Patagonia

Infancias y adolescencias vulneradas por la violencia: cómo trabajan en Espacio Mujica

Por Lola Sánchez

Luciana Robledo forma parte del Espacio Comunitario Carlos Mugica desde hace aproximadamente ocho años. El lugar nació en 2008 en el Barrio Comipa como un espacio de fortalecimiento de derechos y autonomía para niños, niñas y adolescentes. Tras la pandemia, el número de chicos que encontraron allí un lugar de pertenencia se acrecentó: de 50 chicos pasaron a reunir unos 100 cada fin de semana. La mitad tienen de 5 a 12 años y el resto son adolescentes.

Atravesados por las violencias, las vulneraciones de derechos y un mundo adultocéntrico, buscan fortalecer la posición de las infancias y los adolescentes: "Vemos que los chicos han aumentado su nivel de participación, su posibilidad de expresarse y posicionarse en otros lugares como alguien que sabe defender sus derechos".

Robledo reconoce la falta de espacios de expresión como "un problema grande": "Tenemos una forma adultocéntrica de ver el mundo, que cree que lo que sienten los chicos no importa, lo piensan ahora y ya está. Y no es así. Cuando conversamos con ellos, vemos que tienen posiciones sumamente formadas, pueden fundamentar y debatir".

También reflexiona sobre el lugar de la periferia: "Es nuestra responsabilidad ocupar los espacios. No vamos a esperar que vengan a nosotros, vamos a ver qué hacemos para ocupar los espacios que conforman nuestra sociedad".

¿Cuál es la historia del espacio Mugica? ¿En qué situación están hoy en día?

El espacio funciona desde el 2008. Nace a partir de un asentamiento en el Barrio Comipa, donde hay muchas familias. Nació, en principio, con la idea de trabajar con niños, niñas y adolescentes en torno a la protección de sus derechos. Griselda Tejada, Trabajadora Social, hizo un fuerte trabajo en el inicio para brindar apoyo escolar y darle la merienda a los chicos, teniendo en cuenta las necesidades del barrio. Hoy en día, a más de diez años de su creación, el espacio tiene muchas actividades. Tenemos sábados recreativos, con juegos a partir de ejes temáticos como la identidad, el respeto, la no violencia, la E.S.I, la diversidad cultural. Tenemos Taller de Teatro, Taller de Cuentos. Y actualmente contamos con un proyecto de la Universidad mediante el cual estudiantes de diversas carreras dan apoyo escolar, integrándose al equipo. Hace poco concluyó un taller de oficio que se hizo en conjunto con la Universidad y Comodoro Conocimiento. Además, tenemos talleres de costura para mujeres y actividades de murga.

A raíz de la experiencia cotidiana con los chicos, ¿cuáles crees que son hoy las principales problemáticas de las infancias?

En primer lugar, muchas de las personas que participamos en el espacio transitamos otros espacios, muchos estatales, en los que tenemos contacto con otras niñeces, como docentes, coordinando otros espacios, brindando talleres. Muchos de nosotros hacemos esto en otros lugares, por lo que tenemos una perspectiva más amplia que no tiene que ver solamente con lo que vemos en el Mugica, sino con cosas que se repiten a lo largo y ancho de todo Comodoro. Una de las cuestiones más graves del último tiempo tiene que ver con la Educación y el acceso a ella, que implica muchas otras cuestiones, como la dificultad para la expresión verbal y las relaciones con otros. Es mucho más complejo que dejar de ir a la escuela y no saber leer ni escribir, que ya es un montón. El colegio, como un lugar de socialización, implica muchas otras problemáticas que quizás no se relevan como algo importante. Pero cuando mantenés contacto con los chicos te das cuenta del miedo a exponerse en público, a mantener un discurso, desenvolverse oralmente, son cosas que trabajamos.

¿Y qué pasa con las violencias? ¿Se vislumbran casos de vulneración de derechos?

Pasa en todas las instancias, pero las infancias y adolescencias son sumamente vulneradas por las violencias. No solo por los golpes, sino con todo lo que está naturalizado: los gritos, el hecho de que estén obligados a hacer tareas del hogar. Son cuestiones que están atravesadas por una cuestión de desigualdad social, de capacidad económica de las familias. Los niños y niñas deberían hacerse cargo de sus hermanos, de cocinar, de mantener sus hogares pero también entendemos que muchas veces lo hacen porque no hay posibilidad de que otra persona se haga cargo, especialmente madres y padres que trabajan todo el día. Trabajamos mucho con la violencia de género, no sólo para trabajar con estas situaciones cuando surjan. Tenemos varias compañeras que trabajan con ello, que son trabajadoras sociales, algunos compañeros psicólogos. Así que desde ese lado intentamos aportar para identificar y poder trabajar sobre eso.

¿Qué consecuencias trajo la pandemia en el espacio? ¿Se vieron en la necesidad de reconfigurar las prácticas?

La pandemia nos trajo la necesidad de acomodarnos inmediatamente para ver cómo continuar y no desaparecer el barrio. Antes teníamos muchas actividades, que con la pandemia se frenaron. Tratamos de seguir yendo todos los sábados a entregar meriendas. No teníamos tanta cantidad de chicos, eran 50 aproximadamente. Y aumentó mucho en la pandemia, llegamos a entregar merienda para 200 chicos. Cuando entregamos la merienda se acercaban muchas otras personas por la condición económica que estamos atravesando como país.Para muchos era lo único que podían comer en el día. Si no participaban del espacio, se acercaban a retirar su merienda. Se sumaron muchos chicos y chicas nuevos que pudieron conocer el espacio, lo tomaron como un lugar de referencia. Durante ese tiempo articulamos con espacios, organizaciones, vecinos y vecinas que nos ayudaron para cocinar y entregar las meriendas. Activamos la biblioteca móvil, entregamos libros que se llevaban y traían el otro finde. Queríamos que tuvieran la posibilidad de vernos si pasaba algo, charlar, descargarse.

¿Cómo creés que los afectó a ellos?

Hay otra problemática que pudimos identificar a partir de la pandemia y se relaciona con la escuela. No tienen un lugar para expresarse, hablar, ser escuchados. En torno a eso tratamos de siempre darnos ese espacio para preguntarnos cómo estaban y de qué querían hablar, en un espacio de respeto y escucha. Y que ellos puedan sentir que lo que les está pasando es importante. Muchas veces no pasa, se cree que la opinión de lxs niñxs no es tan relevante, o se piensa son chicos, no entienden lo que pasa. Y no es así, entienden absolutamente todo. Durante la pandemia vimos que estaban atravesados por el miedo, el cansancio, las inseguridades.

A lo largo de los años, ¿ves el impacto de las actividades que realizan en el crecimiento de los chicos?

Tremendamente. En los objetivos principales del espacio estaba la participación con el fin de que puedan reconocer sus derechos. Los pibes saben que van al espacio y va a haber un momento de debate, saben como es la dinámica de las actividades, y así tenemos unos 100 chicos que van. Saben que van a ser escuchados, que la actividad no se construye para ellos sino con ellos. En torno a eso, estamos trabajando mucho la participación del grupo de adolescentes, es inmensa. Prácticamente acompañamos las actividades, ellos las coordinan. Han surgido ideas que ellos hacen propias y pueden empezar a imaginar, crear, gestionar entre todos. Incluso crearon un equipo de fútbol y coordinaron con otros equipos para jugar. Ante los otros, ellos se identifican como los pibes del Mugica, son el "Mugiclub". Ahora se está coordinando una salida al Pico Salamanca. En la reunión que coordinamos con Comodoro Turismo participaron los chicos y contaron que era lo que esperaban. Participan hasta de los plenarios. En ese sentido, es sumamente claro que los chicos han aumentado su nivel de participación, su posibilidad de expresarse y posicionarse en otros lugares como alguien que sabe defender sus derechos.

¿Hacen falta espacios para potenciar la expresión de niños, niñas y adolescentes? Y en este sentido, ¿Hay discursos adultocéntricos que lo impiden?

El adultocentrismo es un problema grande, no solamente en las familias sino en todos lados. Es una forma de ver el mundo que cree que lo que sienten los chicos no importa, lo piensan ahora y ya está. Y no es así. Cuando conversamos con ellos, vemos que tienen posiciones sumamente formadas, pueden fundamentar y debatir. Hablamos sobre temas políticos, sociales, ambientales; se generan intercambios diversos y ricos que nos permiten crecer también a los que participamos. Si no das el espacio, los chicos no van a hablar. Tenés que ser ese adulto de confianza, brindar ese espacio de respeto, si uno abre ese espacio desde un lugar de hostilidad o superioridad, es imposible que los chicos te hablen y te expresen lo que sienten. Para recibir eso, tenés que dar lo mismo.

¿El Espacio les dio, de alguna manera, un sentido de pertenencia?

Tratamos de que sea así, el espacio es de todos y todas ellas. Por ejemplo, cada dos o tres meses armamos jornadas de limpieza y de orden, los convocamos desde ese sentido. El espacio es de todos y lo cuidamos entre todos. Son más ellos que nosotros. Los chicos todo el tiempo están pensando ideas para mejorar el espacio, sumar gente, hacer actividades. Habla del sentido de pertenencia y el creer que como ese lugar también es tuyo, podés construir desde ahí adentro.

También realizan actividades destinadas a mujeres. ¿Se trata de otro grupo vulnerable en el escenario local?

Tratamos de que todas nuestras actividades sean desde una mirada no adultocentrica y siempre feminista, entendemos que es transversal. Los niños y las mujeres sufren mucha violencia, sin cosas que se van sumando. Trabajamos con muchas mujeres porque el común denominador es que sean las madres las que toman la responsabilidad de los chicos. Hemos organizado eventos para el Día de la Mujer, charlas de ginecología con la Secretaría de Salud, hemos gestionado la entrega de anticonceptivos. Entendemos que para intervenir en las situaciones de los niños y niñas, hay que intervenir en las situaciones de las familias en la medida de lo posible.

¿Qué relaciones se construyen con las instituciones públicas? Particularmente con el Estado.

Tenemos relaciones con el Estado. Cuando hay que articular, se articula. En general, tratamos de que la mayor parte de las actividades sean autogestionadas o en relación con la comunidad, pero entendemos que frente a ciertas situaciones el Estado tiene responsabilidades y nosotros como organización social, como parte del sistema de protección, tenemos que hacer llegar situaciones de violencia, faltas económicas, vulneración de los derechos de lxs niñxs. En esas situaciones, generalmente elevamos las cosas donde corresponde. Por suerte tenemos compañeros y compañeros que son trabajadores sociales, psicólogos, que nos pueden acompañar en ese trayecto y se hacen cargo de acompañar a las familias. Pero la relación con el Estado desde una organización social se va construyendo, tratamos de que sea lo mejor posible, en ese sentido no somos ingenuos creyendo que hay que mantener relación en todos sus niveles. Somos conscientes de que nuestro rol principal es resguardar a los niños.

¿Cómo ves el rol de la periferia barrial? ¿Hay espacios invisibilizados por un circuito urbano concentrado en el centro?

Creo que sí, y eso acá se potencia porque estamos ubicados en una zona que nació como asentamiento, generalmente atravesada por situaciones de estigmatización, de discrminación sobre ser ocupa o migrante. Estar alejados del centro muchas veces nos deja expuestos. Desde ese lugar, tratamos de mantener contacto con el Municipio para que esto no suceda, articulando las medidas necesarias para que los reclamos se hagan escuchar, para que lleguen los requerimientos de chicos y chicas. Es nuestra responsabilidad ocupar los espacios, frente a eso estamos actuando para que los chicos puedan salir del Mugica e ir al Pico Salamanca o participar de las marchas como los chicos de las murgas. Eso tiene que ver con la posición que asume la organización de decir: no vamos a esperar que vengan a nosotros, vamos a ver qué hacemos para ocupar los espacios que conforman nuestra sociedad.