Pueblos originarios

La realidad oculta de Villa La Angostura: racismo y discriminación contra el pueblo mapuche

Por Anabela Cadiz, Sabrina Aguirre, Juan Manuel Diez Tetamanti, Flavio Abarzua, Romina Fuentes, Lautaro Fuentes (Universidad Nacional del Comahue - Universidad Nacional de la Patagonia - CONICET)

Villa La Angostura, provincia de Neuquén, es una ciudad inmersa en el corazón del bosque andino norpatagónico. Ofrece a quien la visita una belleza paisajística excepcional, variedad de actividades recreativas y servicios turísticos, por lo que se ha consolidado como uno de los destinos más selectos para descansar en cualquier momento del año. El ‘jardín de la Patagonia', como se la denomina, posee un desarrollo del turismo de elite/lujo que le da a la localidad un perfil "refinado" a los ojos externos. El ingreso, desde el sur a la villa, se realiza por la Ruta Nacional 40, que en ese tramo costea el Lago Nahuel Huapi, serpenteando entre la escarpada geografía y singulares megaemprendimientos privados turísticos en los cuales suelen alojarse personajes "destacados" de procedencia nacional e internacional.

Pero bajo esta apariencia, se esconde otra realidad oculta e invisibilizada ya que, paralelamente, en la Villa existe un contexto sociopolítico complejo, en el cual las ideas racistas tiñen las posturas de los sectores hegemónicos locales. Esto se cuela en un debate que atraviesa a la Villa desde hace varios años: ¿Qué hacer frente al proceso de reorganización política del pueblo mapuce?

Hoy esa pregunta todavía parece no tener respuesta inmediata, pero se nos viene a la mente un hecho que se repite una y otra vez: el pasado lunes 24 de abril, fuerzas de seguridad y agentes privados ingresaron a territorio mapuce -actualmente en litigio con un privado-, tirando abajo la construcción de una casa, alambrando y cerrando el paso a un área que la comunidad Paicil Antriao utiliza para transitar.

Este episodio de violencia sucedió tras varios días de vigilancia del sector por parte de grupos organizados y forma parte de una estrategia premeditada, no azarosa en su ejecución. Estas acciones encendieron las alarmas del lof, ya que sucedieron a pesar de que existe una orden de no innovar sobre un espacio disputado entre Paicil Antriao y una familia muy importante de privados, en el marco del relevamiento territorial por la Ley N° 26.160.

La respuesta que encontró la comunidad fue la de organizar un resguardo territorial para impedir el avance sobre la zona. Es el tercero que se organiza en las cercanías del Cerro Belvedere, y el segundo en lo que va del año. Lo que para muchos es un paraíso explotable, para la comunidad originaria significa un territorio para vivir, preservar y llevar adelante sus planes de vida (Kvme Felen).

Despojo, desarraigo y resguardo

En cercanías del paso fronterizo Samoré, estratégico para la circulación de camiones chilenos que se dirigen al sector austral de ese país, Vialidad Nacional trazó a mediados de la década pasada una ruta de circunvalación de doble vía, en medio del territorio tradicional mapuce que usaban los antiguos Paicil y Antriao, un hecho que llevó a la comunidad a resguardar ese espacio con el fin de preservar el bosque nativo, los mallines y las fuentes de agua. La idea de circunvalar, de esquivar el centro visible y refinado, se encontró con ese obstáculo no resuelto en nuestras tierras: pobres e indígenas, que una vez más para muchos serán blanco fácil acusándolos de entorpecer el progreso.

Por otra parte, hacia el año 2018, un fideicomiso logró vía libre para avanzar sobre una zona de bosque nativo considerada intangible según la Ley Nacional N° 26.331 y Ley Provincial N° 2.780. En función de ello se les autorizó la construcción de un emprendimiento turístico de lujo, lo que empujó a la comunidad a resguardar la zona. El resguardo se mantiene vigente hasta la actualidad, aunque finalmente el municipio dio marcha atrás en la autorización al fideicomiso.

Hoy, el lof decide emplazar un nuevo resguardo, para impedir que se siga avanzando sobre un espacio que la comunidad reclama y del cual no puede ser desalojada en virtud de la ley 26.160. Es así que una historia de despojo se reactualiza, con discursos y prácticas genocidas, y se resiste, a partir de la acción comunitaria mapuce.

Frente a una lógica que asigna al territorio la función de reproducir el capital para unos pocos, y que estigmatiza a quienes tienen otras propuestas, la comunidad Paicil Antriao viene buscando poner en debate ese destino aparentemente inevitable. El pueblo mapuce, con un trabajo de memoria, lucha y recuperación territorial, pone de manifiesto que existen otras formas de concebir y de ser en el territorio.

Un debate que apremia pero que aún no llega

La cuestión de qué postura tomar frente a la comunidad Paicil Antriao, y cualquier otra de la zona (teniendo en cuenta que alrededor de la localidad existen cuatro), está atravesada por otro debate de mayores implicancias: ¿Para qué se quiere el territorio en la Villa? Sobre eso, aquí no parece haber una voluntad de debatir, al menos entre los sectores más acomodados. Actualmente hay una emergencia habitacional en la ciudad, fruto del uso del territorio para la actividad turístico-inmobiliaria sin miramientos reales acerca de las necesidades del pueblo de la Villa (situación que afecta no sólo a la comunidad Paicil Antriao sino a sectores populares y trabajadores no pertenecientes a la comunidad).

En el contexto de una crisis económica y de la radicalización de las derechas, la preexistencia mapuce es abordada como una quimera y la presencia actual de las comunidades es presentada como el producto de estrategias para quedarse con tierras. De hecho, hay representantes de esas derechas radicalizadas que buscan crecer sobre la base del uso de estos argumentos y hacerse de un lugar en la escena política local y provincial aprovechando las disputas territoriales dentro de la Villa.

En estos sectores no hay debate, hay silenciamiento, hay ocultamiento y hay un "no me acuerdo y ante la duda lo niego": reproducen la historia de "primeros pobladores" y colonos como los organizadores iniciales del territorio. Lejos de este relato sin indígenas, el Estado argentino se construyó a partir de un proceso en el cual el sometimiento violento y despojo de estos pueblos fue una condición sine qua non para fortalecer los mecanismos de acumulación de capital.

La denominada "Conquista del Desierto" expulsó, persiguió y hasta eliminó físicamente a parte de estos pueblos en el sur de la actual Argentina para que allí se pudiera descargar el ganado excedente de la pampa húmeda. En el norte, la "Conquista del Desierto verde", los redujo, los trasladó por la fuerza y los obligó a un trabajo casi esclavo. Este proceso de construcción del Estado fue genocida en su relación con los pueblos indígenas, y como tal no puede olvidarse.

Actualmente el ejido urbano de Villa La Angostura se encuentra emplazado sobre territorio mapuce. La asignación de la propiedad privada de la tierra desestructuró un modo de vida tradicional, comunitario y de libre circulación por los territorios de las familias Paicil y Antriao y forzó al pueblo mapuce a ingresar a un sistema de dominio y propiedad gestionada por el Estado. Este hecho marca la colonialidad en los territorios ancestrales, sobre los que hoy se levantan estaciones de servicio, hoteles, cabañas y barrios cerrados y se reproduce el poder racista. Pero esta es una historia que molesta a una parte de la sociedad.

El genocidio, la actualidad y lo que molesta en la Villa

Es importante recordar que el genocidio llevó a que las familias indígenas -en el caso que nos convoca, mapuce- fueran desplazadas de sus lugares, tuvieran que ocultar sus identidades, silenciaran su idioma nativo y se desorganizaran las comunidades. Por eso hace por lo menos cinco décadas los mapuce en Neuquén vienen recuperando la memoria ancestral, reencontrándose con el pasado lleno de violencia y dolor, y construyendo un presente de lucha y recuperación de sus territorios.

Este proceso es el que molesta a los sectores de derechas en Villa La Angostura. Molesta porque estos grupos piensan a la Villa, desde arriba, como un territorio para los sectores acomodados, no para los populares, y mucho menos para los indígenas. Entonces en la Villa reina el "no me acuerdo". La localidad se rehusó a reconocer la preexistencia mapuce en su carta orgánica, y hoy niega la existencia histórica y actual de este pueblo. Los mapuce son presentados como "pseudo mapuce", roba-tierras, oportunistas y otros calificativos. En cambio, los propietarios que llegaron a apropiarse de parcelas gracias al proceso genocida u otras concesiones estatales son entendidos como los sujetos de un derecho absoluto: el de la propiedad privada.

El genocidio se reproduce en cada discurso racista que niega totalmente el derecho mapuce y que piensa en términos de "nosotros o ellos". Porque esos discursos envalentonan a quienes están a favor de usar la fuerza para dirimir las disputas territoriales. Así la violencia del despojo sigue siendo una constante en la vida de las comunidades mapuce.

La comunidad Paicil Antriao sabe de esto, y mucho. En la última década ha tenido que defender el territorio frente a privados que avanzan voraces para construir infraestructura turística de lujo y emprendimientos inmobiliarios, pensada para el disfrute de unos pocos. Sin embargo, pese a este constante atropello de sus derechos sostienen que su esperanza es "vivir en paz" con el resto de la sociedad.