El país

El horror que vive Rosario

Por Juan Lehmann (Sputnik)

La tercera ciudad más grande de Argentina registra un récord de asesinatos vinculados al narcotráfico. Con una tasa de crímenes que cuadruplica a la nacional, la urbe portuaria se convirtió en el epicentro de la violencia del país. Balaceras, miedo a salir a la calle e impotencia policial: el terror de los vecinos, en primera persona.

La exponencial escalada de violencia en Rosario (centro de Argentina) mantiene en vilo a todo el país. El envío de fuerzas federales anunciado por el Gobierno nacional tras la conmoción mundial desatada por el ataque al supermercado de la familia política de Lionel Messi corre el riesgo de resultar impotente ante el creciente poderío de las bandas ligadas al narcotráfico.

Ubicación estratégica para el contrabando, crecimiento del mercado interno y enfrentamiento entre grupos: son múltiples las causas que explican la realidad que atraviesa la ciudad, agravada durante la última década. Las cifras resultan estremecedoras: en 2022 hubo 288 asesinatos -la mayor cifra de su historia- y, en lo que va del 2023, ya se han registrado más de 60 crímenes, casi uno por día.

En carne propia

Cecilia tiene 38 años, es docente de chicos con discapacidad y tiene dos hijas de apenas uno y tres años de edad, respectivamente. Oriunda de Buenos Aires, vivió en Rosario durante más de una década, pero todo cambió el 28 de febrero pasado cuando sufrió un ataque mafioso durante el cual balearon su casa. La vida, tal como la conocía, se desmoronó: "Tuve que escapar dejando mi trabajo, mi vivienda, y mis amigos. Ahora estoy desempleada, pero es todo para darle seguridad a mis hijas", dice en diálogo con Sputnik.

El episodio atestigua el clima de incertidumbre que signa a la ciudad: "fue muy rápido. Estaba dándoles de comer a mis hijas y, de repente, escuchamos un ruido y no entendíamos qué era. Cuando miré a la puerta había agujeros de bala", narra Cecilia. "Minutos después los vecinos se acercaron a tranquilizarme porque ya había llegado la policía, pero yo seguía en shock", agrega.

"Los vecinos vieron a dos personas que bajaron armadas de una moto. Una de ellas se paró frente a mi casa y disparó ante la mirada de todos los que estaban en la vereda. De hecho, muchos se metieron a sus casas pensando que querían robarles", cuenta la víctima.

La docente, atravesada por el miedo, no comprendía la causa del ataque: "Pensé que querían entrar a robar. Yo no estoy metida en nada extraño, no tengo nada que ver con nadie".

No fue hasta que los agentes ingresaron a su casa que Cecilia halló la prueba cabal del carácter mafioso del episodio: debajo de la puerta los delincuentes habían deslizado una carta que contenía una amenaza de muerte para otra persona. "Los vecinos me contaron que la persona a la que apuntaba la carta vivió en la casa de al lado hasta hace unos años", dice la maestra.

No es un caso aislado: miles de vecinos se movilizan permanentemente en reclamo de respuestas al gobierno provincial y al nacional. La inseguridad se vive a diario: apenas días después del episodio, un niño de 11 años fue asesinado en plena calle.

Uno de los ejes centrales del reclamo apunta al accionar de las fuerzas de seguridad. Cecilia experimentó en carne propia el desamparo ante la respuesta de las autoridades: "La recomendación de la Policía fue que colocara un cartel en mi puerta aclarando que yo no era la persona a la que buscaban, y que tratara de hablar con los medios", denuncia la docente.

Convivir con la violencia

El hecho que sufrió la joven maestra se inscribe en un contexto signado por el clima de tensión cotidiana producto de la competencia entre grupos de narcotraficantes que dominan la zona.

Cecilia lo vivió en primera persona: "En la zona sur de Rosario se escuchan disparos todas las noches. Se nota que son enfrentamientos por la cantidad de balas. Nadie se anima a salir a la calle después de cenar", afirma Cecilia.

La sensación de inseguridad permanente condiciona la vida diaria de todos los residentes de la zona. "Los vecinos saben que hay lugares a donde no se puede ir. Hay que tener mucho cuidado cuando se habla con desconocidos en la calle".

"La manera que teníamos para protegernos era tratar de no meternos con nadie peligroso. Pero ni siquiera eso me funcionó: yo no hice nada y balearon mi casa", remarca la docente.

Si bien toda la ciudad portuaria constituye un núcleo fundamental de la ruta del narcotráfico en el país, existen diferencias concretas entre las localidades respecto al grado de violencia de los hechos que registran. Según Cecilia, "es muy distinto lo que sucede en el centro de Rosario de lo que pasa en los barrios periféricos: en el centro nunca hay noticias de crímenes como los que suceden alrededor".

Cambio abrupto

El vertiginoso incremento de la producción de droga en Rosario comenzó en 2007 -cuando la cocaína importada de Bolivia fue reemplazada por la producida localmente- y tuvo su correlato en las calles de la ciudad de manera paulatina. Sin embargo, Cecilia, que reside en la localidad portuaria desde hace 13 años, sintió que la profundización de la crisis ocurrió durante la cuarentena por el COVID-19.

"Todo empeoró durante la pandemia: la ciudad era tierra de nadie, no había un solo policía en la calle y ahí se la adueñaron las bandas", afirma la maestra.

No fue hasta finales del 2022 que la crisis explotó de lleno, alcanzando repercusión internacional. Cecilia lo dice sin eufemismos: "En los últimos días, empeoró todo. No sé qué pasó, pero hubo un punto de quiebre y todo se fue a la mierda".

Ante el nuevo escenario, sin dudas más adverso que en años anteriores, la mirada se posa en la respuesta de la policía provincial, sitiada por el poder de las bandas principales. "Todo el tiempo vemos a chicos parados en las esquinas, y sabemos que son soldaditos de los narcos. Si cualquier vecino se da cuenta, ¿cómo no va a notarlo la policía? Evidentemente, hay algún tipo de complicidad", infiere Cecilia.

"Hace unas semanas balearon una Fiscalía, y entonces la blindaron. Uno se pregunta: si ellos tienen miedo, ¿qué nos queda a nosotros, los vecinos? Si la Policía tiene miedo, ¿quién va a parar a los narcos?", denuncia la maestra.

Bajo esta sospecha, el anuncio del envío a Rosario de 300 efectivos de la Gendarmería Nacional y 100 de la Policía Federal, como refuerzo de los más de 1.000 agentes derivados entre 2021 y 2022, no despierta mayores expectativas. La docente considera que "esto no cambia nada. Para mí van a quedarse un tiempo, pero no es la solución. No alcanza con traer policías para que la violencia desaparezca".

El futuro es incierto. Ante la masiva visibilización que adquirió la situación en la ciudad tras el ataque al supermercado de la familia política de Messi, la desconfianza de los vecinos anida en lo genuino que puede ser la preocupación de las autoridades: según Cecilia, "cuando todo el mundo vuelva a olvidarse de Rosario, los policías se van a ir. Esta no es la primera vez que viene la gendarmería, pero el problema persiste: hoy estamos peor que nunca".