Pueblos originarios

Apeleg/22 de febrero de 1883: el "último combate" del Ejército contra los mapuche-tehuelche fue una masacre

Por Adrián Moyano

Los dispositivos de propaganda de la última dictadura militar difundieron como "enfrentamientos" al fusilamiento de militantes ya capturados o capturadas. Igualmente, al ingreso intempestivo en viviendas cuyos moradores no tenían chance alguna de defenderse y a otros episodios similares, inscriptos en la práctica del Terrorismo de Estado. Tuvieron que pasar varios años para que el conjunto de la sociedad argentina entendiera que aquella palabra funcionó como macabro eufemismo.

Al igual que "enfrentamiento", el vocablo "combate" genera en el lector, lectora o escucha, una idea de cierta paridad. La imaginación recrea dos contendientes de fuerzas más o menos similares que se disputan un campo de batalla, con el ánimo de prevalecer uno sobre otro. La victoria quedará en manos del bando que mayor destreza demuestre, del que consiga hacer efectivas las concepciones tácticas que idearon sus jefes o de la valentía que demuestren los combatientes.

Foto histórica de Inakayal "pintada" por Sebastián Hacher para su proyecto "Inakayal: bordar el genocidio"

Los militares de la última dictadura no inventaron nada cuando llamaron enfrentamientos a hechos que, en realidad, fueron masacres. Casi un siglo antes, sus antecesores de la Campaña al Desierto -otro engañoso eufemismo- estamparon en sus partes el término "combate" para disimular ataques contra poblados mapuches que no tenían finalidades bélicas o la captura en masa de "chusma", es decir, mujeres, niños, niñas, ancianos y ancianas.

Aunque hubo episodios guerreros exitosos, en el verano de 1883 no existía fuerza mapuche alguna que pudiera oponer resistencia al avance arrollador que desde 1878, practicaba el Ejército Argentino. Cuatro años después de su llegada al río Negro, los y las sobrevivientes tenían que enfrentarse no solamente con los Remington, sino también con el hambre. Para la oficialidad y los soldados, el ganado de los mapuches no sólo fue un objetivo militar, sino también un método para enriquecerse en el caso de los primeros y de hacer unos pesos para los segundos. De ahí que los hombres se vieran en la obligación de descuidar momentáneamente las tolderías para ir a cazar y tratar de suplir con guanacos y choiques la pérdida de miles de ovejas, vacas y yeguas.

Esas urgencias venían facilitando las operaciones de los agresores desde fines de 1882, cuando merced al concurso de "indios amigos" localizaron varias tolderías en el actual sudoeste de la provincia de Río Negro. El modus operandi fue el mismo: ataques a las 4 de la madrugada, rápida desarticulación de las posibilidades de defensa y aprisionamiento de gente no combatiente, es decir, civiles, si usáramos terminología contemporánea. Aunque parcialmente, esa historia se repetiría en Apeleg 140 años atrás, el 22 de febrero de 1883.

La mañana más fría

Faltaban varias horas para el amanecer cuando del campamento argentino, salieron 40 soldados y 50 "indios auxiliares" con el cometido de bolear, porque "el racionamiento" se había acabado. El termómetro registraba 6 grados. Al mando del coronel Nicolás Palacios, la columna estaba a unas 100 leguas (500 kilómetros) de su base más cercana. Lideraba la partida el capitán Adolfo Drury, cuyo dudoso honor saluda una calle céntrica de San Martín de los Andes. Cinco horas después, supo Palacios que su subordinado había avistado "unas caballadas" y que procuraba "arrebatarlas". Ante la novedad, el resto del contingente se puso rápidamente en marcha y durante el galope, recibió otros chasques. Drury informó que "había atacado unas tolderías, que los indios eran numerosos y que con armas de fuego diezmaban nuestras tropas". Esas alternativas quedaron plasmadas en el diario de marcha que llevó el teniente primero Eduardo Oliveros Escola, publicado precisamente en la última dictadura a través de EUDEBA, como parte del libro "Campaña de los Andes al sur de la Patagonia. Año 1883".

El grueso de las tropas -otros 210 soldados y 20 auxiliares- llegó al escenario de los hechos dos horas después del primer aviso de Drury y cargó dividido en tres fracciones. Los guerreros mapuche y gününa kuna se dispersaron para evitar el efecto de las cargas. Entonces, "el jefe de la Brigada mandó cesar la persecución haciendo replegar las fuerzas a las tolderías, que no eran otras que las del cacique Inacayal, con sus más importantes capitanejos; Foyel, Chagallo, Nahuel, Salputia, Ojo de Pulga y otros", consignó Oliveros Escola.

Al menos momentáneamente, estuvieron en poder de los soldados las familias de aquellos loncos. Entre ellas, Millaray, la compañera de Foyel. También Yanke-Néu, pareja de Inakayal y Tropachun, quien más tarde se haría tristemente célebre como Margarita Foyel. El despertar de aquella jornada debió ser penosamente inolvidable para Adelaide, que contaría con 7 años y todavía no se llamaba así. Hija de Inakayal y Yanke-Néu, recién sería bautizada en la primavera de 1884. Probablemente, su hermana María Teresa, que por entonces contaba con 3 años y tampoco se llamaba así, sólo guardara recuerdos borrosos de esa mañana tan fría como sangrienta.

A la hora del recuento, el teniente primero anotó que "los bárbaros han perdido cuarenta y cinco a cincuenta muertos con un número superior de heridos". Además, "se han tomado trescientos caballos y yeguas, ochocientas vacas y mil ciento cincuenta ovejas". La única baja mortal entre los agresores fue un "indio auxiliar". Además, se registraron 11 heridos, entre ellos, el redactor del diario, que recibió un lanzazo y un balazo. Días después, Conrado Villegas elevó un tanto la cantidad de caídos entre los mapuche y gününa küna, a la que fijó en "más de ochenta cadáveres". Aun si consideráramos el balance de Oliveros Escola: ¿combate o masacre?

"Heroica lucha"

En el presente, Villegas también es homenajeado por una calle céntrica de Bariloche. En su informe sobre el "combate de Apulé", escribió que Drury y su contingente salieron para seguir el rastro de Inakayal, cuando en su diario el teniente había anotado otra cosa. Para 1883, Julio Roca estaba cómodamente instalado en la Presidencia y la continuación de la Campaña al Desierto corría por cuenta de su subordinado, de origen uruguayo. En su racconto, anotó que la columna al mando de Drury "se encuentra de improviso en las llanuras de Apulé con trescientos ochenta a cuatrocientos indios". Gracias a su determinación, "se apodera en el primer momento de toda la chusma de los indios que consistía en mil personas más o menos". Quiere decir que, en las fases iniciales, no hubo nada que se pareciera a un combate: los 90 hombres de la columna invasora procuraron aprisionar a mujeres, niños, niñas y ancianos. Fue al saber que sus familias estaban a punto de ser secuestradas que los guerreros volvieron rápidamente a las tolderías y se enfrascaron en un enfrentamiento desigual ante los invasores.

Fuera cual fuera la cifra de los caídos, esa jornada fueron muchos los mapuche y gününa kuna que perdieron la vida, pero lograron su objetivo inicial: rescatar a sus compañeras, a sus hijos, hijas y abuelos. La descripción de Villegas habla de una "heroica lucha" y a pesar del tono triunfalista que legó la oficialidad, Palacios ordenó el retorno al lago Nahuel Huapi, de donde había partido el 9 de febrero anterior. Si bien según sus informes Sayweke estaba cerca e Inakayal se dirigía hacia el sur, justificó la retirada por el mal estado que presentaba su caballada. Raro, porque venía de apoderarse de otros 300 animales, según el parte.

50 muertos en el campo mapuche-tehuelche versus uno y 11 heridos en las filas del Ejército. Años atrás, cuando el autor hizo un post sobre el tema en una red social, recibió una consulta por parte de una vecina de Aldea Apeleg, quien admitía que, en el pequeño poblado nadie sabía gran cosa. No hay que culparlos. En realidad, muy poca gente lo tiene presente y hasta el diario Página/12 derrapó en una crónica turística de 2010: "Resulta que en los alrededores de Apeleg ocurrió el último enfrentamiento entre tropas del Ejército Argentino y los aborígenes: el hecho ocurrió dos años después de la Campaña del Desierto, el 22 de febrero de 1882, ya que se habían reactivado los malones".

Ni el último, ni enfrentamiento, ni aborígenes, ni ese año, ni reactivación de malones. 140 años atrás tuvo lugar un crimen, uno de los tantos que contribuyeron a la conformación territorial de la Argentina y a la construcción del Estado. Muy probablemente, la efeméride pase desapercibida no sólo en Aldea Apeleg, sino también en Chubut y en el resto del país, más ahora que el pueblo mapuche parece el enemigo público número uno de vaya a saberse cuál integridad nacional. Es que "ni siquiera los muertos estarán seguros si el enemigo vence. Y ese enemigo no ha cesado de vencer". ¿Cuánto tiempo más habrá de pasar para que el conjunto de la sociedad argentina pueda entender que una masacre no es un combate?