Pueblos originarios

Asesinato de Rafael Nahuel: crónica en tres partes

Por Santiago Rey

CRÓNICA I: ¿DONDE EMPIEZA LA LOCURA?

Rafael Nahuel fue asesinado por la espalda en noviembre de 2017, en Bariloche. Pero el juicio se realiza a 482 kilómetros, en General Roca. Los imputados: cinco Albatros, ni siquiera están en la sala, se conectan por Zoom. Hablan de "problemática mapuche", de "cumplir órdenes" y de accionar para "defender la Patria".

Viajo en el mismo colectivo que la familia de Rafael. Me pregunto qué estará pensando Graciela. Sentada en la butaca, ¿pensará en su hijo, en su hijo vivo, en su hijo vivo durante las visitas casi diarias a tomar mate?. ¿O en su hijo caído, en su hijo muerto, en su hijo con un balazo? ¿Mirará por la ventana buscando alguna respuesta que hasta ahora la Justicia no le dio o sólo se distraerá con el monótono transcurrir del valle, la inmensidad patagónica, y, finalmente, los ríos y montañas de la escenografía cordillerana?

Es miércoles 16 de agosto. Viajamos, en el mismo colectivo que nos lleva de regreso desde la ciudad de General Roca -donde se sustancia el juicio por el homicidio de Rafael Nahuel- hasta Bariloche, donde viven los padres del joven asesinado, y yo. La ciudad en la que Rafael fue ultimado por cinco miembros del grupo de elite Albatros de la Prefectura Naval Argentina, hace ya casi seis años.

Mientras me acomodo para leer, intento imaginar cuánto pensará Graciela a Rafael a bordo de este bus que tardará siete horas en llegar. ¿Será para ella el tiempo igual que para mí? ¿La aparición de la imagen de su hijo no ralentizará su tiempo, hasta convertir las siete horas en diez, cien?

Hace pocas horas, en la audiencia en el Tribunal Oral Federal, Graciela vio en un monitor y por zoom el rostro de los cinco responsables de la muerte de su hijo. Qué guardará en la memoria de esas caras, caras como cualquier cara, caras en las que sólo la sugestión permite distinguir la marca de un asesino. Qué simple sería desentrañar un caso así -o incluso qué simple serían los ritos vinculares- si el rostro de cada quien incluyera una marca indeleble, inevitable, en la que se lea cada hecho de su vida. Una gestualidad, una mancha, una forma de mirar en la que descubrir la responsabilidad de, pongamos por caso, el asesinato por la espalda de un joven mapuche el 25 de noviembre de 2017.

Pero no. Los cinco rostros que desde la pantalla siguen las instancias del juicio que los tienen como imputados son rostros como cualquiera, morochos, jóvenes, con el pelo corto. Son rostros que en poco se distinguen de la cara de la víctima.

Qué pensará Graciela.

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Graciela y Alejandro, padres de Rafael, y Ezequiel, su hermano, están presentes en las dos primeras audiencias de un juicio que, se calcula, se extenderá por dos meses, con dos jornadas semanales. Graciela, Alejandro y Ezequiel llegan a los tribunales sobre la hora de inicio de la primera audiencia, en silencio, llevan remeras blancas con una foto estampada de Rafael y la leyenda Justicia por Rafita.

El Tribunal resolvió que el juicio se realice en una pequeña sala con capacidad para 35 personas en General Roca, lo cual obliga a la familia, a los abogados querellantes, al fiscal subrogante, a los testigos barilochenses, a los allegados, a viajar todas las semanas 482 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para poder asistir a las audiencias.

Uno de los abogados de la familia, Rubén Marigo, solicita durante la primera jornada que el juicio se traslade a Bariloche. Lo mismo habían pedido las querellas que representan a la Asamblea por los Derechos Humanos (APDH) Bariloche y a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación. Una y otra vez el Tribunal se negó argumentando las dificultades que implicaría para esa Corte movilizarse hasta la ciudad andina.

Yo viajo también semanalmente para cubrir el juicio para la agencia Télam, para En Estos Días y para el documental que sobre el caso estamos filmando hace cuatro años.

Las audiencias se inician a las 8,30, pero una hora antes nos obligan a estar en el lugar para acreditarnos, seas parte del público o de la prensa. Igualmente el juicio no despierta mucho interés para los medios: el primer día seis o siete periodistas seguimos las alternativas de la audiencia; el segundo, apenas tres.

En cambio, afuera del tribunal, los dos primeros días se congrega un grupo de entre 100 y 150 personas, en su mayoría mapuche y de organizaciones sociales y partidos de izquierda para reclamar justicia por Rafael. Al término de cada jornada, la familia y los abogados se dirigen a ellos con un altoparlante.

Inicialmente están citados 90 testigos, aunque es probable que durante el desarrollo del juicio algunos sean exceptuados. Si todos concurriesen, a un promedio de entre 4 o 5 testigos por jornada, nos esperan dos meses y medio de testimonios. Llegará luego el momento de los alegatos de las querellas, la fiscalía y las defensas. Y más tarde la sentencia.

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Los cinco imputados asisten a las audiencias por zoom. Todos integrantes del grupo Albatros de la Prefectura Naval Argentina: Sergio Cavia, Francisco Javier Pintos, Carlos Valentín Sosa, Juan Ramón Obregón y Sergio García aparecen en pequeños recuadros en un televisor de 32 pulgadas ubicado en una de las esquinas de la sala. Un segundo televisor con las mismas imágenes está en la pared del fondo, de cara al Tribunal. Pero nadie lo mira. Habría que girarse para hacerlo.

Cavia está procesado como responsable de "homicidio agravado cometido en exceso de legítima defensa", y los otros cuatro como "partícipes necesarios" del mismo delito. Es decir que para el texto de la elevación a juicio, el cabo primero Sergio Cavia efectuó el disparo mortal. Lo singular es que en el cargador de la pistola Beretta 9 mm que portaba ese uniformado no faltaba ningún proyectil. Y durante la persecución y cacería que realizaron contra los integrantes de la comunidad mapuche Lafken Winkul Mapu en Villa Mascardi, los Albatros dispararon en 130 oportunidades con munición de plomo.

El atenuante de la legítima defensa, así como las contradicciones en las pericias balísticas, serán claves en el proceso. Tanto para determinar responsabilidades como para la aplicación de condenas -en caso que se apliquen.

En las futuras entregas de estos partes-crónicas del juicio me ocuparé en detalle de estos ejes.

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El Presidente del Tribunal es Alejandro Silva, un juez de unos 60 años, de cara cuadrada, tupidas cejas negras, pelo cano. Vestía, el primer día, un impecable saco negro, camisa celeste y corbata azul. Un gran reloj plateado y negro completa su escenografía personal y tribunalicia. Es campechano para el trato, transmite la idea de que todos los presentes desean terminar rápido con el trámite de las audiencias; sacarse el juicio de encima.

Lo acompañaron otros dos magistrados más jóvenes, que no hablan, aunque se los ve seguros de sí mismos, con una larga y privilegiada carrera judicial por delante.

El Fiscal subrogante Rafael Vehils Ruiz, de porte grande, barba cana y ojos claros, tiene a su cargo conducir la imputación del Ministerio Público, cuyos términos coinciden, en sus puntos centrales, con la elevación a juicio realizada por la jueza de Instrucción.

Cuatro abogados representan a las querellas: dos de ellos a la familia de Rafael, uno a la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y uno a la APDH. Están sentados de frente al tribunal y a sus espaldas, se ubican la mamá, el papá y el hermano de la víctima.

Tengo con uno de los abogados una relación de vieja data: Rubén Marigo, como integrante de la APDH, me representó gratuitamente en varias causas iniciadas por funcionarios municipales y provinciales por investigaciones periodísticas que conduje. Siempre sin cobrarme, convencido de la veracidad de esas investigaciones y la necesidad de garantizar la libertad de expresión, puso a disposición su tiempo. Espero lograr ser imparcial con su tarea en este juicio.

Dos abogadas, presentes en la sala, forman parte de la estructura legal de la Prefectura y, en suerte, les tocó la representación de dos de los imputados: Obregón y García. Rubias, de trajes con estilo, las abogadas se muestran férreas en sus planteos de defensa de los dos Albatros, pero miran sin embargo compasivamente a la familia. "También somos mamás", les escuché decir por lo bajo.

Frío, en cambio, se mostró el abogado de los otros tres uniformados, Marcelo Hugo Rocchetti, ex funcionario del gobierno que -entre 2015 y 2019- organizó y ejecutó la campaña anti mapuche durante la cual se produjo el asesinato de Rafael Nahuel.

Se muestra Rocchetti es un decir. En el recuadro del zoom apenas se le ve la cabeza, una cabeza pelada y rojiza, el borde superior de los anteojos. Desde esa posición de semi ocultamiento, a mil cien kilómetros de la sala donde la familia de Rafael espera respuestas, interpeló al juez por presencia de "un encapuchado" en el tribunal. "¿Está identificado?", pregunta.

-Es una persona con gripe, tiene un barbijo- responde el Juez.

-¿El gorro también es para la gripe? -repregunta Rocchetti.

-Esas expresiones déjelas para la Presidencia. Quién entra lo resuelve el Tribunal y la Secretaría. La persona fue identificada.

-No me trate como un alumno, soy el abogado defensor. ¿Quién es esa persona?, no me contestó -se altera Rocchetti.

-Que tenga un excelente día -lo despide el Juez.

El "encapuchado" es Ezequiel, hermano de Rafita. En ningún momento durante la discusión se saca la gorra ni el "cuellito" de tela que le cubre la boca.

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Me acomodo en mi asiento del bus dispuesto a transitar las próximas siete horas de viaje de regreso a Bariloche. Abro la tablet para seguir leyendo V13 de Carrére, el último libro del escritor francés en el que pormenoriza su cobertura del juicio por los atentados yihadistas en París en 2015, en los que fueron asesinadas 130 personas.

¿Por qué Carrére está ahí, siendo un escritor y no un periodista, según aclara? "Será un gran acontecimiento, algo inédito que quiero presenciar: primer motivo", dice. Y agrega: "Otro es que, sin ser un especialista en el Islam, y menos aún un arabista, me interesan asimismo las religiones, sus mutaciones patológicas". Al escritor francés le interesa la noción de Dios y aquello que, en su nombre, el hombre es capaz de hacer.

Empecé a leer V13 hace un par de meses y desde entonces tomo nota de cada uno de los capítulos o bloques en los que está estructurado el libro. Anoto en un cuaderno, por caso: "capítulo polifónico: muchas declaraciones de víctimas sobre lo sucedido. Declaraciones fuertes, otras triviales: las hace jugar". O: "Describe el horror con un fragmento del expediente. Pone el sufrimiento en las víctimas civiles que escuchan el juicio".

Releo esos apuntes para esta crónica.

En el expediente de la causa por el asesinato de Nahuel, un testimonio tiene especial impacto: el de Fausto Jones Huala, uno de los jóvenes que estaba con la víctima y bajó el cuerpo en una camilla improvisada, en busca de ayuda médica:

"En un momento estábamos en el monte y decidimos bajar porque no se escuchaba nada abajo, en la construcción que tenía la gente ahí. Cuando empezamos a bajar fuimos interceptados por efectivos de Prefectura, no sé cuántos eran, nos gritaron ‘¡Alto!' y nos empezaron a disparar. Nos resguardamos un poco, fueron muchos disparos, rebotaban los disparos en los coihues. En un momento miro y veo que cae Rafael. Ahí empecé a gritar que dejen de disparar, pero siguieron disparando. De repente, no se escuchó más nada. Estaba Rafael en el suelo, me acerqué a verlo y vi que tenía un disparo del lado izquierdo. Le preguntaba cómo estaba y no podía hablar. Se levantó la remera y tenía como una pelota del lado derecho, cerca de las costillas. Observé que sobre el costado tenía sangre, y bajo la axila una pelota. Con unos palos armamos una camilla y lo empezamos a trasladar hacia abajo. Lo atamos a la camilla y empezamos a trasladarlo, para llevarlo hasta la ruta. En el camino yo recogí un casquillo de 9 mm. que me guardé en el bolsillo y está con las cosas que me secuestraron. Cuando llegamos a la casita que tenía la gente, no había nadie. Seguimos trasladando el cuerpo y antes de llegar a la Ruta justo estacionó la ambulancia. Cuando nos ven se acercaron un montón de efectivos y nosotros gritamos que ‘no teníamos nada y nos íbamos a entregar'. Llegamos a la Ruta, se estaciona la ambulancia y allí nos dicen que dejemos el cuerpo ahí. (...) En el momento en que Rafael recibe el impacto de bala, se lo hicimos saber a Prefectura pero ellos se fueron".

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El miércoles 16, día de la segunda audiencia, fue tiempo de las indagatorias. Sólo dos de los cinco imputados por el crimen hicieron uso de la palabra. Francisco Javier Pintos y Carlos Valentín Sosa leen sus declaraciones. Están en un mismo ambiente de techo plomizo y grandes espacios deshabitados, parece una sala de visitas de una cárcel. Pero los Albatros no están presos a pesar de la acusación que pesa sobre ellos. Se turnan para ponerse frente a la cámara.

Los dos Albatros que declararon en indagatoria -que el 25 de noviembre de 2017 estaban uniformados para la guerra, con armamento letal y disuasorio, bombas de estruendo-, vestían de sport tan de pullover blanco y anteojos Pintos, tan de buzo gris Sosa. En un desesperado intento por salvar su situación dijeron que los responsables del asesinato son los propios integrantes de la comunidad mapuche, que mataron por la espalda a su compañero.

Antes de detallar lo ocurrido según su relato, argumentaron políticamente su accionar. Hablan de acabar con la "problemática mapuche", de "cumplir órdenes" y de accionar para "defender la Patria".

En primer lugar, Pintos dijo: "A los 20 años ingresé a la fuerza" por "vocación de servicio y patriotismo" y por el "amor a la Patria inculcado por mi familia".

Durante 20 minutos intercaló acusaciones a jueces y políticos que no hacen lo suficiente para defender a la Nación y dijo que actuó en cumplimiento de su deber.

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Vuelvo a los apuntes de V13. En nombre de Dios los yihadistas de París. En nombre de la Patria los Albatros de Bariloche. "¿Dónde empieza la patología? Cuando se trata de Dios, ¿dónde empieza la locura? ¿Qué tiene en la cabeza esta gente?", se pregunta Carrére. ¿Y cuando se trata de la Patria?, me pregunto. ¿Es posible disparar 130 veces con proyectiles de plomo contra un grupo de personas que reclaman un territorio propio en nombre de la Patria? ¿Es posible hacerlo si previamente no se construyó -si el propio Estado no construyó- política, emocional y psicológicamente la idea de un enemigo interno? ¿Dónde empieza, también en este caso, la locura o la patología?. Todo tan parecido.

Fotos: David Sánchez/ Télam - SR

CRÓNICA II: LA ENCRUCIJADA

El gendarme Pintos sacó esta foto la mañana del 25 de noviembre de 2017, a orillas del lago Mascardi. Allí están los Albatros, pocas horas antes de ingresar al territorio, perseguir, disparar unas 130 veces con munición de plomo. ¿Sabían al momento de sonreír que esa tarde iban a matar? Esta crónica, en la segunda semana del jucio por el asesinato de Rafael Nahuel. recupera las contradicciones en el expediente en relación a la pericia balísta.

En enero 2021 escribí un artículo publicado en El Cohete a la luna, titulado: "Si fueron todos, no fue nadie". Desarrollaba allí la idea de que las pericias balísticas contradictorias y la estrategia de las querellas de culpar por el asesinato de Rafael Nahuel a los cinco miembros de la Agrupación Albatros conllevaban el riesgo de no poder determinar quién efectuó el disparo letal. Y que por tanto, que nadie sea condenado por homicidio.

La elevación de la causa a la instancia de juicio oral y público era todavía lejana. Pasó casi un año hasta que la Jueza por entonces subrogante del Juzgado Federal de Bariloche, Silvina Domínguez, diera por cerrada la instrucción. Y un año y medio más hasta que en el Tribunal Oral Federal de General Roca comenzaran, el pasado 15 de agosto, las audiencias del juicio.

A pesar del tiempo transcurrido mis dudas siguen presentes. La verdadera encrucijada de esta causa, el nudo aún sin desatar, es la contradicción en las pericias sobre el proyectil que mató a Rafael. Es decir, la procedencia de esa bala. ¿De qué arma salió?, ¿quién manipulaba esa arma?, ¿cómo es posible que peritos de larga trayectoria lleguen a conclusiones tan distintas: que unos aseguren que el proyectil salió de un subfusil MP5 y otros de una pistola Beretta?, ¿quién ensució con estas contradicciones el expediente judicial?

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Escribo estas crónicas semanales los sábados por la mañana. Este sábado 26 de agosto Bariloche amanece con 9 grados bajo cero de sensación térmica. Pero sol. No puedo quejarme del frío, soy un privilegiado, con mi computadora a un metro de una estufa de tiro balanceado que subo al máximo. No puedo quejarme, pienso, y veo humear el café recién salido de la Volturno. Además, sol, que por la ventana agrega una sensación acogedora.

¿Cómo habrán sido las mañanas heladas de Rafael Nahuel en su casa en el barrio Nahuel Hue, techo de chapa, apenas una salamandra?, ¿cómo las de sus padres?, ¿cómo será vivir toda la vida con frío?

Odio la romantización de la pobreza. Las redes se inundan de posteos del estilo: Si no jugaste en patas en el barro escarchado, no tuviste infancia; Si los perros callejeros fueron tus únicos juguetes durante la niñez, sabes lo que es la vida; Si te bañaban en un fuentón de lata, comparte este posteo.

Creo entender el guiño: lograr un sentido de pertenencia a través de historias comunes, reforzar una identificación. Poseer algo, en definitiva, entre aquellos que poco o nada poseen.

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Porque Rafael era pobre. Además de morocho y mapuche, era pobre. Y tal vez por ese motivo, y tal vez porque historias de pobres asesinados por las fuerzas de seguridad hay tantas, su nombre y el juicio no despiertan la atención más que de un grupo intenso de mapuche, algunos militantes convencidos, un puñado pequeño de periodistas.

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En aquel artículo de El Cohete a la luna, escribí (lo republico ahora con algún arreglo temporal para su mejor entendimiento):

"La autopsia al cuerpo de Rafael Nahuel se realizó el domingo 26 de noviembre de 2017, un día después de que el joven recibiera un balazo por la espalda, en el contexto de la persecución y represión desatada por integrantes del grupo Albatros de Prefectura en la comunidad Lafken Winkul Mapu, asentada en Villa Mascardi, a 35 kilómetros del centro de Bariloche.

El proyectil extraído del cuerpo fue peritado por un grupo de reconocidos peritos independientes encabezados por Roberto Nigris -del cuerpo de peritos de la Policía de Río Negro-, junto a Karina Uribe y Silvia Bufalini (perito por la querella) y otras dos personas. Ese trabajo determinó, luego de varios meses de tarea de comparación de la bala con los proyectiles testigos obtenidos de las más de 20 armas secuestradas a los Albatros, que la misma pertenecía al subfusil MP identificado con el número de serie B 05-C335508. Es decir el arma que durante el operativo portaba el cabo primero Francisco Javier Pintos.

Pintos argumentó ante la Justicia que no subió la montaña con esa arma de guerra.

El juez Gustavo Villanueva, quien subrogaba al momento del hecho el Juzgado Federal de Bariloche, desestimó inicialmente solicitar la pericia balística a la Gendarmería ya que, tal como quedó asentado en el expediente judicial, desconfió de la independencia de esa fuerza teniendo en cuenta su vínculo con la Prefectura y con el Ministerio de Seguridad que conducía Patricia Bullrich.

Sin embargo, producida la primera pericia, el magistrado ordenó una segunda y, desdiciéndose, la derivó a la Gendarmería.

Tal como era previsible, los peritos de Gendarmería aseguraron que no era posible determinar que el proyectil que mató a Nahuel perteneciera del subfusil MP5 que portaba Pintos.

Ese resultado permitió que la Sala III de la Cámara Federal de Casación Penal de Comodoro Py tumbara el procesamiento por "homicidio agravado" que pesaba sobre el cabo primero Pintos, que había sido dictado en mayo de 2018 por la Cámara Federal de Apelaciones de General Roca.

Así, tras varias instancias de apelación, el nuevo subrogante del Juzgado Federal de Bariloche -y por tanto al frente del expediente por el asesinato-, Gustavo Zapata solicitó que se efectuara una tercera pericia, que encargó al Cuerpo de Investigaciones Fiscales del Ministerio Público de Salta. Ese trabajo se puso en marcha a comienzos de 2020 pero fue suspendido por la pandemia y se retomó tiempo después.

El martes 19 de enero de 2021 finalizó esa tarea que arrojó como resultado el sorprendente dato de que, supuestamente, el proyectil 9 mm. que mató a Rafael Nahuel salió de la pistola Pietro Beretta modelo 92, número de serie 05-P83332Z, que portaba el cabo primero Sergio Cavia".

Hasta aquí algunos párrafos de aquella nota. La elevación a juicio apunta a la responsabilidad de Cavia por "homicidio agravado cometido en exceso de legítima defensa", y a la de Pintos y los otros tres uniformados como "partícipes necesarios".

Pero en los cargadores de Cavia no faltaba ni un solo proyectil.

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El resultado de la primera -y para mí más confiable- pericia me llevó a afirmar que uno de los Albatros en particular había sido el responsable del asesinato. Uno que hoy no aparece como el más comprometido.

En todos estos años de cobertura del caso mi teoría -basada en pericias y en el hecho de que el uniformado en cuestión disparó más de 50 veces aquella tarde como puede verse en este Excel que da cuenta de los faltantes de los proyectiles, y al que accedí hace unos años-, lo sostuve.

Es más, para el documental que estamos filmando y estrenaremos el año próximo, fui a buscar al Albatros a la puerta de su casa, con una cámara escondida a lo lejos, le pregunté por su accionar, no me respondió, hicimos silencio, nos miramos fijo en un momento de mucha tensión que por un momento pensé que terminaba con un directo a la pera, y luego escribí una nota titulada: "Cara a cara con el asesino de Rafael Nahuel".

Cualquiera sea el resultado del juicio -más allá incluso de la estrategia de los abogados de las querellas-, seguiré creyendo en su responsabilidad.

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Durante los días 3 y 4 de las audiencias del juicio oral -martes 22 y miércoles 23 de agosto- cuatro integrantes del fuerzas de seguridad declararon como testigos. Las contradicciones sobre si escucharon o no disparos, si fueron o no perseguidos por miembros de la comunidad, sobre qué tipo y cantidad de armas llevaron quienes subieron a la montaña a la búsqueda de los mapuches, fueron lo más importante de esas jornadas.

Dieron testimonio Francisco Lezcano, Colliard -ambos de la Prefectura Naval Argentina y con distinto grado de participación en la incursión de los Albatros en el territorio reclamado por la comunidad Lafken Winkul Mapu-, Matías Juan Solá -responsable del grupo GEOF de la Policía Federal que actuó en el desalojo de la comunidad del día 23 de noviembre-, y Diego Brest, también de la Prefectura.

Dejo aquí los links de las notas que escribí para la agencia Télam, y volveré sobre estas contradicciones cuando finalice la exposición de los testigos de las distintas fuerzas de seguridad que actuaron aquella tarde soleada de noviembre en Villa Mascardi.

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Entre los relatos de los testigos, quienes hablaron con Pintos al bajar de la montaña aseguraron que el cabo primero les dijo estar herido en una rodilla. Lezcano y Berra dijeron haberse preocupado por la lesión.

Esta foto muestra cuál fue la única herida de un Albatros en el supuesto "enfrentamiento con armas de fuego":

Una cascarita antigua, levantada, posiblemente, por una caída o el golpe de una rama en el retorno de los uniformados a la ruta.

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Las preguntas de las querellas a los testigos son permanentemente interrumpidas por el abogado defensor de tres de los cinco acusados. Marcelo Hugo Rocchetti, interviene, siempre por Zoom, pidiendo al presidente del Tribunal, Juez Alejandro Silva, anular o reformular las preguntas de los abogados de la familia de Nahuel, de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y de la APDH Bariloche.

Silva, por lo general, no atiende los requerimientos e intenta evitar que el propio Rocchetti responda por los testigos. A veces lo logra, a veces no. Ambos tienen mucha experiencia en juicios, se los nota taimados, jugando una partida aparte, cruzando algunas chicanas, siempre revestidas por las formas tribunalicias, gracias doctor, faltaba más doctor, un placer doctor.

Los giros campechanos del juez, sin embargo, dejan algunas joyitas. Ante una afirmación de Rocchetti sobre la marcha de la audiencia, Silva le responde: "No galope doctor, que hay vizcacheras".

Me cae cada vez mejor el juez, aunque su postura final al momento de expedirse sobre las responsabilidades en el homicidio sea un misterio. Y lo será durante, por lo menos, el mes y medio que falta de audiencias y alegatos.

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Vuelvo sobre V13, el libro de Carrere que cité en la primera crónica semanal. En el bloque titulado "Propaganda" describe el video de los terroristas del Estado Islámico que concretaron los atentados de París en noviembre de 2015. Es una filmación realizada algunos meses antes, en los que los "nueve leones del califato" se muestran "entrenándose en un paisaje pedregoso". Dice el escritor francés: "Saben que dentro de unos meses van a matar y a morir".

Miro la selfie que sacó Pintos la mañana del 25 de noviembre de 2017, a orillas del lago Mascardi. Allí están los Albatros, pocas horas antes de ingresar al territorio, perseguir, disparar unas 130 veces con munición de plomo. ¿Sabían al momento de sonreír para la foto que esa tarde iban a matar?

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Estas crónicas semanales en En Estos Días debieran leerse como un todo. Pretendo establecer esa complicidad con las/los lectores. Que cada una de las crónicas logren un sentido propio, pero que su clima integral se consiga en una lectura total. Tal vez, reunidas en una última publicación, cuando el juicio haya finalizado -cuando sepamos si los Albatros fueron declarados culpables o inocentes-, estos textos puedan resignificarse juntos.

Es mi deseo egoísta -el éxito de mis textos sobre el juicio-, que en los malos días compite con el afán de que se haga justicia.

CRONICA III. LOS MEDIOS Y EL AZAR

¿Qué incidencia tuvo el destino en cada uno de los momentos previos hasta que un integrante de la Agrupación Albatros disparó el proyectil que acabó con la vida de Rafael Nahuel? Menos el azar y más los medios de comunicación, parece ser la respuesta. Crónica de la tercera semana del juicio.

En el libro El cuaderno rojo, Paul Auster narra una serie de episodios de su vida que dejan un regusto contradictorio ya que transita por un fino límite y atiza las convicciones sobre el azar y el destino. Auster los cuenta con distancia y desapego, pero su arte consiste en publicar estas historias breves reunidas, tal que, leídas una tras otra, el lector se pregunta por la incidencia de la predestinación, la causalidad, la lisa y llana inexistencia de la suerte.

La venturosa llegada de un amigo con dinero cuando estaba al borde la inanición, la dispar puntería de soldados alemanes a la hora de hacer fuego contra partisanos serbios, la pérdida y posterior encuentro a varios kilómetros de distancia y tirada en el piso de una -¿la misma?- moneda de diez centavos, el hallazgo de un libro imposible de encontrar en manos de una mujer X en un lugar X, y todo así.

El cuaderno rojo es un libro simplón de 1993 que incluye un muy buen prólogo del español Justo Navarro. Dice: "(...) el idioma del azar es también el idioma de la fragilidad (...) Descubrir el poder del azar es descubrir que somos terriblemente frágiles y vulnerables, que dependemos de la casualidad, que una coincidencia estúpida puede destrozarnos en un segundo. Que una palabra estúpida oída por casualidad también puede fulminarnos. Recordar que las personas son terriblemente frágiles es una obligación moral".

Navarro concluye: "Paul Auster dice que es cazador de coincidencias por obligación moral".

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Desde el 22 de agosto pasado pienso en el azar en relación al asesinato estatal de Rafael Nahuel. Ese día, el primer testigo ante el Tribunal Oral Federal de General Roca dijo que de manera aleatoria, por la suerte -o mala suerte- se tomó una decisión clave para el desarrollo del hecho.

El jefe del operativo del grupo Albatros de la Prefectura Naval, Pablo Rubén Berra, refirió a un momento que se convertiría en clave del caso: Finalizado el desalojo de la comunidad mapuche en Villa Mascardi el día jueves 23 de noviembre de 2017, los aproximadamente 50 miembros de la Agrupación Albatros que había concurrido desde San Fernando, Buenos Aires, en apoyo de la Policía Federal estaban subidos al micro que los devolvería a su sede. Pero una contraorden llegada por teléfono los obligó a dividir el grupo y a que regresen 20 efectivos a Villa Mascardi para "custodiar el predio" desalojado.

¿Cómo se tomó la decisión de quiénes integrarían ese lote de uniformados? "Se desdobló el grupo mayor, no siguiendo lineamiento de selección de gente", dijo Berra, asignado como jefe del nuevo grupo. "Fue en la ruta, paramos y se decidió".

Según lo que dijo Berra, el azar incidió para que en ese grupo de 20 estuvieran, entre otros, Cavia, Pintos, Sosa, Obregón y García, los cinco imputados por el homicidio.

Una de las armas secuestradas a los Albatros

¿Estaban sentados juntos y por ese motivo se sumaron al lote?, ¿el orden alfabético de los apellidos habrá incidido?, ¿alguien habrá dicho, los de este lado se van, los de este lado se quedan?, ¿la suerte de Rafael Nahuel empezó a echarse en ese momento?.

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Como escribió Justo Navarro, "una coincidencia estúpida puede destrozarnos en un segundo".

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Sigo la tercera semana del juicio por el asesinato de Rafael Nahuel a través del Zoom, desde el living de mi casa. Me rompí el menisco interno de la rodilla derecha y la inminencia de una resonancia magnética y posterior operación me obligan a guardar reposo.

Me siento lejos. Si bien la mayoría de las partes involucradas en el juicio -incluida la familia de Rafael, sus abogados, la querellas de la APDH Bariloche, los defensores de los cinco Albatros procesados- también recurren a esa plataforma para participar de la quinta y la sexta audiencia, quisiera estar en la pequeña sala del Tribunal, en la misma silla contra la pared y al lado de un cesto de basura desde donde seguí las primeras cuatro jornadas, ver la cara de los jueces, quedarme conversando con los abogados del Ministerio Público y la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, volver a encontrarlos en Valentino, el bar y restaurante donde desayuno antes de cada audiencia y donde almuerzo mientras escribo las notas para la agencia Télam.

Me siento lejos y traicionando mi propia planificación para estos meses del año. Ya había tomado la decisión de cubrir el juicio en el lugar. Me había obligado a ello. Ya mi entorno mas próximo había internalizado las ausencias que conllevaba esa decisión.

Mi sicólogo me dice que el cuerpo emite señales, que tal vez deba parar un poco.

Paul Auster me dice que las coincidencias se cazan "por obligación moral". No es una mala idea pensar que ser periodista es también ser un cazador de coincidencias por obligación moral, y que para lograrlo, agrego, hay que cazarlas en el lugar de los hechos.

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¿Por qué en ese grupo de 20 Albatros que volvió a Villa Mascardi estaba el asesino de Rafael Nahuel?, ¿qué factores incidieron para que se sumara o lo obligaran a hacerlo?, ¿la suerte, Dios?. Graciela, la mamá de Rafael Nahuel, cree en Dios. Trabaja en un comedor parroquial, sirve la merienda a chicos del barrio Nahuel Hue, se reúne con otras mujeres, siempre bajo un techo eclesiástico. ¿Le preguntará a su Dios si era el destino de su hijo recibir un balazo por la espalda en un bosque el 25 de noviembre de 2017 a 35 kilómetros de su hogar?, ¿le preguntará por qué Cavia, Pintos, Sosa, Obregón y García subieron a la montaña, cada uno con su pistola Beretta 9 mm, por lo menos uno o dos de ellos con un subfusil MP5?, ¿le preguntará a su Dios por qué en lugar de sólo dar la voz de alto, de sólo efectuar acciones disuasorias, Cavia, Pintos, Sosa, Obregón y García dispararon con munición de plomo 130 veces? Se lo voy a preguntar a Graciela la próxima vez que nos veamos.

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Auster dice "algo sucede y, desde que empieza a suceder, nada puede volver a ser lo mismo".

Y algo sucede. En la quinta audiencia del juicio -tercera semana- declara como testigo el Prefecto Julio César Mostafá. A las 10,33 del martes 29 de agosto Mostafá inicia su declaración y el azar comienza su metamorfosis hacia la causalidad.

Mostafá, que en 2017 era segundo Jefe de la Agrupación Albatros a nivel nacional, tenía a su cargo el grupo de entre 40 y 50 uniformados que viajaron desde San Fernando. Y fue el oficial que, a bordo del micro de regreso, recibió el llamado con la orden de que debía dejar una dotación de 20 hombres en Villa Mascardi.

¿Fue el azar el que incidió para que Mostafá decidiera quiénes integrarían ese grupo? No. Según el mismo Prefecto admite al Tribunal, fueron "los medios de comunicación".

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Miro las ventanitas del Zoom. Adivino las caras de los abogados de la querella en la pequeña sala del Tribunal y allí desde donde se hubieran sumado a la audiencia. Los imagino con una exaltación controlada. Por primera vez un uniformado reconoce que los medios concentrados que reproducían el relato del gobierno nacional de Mauricio Macri en torno a los reclamos mapuches, habían influenciado el accionar de las fuerzas de seguridad.

Mostafá decidió que sean miembros de la Unidad de Operaciones Policiales Especiales (UOPE) de los Albatros. Es decir el personal más entrenado en acciones de combate y con el armamento con mayor poder de fuego. Algunos de ellos posan en esta foto que forma parte del expediente.

"Designé a un oficial y 20 suboficiales. Quedaron subordinados al jefe de la prefectura Bariloche, y yo seguí viaje hacia Buenos Aires. Hubo que dejar 20 hombres para patrullaje del predio y el armamento orgánico que había. El oficial a cargo pudo haberle asignado la MP5 a uno u otro agente", dice Mostafá sin dar especificaciones.

- ¿Con qué criterio decidió que se queden integrantes de UOPE?- pregunta el abogado de la APDH, Sebastián Feudal.

- Eran los únicos que tenía con armamento, no iba a dejar (a personal) solo con escudos.

- ¿Tenía información del grupo que iba a ser desalojado?

- Sabíamos que eran mapuches, pero ninguna otra precisión. Ni cuántos, cómo era el lugar.

- ¿Conocía alguna característica de esas comunidades?- inquiere Feudal.

- Sólo lo que se había visto en los medios. Lo que había pasado en Chile. Sabíamos que era en Bariloche, en apoyo a la Policía Federal y que iba a haber algún tipo de agresión.

- ¿Qué información recibió por los medios sobre lo que pasaba en Chile?

- Sabía que había habido quemas de viviendas, ese tipo de cosas, bloqueo de rutas, lo que salió en los medios de comunicación (...). Si son de la misma comunidad y el predio fue ocupado por la fuerza, lo relaciono por ese lado. No tuve información de inteligencia, sólo por los medios.

- ¿Qué vio o escuchó de cómo fue ocupado el predio?

- Vi por los medios que habían ocupado unos días antes, en Clarín, en alguno de esos medios. Y después cuando recibí la orden me acordé lo que había visto. Cómo lo ocuparon, de qué forma, no lo sé (...). Es imposible no asociarlo (con la RAM), hablaban (los medios) de ramificaciones de la RAM en nuestro país, lo relacionaba con Jones Huala de la comunidad mapuche, imposible no relacionarlo.

- Es decir que tomó determinación en base a los medios.

- Si se quiere, sí.

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Si se quiere, sí.

Para chequear -recordar en realidad- Googleo "Clarín mapuches 2017". Los títulos se acumulan. El 28 de septiembre: "La justicia ya registró más de 70 actos violentos de la Resistencia Ancestral Mapuche"; el 8 de agosto, la ministra de Seguridad de la cual dependía la Prefectura, Patricia Bullrich, dijo, según Clarín: "La RAM está financiada por una organización inglesa"; Y el 12 de noviembre "Una comunidad mapuche ocupó tierras en Bariloche y amenaza: ‘Vamos a resistir'".

Actos violentos; financiados por organizaciones inglesas; ocupación de tierras; amenaza.

Y así.

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El equipo de Albatros que actuó el 25 de noviembre de 2017 en Villa Mascardi no se conformó por azar.

El viernes pasado, revisando Twitter, distraído, mientras pensaba el eje y el tono de esta crónica, descubrí esta frase de Borges: "Lo que llamamos azar es nuestra ignorancia de la compleja maquinaria de la causalidad".

La frase llegó como una respuesta. Paradójicamente la encontré por azar.

Fuente: En Estos Días