Política

El pueblo de Chubut, Nacho Torres y Julio Cortázar

Por Rodolfo García*

El último Cortázar -el más lúcido e inteligente; quizás el menos creativo e imaginativo, pero sí el más valiente- fue quien llegó casi en secreto a la Argentina durante los primeros días de diciembre de 1983. Lo esperaba una dictadura que no terminaba de morir y una democracia que no terminaba de nacer, pero especialmente María Herminia, su madre. En privado, argumentó que venía a despedirse de ella porque había pasado los noventa años. «Es ley de vida», dijo. Dos meses después, sin embargo, llegó la noticia de la muerte del propio Julio Cortázar, producida por una traidora leucemia. Luego se sabría que Raúl Alfonsín no lo había recibido por el miserable consejo de Luis Brandoni.

Alfonsín no recibió a Cortázar en 1983 por consejo de Brandoni

Julio Cortázar estuvo un puñado de días en Buenos Aires, pero alcanzó para dejar un legado. Habló de literatura y compromiso, sus dos grandes pasiones. Habló de Johnny Carter, el protagonista de El perseguidor, y del tema del exiliado y del emigrado; de sus cuentos prohibidos por la dictadura y del estado de quiebra económica y ética en que estaba el país; del olor inconfundible de Buenos Aires y del taxista que lo reconoció; de su obra la Autopista del Sur y de los jóvenes que se apropiaron de Rayuela. Dijo que eso lo conmovía profundamente en el sentido de no haber vivido totalmente en vano y confesó que necesitaba creer en algo para poder vivir.

«Tengo la imperiosa necesidad de creer en algo. Porque cuando estoy en lo mío, escribiendo, me siento enteramente vivo, profundamente vivo, pero después, cuando veo la realidad...». Defendía a Nicaragua, tan violentamente dulce, también defendía a Cuba y al primer Fidel y al eterno Che; pero Cortázar sabía mejor que nadie adonde habían ido a parar las palomas blancas de Fidel.

«Las rosas siempre se terminan marchitando como las revoluciones triunfantes que terminan creando una casta anquilosada, quitinosa y privilegiada»; por eso necesitaba creer, como el pueblo de Chubut. "Yo también tuve sueños, pasión y fe. Pero chocan con la realidad. Es la realidad la que te quiebra. Te espera y te manea. Pero la realidad te golpea. Por eso la fuga a la ficción, al arte, a escribir". Necesitaba creer en algo, como el pueblo de Chubut.

Casi como en una apelación literaria, algunos chubutenses imaginan con incertidumbre el momento en que el gobernador electo asumirá el comando de una provincia turbulenta, cerca de la desesperanza y acechada por dirigentes nacionales que pregonan el ajuste como credo. "Nacho: todos necesitamos algo en qué creer, y el pueblo chubutense lo demostró dejando en las urnas un mensaje bíblico". Como dijo Jesús a Tomás, el apóstol: "Tú crees porque has visto. Dichosos los que vienen a mí, sin haber visto".

*Ingeniero agrónomo y escritor. Ediciones Espacio Hudson publicó recientemente su novela "Niebla polar" (espaciohudson.com)