El mundo

Nueva ola de huelgas por los salarios recorre Francia

Con el movimiento contra la reforma jubilatoria, apareció una nueva oleada de huelgas por los salarios. Huelgas que se han ido acumulando a pesar de la insistencia de la intersindical en no extender la lucha contra la reforma jubilatoria a los salarios.

Desde hace dos meses, los empleados de Vertbaudet, empresa especializada en ropa infantil, han visto cómo 80 trabajadores de su plataforma logística iniciaban una dura huelga para exigir aumentos salariales. Mientras sufrían medidas represivas, con intimidaciones, violencia policial y detenciones, esta huelga se ha convertido en un símbolo de las huelgas por aumentos salariales. Pero detrás de los trabajadores de Vertbaudet, desde el 7 de marzo han tenido lugar decenas de huelgas por aumentos salariales. Huelgas alimentadas en parte por la bronca de los trabajadores contra la reforma de las jubilaciones, y ello a pesar de la negativa de la intersindical a incluir reivindicaciones salariales ofensivas mientras se movilizaban contra la reforma jubilatoria.

Sin embargo, estos innumerables conflictos, que revelan un recrudecimiento de la combatividad obrera en la base, muestran que la batalla contra la reforma jubilatoria y el gobierno podría haber adquirido una dimensión completamente diferente si se hubieran unido estos dos movimientos. De ahí la necesidad de hacer balance de este periodo, para retomar la ofensiva.

Huelgas por el salario: una tercera oleada

Se trata de un fenómeno ampliamente ignorado por los medios de comunicación nacionales: a lo largo de la batalla contra la reforma jubilatoria, se desarrollaron numerosas huelgas por el aumento de los salarios. Desde el 7 de marzo, estas huelgas parecen haberse acelerado.

A partir de 2021, hemos asistido a un retorno de las huelgas salariales, concentradas principalmente en las empresas en las que predominan los salarios bajos, y sobre todo en el sector minorista. Leroy-Merlin, Décathlon, Auchan, todas ellas grandes empresas en las que los empleados cobran un salario ligeramente superior al salario mínimo y en las que los sacrificios realizados durante las oleadas de Covid no habían sido recompensados. Estas huelgas habían sorprendido ampliamente a los sindicatos, sobre todo en empresas donde las huelgas eran muy poco frecuentes. A pesar de la combatividad de algunas de ellas, en gran medida no pudieron satisfacer sus demandas, frente a empresarios intransigentes que se negaron a darles algún aumento luego de los enormes beneficios que obtuvieron durante la pandemia de Covid-19.

Entre julio de 2022 y diciembre de 2022, se desarrolló una segunda oleada de huelgas en empresas de importancia nacional, la más importante fue la lucha de las refinerias que se llevo a cabo entre octubre y noviembre.

Durante estos seis meses, estallaron huelgas en muchas empresas emblemáticas: primero en el aeropuerto Roissy Charles de Gaulle, luego en PSA-Stellantis, con una jornada de huelga que no se veía desde 1989, con 4300 trabajadores en huelga. Le siguieron, por supuesto, las huelgas en las refinerías de Total y ExxonMobil, que prácticamente dejaron seco el país. Siguieron una serie de huelgas en numerosos grupos industriales punteros, como Safran, Airbus o Thalès en aeronáutica, el líder logístico Geodis, el grupo farmacéutico Sanofi, huelgas en empresas energéticas (EDF, RTE o GRDF) y, por último, la huelga de controladores de la SNCF (empresa nacional de trenes) justo antes de Navidad. Estas huelgas, algunas victoriosas como en el sector de la energía, con aumentos de 200€ para los electricistas y los trabajadores del gas, estuvieron marcadas sobre todo por la falta de voluntad de las direcciones sindicales para coordinar estas huelgas, que sin embargo sacudieron a enormes grupos que emplean a decenas de miles de trabajadores.

El movimiento de huelgas por aumentos salariales que se desarrolló al mismo tiempo que la batalla contra la reforma jubilatoria se convirtió en una especie de "tercera ola" de las luchas salariales que se iniciaron con la aceleración de la inflación desde el verano de 2021. Esta nueva ola se concentra en empresas de tamaño más intermedio, principalmente en empresas privadas, que a veces prestan misiones de servicio público privatizadas, como en el transporte público o la recogida de residuos. Hemos intentado, recopilando fuentes periodísticas a menudo muy desiguales (sobre todo cuando se trata de huelgas en empresas que a veces tienen menos de un centenar de empleados), elaborar una tipología de estas huelgas, sus reivindicaciones y sus métodos para comprender sus características.

Las huelgas defensivas se concentran entre los trabajadores del sector privado

Lo que caracteriza esta oleada de huelgas es la diversidad de los sectores que abarca, desde pequeños depósitos logísticos hasta tiendas de Truffaut y fábricas de muebles y madera. Entre el centenar de huelgas que hemos contabilizado (es seguro que otras decenas pasaron desapercibidas para los medios de comunicación, incluida la prensa diaria regional), podemos identificar tres sectores principales a la cabeza de esta dinámica huelguística.

En primer lugar, numerosos subcontratistas de las industrias metalúrgica, automovilística y aeronáutica, en centros industriales de entre 80 y 500 empleados. Es el caso de los empleados de Sabena Technics (subcontratista de Airbus), Novares (subcontratista de Toyota), la fundición de Lorena o ArianeGroup en Ile-Longue. Huelgas exitosas las tres primeras, que demuestran hasta qué punto las empresas medianas pueden ser indispensables en la logística de los grandes grupos multinacionales, obligando a la patronal a aceptar las reivindicaciones de los huelguistas.

Luego, es también el sector de las plataformas logísticas y de la gran distribución con numerosas huelgas: la empresa STEF en Le Mans, o en FM Logistic en Oise y finalmente en KB90, subcontratista de Amazon. Cada vez, son uno o dos depósitos los que se declaran en huelga, sin coordinación a escala nacional, al igual que en el sector de la distribución.

Por último, el tercer sector a la cabeza de esta oleada huelguística está constituido por numerosas empresas privadas que prestan servicios públicos, como los transportes públicos o las empresas de recogida de basuras. En estas empresas, a menudo filiales de Keolis (como Ilevia en Lille o Synchrobus en Chambéry) o de Transdev con Bus Rémi, predominan los bajos salarios en un contexto de división y fragmentación de los trabajadores en miríadas de empresas que pertenecen a los mismos grupos. La misma lógica se aplica a los basureros, ya trabajen para SIVOM (Essonne), Pizzorno (París) o Nicollin (Sète): la competencia entre empresas que prestan servicios públicos presiona sobre los salarios, ahogando de paso el poder adquisitivo de sus empleados.

A pesar de la diversidad de los sectores, estas huelgas tienen generalmente un punto en común: siguen siendo huelgas "defensivas", es decir, defienden aumentos salariales a menudo inferiores a la inflación. Frente a una inflación de dos dígitos para la alimentación y la energía, que son las principales partidas de gasto de todos los hogares franceses, las reivindicaciones salariales más ofensivas de estas huelgas se sitúan en torno a un aumento del 10% o de 200 euros (lo que correspondería a un 11,5% para un asalariado del SMIC). No se trata de ganar salarios, sino de evitar perderlos debido a la inflación. Frente a un empleador intransigente que propone a veces un aumento del 1% durante las negociaciones anuales obligatorias, pedir un aumento del 6% parece a veces "demasiado" cuando la inflación para 2022 se sitúa en torno al 5,9%.

Batalla contra la reforma de las pensiones y tendencias a la huelga reconductibles

Pero lo que hace más específica esta oleada de huelgas salariales es evidentemente su sincronía con la batalla contra la reforma jubilatoria. En efecto, estas huelgas se desarrollaron al mismo tiempo que se dio la lucha por las jubilaciones, teniendo esta última un papel de radicalización de los conflictos o de desencadenante. Es el caso, por ejemplo, de la huelga de Verbaudet: en el origen del movimiento, fue un bloqueo exterior del depósito por los sindicatos locales lo que empujó a los trabajadores a organizar una huelga por el aumento de salarios. Así lo atestigua también un empleado de Onet, que limpia los metros parisinos y que acaba de ganar una huelga por salario: "Aquí somos varios los que hemos participado en las manifestaciones. Sin este movimiento no habría habido tanta gente en huelga".

El vínculo entre salarios y pensiones también se manifestó en la SNCF (empresa nacional de trenes). Así, en la huelga de los señaleros de la estación de clasificación de mercancías de Le Bourget, llevaron una huelga a finales de noviembre con una modalidad de 59 minutos de huelga al día, y luego dos veces 59 minutos; exigiendo por sus condiciones de trabajo y luego por aumento de salarios. Tras haber seguido los llamamientos a la huelga de la intersindical, la huelga se endureció hasta convertirse en una huelga renovable que combinaba las reivindicaciones iniciales con la exigencia de una jubilación a los 60 años y a los 55 años para los trabajos insalubres. La misma dinámica se produjo en la mayor caja de señales de Francia, donde la bronca contra la reforma jubilatoria y contra las condiciones de trabajo se potenció rápidamente. En estas dos huelgas victoriosas, la presencia de un sindicato combativo como Sud Rail Paris Nord fue decisiva para el resultado de la lucha. En el centro técnico de Châtillon, la indignación por las condiciones de trabajo estalló tras el anuncio del decreto que imponía la odiada reforma jubilatoria. Los ferroviarios iniciaron entonces una huelga que duró varias semanas y pudo renovarse.

En la mayoría de las huelgas, la lucha contra la reforma jubilatoria era inseparable de las reivindicaciones salariales, y algunas de ellas se basaron en las grandes jornadas de movilización nacional para reunir más personas. El mes de marzo fue especialmente prolífico en este sentido. La idea de que el fin de mes y el fin de la carrera profesional eran dos cuestiones inseparables fue, por tanto, fundamental para desarrollar este movimiento huelguístico.

En vísperas de las primeras manifestaciones contra la reforma jubilatoria, Laurent Berger (Secretario general de Confederación Francesa Democrática del Trabajo) había insistido en la necesidad de organizar manifestaciones los sábados, para "permitir a los trabajadores de segunda línea manifestar su descontento. Es decir, los trabajadores de la alimentación, la construcción, las obras públicas, el comercio, la distribución, la limpieza, etc. [...] Somos muy conscientes de sus dificultades en términos de poder adquisitivo". En general, la intersindical no dejó de insistir en la dificultad para los más precarios de ir a la huelga, y más aún de ir a una huelga renovable. Sin embargo, lo que podemos observar en esta oleada de huelgas por los salarios es una tendencia a las huelgas reconductibles. Tanto si duraron dos días como dos meses, como la de Verbaudet, la mayoría de las huelgas se llevaron a cabo de forma renovable, y ello a pesar de los empleos a veces muy precarios que ocupaban los huelguistas. Del centenar de huelgas que hemos contabilizado, el 55% fueron huelgas reconducibles (de dos días o más de duración), y sólo el 19% fueron jornadas aisladas o simples paros (para los demás conflictos faltan datos).

En esta situación encontramos una de las claves que habrían permitido pasar de una movilización contra la reforma jubilatoria, centrada en jornadas de huelga aisladas a una huelga general que englobara a todas las categorías de trabajadores. En efecto, la única reivindicación de la retirada de la reforma jubilatoria está lejos de poder hacer caer al conjunto de la clase obrera en una huelga renovable en la que cada día pasado es un día sin salario.

¿Cómo convencer a un trabajador con el salario mínimo para que se una a una huelga renovable si ya se va a jubilar a los 64 años? La fuerza de voluntad y la convicción no bastan para convencer a millones de trabajadores precarios de que pierdan varios días de salario. Tiene que haber un objetivo mayor, por el que válgala pena perder algunos días, para poder arrastrar a millones de trabajadores a una huelga indefinida, y la cuestión de los aumentos salariales masivos debería haber desempeñado este papel. Frente a la inflación que afecta a millones de personas, los dos problemas, el de las jubilaciones y el de los salarios, deberían haberse abordado conjuntamente. "La inflación afecta a todos, tanto a las pequeñas como a las grandes empresas", explicó Stéphane, empleado de Tisséo, en una entrevista nuestro diario el 18 de abril. "Es la segunda huelga de mi vida. Lo que me convenció fue la inflación, las dificultades de la vida: todo es complicado. La gasolina, los carritos de la compra, todo es una sola cosa".

Es exactamente lo contrario de esta lógica lo que animó a la intersindical durante todo el movimiento, esforzándose por impedir cualquier ampliación de las reivindicaciones. El 7 de febrero, Laurent Berger explicaba a Le Parisien que "la CFDT (Confederación Francesa Democrática del Trabajo) nunca ha sido partidaria de los eslóganes comodín. Si queremos que el gobierno nos escuche sobre la edad legal, tenemos que atenernos a esta reivindicación". Junto al jefe de la CFDT, Philippe Martinez se limitó a seguir la política de su homólogo, negándose explícitamente a hacer converger las reivindicaciones, y por tanto a prolongar potencialmente la huelga renovable.

Por una coordinación de las huelgas y una lucha nacional por los salarios

Por último, lo que salta a la vista cuando observamos esta nueva oleada de huelgas es el aislamiento de cada una de ellas. Por lo general, estas huelgas han tenido lugar en un solo lugar de trabajo, no a nivel de empresas enteras. Y, aunque tengan lugar al mismo tiempo y a veces en territorios muy próximos, estas huelgas permanecen aisladas unas de otras.

Sin embargo, el problema de la inflación no es un problema que afecte específicamente a tal o cual lugar de trabajo: es un fenómeno que afecta a todos los estratos de nuestra clase, desde los trabajadores sin papeles más precarios hasta los trabajadores mejor pagados de las grandes empresas. Hace unos días, para justificar su marcha a Matignon, Sophie Binet (Secretaria general de la Confederación General del Trabajo) volvió a hablar de salarios: "Le dije a Elisabeth Borne (primera ministra) que había un problema con los salarios que estaban bajando en Francia. El Gobierno tiene palancas en materia salarial: puede aplicar una indexación de los salarios sobre los precios", explicó en la TV francesa.

Entrevistada en Mediapart por Mathieu Magnaudeix sobre la oportunidad de un movimiento nacional sobre los salarios, la dirigente de la CGT respondió al mismo tiempo que "las jubilaciones y los salarios no funcionan de la misma manera: los salarios, el primer interlocutor, es el patrón, por lo que hay movilizaciones en las empresas en los centros de trabajo directamente vinculadas a las negociaciones salariales. Pero un movimiento nacional interprofesional sobre los salarios es mucho más raro y casi nunca se ve". Una forma de explicar que no sería posible impulsar una coordinación de las huelgas por los aumentos salariales, y menos aún construir un movimiento nacional por los aumentos de salario.

Sin embargo, unos instantes después, Sophie Binet explicó que la CGT defendía la indexación de los salarios a la inflación. ¿Cómo explicar que sería imposible construir una movilización nacional sobre la cuestión de los salarios y luego plantear una reivindicación que sólo podría obtenerse con una movilización nacional? En realidad, si, como dice Sophie Binet, "construir una movilización nacional interprofesional no es el mismo mecanismo" que para las jubilaciones, es porque la patronal consiguió, bajo Mitterrand, acabar con los mecanismos limitados de indexación de los salarios a la inflación y de individualización de la cuestión salarial mediante la creación de la OAN. Es una forma de compartimentar las cuestiones salariales para cada empresa. En lugar de cuestionar esta victoria de la patronal, al proponer un plan para unificar las huelgas y "nacionalizarlas", Sophie Binet acepta, en última instancia, los mecanismos de división de nuestra clase.

Por el contrario, el conjunto del movimiento obrero debería luchar por la indexación de los salarios sobre la inflación. La intersindical no consiguió la retirada de la reforma de las pensiones pidiéndoselo educadamente al gobierno, tampoco conseguiremos aumentos salariales masivos y la indexación de los salarios a los precios rogándoselo al gobierno en reuniones. Sólo a través de un movimiento nacional de huelgas reconductibles podremos obtener estas reivindicaciones. Y para ello, la coordinación de las huelgas existentes y en curso, cuyas reivindicaciones son a menudo muy similares, es una tarea central.

Debemos dejar de luchar solos, sin dialogar con otros sectores que luchan por las mismas demandas. Si quieren obtener la indexación de los salarios a los precios, las centrales sindicales deben hacer este trabajo de coordinación, tender estos puentes entre estas luchas, para unir cada uno de estos conflictos que demasiado a menudo se limitan a las puertas de la empresa.

En la reunión organizada por la Red por la Huelga General el 13 de marzo, cuando despegaban las huelgas renovables en los sectores de la energía, el refinado y la recogida de basuras, Frédéric Lordon (economista y filósofo francés) caracterizó la reivindicación salarial como "la reivindicación imperativa, transversal, unificadora, la que lanzará a todos a la lucha globalizada". Mientras que muchos periodistas y militantes de izquierda veían en el movimiento intersindical la única vía para construir "la unidad de nuestra clase", la realidad de las huelgas renovables contra la reforma jubilatoria demostró que la unidad de los "logos" sindicales no bastaría para llevar a la huelga a millones de trabajadores.

Las tendencias a renovar las huelgas por los salarios demuestran que la bronca sigue ahí. La unidad de nuestra clase, más necesaria que nunca para hacer retroceder a Macron en la reforma de las pensiones y en todo su programa antiobrero y reaccionario, sólo puede lograrse buscando la unificación de los sectores en lucha. Una política que pasa por la construcción de un programa capaz de unir a los sectores, en torno a consignas ofensivas sobre los salarios, por su indexación sobre los precios y el aumento de 400€ para todos, las pensiones, pero también para enfrentar a la actual ofensiva autoritaria. Estas reivindicaciones son inseparables de la construcción de un plan de lucha nacional para conquistarlas.

En torno a esta necesidad se desarrolló la Red por la Huelga General, fue la única voz que durante este movimiento, no dejó de insistir con la necesidad de extender las reivindicaciones a los salarios. Esta red de activistas sindicales, estudiantes y militantes se empeñó en tender puentes entre la lucha contra la reforma jubilatoria y las huelgas por los salarios. Ya fuera en apoyo a la huelga de los basureros de SIVOM, de los señaleros de Bourget, de Tisséo en Toulouse o de Verbaudet, los militantes de la Red mostraron lo que podría haber sido una política alternativa a la de la intersindical, apoyando las huelgas de los trabajadores precarios e integrándolos al mismo tiempo en su conjunto en la lucha por nuestras jubilciones. Una red que sigue viva y estructurándose, sobre todo en torno a la tarea central de coordinar las luchas.

Este artículo fue publicado originalmente en el sitio Révolution Permanente, parte de la Red Internacional de La Izquierda Diario.

Fuente: LID