El mundo

La diplomacia en Ucrania

Por Katrina vanden Heuvel y James W. Carden*

A medida que avanza el 2023, tememos que la política estadounidense siga caracterizándose tanto por el aumento de las misiones como por la ausencia de cualquier tipo de compromiso diplomático con Rusia.

A lo largo de la guerra, la administración Biden ha ido aumentando la implicación de los Estados Unidos de forma lenta, constante e incluso sigilosa. Las peticiones de Kiev de más y más armas han contado, en todo momento, con el consentimiento del presidente Biden. Mientras tanto, el Congreso ha seguido abdicando durante décadas de sus responsabilidades constitucionales, optando en su lugar por aprobar automáticamente cantidades cada vez mayores de ayuda financiera y militar a Ucrania. Mientras tanto, el apetito de Kiev ha ido creciendo a medida que comía.

Primero fueron los misiles antitanque Javelin, enviados a Ucrania por el presidente Donald Trump. Luego vino la invasión rusa y las demandas de obuses M777; y vehículos de combate Bradley; y misiles Patriot; y HIMARS; y NSAMS; y tanques M1 Abrams; y GLSDB de largo alcance.

Kiev ahora exige la entrega de cazas F-16s.

¿Veremos pronto la demanda de tropas terrestres estadounidenses? Si es así, ¿tendremos voluntad política en Washington para rechazar tal petición?

Sea como fuere, conviene tener presente que los verdaderos beneficiarios de la bonanza del gasto de Washington han sido los ejecutivos de las C-suites de Northrop Grumman, Lockheed Martin, Raytheon, General Dynamics, así como aquellas empresas que forman parte de la red de lo que podríamos denominar "soft-power for-profits".

Con todo, queda un camino alternativo que la administración Biden podría tomar a medida que avance el año.

Escribiendo en 1947, al comienzo de la primera Guerra Fría, el periodista y gran estratega Walter Lippmann observó que "la historia de la diplomacia es la historia de las relaciones entre potencias rivales, que no gozaban de intimidad política, y no respondían a evocaciones de objetivos comunes. Sin embargo, han habido acuerdos".

La diplomacia estadounidense ha sido - con demasiada frecuencia - un ejercicio de intimidación a nuestros amigos (si se atrevían a cuestionar las prerrogativas de Washington) o de derrocamiento (encubierto o abierto) de nuestros enemigos percibidos. Bajo el mandato de Biden y sus predecesores inmediatos, la práctica de la diplomacia estadounidense se ha descontado y marginado; incluso, gracias a los efectos del escándalo del Rusiagatte, en gran medida inventado, se ha criminalizado.

Y si bien es cierto que la responsabilidad última de la guerra en Ucrania recae en el presidente ruso, Vladimir Putin, es doloroso recordar que al Sr. Biden y a sus predecesores se les presentaron numerosas oportunidades para evitar la actual catástrofe.

Sin embargo, cuando se les han presentado tales oportunidades, como la de respaldar el proceso de paz de Minsk, por ejemplo, Washington se ha negado indefectiblemente. Cuando en diciembre de 2021 los rusos presentaron un borrador de tratado bastante razonable, la administración Biden se negó siquiera a considerarlo. Cuando se les presentaron planes de paz tras el inicio de la guerra, Washington y sus aliados canalizaron el espíritu del Bartleby de Melville y declararon que "preferirían no hacerlo".

En esta coyuntura, con Rusia a las puertas de una nueva ofensiva, creemos que el compromiso diplomático es la única política moral y realista de que disponen el Presidente Biden y sus asesores.

Esperamos que la lleven a cabo.

*Katrina vanden Heuvel es directora editorial y redactora de Nation y la presidenta del Comité para el Acuerdo Ruso-Americano (ACURA, por sus siglas en inglés). Escribe una columna semanal en el Washington Post y es comentarista habitual de política estadounidense e internacional en Democracy Now, PBS, ABC, MSNBC y CNN. La encuentran en Twitter como @KatrinaNation.

*James W. Carden es ex asesor sobre Rusia del Representante Especial para Asuntos Intergubernamentales Mundiales del Departamento de Estado. Es miembro del Consejo del Comité para el Acuerdo Ruso-Americano (ACURA, por sus siglas en inglés).