Géneros

Hiller: "Somos todxs petroleros, desde el boca de pozo hasta quien le plancha el mameluco; revisemos el rol de las mujeres"

Entrevista de Lola Sánchez

Renata Hiller es Politóloga (UBA), investigadora del CONICET y profesora de la UNPSJB. Se dedica a analizar diversas problemáticas en materia de género y derechos de la comunidad LGBTQ+. Desde 2017, integra el proyecto de investigación "Economía hidrocarburífera extractiva y relaciones de género. Trabajo femenino en la Cuenca del Golfo San Jorge" desarrollado en la UNPSJB en el ámbito del Centro de Investigación y Transferencia Golfo San Jorge del CONICET. En diálogo con El Extremo Sur, Hiller remarcó la necesidad de pensar la complejidad de la sociedad petrolera y revisar sobre todo los roles de las mujeres en el desarrollo de la industria.

Sostuvo que incluso una industria asociada a la fuerza y el trabajo físico necesita "habilidades blancas": "Requiere cada vez más de la cooperación, de las capacidades comunicacionales para el desarrollo de la actividad", afirmó. Por otra parte, subrayó el valor de las tareas de cuidado en el sostenimiento de la economía petrolera: "Es importante ver quién va a asumir esas tareas de cuidado, quién las está asumiendo, y cómo se reconocen y recompensan".

También opinó que en la actualidad persiste un imaginario social en torno al hombre petrolero, con una "lectura muy fuerte de clase". Y cuestionó el congelamiento de un "pasado idílico" ypefiano que todavía persiste en la trama social de la región.

¿De qué manera avanzan los estudios feministas en torno al petróleo, siendo un abordaje relativamente nuevo? Existen trabajos en la región que han analizado el rol de la mujer en estos escenarios históricos, pero no intencionalmente desde una óptica de género.

Quizás no todas las producciones en ese momento se definían desde una perspectiva feminista, no todas en su momento tenían en claro que estaban indagando sobre relaciones de género. Y eso tiene que ver, en general, con la trayectoria de los estudios en el campo de la Historia, con pasar de una historia de las mujeres como objeto de investigación a analizar globalmente las relaciones de género, cómo se constituyen tanto las mujeres como varones en determinada sociedad. Es cierto que estos primeros estudios, que acá son de colegas como Graciela Ciselli o Susana Torres, en cierto sentido también mostraron una de las facetas. Nosotros encontramos facetas que tienen que ver con la lectura más tradicional acerca de las mujeres, mujeres dedicadas a las tareas de cuidado, un trabajo femenino muy circunscripto a ciertas tareas en cierta edad y el matrimonio como el fin de la carrera laboral o el trabajo como una etapa meramente transicional entre la salida del núcleo familiar y el matrimonio.

También encontramos trabajos como el de Ana Infeld, que es de los 90' o principios de los 2000, donde trabaja más sobre las mujeres solas, las mujeres que estaban en el centro de la ciudad y específicamente sobre las prostitutas. La mirada feminista fue permeando también la propia trayectoria de estas investigadoras, quienes quizás inicialmente no se identificaban desde una perspectiva feminista o no habían pensado específicamente estas relaciones de género. Con el tiempo y también con los cambios en las discusiones en la historiografía y en las Ciencias Sociales, en general se empieza a adoptar esta perspectiva más relacional.

Además de la producción de nueva información, ¿la perspectiva feminista de la investigación tiene que ver también con ofrecer otros análisis en torno a datos ya existente? Por ejemplo, desde el proyecto analizaron el rol de la mujer en la industria hidrocarburífera a partir de datos del INDEC.

Sentíamos que, en muchas de las lecturas sobre la historia, por ejemplo, se traslucía una participación diferente de las mujeres en la vida económica pero que nadie se había puesto a investigar. Y de la misma manera con los datos más contemporáneos. Uno de los disparadores que nosotros en algún momento tuvimos fue una lectura del INDEC, que uno que diría son datos objetivos. Una lectura sobre la EPH (Encuesta Permanente de Hogares) -que se tradujo como título en los medios- señalaba que alrededor del 54% de las mujeres en Comodoro Rivadavia no trabajan ni buscan trabajo, en el sentido de unas mujeres totalmente pasivas. La misma encuesta lo leyó como pasividad, y en verdad remite a las tareas domésticas, que hasta hace muy poco estaban completamente invisibilizadas. Si uno toma la Encuesta de Hogares a priori, muchas de las mujeres que hacen trabajo doméstico en sus casas aparecen bajo la definición de población inactiva, porque no trabajan ni buscan trabajo. Nosotros desconfiamos bastante de esa lectura que señala la escasa participación de las mujeres, sobre todo porque identificamos que esas tareas no remuneradas también hacen a la economía hidrocarburífera.

¿Y también aportan otras actividades no relacionadas directamente con la industria?

Somos todxs petroleros en esta sociedad atravesada por el petróleo, ya sea porque uno es trabajador de boca de pozo, porque es la esposa que le plancha el mameluco. O porque desarrolla cualquier otra actividad, incluso la docencia universitaria, sea la que fuere y de alguna manera se vincula. Hay relaciones socioeconómicas atravesadas por el petróleo. Esto es lo que a nosotros nos interesa indagar y nos interesa compartir. Entonces no hay en esas relaciones posibilidad de que se definan unos si no es en relación a otros. No vamos a poder pensar en el rol de las mujeres si no es a la par del rol de los varones y si uno tiene una perspectiva feminista, en algún punto a lo que aspira es a que esos distintos lugares de varones de mujeres y eventualmente de otras identidades, puedan convivir lo más democráticamente posible, esto es con la mayor libertad e igualdad para todos. Y ahí está la orientación más ideológica, para aprender a identificar ese horizonte y después ver cuáles son los elementos que eventualmente obstaculizan eso.

¿Sería posible concebir la industria tal cual y como la conocemos hoy si no hubiese estado presente ese trabajo "secundario" de las tareas de cuidado históricamente encabezadas por las mujeres?

Lamentablemente no, indubitablemente no se podría. Eso ya tiene que ver con la perspectiva marxista feminista, trasciende las fronteras de Comodoro. No hay reproducción del capital si no es en base al trabajo doméstico, después vemos quién lo hace, si lo privatizamos en el hogar, si lo institucionalizamos en el Estado, si se lo dejamos al mercado. Pero el capitalismo requiere de ese trabajo doméstico que ahora muchos llaman de "tareas de cuidado", para pensar el cuidado en la centralidad de la vida y de la reproducción social. Específicamente lo que nosotros observamos en la industria petrolera, que es consonante con otros estudios sobre otras industrias y sobre el mundo del trabajo contemporáneo, es que además vemos que el petróleo demanda cada vez más las habilidades blandas. Incluso una industria tan dura, tan de fuerza física como es la industria petrolera, requiere cada vez más de la cooperación, de las capacidades comunicacionales, para el desarrollo de la actividad. Estas habilidades blandas se generan sobre todo en el ámbito de la socialización, en la casa, en la escuela.

Volvemos a esa idea del feminismo marxista de que las tareas de cuidado también forman parte del circuito económico.

El capitalismo requiere cada vez más de esas tareas de cuidado, no solo obreros cuyas madres alimenten, sino que aprendan a escuchar al otro, que puedan cooperar con el otro y establecer una cadena de trabajo dinámica, flexible. Es importante ver quién va a asumir esas tareas de cuidado, quién las está asumiendo, y cómo se reconocen y recompensan.

¿Esto podría estar relacionado con un imaginario social local que asocia el trabajo petrolero -y al trabajo en general- con la fuerza física, el esfuerzo, el desgaste?

Me parece que persiste ese imaginario. Por eso nosotros insistimos con esta idea de que somos todxs petroleros. Nosotros hicimos específicamente un trabajo de campo con mujeres vinculadas a la industria petrolera. Y la definición de quién es petrolero o petrolera era todo el tiempo puesta en pregunta, ni siquiera por nuestros entrevistados, sino cuando hacíamos la búsqueda de los contactos. "No, petrolera es la que está en el campo", decían. Alguno nos dijo "no, de mameluco no conozco ninguna". Les pasa también a los varones que no se dedican a la industria petrolera. Mis compañeros de la universidad a veces cuentan que sus amigos que sí se dedican a la industria, le dicen "bueno, ustedes no trabajan, un universitario con una computadora todo el día, eso no es trabajo". Hay una idea del trabajo en Comodoro asociada a esa fuerza física. Creo que ese imaginario persiste, pero también hay otros aspectos que se vienen trabajando por distintos colegas, Natalia Barrionuevo o Paola París, con los que compartimos algunos equipos, con algunas ideas que son más propias de ellos. En este sentido, está esa figura del trabajador petrolero en la que nadie se quiere colocar. Muchas veces el trabajador petrolero sirve como una especie de chivo expiatorio de todo lo que no queremos ser como sociedad. Entonces se arma como un arquetipo, como si fuera el Gorosito. Ahí ponemos todo lo feo, lo malo, para diferenciarnos, cuando a veces quizás no somos tan distintos.

Barrionuevo: "El estereotipo del petrolero sirvió como un chivo expiatorio o expresión de lo que no es deseable"

¿También juega su parte el componente de género? Pensando en la asociación del arquetipo del hombre petrolero con conductas machistas no deseables.

Siguiendo el análisis con los colegas, se observa que a veces se comparte el imaginario del trabajador petrolero como un hombre machista, que tiene ciertas prácticas estereotipadas. Hoy es una industria en donde se dan las relaciones más asimétricas y más jerárquicas. Tenemos la experiencia de nuestras propias entrevistas, esas mujeres petroleras que cuando les preguntamos por situaciones de acoso o discriminación nos contaban que en el marco de la industria no las habían tenido pero la que era docente universitaria lo había sufrido en el ámbito de la Universidad. Entonces también es fácil colocar todo eso ahí afuera, en el campo, lo que sucede en el yacimiento. Nosotros somos muy desconfiados de esas lecturas, que son un poco arquetípicas del trabajador petrolero, como si otros trabajadores no tuvieran eventualmente los mismos caracteres. En general hay una lectura muy fuerte de clase.

Además de las entrevistas pautadas, en una de las instancias del trabajo de campo le entregaron una hoja en blanco a las trabajadoras para que escribieran desde cero su trayectoria laboral, ¿tiene que ver con una decisión que tomaron como investigadorxs de privilegiar la palabra de la entrevistada?

Esto tiene que ver con decisiones de corte metodológico. Nuestras entrevistas estaban, por un lado, muy pautadas. Dentro de los métodos cualitativos hay métodos mucho más blandos. Cuando uno hace una historia de vida y entrevista en varias oportunidades a la misma persona y lo que interesa ahí sí es reconstruir las narrativas del actor. En nuestro caso éramos un poco más directivos, pero también porque éramos un poco más estructuralistas, un poco más rígidos en la información que queríamos construir con estas entrevistas. Nosotros íbamos con preguntas, pero lo que sí nos permitía esa hoja en blanco, y en la que hacíamos además eventualmente una línea de tiempo, era reconstruir la trayectoria laboral, siempre atravesada por otras dimensiones, por la familiar, por las migratorias y que de alguna manera el tiempo lo construya la entrevistada. Uno puede ir con determinados hitos históricos en la cabeza. Pero después para las entrevistadas puede haber distintos cortes significativos en sus vidas. Para nosotros era interesante ver cómo esos momentos o hiatos de la vida personal se superponen y son una manera también de vivir procesos más globales, más históricos. Nuestras entrevistadas están muy inmersas en un momento socio histórico muy particular que llamamos el segundo boom petrolero. Son todas entrevistadas que de alguna manera se incorporan o progresan en la industria petrolera en el período del 2003-2014, que es un período de auge, pero que al interior tiene momentos de crisis y uno ve esas crisis en las trayectorias personales de las entrevistas. Pero en vez de caer nosotros como con esos tiempos mercados, también dábamos lugar a que la entrevistada marque su propia temporalidad.

A días del aniversario de Comodoro, ¿te parece que como sociedad seguimos privilegiando una memoria masculinizada, muy anclada a los relatos del pasado, a esa historia homogeneizada?

Una de las vacancias de estudios con la que nos encontramos y que ninguno de nosotrxs quiso o pudo asumir -porque no venimos de la disciplina de la Historia- es el estudio del período que media entre el primer boom petrolero, la etapa del frondizismo, la llegada de empresas extranjeras y la posibilidad de nuevas concesiones del capital privado que se da entre fines de los 50, primeros 60'. Esa historia todavía no se contó. Y para nosotros esta es una vacancia. Después hay otras situaciones que no se han contado y que ya podríamos calificar como historia, porque han transcurrido 30 años. Existe una cierta historia en torno a la privatización de YPF. Ahí hay más más material, más producción, aunque observamos a esa YPF como una empresa integrada, que se hacía cargo de toda la vida de los trabajadores, lo que ya sabemos.

¿Y crees ese relato homogéneo es coherente con la estructura social del período en cuestión? ¿O podrían haberse producido tramas sociales más complejas?

Esa estructura de YPF funcionó durante un tiempo y después eso dejó de ser así, hace bastante más tiempo. Seguir manteniendo esa mirada del pasado no nos permite comprender el presente. Comprender cómo funciona hoy efectivamente la industria y ese es el punto que nos interesa. Si uno analiza los relatos sobre la vieja YPF, se ve que son muy monolíticos, es una empresa que direcciona todo y además pareciera que lo lograra, domestica a la familia. Hay que ver si es así, quizás había otras cosas sucediendo, pero el relato es siempre muy homogeneizante. Por el contrario, lo que encontramos hoy es un escenario de ese complejo petrolero, que es también una implicación de muchísimos actores, actores económicos y no económicos, empresas operadoras de servicios, pymes, sindicatos, cámaras empresariales. Hay una multiplicidad de actores que hacen a ese complejo petrolero.

¿Es necesario revisar la historia desde otras perspectivas?

Hace falta indagar. Pienso en algunas de nuestras investigaciones pendientes, como la reconstrucción de la historia de algunas empresas privadas, entender cómo fueron esos procesos de transformación, algo que nos permitiría entender más el presente y reconciliarnos también con un pasado que ya tiene que poder adquirir el carácter de historia públicamente reconocida. Lo pienso incluso espacialmente. Cuando la ciudad mira hacia el pasado y cuando reivindica su pasado, reivindica la Zona Norte, paradigmáticamente Kilómetro 3. Yo estoy muy deseosa de reivindicar la construcción de las 1008, el Barrio Industrial, cómo se fue urbanizando esa zona de la ciudad que también se da al calor de la actividad económica. ¿Cuándo vamos a contar esa historia? porque ya tiene como 40 años. Estamos hablando de la década del 80. En términos del aniversario me gustaría un aniversario que pueda reconciliarse más con sus distintas etapas del pasado y no que pregone un pasado un poco idílico, congelado. Como si no hubiera pioneros hoy. Todos los días llega gente a Comodoro que viene a forjar una historia, si eso no es ser pionero, entonces no sé qué significa.

En términos de la incorporación de mujeres a industrias históricamente masculinizadas y la dificultad de desnaturalizar, en nuestro caso, la matriz petrolera, ¿la economía hidrocarburífera en particular podría ofrecer mayores resistencias a este proceso?

Creo que no, hay muchas razones para pensarlo así, y algunas muy de las manos del diablo. Pienso, por ejemplo, en empresas que cotizan en bolsa y entonces tienen que cumplir parámetros de normas de género. Nosotros identificamos en la industria petrolera procesos de institucionalización de la igualdad de género que no hemos visto en otros ámbitos. La industria petrolera, incluso hoy en Comodoro, se pregunta sobre la incorporación de las mujeres, muchas empresas tienen protocolos para abordar situaciones de acoso y discriminación, después hay que ver cómo funcionan. Pero es una industria mucho más atenta a eso que en otros ámbitos. Me parece que la transformación entonces no tiene por qué ser más lenta.