Sociedad

Crecen los intentos de suicidios en lxs jóvenes

En esta carrera por extraer hasta el último centavo, la última gota de agua, las últimas moléculas de oxígeno, otra vez crecen y crecen los intentos de suicidio.

Ante el hecho consumado, una catarata de arrepentimientos, culpabilizaciones, llantos, enojos, búsqueda de explicaciones chorrea y chorrea en lxs adultxs. Familias y escuelas se desesperan.

Una serie de interrogantes producen vértigo:

¿Qué hace que se nublen y se resquebrajen esos mecanismos que ayudan a sostener los tejidos de esta vida en la que estamos?

¿Qué formas de esto que se llama el mundo adulto se densifican tanto que obturan posibilidades de mirar, escuchar, acompañar a lxs jóvenes y llegan, tantas veces a llevarlos al borde de la muerte -cuando no a ella-?

¿Cómo resulta que lo evidente de la necesidad de cuidados se pasea pornograficamente ante muchos ojos y, aún así, pasa desapercibido?

Y cuando los velos caen, tantas veces a costa del dolor desangrado de los jóvenes, las vestiduras rajadas dejan al desnudo la futilidad de esas vilezas que entorpecían los movimientos y los cuidados. No se trata solo de una mamá desquiciada, descuidada, drogadicta, que trabaja noche y día o de un papá violento, que no puede hablar, descuidado, que solo piensa en la guita. Se trata de maquinarias patriarcales de producción de daños, de silenciamientos, de opresiones. De producciones de modos de educar que no ven, no escuchan, no hablan o que obligan a ver, a escuchar, a hablar.

Insiste el desafío de deconstruir lo avasallante de este capitalismo patriarcal y extractivista en lo íntimo de nuestras relaciones. En lo sutil de las miradas. En lo respetuoso de la escucha y la pregunta. En cada uno de nuestros movimientos y de nuestras palabras. Por supuesto de esos pensamientos que nos piensan.

Desnublar, despejar, desnaturalizar, descubrir y sacudir -de cuajo- esas viejas formas desde donde sea que nos toque, contando con el auxilio de vientos furiosos y también suaves, de fuegos ardientes y también brasas, y de aguas turbulentas y también calmas. Destruir esas máquinas de putrefacción alimentadas por mecanismos de aparentar, silenciar, culpabilizar que viajan en lo íntimo de las relaciones para que ya y de una vez por todas, dejen de aplastar los cuerpos de lxs jóvenes.

Por PeriódicoGatoNegro