Opinión

El ascenso de China y las ilusiones de una multipolaridad benigna

Por Esteban Mercatante

La guerra en Ucrania aceleró la crisis del ordenamiento internacional dominado por EE. UU. y sus aliados. El resultado de la conflagración está abierto y con él resulta difícil predecir el alcance de las reconfiguraciones. No obstante esta incertidumbre, cobra fuerza en numerosos análisis la perspectiva del surgimiento de un orden multipolar, como resultado del debilitamiento relativo de las potencias imperialistas occidentales y la consolidación del creciente protagonismo de China. Estas perspectivas surgen de la constatación de que el poderío norteamericano continuará siendo holgadamente superior en terrenos como el militar o financiero durante un tiempo más, pero consideran que la creciente gravitación de China, en un curso de rivalidad cada vez más abierta con EE. UU, más allá de las dificultades para desacoplar los dos principales ejes del sistema capitalista mundial, está cambiando la configuración del poder mundial. La cuestión es si este fortalecimiento de China como uno de los polos en el sistema internacional puede llevar a una limitación de los ímpetus imperialistas occidentales y generar un panorama más favorable para los pueblos oprimidos.

No faltan quienes desde posturas progresistas o de izquierda se apuran a responder favorablemente a esta cuestión. Entre quienes editorializan habitualmente con este perspectiva podemos mencionar entre otros a Rafael Poch, Pepe Escobar, Alfredo Jalife-Rahme, Manolo Monereo, por nombrar algunos autores de habla hispana. Con estas miradas vamos a polemizar, mostrando cómo el carácter de imperialismo en proceso de constitución o en construcción, que venimos otorgando a China, se consolida en numerosos rasgos de su relación con el mundo, especialmente con los países dependientes.

El mundo según China

Los 12 puntos de la propuesta del gobierno de Xi Jinping para alcanzar la paz en Ucrania, de la que se plantea como garante, o la reanudación de relaciones diplomáticas entre Irán y Arabia Saudita bajo auspicio de China, son algunos de los ejemplos recientes ofrecidos para señalar el rol constructivo de China en la arena internacional, que contrasta, de acuerdo con estas miradas, con las intervenciones de las potencias imperialistas en estos y otros escenarios globales. La Iniciativa de la Franja y la Ruta (IFR), que involucra cientos de millones de dólares en gastos en infraestructura en todo el mundo, también merece una mirada similar, en este caso por el aporte a las capacidades materiales de los países involucrados para participar del comercio mundial, contrapuestas a la expoliación del capital financiero de los países ricos que viene determinando las relaciones entre el Norte Global y el Sur Global de acuerdo a miradas de este tipo.

Como suele ocurrir con muchas caracterizaciones, este planteo toma algunos hechos ciertos para leerlos y presentarlos de manera deformada y fuera de proporciones. China se encuentra todavía en un despliegue incipiente de su proyección global, más allá de todos los indicadores "duros" de su poder -tamaño de su economía, peso de sus grandes empresas y competitividad de las mismas, gasto en innovación, desarrollo militar, inversión extranjera, etc.-. En estas condiciones, realzar su cara "benevolente" es una herramienta fundamental para tratar de consolidar su "soft power". China no puede "exportar" su "modelo", como sí hizo EE. UU. con el "American Way of Life". El (mal) llamado "socialismo con características chinas", que es el marco bajo el cual la dirigencia del PCCh realizó las series de medidas que restauraron las relaciones de producción capitalistas en reformas sucesivas desde 1978, es por definición no universalizable. La falta de una fuerza de atracción ideológica para ganar adeptos equivalente a la que supo tener el imperialismo yanqui, busca ser compensada con acentuar la perspectiva de un rol constructivo en el mundo, aportando a la paz y cooperación global y a la prosperidad económica. Julio Sevares observa que los líderes del PCCh apelan a nociones como soberanía igualitaria en las negociaciones de Estado a Estado, y "apoya su propuesta de relaciones internacionales con conceptos confucianos de armonía, respetar las diferencia sin abandonar la propia identidad, alcanzar el éxito ayudando a otros a triunfar" [1]. China "se presenta a sí misma como una potencia emergente amigable en busca del mutuo beneficio, contrapuesta con la práctica de las potencias occidentales de promover la globalización con el empleo de la fuerza" [2]. Pero, advierte Sevares, "esta posición teórica choca abiertamente con las prácticas internacionales que adoptó China a medida que se fortaleció su desarrollo económico y militar" [3]. Las intervenciones pacificadoras, muy publicitadas por el gobierno de Xi Jinping, y en las que se apoyan los entusiastas de una multipolaridad benigna, buscan opacar un poder cada vez más asertivo de Pekín en la arena internacional en defensa de sus intereses estatales.

El régimen del PCCh

Las exégesis sobre el rol de China en un mundo "multipolar" van siempre acompañadas de desdibujar o negar los aspectos represivos del Estado chino que caen fuerte sobre las nacionalidades oprimidas y sobre cualquier disidencia. Y que también articulan las relaciones entre las clases, siendo clave para imponer las duras condiciones laborales que sirvieron para atraer al capital transnacional desde los tiempos de Deng. Como sostiene Ralf Ruckus, los rasgos represivos no hicieron más que acentuarse durante los dos mandatos que está completando Xi Jinping, que "intentó recentralizar el poder y reforzar el control del PCCh sobre la economía y la sociedad" [4].

China en las instituciones financieras multilaterales

Durante la última década, China creó instituciones financieras multilaterales -de las cuales el Banco Asiático de Inversión en Infraestructura (BAII) es la más destacada por su envergadura- que se proponen disputar la primacía que tienen las que impulsó EE. UU. al final de la Segunda Guerra Mundial: el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco Mundial (BM). Si estas últimas tenían -y mantienen- como supuesto la centralidad del dólar en el sistema financiero internacional y la primacía del imperialismo norteamericano -único país con poder de veto en el directorio del FMI- las instituciones creadas por China tienen a este país en el centro y apuntan a un horizonte en el cual el Renminbi tenga un lugar más protagónico en el orden monetario mundial (en el que hoy solo está presente en el 5 % de las transacciones mundiales de monedas, contra 88 % del dólar). Estas instituciones han sido claves para el financiamiento de proyectos asociados con la IFR. A fines de 2022, el BAII tenía una cartera de préstamos a distintos países de USD 37.000 millones de dólares. Es decir, menor al préstamo realizado por el FMI a un solo país, la Argentina, lo que muestra el estado aún incipiente de estas iniciativas.

Pero la creación de instituciones multilaterales alternativas es solo una de las caras de la moneda de la estrategia de proyección China en este terreno. La otra ha sido pujar por un aumento de su representación en las organizaciones que siguen siendo dominantes. De esta forma es que China, la segunda economía del mundo, tiene un tercer lugar por su participación en el capital del FMI aportado por los distintos países y de peso en el voto, que es de 6 % (la superan EE. UU. con 16,5 % y Japón con 6,1 %). Esto significa que China es partícipe en las decisiones que se toman en materia de préstamos, y, lo que es más importante, de las condicionales que estos llevan asociadas. Los lineamientos del Fondo en este terreno no han cambiado demasiado desde los años 1980 y 1990, cuando fue el principal ariete para que los países imperialistas pudieran aprovechar las crisis de deuda que se sucedieron en los países dependientes -cuyas raíces estuvieron determinadas por el aumento abrupto de la liquidez global gracias a los llamados "petrodólares" y su recorte también abrupto como resultado del aumento de las tasas de interés que impuso la reserva Federal de EE. UU. entre 1979 y 1981 para frenar la inflación- para imponer las llamadas "reformas estructurales". Estas reformas, que apuntan a la apertura económica, desregulación financiera, privatizaciones de empresas públicas, reformas laborales flexibilizadoras y previsionales, entre otras, siguen siendo el menú básico que exige el organismo a los países en problemas. Su organización gemela, el BM, donde también China ganó peso, otorga créditos con finalidades específicas asociadas muchas veces a la introducción de estas reformas.

Pero incluso en iniciativas más asociadas a la competencia con el entramado de la integración financiera liderada por EE. UU. y las potencias imperialistas aliadas, se evidencia la solidaridad con este entramado. El BRICS, grupo que asocia a China con Brasil, Rusia, India y Sudáfrica, definió en 2015 el Acuerdo Contingente de Reservas (ACR), que se propone la provisión de apoyo a través de instrumentos de liquidez y de precaución en respuesta a presiones reales o potenciales en la balanza de pagos a corto plazo. Aunque se proponga como alternativa o competencia al FMI, Patrick Bond apunta que en realidad el mecanismo -que todavía no tuvo utilización efectiva en ningún país- "está atado a paquetes de ‘estabilización' del FMI". Bond observa que "si un país miembro [de los BRICS; N. de R.] necesita más del 30 por ciento de su cuota de préstamo, primero debe acudir al FMI para obtener un crédito de ajuste estructural y condicionalidad antes de acceder a más del ACR". Por tanto, en vez de debilitar a este organismo, le otorga un "mayor poder de negociación". Bond recuerda que los países BRICS contribuyeron en 2012 con nada menos que USD 75.000 millones en la recapitalización del FMI. Los BRICS, y en particular China que es allí un primus inter pares, son otro ladrillo en la pared del orden financiero internacional que asegura el alineamiento de los deudores con las políticas que favorecen al capital global.

La trampa de la deuda en versión china

Además de intervenir en el financiamiento a través de organismos multilaterales de su propia creación y de participar en las instituciones de Bretton Woods, China otorga créditos directos a numerosos países. También lo hace el Banco Popular de China a través de mecanismos de canje de monedas con otros bancos centrales. Un artículo reciente de The New York Times advertía con cierta alarma que China amenaza con reemplazar al FMI como rescatista de países [5].

Existe una noción de que estos préstamos no vienen asociados al mismo tipo de condicionalidad que exige el FMI. Pero una mirada detallada de la letra chica de los créditos la desmiente. No solo suele prestar a tasa más elevadas que las del FMI o el BM y más cercanas a los niveles del financiamiento de mercado; también incluye requisitos como las cláusulas de cross default, que implican que el incumplimiento en la devolución de un préstamo puede acarrear la suspensión del financiamiento de otros proyectos. También se incluyen explícitamente requisitos políticos, como puede ser la adhesión a la IFR, o evitar conductas o declaraciones que puedan ser consideradas ofensivas para Pekín, como puede ser reconocer a Taiwán, pronunciarse por violaciones a los derechos humanos en China o incluso cuestionar la manera en que China cumple con los requisitos de la OMC a los que se comprometió cuando ingresó en 2001 [6]. En la Argentina hemos visto cómo las negociaciones para prorrogar o ampliar el canje de divisas, que desde finales del gobierno de Cristina Fernández de Kirchner se fue volviendo cada vez más crítico para la disponibilidad de reservas del Banco Central, estuvo asociado a destrabar iniciativas de infraestructura para firmas chinas como la construcción de represas, y otras cuestiones por el estilo.

El financiamiento de China al mundo creció exponencialmente desde el lanzamiento de la IFR y fue presentado como una vía para aliviar la dependencia de las estructuras de financiamiento del imperialismo y sus plazas financieras. Durante algún tiempo, cuando las tasas de interés en el mundo eran de cero, el crédito de China apareció como un alivio y una alternativa a Wall Street o a los organismos internacionales que parecía menos exigente. Se hizo evidente que no era así cuando cambió el panorama financiero internacional como resultado del aumento en las tasas de la Fed y otros Bancos Centrales. Esto ocurrió en 2018/2019, hubo un alivio en 2020 cuando expandieron la liquidez y bajaron las tasas para enfrentar la pandemia, pero el panorama se volvió nuevamente complejo en 2022, con las subas de interés más pronunciadas desde antes de la crisis de 2007 en EE. UU. Este cambio de situación puso en dificultades a muchos países "emergentes" para pagar sus deudas. Más allá del componente geopolítico de muchas de las decisiones de financiamiento, los financistas chinos no están más dispuestos que sus contrapartes occidentales a refinanciar o reestructurar los préstamos. En casos como el de Sri Lanka, se extendió los plazos de pago a cambio de entregar a China la concesión de puertos por 99 años. Los bancos chinos están hoy mucho menos dispuestos a tomar pérdidas por el complejo panorama que están atravesando, ya que se enfrentan a grandes golpes por la crisis de un sector inmobiliario excesivamente apalancado, lo que llevó a la quiebra al gigante de la construcción Evergrande, y a una economía que se está desacelerando [7]. En las crisis de deuda soberana que probablemente se avecinan por el elevado nivel que alcanzó el endeudamiento público en los últimos años y las dificultades para financiarlo, el rol de China como acreedor será un componente fundamental de cómo se desarrollen las mismas. Hasta el momento, ha mostrado poca flexibilidad para aliviar las condiciones y ha exigido a cambio la libra de carne para sus bancos.

Dumping ambiental y extractivismo

La industrialización acelerada que tuvo lugar en China, sumada a la urbanización también acelerada y otros grandes proyectos de infraestructura, ha tenido un alto costo en materia ambiental para el país, además de convertirlo en uno de los grandes emisores de gases de efecto invernadero. Pero la huella ambiental que está dejando China se extiende cada vez más fuera de sus fronteras. Para sostener el crecimiento de su economía es necesario "exportar" crisis ambientales a todo el planeta.

Las cadenas globales que proveen a China de alimentos y materias primas estimularon el florecimiento del agronegocio ligado a paquetes tecnológicos basados en pesticidas tóxicos aplicados en gran escala, a la megaminería u otros esquemas igualmente disruptivos del ambiente, que China desplazó fuera de sus fronteras para sostener dentro de las mismas una acumulación ampliada manufacturera.

La demanda de China contribuyó a reforzar en muchos países dependientes el peso social de entramados capitalistas que asocian a firmas trasnacionales con las burguesías nacionales concentradas y los dueños de la tierra (en países como los de América Latina muy concentrada en pocas manos). Es decir, un fortalecimiento de sectores que se ubican entre los más reaccionarios defensores de la subordinación a las potencias imperialistas, aunque dispuestos a aceptar una "dependencia múltiple" a cambio de provechosos negocios.

Agreguemos a esto la manera descontrolada en la que firmas de China depredan los bienes comunes globales, como es el caso de la fauna marítima [8].

Las sanciones económicas con características chinas

El imperialismo norteamericano ha desarrollado en extremo las armas de castigo económico, que además de la amenaza militar son parte central del garrote que junto con la zanahoria de las promesas de inversiones o acceso al mercado yanqui sostienen el poderío de EE. UU.

China, más allá de los discursos de cooperación entre países y la igualdad de soberanías, también mostró en numerosas oportunidades su disposición a apelar a herramientas semejantes. Entre 2007 y 2020, China apeló a sanciones en al menos 15 oportunidades. Vida Macikenaite observa que "las sanciones se impusieron como represalia, a menudo como castigo o amenaza de castigo a un país que ha interferido con lo que China considera su soberanía, por ejemplo, reuniones con el Dalai Lama, disputas territoriales o transferencias de armas a Taiwán" [9]. Además, se impusieron sanciones económicas en los casos en que China percibía que las acciones de un país representaban una amenaza para su seguridad, como el despliegue de misiles THAAD en Corea del Sur en 2016 [10]. Macikenaite hace la salvedad de que "en la mayoría de los casos, las sanciones estaban más dirigidas a manifestar la oposición de China que a imponer daños reales y duraderos al país objetivo", no obstante lo cual se trata de un despliegue incipiente de una de las herramientas clave con las que actúan las potencias imperialistas en un mundo cada vez más interdependiente donde el comercio y las finanzas se han vuelto terreno fundamental para el empleo del "arma económica".

Evitar la tentación campista

Después de la invasión de Rusia a Ucrania, las relaciones internacionales aparecen cada vez más tensionadas, pero de una manera que desmiente cualquier idea de multipolaridad. Por un lado, EE. UU. logró en lo inmediato por lo menos revitalizar el alineamiento de la UE en la OTAN, que languidecía antes de la invasión lanzada por Putin. Aunque existen muchas líneas de falla en esta relación, sobre todo porque el destino del capitalismo alemán parece llevarla a restablecer lazos con Rusia como proveedor de energía abundante y más barata que el gas licuado o cualquier otra alternativa, por ahora se impusieron las consideraciones geopolíticas que reforzaron la alianza contra Rusia. Por otro lado, más allá de las aspiraciones del Kremlin, el desarrollo de la guerra reaccionaria que está librando en Ucrania, incluso si lograra imponer sus objetivos militares, terminará reforzando la condición de Rusia como potencia de segundo orden, con poder de fuego en lo que considera su "patio trasero" pero sin capacidad para disputar en la arena global, que hemos caracterizado con la categoría de dependencia con rasgos atenuados. A medida que se alarga el conflicto, Rusia está cada vez más condicionada por lo que pueda hacer China para aliviar su situación económica y permitir el reaprovisionamiento militar.

En esta tendencia al desorden mundial que se produce por los desafíos que afrontan el imperialismo norteamericano, todavía dominante, y sus aliados, exacerbados por la guerra, no hay un polo que ofrezca una perspectiva progresiva para los pueblos oprimidos. Esto es importante tenerlo claro, porque, si bien no todos los que hacen exégesis del rol de China en la multipolaridad llevan las conclusiones hasta el final, esta postura suele dar pie a tomar partido de antemano en el campo de China ante cualquier choque que pueda tener con EE. UU. y sus aliados.

La guerra en Ucrania y los escarceos cada vez más crispados alrededor de Taiwán han vuelto la hipótesis de una conflagración entre potencias como algo plausible y a ser tenido en cuenta en los pronósticos de un futuro no demasiado lejano. Este panorama refuerza los planteos en pos de posicionarse, con la tentación de ubicarse en el campo de China por la rivalidad que esta mantiene con el imperialismo yanqui, que, sin lugar a dudas, sigue siendo la principal fuerza de la reacción y del sostenimiento de la expoliación imperialista en el mundo.

De nuestro análisis se desprende que un posicionamiento de este tipo no está justificado. Aunque China está en disputa con EE. UU., en su relación con los países dependientes se evidencia que no plantea un sendero divergente que se oponga a la opresión y expoliación de los pueblos. Por eso, la lucha contra el imperialismo no puede librarse ubicándose en el "campo" de China. Es necesaria una política internacionalista para unir a las clases trabajadoras y los pueblos oprimidos de todo el planeta, para enfrentar el guerrerismo imperialista de manera independiente de los Estados capitalistas en disputa, que se preparan para librar nuevas guerras reaccionarias.

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NOTAS AL PIE

[1] Julio Sevares, Choque de gigantes. EE. UU. vs. China y la reglobalización, Buenos Aires, Corregidor, 2023, p. 82.

[2] Ibídem, p. 83.

[3] Ídem.

[4] Ralf Ruckus, The Communist Road to Capitalism, Oakland, PM Press, 2021, p. 214.

[5] Keith Bradsher, "After Doling Out Huge Loans, China Is Now Bailing Out Countries", The New York Times, 27/03/2023.

[6] James Sundquist, "Bailouts From Beijing How China Functions as an Alternative to the IMF", CGI Working Papers 015, Global Development Policy Center, Boston University, marzo 2021, consultado el 19/05/2023 en https://www.bu.edu/gdp/files/2021/03/GCI_WP_015_Sundquist_Mar.pdf.

[7] Bernard Condon, "China's loans pushing world's poorest countries to brink of collapse", AP News, 17/05/2023.

[8] De acuerdo al Índice de pesca INDNR (Ilegal, No Declarada, No Reglamentada), China está clasificada como el peor abusador de las leyes marítimas del mundo. Ver Robert Hunziker, "The Ocean Heat Bomb Ignites", Pressenza, 15/05/2023.

[9] Vida Macikenaite, "China's economic statecraft: the use of economic power in an interdependent world", Journal of Contemporary East Asia Studies, DOI:10.1080/24761028.2020.1848381.

[10] Ídem

Fuente: La Izquierda Diario