Política

La orfandad de la militancia K ante la indefinición de Cristina y el adiós a los proyectos de transformación

Tropezar con la frustración, la tristeza y la bronca parece una constante para la militancia kirchnerista en los últimos años. Sus sueños de transformación social se hacen añicos en cada proceso electoral y cada dos años asumen proyectos sin relación con sus banderas desde 2003.

Las indefiniciones políticas se transforman en moneda corriente y los retrocesos programáticos se convierten en cotidianos. Los jóvenes y honestos militantes se sienten intoxicados por la ausencia de innovaciones y horizonte político. Ya no alcanza con los recuerdos de los años dorados y menos aún con el fanatismo negacionista de la debacle inflacionaria imperante. ¿Qué hacer? ¿A quién votar? ¿cómo seguir? Son preguntas que parecen no tener respuesta hoy, aunque quizás aún existan caminos posibles a transitar para modificar una realidad que no tiene por qué ser indefectiblemente frustrante. Para encontrarlos haría falta patear el tablero y generar un sacudón militante que crezca desde el pie y que no se contente solamente con poner la cara de la Jefa en una boleta.

Cristina parece no estar dispuesta a asumir su rol de candidata y el operativo clamor no muestra resultados. Otra vez, a menos de cinco semanas de las definiciones, el candidato más probable a la presidencia desde el peronismo asoma como difícil de digerir para buena parte de la militancia y no encarna las ilusiones de disputar el poder real para concretar un cambio social.

La Jefa no se postuló en su último discurso en el Teatro Argentino de La Plata, pero tampoco nominó a quien podría serlo. Esa indefinición golpeó duramente en la militancia kirchnerista que la acompañó. Al mismo tiempo faltaron lineamientos y directrices que ordenen la militancia cotidiana con vistas al nuevo proceso electoral que se avecina.

El nunca esperado "Yo ya di lo que tenía que dar" fue un baldazo de agua fría para muchos kirchneristas, quienes interpretaron que ahí se concentraba el sostenimiento de la negativa a ser candidata. Algunos minimizaron la proyección de esa frase hacia el futuro y esperan que aún quede margen para "hacerse los rulos".

Muchos militantes presienten que se viene una nueva lluvia de sapos a los que habrá tragar. Los recuerdos ponen en primer plano la boleta del 2015 con Daniel Scioli al tope de los candidatos y también la del 2019 con Alberto Fernández encabezando la fórmula. Ahora el entronizado del pragmatismo a ultranza es Sergio Massa.

Si bien el mecanismo de conducción piramidal, donde todo se define de arriba hacia abajo, predomina en las huestes peronistas y kirchneristas, la ausencia de un proceso inverso para la discusión de la política y la construcción de candidaturas termina impactando de lleno en una militancia ávida de transformaciones pero que se choca con la imposibilidad de hacer efectivo su operativo clamor.

Inclusive si lograra que Cristina se convirtiera en la candidata a la presidencia en este 2023, las mutaciones políticas que ha sufrido el partido que los contiene permiten casi con exclusividad pensar estrictamente en "lo posible" en lugar de soñar en lo "imaginable". El kirchnerismo se muestra amordazado, encorsetado y poco propenso a intentar disputas concretas y reales con el poder fáctico del país.

La militancia percibe ese golpe a los sueños, pero al mismo se contiene en pos de ilusionarse con que la Jefa sea la candidata o que en el mejor de los casos pose su bendición sobre algunos de los "leales" al movimiento. Mientras tanto, los años pasan, la vida pasa y las ilusiones se hacen añicos.

Descripciones para qué

Discursivamente todo se ha concentrado en el lawfare, el partido judicial, la proscripción, los perjuicios del acuerdo con el FMI y sus políticas "inflacionarias", los daños de la gestión macrista, alguna mención a los formadores de precios y no mucho más.

Ahora se suman los dardos a los de "ojitos claros", donde se suman Domingo Cavallo por la convertibilidad y el "mamarracho" libertario Javier Milei por la propuesta de la dolarización; este último subido al ring en medio de este proceso electoral por la vicepresidenta.

Aunque Cristina pidió dejar "un poco los actos" y "volver al debate cuerpo a cuerpo", posiblemente para destruir argumentalmente el concepto de la dolarización, lo cierto es que las calles quedan huérfanas de una militancia repleta de ganas de un mundo diferente; pero que cada vez encuentra más límites para movilizar y termina quedándose sin consignas y propósitos a la hora de salir militar.

Explicar y debatir sobre los perjuicios de la convertibilidad y la dolarización seguramente son una arista importante, pero a buena parte de la sociedad le importa mucho más saber qué plan tiene para ayudar a bajar la inflación, cómo evitar la pérdida del poder adquisitivo para llegar a fin de mes y cómo escapar de la pobreza aún teniendo trabajo en blanco.

Quién para a los "cuatro vivos"

La pregunta de fondo es cómo evitar que "cuatro vivos" -tal como los describió Cristina- no se lleven el crecimiento del país y se avance en una real y efectiva distribución del ingreso. Cristina caracterizó la problemática, aceptando también la existencia de la inflación y que se "sobrecumplió la meta de la fiscal que exigía el Fondo", pero no dijo cómo resolver ninguna de las dos cosas.

La masterclass sobre el FMI y algún señalamiento anti Milei no son suficientes respecto de la disputa con poder real que debe encarase en medio de las corridas cambiarias, las remarcaciones constantes de precios y el permanente enriquecimiento de los poderosos en detrimento del empobrecimiento de amplios sectores de la sociedad.

En todo caso sirve para reafirmar algunas consignas generales preexistentes y refugiarse en lo conocido; tal como si el algoritmo repetitivo y poco creativo fuera la receta para convencerse de lo que ya se está convencido.

Proyecto y límites

"Tenemos que sentarnos para ver cuánto pone cada uno en serio", dijo la Jefa en La Plata y fue mucho más allá aportando una definición tan amplia como lapidaria para la militancia kirchnerista.

"Tenemos que hacer un programa de gobierno, tampoco un programa donde hagamos fe anticapitalista... hoy el capitalismo ya no es una ideología sino simplemente el modo de producción de bienes y servicios más eficiente... La gran discusión no es capitalismo sí o capitalismo no, sino quien conduce los procesos de producción para no dañar tanto el medio ambiente y para que haya mayor igualdad; si los dejamos a los mercados o el Estado y la política vuelven a tomar la dirección, esto es lo que decía Perón", sentenció.

Si bien nadie esperaba un discurso anticapitalista y mucho menos revolucionario, la enunciación de Cristina, su definición del capitalismo y su mirada sobre cuál cree que es el rol que debe jugar su partido y el peronismo muestra cuáles son los mojones que limitan los sueños de una militancia kirchnerista que posiblemente ya no se propone "la imaginación al poder", pero tampoco parece sentirse contenida con tan solo intentar "conducir" a un capitalismo "amigable".

Es posible pensar que dicha hipótesis es inviable, quizás solo haya que recordar la feroz pelea por la 125, la ira que generó la expropiación de las AFJP, o suponer que el primer gobierno kirchnerista pudo "controlar" al capitalismo porque se estaba encargando de reconstruir institucionalmente un país en ruinas y donde las masas estaban ávidas de conquistas, por las que seguían pelando en las calles.

El capitalismo dominante no se deja conducir por el Estado, salvo que pueda ser "domesticado" por un poder construido en las calles y en el Palacio. Por el contrario, siempre buscará ser el controlador y de no lograrlo buscará debilitar o derrumbar a los gobiernos con golpes de estado, blandos o armados; corridas cambiarias, procesos inflacionarios y cualquier otra herramienta -legal o no tanto- que sirva para invertir esa perspectiva de control que la Jefa quiere instrumentar.

Cómo construir poder real

"Un poco más de honestidad intelectual" lanzó Cristina en la masterclass y la verdad es que no se equivocó en esa búsqueda; pero de fondo habría que llenarse de preguntar entorno de esa honestidad pretendida.

La militancia debería cuestionarse si el mecanismo piramidal de decisión y conducción es el más adecuado para sus apetencias de transformación social. Al mismo debería revisar si no está quedando entrampada en la misma práctica que la propia Cristina dijo que debería dejarse de hacer: menos actos y más militancia cuerpo a cuerpo.

Aunque también se impone pensar cómo se construye ese poder real que debe medirse, aunque no se proponga eliminar, con el capitalismo y sus diferentes representantes. Es a través de la disputa en las redes sociales, es enfrentando los discursos hegemónicos de los medios de comunicación, es asistiendo a una masterclass? O se trata de construir y consolidar poder en las calles, en los barrios y en las fábricas?

La movilización popular se convirtió en un hecho extremadamente simbólico para el kirchnerismo. Después de la pelea de la 125, ahora solo se concreta una vez al año o cada vez que la Jefa es apretada por la Justicia. Tiene gusto a muy poco marchar encolumnados los 24 de marzo desde la ESMA hasta Plaza de Mayo.

Esa orientación de las columnas tiene una simbología extra, ya no se trata de los cabecitas negras cruzando el Riachuelo para llegar a la Rosada y meter las patas en la fuente; sino que se arranca de la coqueta zona norte palermitana para ni siquiera copar la plaza. Si bien los cuadros descolgados y el miserable centro clandestino de detención tienen una resonancia significativa.

El peronismo enclenque, y quizás también la militancia del kirchnerismo, necesitan de un baño popular que se proponga llenar la plaza o la 9 de julio. Pero no para aplaudir la nominación de un candidato, sino para defender un programa político y disputar con los poderosos su aplicación para transformar la realidad -ni qué hablar de llevarlos hasta las puertas de los grandes formadores de precios que atropellan con la inflación desbocada-.

Los jóvenes y los honestos militantes kirchneristas se sienten agobiados por una realidad crítica, ya dejaron atrás la disputa con un gobierno que aún integran y se frustran porque saben que es muy posible que llegue una nueva lluvia de sapos a los que tragar y mientras no hay propuestas para militar en la disputa codo a codo.

Repensarse y repensar la realidad para actuar sobre ella, interviniéndola para transformarla es una tarea pendiente y seguramente posible. Para lograrlo habría que derrumbar límites, romper estructuras y construir lo nuevo donde germine lo diferente, lo disruptivo y quizás también lo revolucionario.

No intentarlo no solamente es resignación sino también adaptación a "lo posible" y a esa bendita "correlación de fuerzas" que sirve para justificar todo lo que no se quiere hacer.