sísifo. En el mito griego, los dioses habían condenado a Sísifo a transportar sin cesar una roca hasta la cima de una montaña, desde donde la piedra volvía a caer por su propio peso.

La cuestión es que a la vista no hay un choque de modelos, ni en cuanto al reparto de la renta hidrocarburífera ni tampoco en cuanto a la elaboración de un plan que logre atacar a la pobreza en una provincia que menea su riqueza. Cuando una gran petrolera convoca a la fiesta, todos acuden a sonreír para la foto.

La Matrix

Si Arcioni representa el modelo de Massa y Torres el de Larreta o Macri, no hay demasiado espacio para un debate. Todos acuerdan en los principios de la Matrix: ajustes, privilegios para las empresas y más "sacrificio" para los perdedores de la meritocracia. Al fin y al cabo, recogen la frase impecable de Jameson: las élites del mundo lograron que podamos "asumir la posibilidad del final del planeta, pero no del capitalismo".

¿Cómo harán para diferenciarse aquellos que, como Luque, necesitan elaborar un discurso creíble en medio del escepticismo? ¿Podrá alguno de los nuevos dirigentes sugerir amablemente al oído de los CEOS que dominan la economía provincial que piensen en repartir un fragmento más de la renta?

Luque y Torres parecen picar en punta, más allá del fuego amigo de peronistas y radicales que quieren hacerle pagar la candidatura a cada uno de ellos con puestos en Rawson, bancas en la Legislatura y cotos de recaudación. Si quieren avanzar, tendrán que ceder.

Sin embargo, hay que tener cuidado con el desdén extendido hacia el outsider que es Treffinger. Aunque saltó de la crítica inicial al apoyo fervoroso hacia Milei, cultiva a un público al que la verdad le importa muy poco; salvo el mandato religioso.

No es innovador, pero repite de alguna manera el esquema de Bolsonaro. Exhibe un discurso básico y crítico contra la clase política y cultiva el silencio preventivo-rechazó insistentemente un pedido de entrevista de El Extremo Sur- pero cuenta con la financiación casi interminable de sectores evangélicos.

Los perdedores absolutos

Demasiados ciudadanos consideran anacrónico que se formule la pregunta del comienzo, acerca de quiénes se ocuparán realmente en un futuro próximo de los perdedores absolutos del sistema. Nadie se interesa demasiado por ellos, y menos los "ganadores radicales", esos que aprovechan la desigualdad estructural de la sociedad para enriquecerse más.

Hans Magnus Enzensberger (1) señaló que "a muchos profesionales el perdedor radical les sirve de objeto de estudio y medio de vida" e incluye entre esos beneficiarios a políticos, psicólogos sociales, trabajadores sociales, criminólogos, etc. Sin embargo, hasta ellos empiezan a notar que los perdedores se vuelven invisibles y de difícil acceso, al menos hasta que estallan. Son "durmientes" que -como los que atacaron a la vice presidenta- un día salen a la superficie provocando espanto.

La democracia -cuya calidad institucional está en duda más allá de películas "blandas" como 1985- está conviviendo con centenares de miles de perdedores, y nadie sabe cómo reaccionarán si los ganadores siguen contando éxitos ante sus ojos y predicando la necesidad de "prepararse para la derrota y la frustración". Lo de Milei puede ser lo de menos.

La derecha come de todo y avanza imperturbable por el mundo. Lo que llamábamos históricamente "izquierda" quedó acorralada, porque esta época de "humanitarismo neoliberal post totalitario no percibe el pasado como un tiempo de revoluciones, sino más bien como una era de violencia", como escribió Enzo Traverso (2).

NOTAS

1. ENZENSBERGER, Hans Magnus (2007) El perdedor radical, Anagrama, Barcelona.

2. TRAVERSO, Enzo (2018) Melancolía de izquierda, Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires.