Patagonia

Qué defienden los que defienden a Roca, sus monumentos y su ideología

Por Adrián Moyano*

El mapuche no es el único pueblo al que Julio Roca agredió. En los albores de su trayectoria castrense, no experimentó mayores problemas de conciencia al cambiar de bando: cuando en 1859 se reanudó la guerra entre la Confederación y Buenos Aires, el tucumano se sumó a las huestes que comandaba Justo José de Urquiza con grado de alférez de Artillería. Después de cruzar cañonazos con barcos bonaerenses, de participar en Cepeda y también en Pavón, marchó hacia la ciudad vencedora y pasó a desempeñarse como secretario de su tío, Marcos Paz, a quien Bartolomé Mitre designó interventor en el norte. Después, se sumó al ejército ahora nacional como teniente primero, en el Regimiento 6 de Infantería. Se pasó a las filas de sus ex contrincantes.

Roca en 1905, después de finalizar su segundo mandato como Presidente.

Como oficial de aquella unidad, la dirigió contra el gauchaje que resistía al nuevo orden mitrista.

Carnicerías

Tropas que integraba Roca hicieron frente a las montoneras del Chacho Peñaloza en Lomas Blancas (La Rioja) y en Las Playas (Córdoba). Fueron auténticas carnicerías que las principales plumas de la historiografía lograron disimular. El 20 de mayo de 1863, los seguidores del riojano tuvieron que retirarse ante el poder de fuego de los "nacionales", sin poder asistir a los heridos. Al mando del coronel Sandes, los dueños del campo recibieron la orden de quemar los cadáveres de los caídos, sin diferenciar a los todavía moribundos. De esa ceremonia macabra participó el prócer, cuya estatua las derechas no quieren que se toque.

Sobre la masacre de Las Playas pende idéntica vergüenza. En junio del mismo año, aunque a las órdenes de Wenceslao Paunero, otra vez Sandes dispuso que se lanceara y fusilara a los jefes y oficiales que tuvieron la desgracia de caer prisioneros. El salvajismo con que se trató a los 700 cautivos sobrevivientes nada tiene que envidiar a los crímenes de guerra más deleznables. Una vez más, el oficial de Mitre y superior de Roca hizo que se prendiera fuego al pajonal y, en consecuencia, los heridos murieron carbonizados.

Odio a la "barbaridad popular"

Mitre, Paunero, Sandes y Roca participaban de un ideario muy claro, que tuvo entre sus principales mentores a Domingo Sarmiento: "Tengo odio a la barbaridad popular. La chusma y el pueblo gaucho nos es hostil (sic). Mientras haya chiripá no habrá ciudadanos. ¿Son acaso las masas la única fuente de poder y legitimidad? El poncho, el chiripá y el rancho son de origen salvaje y crean una división entre la sociedad culta y el pueblo, haciendo que los cristianos se degraden. Usted tendrá la gloria de restablecer en toda la Republica el predomino de la clase culta anulando el levantamiento de las masas", escribió el sanjuanino al presidente. De esa anulación participó el dueño del Centro Cívico barilochense. Al arrancar la Guerra del Paraguay, tenía jinetas de capitán y cuando volvió, ya era mayor. De nuevo ordenó disparar contra argentinos del bando federal en San Ignacio, para reprimir un alzamiento cuyano. Todavía gobernaba Mitre. En la Argentina, al menos un sector del peronismo honra al federalismo que resistió la centrifugadora liberal - mitrista, pero nunca se entusiasmó con la demanda de "desmonumentar".

Abrir la tranquera al imperialismo

¿Para qué hicieron Roca ,-y el sector social al que pertenecía- la llamada Campaña al Desierto? Durante su primer mandato (1880-1886), el comercio exterior alcanzó cifras inéditas y desde el vamos las importaciones superaron a las exportaciones, con la excusa de incorporar nuevas infraestructuras. En 1880, el país importó por más de 45 millones de pesos oro y cuando Roca finalizó su período, la cuenta había trepado a más de 95 millones. El crecimiento de las exportaciones fue significativamente menor: de 58 millones en 1880 a casi 70 millones en 1886. Quiere decir que el conquistador del Desierto tomó la administración con superávit comercial y la dejó con un déficit de 25 millones de pesos oro. Según historiadores económicos, en la década de 1880 se inició una crisis financiera que se prolongó durante 20 años. El endeudamiento externo también se disparó: "la deuda consolidada que era de 57.079.000 pesos en 1880, alcanzó en 1884 a 122.603.000", reconstruyó el historiador Abad de Santillán. Quiere decir que se duplicó y un poco más en apenas cuatro años. Parte de los créditos se utilizó para la adquisición de material ferroviario, la compra de armamentos y mejorar instalaciones portuarias en el Riachuelo. Entre 1882 y 1884, las arcas públicas debían canalizar cerca de 50 millones de pesos oro para atender los servicios de la deuda externa, cuando para el último de los años, la renta nacional ni alcanzó los 38 millones de pesos. Los economistas neoliberales del siglo XXI se darían una panzada con las cuentas del presidente que su tradición política honra. ¿Con qué se cubrió el déficit fiscal? Con más endeudamiento externo. Para evitar la profundización de la crisis, se declaró inconvertible el papel moneda y como consecuencia, hubo corrida y estrepitosa fuga de capitales: el Banco Nacional giró hacia el exterior casi siete millones de libras y el Banco de la Provincia hizo otro tanto con 580 mil. La no convertibilidad se declaró para proteger a las entidades bancarias. En 1885, el papel moneda se depreció un 17 por ciento.

Montoneros del Chacho Peñaloza, prisioneros en 1863.

La memoria del Banco Nacional de ese año, describió con claridad el panorama. "Los particulares han consumido o empleado en el mismo lapso de tiempo muchos millones en nuevos y numerosos establecimientos de campo, fundados en Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, San Luis, Mendoza y en los territorios nacionales de La Pampa; en establecimientos industriales como los ingenios azucareros de Tucumán, Santiago del Estero, el Chaco y Misiones; en la especulación de tierras improductivas aún y cuyo precio de 400 pesos la legua se ha elevado hasta 10.000; en la importación excesiva de mercaderías extranjeras, superior a las necesidades, a todo lo cual debe agregarse la decadencia de la industria saladeril, que en la República está reducida a faenar de 250 mil a 300 mil cabezas, cuando antes sacrificaba cerca de 900 mil. Todo esto representa centenares de millones gastados en breve espacio de tiempo con una rapidez febril, en obras que ciertamente serán productoras de riqueza, pero que no lo son todavía, y todo país que como el nuestro desenvuelve en tan poco tiempo tanta actividad y progreso, está expuesto a estas crisis".

El documento justificaba los desequilibrios a raíz de las erogaciones que se habían destinado a ferrocarriles, puertos, muelles, edificación y fundación de nuevas ciudades. Buena parte de la infraestructura que concentraba las inversiones, era esencial para el modelo agroexportador que tenía a Gran Bretaña como socio principal. También queda en evidencia el rápido ingreso al funcionamiento capitalista de los territorios recientemente arrebatados a los grandes loncos al sur de la antigua frontera, a través de "los particulares". Precisamente, el ferrocarril -símbolo de la hegemonía británica en la Argentina hasta su nacionalización en 1948- llevó su tendido desde 2.313 kilómetros en 1880 a 5.964 kilómetros cuando finalizó Roca su primer mandato. Cualquier persona que se considere antimperialista, también debería molestarse con la persistencia de sus monumentos.

En defensa de su clase

En 1902, Roca ejercía su segundo período como presidente. Ese año, el movimiento obrero conmemoró por separado el 1ro. de mayo. La Federación Obrera Argentina, bajo orientación anarquista, consideró que se trataba de "una fecha de duelo y reivindicaciones para las clases trabajadoras" y rechazó adhesiones a partidos políticos, vía que era ensayada por los socialistas. La FOA recomendaba "la huelga general como suprema arma de lucha económica" y reafirmaba "el empleo del boicot y el sabotaje en la contienda contra el capitalismo", según Abad de Santillán. Hubo huelgas de los estibadores del puerto San Nicolás, de los obreros azucareros y los portuarios de Rosario, los ferroviarios del ramal Olavarría-Buenos Aires, los pintores de Mar del Plata, los peones del Mercado Central de Frutos, los panaderos de Chivilcoy y un largo etcétera.

El concepto "criminalización de la protesta" todavía no existía, pero fue el recurso al que echó mano el gobierno: un juez ordenó el allanamiento del local de la FOA. Como la reacción obrera no se hizo esperar, el Conquistador del Desierto hizo aprobar la que quizá fuera la norma más odiosa de la historia argentina: la Ley de Residencia. El trámite parlamentario fue súper veloz y, para noviembre, el Poder Ejecutivo ya podía ordenar la expulsión del territorio nacional de "todo extranjero por crímenes o delitos de derecho común, o de aquellos cuya conducta comprometiera la seguridad nacional o perturbase el orden público". Además, el prohombre declaró el estado de sitio "y los barrios obreros fueron ocupados militarmente". Los locales fueron clausurados y la prensa, suspendida. La democracia, una quimera... Dos años después, el 1ro. de mayo de 1904, Juan Ocampo cayó ante las balas de la represión en lucha contra la Ley de Residencia. Trabajaba como marinero y contaba con apenas 18 años. La Policía también atacó su funeral y secuestró su cuerpo, que nunca apareció. El mapuche no es el único pueblo al que Julio Roca con persistencia, agredió.

*Periodista y escritor.