Betiana Colhuan Nahuel: "No me siento argentina, no puedo sentirme parte de un Estado genocida"Por Christian Masello
Fotos: Eugenia Neme y Facundo Pardo.
Betiana Colhuan Nahuel: mujer mapuche de veintidós años, hija de María Nahuel y de Cristian Colhuan, madre de dos niños, machi.
-¿Qué es ser machi?
-Ser machi es algo muy extenso. Se trata de un trabajo muy importante, que no le pertenece sólo a un espacio territorial, a una comunidad, sino a un pueblo entero. En lo personal, mi levantamiento como machi surgió después de un genocidio, de la mal llamada Campaña del Desierto, en la cual gran parte de nuestra gente fue atropellada, violentada, asesinada, llevada a campos de concentración... Es bueno hacer esa reseña histórica antes de continuar. Todo esto viene desde ahí, no desde hace quinientos años, como suelen decir, ni estamos hablando de cinco mil años. Estos territorios han sido invadidos no hace mucho, unos ciento cincuenta años atrás. Nuestro pueblo tiene memoria. Mi formación como machi empezó desde mi nacimiento. Un machi no se elige. No es como una carrera o una profesión que puede ser escogida por una persona en su madurez. Machi se nace. Una viene con ese espíritu, ese don. Muchos lo han tergiversado como si se tratara de algo mágico, superior, pero, en realidad, es parte de un rol ancestral que tiene este pueblo.
-¿Pero cómo se descubre? ¿La propia persona se da cuenta? ¿Cómo fue para usted?
-En mi caso, se trató de un despertar dentro de una familia que fue despojada de su territorio. Porque mi mamá y mi papá fueron despojados de sus territorios ancestrales y terminaron en la ciudad San Carlos de Bariloche, donde yo nací. Ellos conocieron lo que es la cultura mapuche y se dieron cuenta de que eran mapuches: asumieron su identidad.
-¿Antes de que usted naciera?
-Sí. Recuperaron su identidad, que había sido arrebatada. Eso fue en crecimiento, porque no se trata de decir "yo soy mapuche" y, de un día para el otro, saber todo. El proceso comenzó antes de que yo naciera. Una machi de Chile -porque allá sí quedaron muchos machis, no como en la Argentina, donde el genocidio fue más duro- dijo, desde que yo era bebé, que mi rol, mi tarea, algún día, sería ser machi.
-¿Ella les dijo eso a sus padres?
-Sí.
- Entonces, cuando la vio de bebé, la reconoció como una futura machi...
-Así es. Los años pasaron y fui una niña enfermiza, tenía muchos problemas de salud.
-¿De qué tipo?
-El problema de raíz fue que nací con dos tumores. Al momento de mi nacimiento, fui trasladada, desde San Carlos de Bariloche, al Hospital Garrahan, donde estuve internada. Crecí con las secuelas. Los tumores, igualmente, se pudieron tratar. También era asmática, y todavía me queda un poco. Me trataba con médicos occidentales -como en la actualidad decimos nosotros- en el hospital público, porque siempre fuimos una familia humilde, de pocos recursos, despojados y discriminados como mapuches. En ese tiempo, mi familia sufría esa discriminación en un barrio de los kilómetros.
-¿Virgen Misionera?
-Sí. También tuvimos un conflicto ahí, por un espacio territorial... Y en mi crecimiento, a los doce o trece años, este don me empezó a afligir espiritualmente, a hacerme mal. Tenía muchos dolores de cabeza, me sentía muy sensible emocionalmente, psicológicamente...
-Supuestamente se trata de un don para curar, ¿por qué le hacía mal?
-Una machi nace con este don, viene para ser machi y nada más, hay que asumir el rol o morir. En mi caso, y en la mayoría de quienes tienen este don, el reconocimiento se da esa forma. La persona acude a otro machi que le avisa que posee su fuerza o don de machi porque está muy enferma. A mí, la enfermedad me llevó a puntos extremos. Mis padres se pusieron en alerta.
-¿Eran sólo dolores de cabeza?
- No, tenía varios malestares físicos, lo que un doctor occidental llamaría descompensaciones, baja de presión... Por ejemplo, asistía a la escuela y me desmayaba. Era notorio que estaba mal, pero los médicos no encontraban nada, sólo decían que los tumores podían haber vuelto, me hacían radiografías...
-¿Qué hicieron? ¿Volvieron a ver a algún machi?
-Sí, un machi de Chile, Gulu Mapu, como decimos nosotros, porque las fronteras fueron impuestas. Nuestro pueblo ancestralmente ocupaba, caminaba y transitaba los territorios con libertad. Las fronteras impuestas, entonces, me obligaron a viajar allá, para formarme y prepararme como machi. Estuve cinco años, aproximadamente. A los dieciséis años, volví.
-¿Allá estaba sola?
-Sí. Mi familia iba transitoriamente, para acompañarme, y se volvía.
-Entonces, un machi transmite conocimientos a quien se descubre como un par a partir de un malestar físico. Y esa persona que padece los dolores, si no se reconoce como tal, muere... ¿Es así?
-Sí. Es un don que se presenta y la persona o se forma como machi o, dentro de la sociedad, en una vida no mapuche, se enferma, en una especie de castigo. En realidad, llega primero el castigo, así la persona asume el rol como machi y ahí se cura.
-Igualmente, de bebé, una machi ya había señalado que tendría ese rol...
-Sí, la machi Teresa Painequeo, que en ese momento era muy anciana. Ya falleció. Y el machi Cristóbal Tremigual ayudó a formarme.
-¿Cómo fue el período que pasó en Chile?
-Estuvo relacionado con el crecimiento de mis saberes mapuches, conocer plantas medicinales y dónde se encuentran. También aprender acerca de nuestro idioma, el mapudungun, y sobre las ceremonias y prácticas. En aquel entonces, todo involucraba mucho gasto, era muy difícil de sostener. Me refiero a viajar a Chile y mantenerme allá durante los años de estudio. Todo ese tiempo, me acompañaron y apoyaron distintas comunidades y organizaciones.
-¿Colaboraban económicamente?
-Sí, y también me iban a visitar. Comunidades de acá, de la zona, y también de Neuquén, Chubut... de varias partes.
-Ya en aquel momento la reconocían como machi...
-Sí, que me iba a formar como machi
-La formación, la transmisión de conocimientos, ¿apunta sólo a lo medicinal?
-Es medicinal y espiritual. También tiene que ver con aprender a guiar y aconsejar a un pueblo...
-Ser machi, entonces, es más que dedicarse a la medicina mapuche.
-Es una guía espiritual. Se trata de acompañar a las comunidades, orientar en las ceremonias, tratar enfermedades -físicas y espirituales-...
-Algo que suele decirse en contra de los integrantes de su familia es que eran mormones y después aparecieron como mapuches...
-Fue así... No sé si mormones. Eso lo dicen de forma despectiva, porque no quieren ensuciar o desprestigiar, por ejemplo, a la Iglesia Católica. Pero mi madre sufrió mucho, se crió en carencia, con mucho sentimiento de despojo, se desempeñó como criada de los ricos, fue trabajadora de estancia. Mi padre, igual. A ellos, su cultura les fue totalmente arrebatada. Entonces, dentro de su ignorancia, eran jóvenes que desconocían su origen mapuche y tuvieron que trabajar desde muy chicos. Mi madre siempre me dice que ella pasó por todas las iglesias, por todas las religiones. Estuvo un tiempo en esta, otro en aquella...
-Tenía una carencia espiritual...
-Claro. Ninguna religión le daba plenitud, fortaleza... No se sentía identificada ni cómoda. Pero recibió consejos de gente mapuche, apoyo espiritual. Por ejemplo, de su propia abuela, a quien conoció de grande.
-Hasta ese momento, ¿no sabía que tenía antepasados mapuches?
-No, ahí le dijo a mi madre: "Usted es mapuche". Y ella, sin saber qué era eso de ser mapuche, quiso aprender de esa cultura. Ahí fue donde conoció a la machi Teresa, y desde aquel momento siempre buscó...
-¿El origen de su padre también es mapuche?
-Sí, mi mamá y mi papá son mapuches. En él, el reconocimiento fue un poco más difícil, porque se abocaba a su trabajo... En las mujeres y los hombres el tema de asumir la identidad es distinto. Pero, a lo largo de los años, él empezó a afirmar su identidad, a aprender. Yo no podía ser machi sola. Cuando se asume este rol, es un compromiso que tiene que ver con toda una familia, toda una comunidad, todo un pueblo. Entonces, este compromiso no es sólo mío, sino de muchas personas.
-Incluidos los familiares...
-Claro. Ahí empezaron a afirmar su identidad otros familiares, como primos y hermanos, que empezaron a aprender sobre esto. Porque es real que nosotros fuimos arrebatados del conocimiento y nacimos en la ciudad, despojados territorialmente.
-Usted, durante la adolescencia, ¿estuvo detenida?
-Sí. En Chile tenía visa de turista, por lo que cada tres meses tenía que venir. A veces me quedaba una semana y volvía a irme. Nunca permanecía mucho tiempo. Cuando estaba acá, generalmente, hacíamos ceremonias en el patio de la casa de mi mamá. Tocábamos instrumentos mapuches, como el cultrún o la trutuca. Eso se hacía a las cinco o seis de la mañana, lo que molestaba a los vecinos, pero la música que ponían algunos toda la noche, de reggaetón o cumbia, no les hacía nada; lo nuestro, sí. Nos denunciaban, y generalmente iba la policía a hostigarnos. También hubo un allanamiento en la casa de mi mamá, porque ya en aquel entonces nos acusaban de terroristas, porque nunca nos callamos. Dentro del reconocimiento de nuestra identidad, sabíamos que había injusticias hacia las comunidades. Por ejemplo, cuando detuvieron a Facundo Jones Huala entendíamos que se trataba de una injusticia y salíamos a marchar, repartíamos panfletos para informar... Nos miraban como los únicos mapuches que hacían eso. Empezó a haber una estigmatización hacia nuestra familia. Los vecinos mostraban odio, a pesar de que muchos tienen orígenes mapuches. Nos denunciaban, gritaban cosas, apedreaban la casa e incluso la intentaron incendiar varias veces. Y los allanamientos nunca terminaron. Todos estos años, cuando pasa algo, allanan.
-Por lo que dice, cuando la detuvieron era menor de edad. ¿Cuánto tiempo pasó demorada?
-Sí, era menor. Habré estado unas horas, pero en varias ocasiones. Por ejemplo, cuando volví de mi proceso de formación, ya usaba vestimenta mapuche, y resultaba vistoso, porque al ponerse un pañuelo ya era algo distinto, y la policía me detuvo caminando por la ciudad; estuve demorada porque no llevaba el documento. En realidad, fue por discriminación, debido a la ropa.
-Antes nombró a Jones Huala, a través de los años, ¿la opinión sobre él ha cambiado?
-En aquel tiempo, como pueblo estigmatizado y violentado durante tantos años, veíamos sumamente importante alzar la voz y decir: "Somos mapuches y pasan injusticias con nuestra gente". Me refiero a persecución y presos políticos por defender el territorio. Y entendíamos que él era, precisamente, un preso político mapuche a partir de la defensa del territorio, a pesar de que no teníamos mucha proximidad. A él lo detuvieron por primera vez en Chile. Muchas veces no conocemos a las personas mapuches que detienen. De hecho, en Chile, en la actualidad, hay muchos presos políticos, incluso un machi, Celestino Córdoba, y quizá no tenemos una cercanía, pero somos de un mismo pueblo, por eso exigimos la liberación de todos.
-Pero me refiero a que, por ejemplo, si hablamos de una colectividad italiana, uno no tiene que defender a todos quienes la integran si toman un camino equivocado, por más que los antepasados hayan llegado en el mismo barco hace equis cantidad de años. Por eso preguntaba si la opinión sobre Jones Huala cambió a través de los años.
-Él pertenece a una comunidad, que es Pu Lof en Resistencia de Cushamen, y nosotros tuvimos un proceso personal y comunitario dentro de lo que es la recuperación del territorio en lo que se conoce como Villa Mascardi, para nosotros, Relmu Lafken. Entonces, nos abocamos a nuestro propio proceso comunitario y espiritual. Anteriormente nos solidarizábamos con otras causas, porque veíamos que era necesario. Después tuvimos la recuperación territorial, en defensa de un espacio sagrado, que es el rewe, que se levantó a raíz de una fuerza que despertó en Puelmapu. Debo mencionar que la machi Teresa Painequeo conoció a mi mamá ahí, en una ceremonia a orillas del lago Relmu Lafquen, antes de que yo naciera, y fue en ese lugar donde le dijo que algún día se iba a levantar una machi.
-Pero no le dijo que esa machi sería hija suya...
-Claro, porque mi mamá, ahí, no entendía nada. Dos o tres años después, la machi volvió y yo ya había nacido. Ahí fue cuando dijo: "Esta niña va a ser machi". Pero no aclaró que sería en Mascardi.
-Volviendo a Jones Huala, ¿puede decir algo sobre su presente?
-Nosotros, como perteneciente a un pueblo, siempre vamos a estar del lado de nuestra gente. Creo que él, como todos los mapuches encarcelados por la defensa de los territorios, merece la libertad. Sin embargo, tenemos diferencias políticas. Él pertenece a una organización, a una comunidad, donde se rigen y manejan dentro de su pensamiento; nosotros somos de otra comunidad.
-Dijo que los allanamientos en su domicilio familiar eran porque los trataban de terroristas. ¿Nunca fueron parte de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM)?
-Creemos que la RAM existe, que es una organización, con miembros del pueblo mapuche, weichafes (guerreros) a quienes reconocemos, porque luchan por la defensa de los territorios, pero no pertenecemos a ella, no somos parte. Nosotros buscamos otras estrategias de lucha.
-En cuanto a Villa Mascardi, siempre se dice que tuvo una especie de visión que llevó a que se instalaran allí. ¿Qué fue lo que sintió?
-Ese sitio no es tan lejano, lo visitábamos ya en mi infancia. En el espacio específico que nosotros posteriormente fuimos a recuperar, era cuidador un hombre muy querido por nosotros, que falleció haciendo esa tarea. Decíamos que era nuestro tío.
-¿Pero era un familiar o lo llamaban así por cariño?
-Le decíamos tío porque había criado a mi papá. Como forma de respeto, mi papá nos hacía llamarlo de ese modo. Cuidaba varias cabañas, y el hotel abandonado. Me crié yendo a Mascardi.
-¿Iba seguido?
-Muy seguido. Cada dos o tres meses íbamos a ver al tío José (Rivas). Era viejito ya, y lo visitamos hasta el momento de su muerte, dos años antes de que fuéramos a ese espacio. Veíamos su sufrimiento. A él no le pagaban. Al principio, cuando era joven, sí, pero después dejaron de hacerlo, se quedaba a cuidar por la casa en la que vivía, pero no recibía ningún pago.
-¿Él era mapuche?
-Sí.
-¿Cómo era la relación que usted sentía con el lugar?
-Fue mucho tiempo de ir, de sentirlo como propio y, a la vez, notar la humillación hacia una persona que trabajó durante tantos años sin una paga, alguien que cuidó aquel sitio, lo protegió, tenía animales... En su momento, ya veíamos a ese lugar como puro, con tanta fuerza, con medicina, remedios, lawen... Desde muy pequeña, ese espacio nos daba vitalidad, fortaleza. Sin embargo, también observábamos el destrozo. Cada año iban miles de personas al muelle de Villa Mascardi, donde, para acceder con vehículos, había que pagar. Eran turistas VIP. Cuando se iban, dejaban todo tipo de desechos en la costa del lago. Eso nos llenaba de tristeza. En donde José cuidaba, la gente se metía para buscar leña.
-Cuando volvió de Chile, ¿su formación como machi finalizó?
-Terminó con el machi, pero continúa en este espacio que nos da identidad. Ahora me toca formarme acá, con la gente de esta zona.
-Pero, una vez que regresó, más allá de que tenía en la mente aquel sitio, en Villa Mascardi, porque había pasado mucho tiempo junto a ese hombre al que llamaban tío, ¿qué fue lo que sintió que la llevó a ese lugar?
-Un rewe es un espacio que fortalece las energías, no había forma de levantarlo en la ciudad. Mucho menos donde nosotros vivíamos, en el kilómetro 7, rodeados de vecinos que, por hacer una pequeña ceremonia, nos denunciaban y hostigaban. Ahí, como comunidad, como pueblo, decidimos retornar a un territorio donde pudiera desarrollar el trabajo como machi. Lo conversamos. Era muy difícil tomar una decisión. Como mapuches, tenemos memoria de que nos despojaron. Como machi, cuento con la fortaleza de soñar. Eso fue muy tergiversado, porque no fue que una noche tuve un sueño y decidimos ir a un lugar con el que no teníamos relación. Con ese espacio, había una conexión desde el momento en que nací. Y también mis padres. Sentimos que había que retornar a ese lugar, porque también ahí dejó su vida una persona que, para nosotros, era parte de nuestro linaje, que trabajó siempre en ese sitio y, sin embargo, fue explotado por empresarios, por la Iglesia, por Parques Nacionales, y sin paga. De ese espacio fue de donde más fuimos despojados. Del lado de mi mamá, por ejemplo, hay otros lugares de los que venía su familia; este sería el de mi papá. Entonces, fue soñar días y días -no se trató sólo de un sueño- con que caminaba, respiraba y crecía en ahí, recogiendo la basura que dejaban los turistas. Fue soñarme cuidando el sitio. Conversamos como comunidad, como pueblo, y dijimos: "Vamos a retornar a ese espacio para protegerlo y reafirmar nuestra identidad como mapuches". También para volver a levantar ese rewe que alguna vez existió, porque así lo dijo la machi Teresa.
-¿Allí había existido un rewe?
-Sí, la machi Teresa dijo que ahí se volvería a levantar una machi porque, en algún tiempo, antes de la mal llamada Conquista del Desierto, existió un rewe. Tiene relación con el nombre del lugar, Villa Mascardi. La historia de ese espacio nos lleva a años remotos, cuando la Iglesia arribó. Entre los curas estaba (Nicolás) Mascardi, que llegó a un espacio territorial en el que vivía gente mapuche, donde había una machi; ahí se produjo una masacre. En la catedral de San Carlos de Bariloche hay un vitraux con el cura Mascardi y mapuches que supuestamente lo asesinaron, pero después de que él mató a nuestra gente.
-¿Cómo se formó la Lafken Winkul Mapu?
-Las personas que fuimos a aquel lugar nos comprometimos a ser parte de ese espacio, nos sentimos hijos de ahí. Lo que a nosotros nos da identidad es el territorio. Por eso, en su momento, con Rafael Nahuel, que era mi primo, nos comprometimos a defender, cuidar y proteger el territorio. Mientras vivamos ahí, vamos a convivir con respeto hacia los seres vivos que habitan ese espacio.
-¿Cómo era su relación con Rafael Nahuel?
-Muy buena. Nos llevábamos pocos años de diferencia, nos visitábamos. Él estaba en un proceso de reafirmación de identidad, también de aprendizaje como mapuche. Viajó varias veces a Chile, para acompañarme cuando yo estaba en formación, por eso sentía el compromiso de estar. Quería irse a vivir a Mascardi.
-¿Cómo se enteró de que había muerto?
-Nos desalojaron el 23 de noviembre de 2017. Era jueves. Ese día, las mujeres estuvimos detenidas. A la noche, cuando salimos, Rafa se encontraba afuera, esperando que nos liberaran. Días antes había ido a Bariloche a buscar ropa y hacer algunas cosas, pero tenía pensado volver a Mascardi. En aquel momento se encontraba muy apenado, decía: "Yo tenía que haber estado ahí, acompañándolos".
-Porque, el día del desalojo, no se encontraba en Mascardi...
-Claro. Él era muy apegado a los niños, que ese día fueron reprimidos, gaseados, tiroteados... Estaba muy triste. Era el tío de todos ellos. Lo primero que hizo, aquella noche, fue abrazar a los nenes. Prometió, hacia ellos, hacia mí, hacia el espacio territorial: "Voy a volver". Nosotras, si bien habíamos sido detenidas, teníamos conocimiento de que otros miembros de la comunidad habían corrido a la montaña y seguramente los estaban buscando. Ya en ese momento decíamos: "Puede ser que alguno esté muerto"... Y, si no, no tenían comida ni abrigo, porque salieron con lo puesto. Ante eso, lo primero que él dijo fue: "Tengo que subir para llevarles comida". Aquella noche fue la última vez que lo vi. Salió caminando, la madrugada de jueves a viernes, y en Mascardi se encontró con los demás. A nosotras nos desesperaba la idea de que hubiera hermanos mapuches en la montaña. Nada nos daba más miedo. No nos importaba que volviéramos a estar presas. Teníamos que regresar, no los podíamos dejar ahí... Por eso, el sábado estábamos yendo cuando encontramos que la ruta, que sabíamos que ya se había abierto, nuevamente estaba cortada, a unos cinco kilómetros de la comunidad. Vimos llegar ambulancias, y mi mamá, por desesperación, las paró y se subió a una, de prepo. Cuando llegó, vio a Rafa muerto. Entró en shock. Estuvo muy mal, pero avisó por celular que había un muerto. Nosotros volvimos a Bariloche y fuimos al hospital a esperar. Además de un fallecido, dos personas estaban heridas de gravedad, así que los muertos podrían haber sido tres. Ese sábado se concentró mucha gente. Nosotros teníamos una desesperación muy grande, fuimos a la Catedral, a Parques... Horas después, acá, en Bariloche, supimos que el muerto era Rafa.
-Ya que menciona lo que sucedió aquel día en la Catedral, con el obispo anterior, Juan José Chaparro, hubo una buena relación, ¿verdad?
-En realidad, con respecto a la Iglesia, en aquel entonces fuimos para manifestarnos...
-Sí, aquel día fue así, pero me refiero a que, en general, pareció existir un intento de diálogo.
-En aquel momento, el obispo era Chaparro, y él tuvo buena disposición, se acercó, repudió el asesinato de Rafa... Existió un acercamiento solidario, pero creo que fue desde su persona.
-¿Cómo recuerda el primer desalojo, en 2017?
-Se trató de algo muy duro, violento. No me acuerdo la hora, pero todavía no había luz de día. Éramos varias mujeres, niños... Lo que nos avisó que estaban entrando a desalojar, como era de esperar, fueron los tiros, la represión, los gases lacrimógenos. Apenas llegó la policía, el gas pimienta iba directamente a los ojos. Hubo chicos a los que agarraron y tiraron como si fueran trapos. Al momento de detenernos, para esposarnos, nos hacían arrodillar, para humillarnos; yo me negaba a hacerlo, entonces me golpearon. Desde ese momento, que todavía no amanecía, estuvimos en la ruta, hasta aproximadamente el mediodía, cuando nos trasladaron a Bariloche. Todas esas horas, con los pequeños llorando, desesperados...
-Ahí las detuvieron, luego las liberaron, ¿y cuando regresaron a Mascardi?
-Eso fue un jueves, pasó el viernes, y el sábado asesinaron a Rafa... Esos días no dormimos... En mi memoria, todo pasó muy rápido... No nos querían entregar el cuerpo, y cuando lo enterramos fue muy doloroso para toda la familia... Pero el territorio nunca se abandonó. Cuando mataron a Rafa, las personas que se habían quedado ahí no se fueron. Después de su muerte, el juez retiró a las fuerzas del territorio, quedaron sólo retenes en la ruta...
-Entonces, tras el entierro de Rafael Nahuel, ¿regresó enseguida?
-Sí, y ahí permanecí hasta...
-El nuevo desalojo, en octubre de 2022.
-Sí.
-¿Los padres de Rafael Nahuel se reconocen como mapuches?
-Mi tío, el hermano de mi mamá, sí, pero no es activo. La mamá de Rafa, no. Pero ambos tienen orígenes mapuches.
-¿Cómo es el vínculo con ellos?
-Fueron al territorio donde se llevaron la vida de Rafa... Eso nos hizo sentir como en una unión. Mi tío, si bien su proceso de identidad siempre fue un poco lento, participó en ceremonias. Nos sentimos en armonía y respeto.
-¿La visita de los papás de Rafael al territorio se produjo tras la muerte?
-Sí, y fue muy doloroso ir al lugar donde mataron a su hijo.
-¿Antes habían estado allí?
-No.
-¿Ahora mantienen un contacto? ¿Se habla con ellos?
-Es una relación normal. Pero ellos tienen su mundo, su vida, y nosotros estamos en esta lucha.
-¿Cómo describiría el segundo desalojo?
-Como muy similar al primero. El atropello se mantuvo. Los tiros, los gases... nada de eso varió. Cambiaron los gobiernos, pero la represión fue la misma.
-En un primer momento, cuando la comunidad fue a Villa Mascardi, se asentó en un predio de Parques Nacionales, donde se ubica el rewe, ¿por qué decidieron avanzar a otras propiedades?
-Porque la comunidad creció. Las familias se fueron agrandando, otras personas se integraron... La tierra no fue apta y suficiente. Se trató de una cuestión de necesidad. Y, por ejemplo, en el espacio del Obispado de San Isidro no había gente viviendo, tampoco en Gas del Estado... Por el contrario, esos sitios eran atropellados...
-Pero en el predio del Obispado funcionaba un camping...
-En el momento en que lo recuperamos, no. Había un cuidador que no estaba casi nunca, con el cual tuvimos conversaciones. No le pagaban, y cuando se fue se llevó un montón de cosas, como ventanas, chapas, heladera... Tenemos videos de cuando se marchó con todo eso, porque pensábamos que después nos iban a acusar a nosotros, y así pasó...
-¿Y las propiedades particulares como La Cristalina, La Escondida y Los Radales?
-Nosotros vemos la aparición de Diego Frutos (propietario de La Cristalina) como un títere de políticos y empresarios, una marioneta de Patricia Bullrich, la ultraderecha racista que nos quiere perjudicar, exterminar... Un pseudo vecino que nunca vivió ahí, reside en Buenos Aires. Fue utilizado para molestar a la comunidad, y posee un sentimiento racista personal. Fingió un secuestro y todos se dieron cuenta de que mentía, que se trataba de un teatro...
-¿Ir sobre La Cristalina fue una venganza? ¿Por qué fueron hacia esa y otras propiedades?
-No avanzamos sobre esas propiedades. La comunidad llegaba hasta donde era Gas del Estado. La Cristalina está mucho más lejos del rewe, del territorio inicial...
-Pero poco antes del último desalojo la comunidad sacó un comunicado reivindicando el asentamiento en La Cristalina...
-Sí. Frutos tenía una patota, "el banderazo". En varias oportunidades dijeron por una red social que iban a ir a sacarnos. En esas ocasiones, hasta se cortó la ruta para que no se produjera una masacre. Pero cada semana iban a tirotear, por ejemplo, con motoqueros que pasaban por la ruta y disparaban. Los niños asistían a la escuela de Villa Mascardi, y hubo veces que, cuando esperaban a la traffic que los llevaba, Diego Frutos pasaba y los insultaba. La idea de avanzar sobre ese lugar era que parara el hostigamiento.
-¿Lo acusan de dispararle a la comunidad?
-Es que lo veíamos. Iba despacio, con un chofer, bajaba la ventanilla, decía "indios de mierda" y alguien disparaba...
-En cuanto al incendio de Los Radales, ¿reconocen su autoría?
-No, nosotros no fuimos. De hecho, nos pareció sorpresivo. Entendemos que hay luchas por la defensa de territorio, pero nos dicen que eso fue el 1 de agosto, por la desaparición de Santiago Maldonado (que ocurrió en 2017). Nosotros hemos llevado a cabo manifestaciones para reivindicar causas de gente mapuche, pero no considerábamos necesario hacer algo así con Maldonado, porque veíamos que él tenía mucho apoyo de gente no mapuche. De hecho, cuando lo mataron salió una multitud, pero no cuando asesinaron a Rafa. Con lo de Los Radales nos quisieron hacer un montaje por la fecha, pero quien realmente nos conoce sabe que no tuvimos nada que ver.
-¿Y el ataque a la casilla de Gendarmería, en el predio Los Radales? ¿Fueron ustedes?
-No, tampoco. Siempre dijimos que eso fue parte de un montaje de Diego Frutos y de Patricia Bullrich. Armaron una estrategia para desalojarnos: el autosecuestro, decir que le apedreamos la casa, que le cortamos la luz...Aumentaban la escala de mentiras, considerándose impunes. Hacen lo que quieren. Bullrich muestra eso: "Mandé a matar a Rafael Nahuel y no me pasó nada".
-Entonces, no reconocen esas acciones... Lo único que aceptan es la reivindicación de la toma de La Cristalina...
-Como una forma de tratar de decir: "Hasta acá llegan el hostigamiento, las actitudes racistas y la violencia de Diego Frutos".
-¿Y lo que sucedió con el ex hotel Mascardi, donde iba a funcionar una escuela de guardaparques?
-Nunca ocupamos ese lugar. Cuando llegamos, ya estaba todo destruido. Se encontraba abandonado desde hacía años.
-¿Por qué cree que se los vincula tan fuertemente con la violencia?
-Porque por algo hay que estigmatizar...Sí, por ejemplo, digo que todos los 25 de noviembre (fecha en que murió Rafael Nahuel), durante el tiempo que estuvimos ahí, bajábamos a la ruta 40 y la cortábamos durante media hora, luego dejábamos que los autos pasaran, la volvíamos a cortar y entregábamos panfletos.
-Los cortes no sólo se producían los 25 de noviembre...
-No era algo de todos los días, sólo en fechas importantes. Por ejemplo, cuando mataron a Elías Garay.
-Entonces, lo único que aceptan que hacían es que cortaban la ruta...
-Sí, y lo hacíamos como forma de manifestación, para difundir el conflicto.
-Pero no lo de quemar propiedades...
-No, eso no. Lo que muchas veces hacíamos era fuego en la ruta, como parte de los cortes.
-¿Reconoce al Estado argentino?
-Sí, lo reconozco como un opresor del pueblo mapuche. Desde que nací me impusieron una nacionalidad, y lo mismo a mis hijos. Obviamente, tenemos que reconocer al Estado que nos oprime, pero no nos sentimos parte de él, porque trató de exterminarnos como pueblo. Estamos vivos por la resistencia de los abuelos y las abuelas.
-Una de las críticas que se le ha hecho es que, estando en contra del Estado argentino, igualmente recibió algún tipo de plan social. ¿Quiere decir algo al respecto?
-Los planes no fueron un regalo. El Estado primero nos empobreció, nos quitó el territorio, no nos dejó herramientas de vida. Fue parte del genocidio. Cuando no pudo seguir asesinándonos, surgió la esclavitud. Luego pasamos a ser la mano de obra barata. Hoy, los pueblos originarios somos las sirvientas y los trabajadores, los obreros. La lucha por los planes sociales no la hice yo, que soy joven, pero entiendo de dónde viene. Esos planes se dieron ante las crisis, con la gente cortando rutas, con la lucha piquetera, en las calles... Por mis hijos, en algún momento, cobré la Asignación Universal, y entiendo que eso nadie me lo regaló, sino que se trató de la ganancia de luchas que llevaron adelante otras personas. No me siento avergonzada. Por tanto que el Estado nos ha robado, eso es una migaja.
-En esta sociedad moderna, que se guía por el dinero, ¿cómo se vive siendo machi? ¿A partir de colaboraciones?
-Yo trabajo como una doctora.
-¿Cobra por esa actividad?
-Sí, cobro por las medicinas que hago. Obviamente, no me convierto en millonaria por eso, pero es un trabajo pago. Aunque durante el tiempo en que estuvimos detenidas todas las que estábamos en esa situación nos encontrábamos imposibilitadas de trabajar.
-¿Un machi atiende sólo a mapuches?
-No, también ayuda a la salud de gente no mapuche.
-¿Y es lo mismo atender a alguien mapuche que a una persona no mapuche?
-No, es diferente. A una persona mapuche se le puede dar un tratamiento más enfocado a nuestra espiritualidad; en cambio, a un no mapuche se le da lawen, pero apuntando más a lo físico.
-¿Se considera argentina?
-No, no me siento argentina. No puedo sentirme parte de un Estado genocida. Nuestra gente era exhibida en zoológicos como animales. Nosotros tenemos memoria.
-Pero concertan con el Estado...
-Hoy vivimos dentro de una sociedad, en la que nacimos, y debemos buscar la forma de convivir. El pueblo mapuche es preexistente al Estado argentino, reconocido por la Constitución, entonces tenemos derecho a desarrollar nuestra espiritualidad y forma de vida dentro de los territorios. Obviamente, no somos una guerrilla, no queremos destruir las ciudades, porque entendemos que no es lógico, ni somos extremistas que van a poner bombas. Por lo menos, es lo que yo pienso. Pero las ciudades, si miramos un mapa, tienen extensiones pequeñas, y el resto de los territorios pertenecen a terratenientes, como Benetton y Lewis, o al Estado nacional, con pseudo Parques Nacionales que, en realidad, son sitios de emprendimientos turísticos... Esos espacios deben ser devueltos a las comunidades mapuches, que están despojadas, con personas que viven en las ciudades y sus periferias. Nuestro pueblo no era pobre, fue empobrecido por el Estado argentino.
-¿Es posible que la crisis habitacional, que el Estado argentino no soluciona, tenga relación con el despertar mapuche que se aprecia en muchos jóvenes?
-Puede ser que en algunos sí y en otros no. En nuestro caso, no fue eso, sino que tuvo que ver con la espiritualidad.
-¿Qué piensa del acuerdo al que llegaron cuando debieron negociar con el Estado?
-Negociar no es la palabra que nos gusta usar; se trata de debatir y llegar a un acuerdo. Siempre dijimos que el territorio ancestral mapuche hoy está en manos de terratenientes extranjeros y del Estado -a través de Parques Nacionales-... Esas tierras tienen que ser devueltas. El espacio que posee un rewe, un sitio ceremonial único, no se puede negociar, no lo vamos a cambiar por nada. Autoridades de comunidades de Neuquén, Río Negro y Chubut viajaron a Buenos Aires e iniciaron la mesa de diálogo, llevando a que se firmara el acuerdo el 1 de junio. Eso fue parte de una presión social ante la que el Estado tuvo que responder, rubricando un acuerdo donde dice que va a devolver el rewe a la comunidad y al pueblo mapuche. También señala que se van a construir tres casas como una forma de reparación ante el daño que hicieron, porque dentro del espacio destruyeron quince casas, un salón comunitario... También rompieron huertas, nos sacaron animales... Y el acuerdo todavía no se cumplió.
-¿No hubo ninguna novedad al respecto?
-Se supone que se está avanzando, pero ya pasaron cuatro meses y el territorio no se ha devuelto, todavía sigue militarizado. El acuerdo ya se firmó. Nosotros quisimos demostrar que sabemos dialogar, pero no somos tontos. Nos subestiman. Piensan que somos cavernícolas. Ahora, a ellos, les toca cumplir. Estamos esperando pacientemente, para no generar más malestar. Pero hasta acá llegó la paciencia. Estamos pensando en volver efectivamente al territorio, porque es una necesidad espiritual; de ello depende nuestra salud física y emocional, y la de nuestros hijos.
-¿Hasta cuándo van a esperar?
-Todavía no lo decidimos. Igualmente, al territorio estamos yendo, pero sigue militarizado.
-¿Los dejan ingresar sin inconveniente?
Sí, vamos al rewe y tratamos de limpiar, porque las casas fueron destruidas.
-¿Se nota si empezaron a hacer algo?
-No han hecho nada. Por eso digo que, cada vez que vamos, tratamos de limpiar un poco, porque todavía están los escombros de las casas que fueron demolidas.
-¿Tampoco hubo novedades acerca de las tierras que iban a darle al resto de la comunidad, en otro sector?
-No... Creo que hace falta nuevamente tener la fortaleza como mapuches para sentirnos parte de ese espacio. A nosotros nos han quitado todo. En el momento en que retornamos a ese territorio para recuperarlo sabíamos que nos enfrentábamos incluso a la muerte, que nos reprimirían... Estábamos conscientes de que eso pasaría. Ahora volvemos a afirmar que necesitamos regresar a ese espacio para no vivir de rodillas, nada nos detendrá para volver al territorio. Hasta el día de nuestra muerte seremos parte de ese espacio. Aunque nos despojen a todos de ese lugar, como ya lo han hecho en algún otro siglo, se despertará algún espíritu y volverá a ir. Estamos en tiempos de levantamientos como pueblo, y como surgió esta recuperación, habrá otras.
-¿Teme que quien se transforme en nuevo presidente de Argentina trate de revocar el acuerdo al que se llegó?
-Sea cual sea el gobierno, nuestra postura no va a cambiar. Si es necesario, vamos a entregar hasta nuestra vida por el territorio.
-¿Pero existe ese miedo?
-Nos han sacado tanto que hasta el miedo nos sacaron. En todo el tiempo de esta lucha, creo que nunca tuvimos miedo. Yo tenía bronca. Sentía: "Esto es lo que vivieron nuestros antepasados". Todos estuvimos dispuestos a entregar la vida, y con esa convicción sabíamos que íbamos a retornar al territorio.
-Entre las versiones que han circulado acerca de la Lafken Winkul Mapu está aquella que apunta a una vinculación con montoneros. Específicamente, a partir del arribo a la región de personas como Fernando Vaca Narvaja. ¿Hay algo de cierto en eso? ¿Tuvieron contacto con él?
-No. De hecho, yo conocí lo que eran los montoneros cuando caímos presas en 2017 y, en solidaridad con nosotras, se presentaron representantes de la Gremial de Abogados, donde hay exmontoneros. Así, que con el único que tuvimos relación ha sido con nuestro abogado, (Eduardo "Negro") Soares. No contamos con ninguna clase de entrenamiento ni nada por el estilo. Somos personas comunes y corrientes que conocen la montaña. En el momento en que te disparan, vas a tratar de defenderte, como cualquier ser humano. Lo único que teníamos ahí, y que sí usamos, a modo de autodefensa, eran las piedras. Nunca tuvimos armas ni quisimos armarnos como guerrilla. Pero, en el momento en que nos reprimieron, nos defendimos con lo que pudimos, con piedras. Después corrimos, luego nos detuvieron, y hoy estamos en este lugar, a pesar de todas las balas y gases que nos tiraron, dando un mensaje digno de que seguiremos firmes y volveremos al territorio.
-¿Cómo imagina su futuro?
-Retornando a rewe, al espacio ceremonial, y pudiendo desarrollar mi trabajo como machi, atendiendo a mis pacientes. También visitando y acompañando a las más de cien comunidades que apoyaron este proceso territorial, para hermanarnos y fortalecer a este pueblo. Ese es mi objetivo.
Fuente: El Cordillerano
Por Christian Masello
Fotos: Eugenia Neme y Facundo Pardo.
Betiana Colhuan Nahuel: mujer mapuche de veintidós años, hija de María Nahuel y de Cristian Colhuan, madre de dos niños, machi.
-¿Qué es ser machi?
-Ser machi es algo muy extenso. Se trata de un trabajo muy importante, que no le pertenece sólo a un espacio territorial, a una comunidad, sino a un pueblo entero. En lo personal, mi levantamiento como machi surgió después de un genocidio, de la mal llamada Campaña del Desierto, en la cual gran parte de nuestra gente fue atropellada, violentada, asesinada, llevada a campos de concentración... Es bueno hacer esa reseña histórica antes de continuar. Todo esto viene desde ahí, no desde hace quinientos años, como suelen decir, ni estamos hablando de cinco mil años. Estos territorios han sido invadidos no hace mucho, unos ciento cincuenta años atrás. Nuestro pueblo tiene memoria. Mi formación como machi empezó desde mi nacimiento. Un machi no se elige. No es como una carrera o una profesión que puede ser escogida por una persona en su madurez. Machi se nace. Una viene con ese espíritu, ese don. Muchos lo han tergiversado como si se tratara de algo mágico, superior, pero, en realidad, es parte de un rol ancestral que tiene este pueblo.
-¿Pero cómo se descubre? ¿La propia persona se da cuenta? ¿Cómo fue para usted?
-En mi caso, se trató de un despertar dentro de una familia que fue despojada de su territorio. Porque mi mamá y mi papá fueron despojados de sus territorios ancestrales y terminaron en la ciudad San Carlos de Bariloche, donde yo nací. Ellos conocieron lo que es la cultura mapuche y se dieron cuenta de que eran mapuches: asumieron su identidad.
-¿Antes de que usted naciera?
-Sí. Recuperaron su identidad, que había sido arrebatada. Eso fue en crecimiento, porque no se trata de decir "yo soy mapuche" y, de un día para el otro, saber todo. El proceso comenzó antes de que yo naciera. Una machi de Chile -porque allá sí quedaron muchos machis, no como en la Argentina, donde el genocidio fue más duro- dijo, desde que yo era bebé, que mi rol, mi tarea, algún día, sería ser machi.
-¿Ella les dijo eso a sus padres?
-Sí.
- Entonces, cuando la vio de bebé, la reconoció como una futura machi...
-Así es. Los años pasaron y fui una niña enfermiza, tenía muchos problemas de salud.
-¿De qué tipo?
-El problema de raíz fue que nací con dos tumores. Al momento de mi nacimiento, fui trasladada, desde San Carlos de Bariloche, al Hospital Garrahan, donde estuve internada. Crecí con las secuelas. Los tumores, igualmente, se pudieron tratar. También era asmática, y todavía me queda un poco. Me trataba con médicos occidentales -como en la actualidad decimos nosotros- en el hospital público, porque siempre fuimos una familia humilde, de pocos recursos, despojados y discriminados como mapuches. En ese tiempo, mi familia sufría esa discriminación en un barrio de los kilómetros.
-¿Virgen Misionera?
-Sí. También tuvimos un conflicto ahí, por un espacio territorial... Y en mi crecimiento, a los doce o trece años, este don me empezó a afligir espiritualmente, a hacerme mal. Tenía muchos dolores de cabeza, me sentía muy sensible emocionalmente, psicológicamente...
-Supuestamente se trata de un don para curar, ¿por qué le hacía mal?
-Una machi nace con este don, viene para ser machi y nada más, hay que asumir el rol o morir. En mi caso, y en la mayoría de quienes tienen este don, el reconocimiento se da esa forma. La persona acude a otro machi que le avisa que posee su fuerza o don de machi porque está muy enferma. A mí, la enfermedad me llevó a puntos extremos. Mis padres se pusieron en alerta.
-¿Eran sólo dolores de cabeza?
- No, tenía varios malestares físicos, lo que un doctor occidental llamaría descompensaciones, baja de presión... Por ejemplo, asistía a la escuela y me desmayaba. Era notorio que estaba mal, pero los médicos no encontraban nada, sólo decían que los tumores podían haber vuelto, me hacían radiografías...
-¿Qué hicieron? ¿Volvieron a ver a algún machi?
-Sí, un machi de Chile, Gulu Mapu, como decimos nosotros, porque las fronteras fueron impuestas. Nuestro pueblo ancestralmente ocupaba, caminaba y transitaba los territorios con libertad. Las fronteras impuestas, entonces, me obligaron a viajar allá, para formarme y prepararme como machi. Estuve cinco años, aproximadamente. A los dieciséis años, volví.
-¿Allá estaba sola?
-Sí. Mi familia iba transitoriamente, para acompañarme, y se volvía.
-Entonces, un machi transmite conocimientos a quien se descubre como un par a partir de un malestar físico. Y esa persona que padece los dolores, si no se reconoce como tal, muere... ¿Es así?
-Sí. Es un don que se presenta y la persona o se forma como machi o, dentro de la sociedad, en una vida no mapuche, se enferma, en una especie de castigo. En realidad, llega primero el castigo, así la persona asume el rol como machi y ahí se cura.
-Igualmente, de bebé, una machi ya había señalado que tendría ese rol...
-Sí, la machi Teresa Painequeo, que en ese momento era muy anciana. Ya falleció. Y el machi Cristóbal Tremigual ayudó a formarme.
-¿Cómo fue el período que pasó en Chile?
-Estuvo relacionado con el crecimiento de mis saberes mapuches, conocer plantas medicinales y dónde se encuentran. También aprender acerca de nuestro idioma, el mapudungun, y sobre las ceremonias y prácticas. En aquel entonces, todo involucraba mucho gasto, era muy difícil de sostener. Me refiero a viajar a Chile y mantenerme allá durante los años de estudio. Todo ese tiempo, me acompañaron y apoyaron distintas comunidades y organizaciones.
-¿Colaboraban económicamente?
-Sí, y también me iban a visitar. Comunidades de acá, de la zona, y también de Neuquén, Chubut... de varias partes.
-Ya en aquel momento la reconocían como machi...
-Sí, que me iba a formar como machi
-La formación, la transmisión de conocimientos, ¿apunta sólo a lo medicinal?
-Es medicinal y espiritual. También tiene que ver con aprender a guiar y aconsejar a un pueblo...
-Ser machi, entonces, es más que dedicarse a la medicina mapuche.
-Es una guía espiritual. Se trata de acompañar a las comunidades, orientar en las ceremonias, tratar enfermedades -físicas y espirituales-...
-Algo que suele decirse en contra de los integrantes de su familia es que eran mormones y después aparecieron como mapuches...
-Fue así... No sé si mormones. Eso lo dicen de forma despectiva, porque no quieren ensuciar o desprestigiar, por ejemplo, a la Iglesia Católica. Pero mi madre sufrió mucho, se crió en carencia, con mucho sentimiento de despojo, se desempeñó como criada de los ricos, fue trabajadora de estancia. Mi padre, igual. A ellos, su cultura les fue totalmente arrebatada. Entonces, dentro de su ignorancia, eran jóvenes que desconocían su origen mapuche y tuvieron que trabajar desde muy chicos. Mi madre siempre me dice que ella pasó por todas las iglesias, por todas las religiones. Estuvo un tiempo en esta, otro en aquella...
-Tenía una carencia espiritual...
-Claro. Ninguna religión le daba plenitud, fortaleza... No se sentía identificada ni cómoda. Pero recibió consejos de gente mapuche, apoyo espiritual. Por ejemplo, de su propia abuela, a quien conoció de grande.
-Hasta ese momento, ¿no sabía que tenía antepasados mapuches?
-No, ahí le dijo a mi madre: "Usted es mapuche". Y ella, sin saber qué era eso de ser mapuche, quiso aprender de esa cultura. Ahí fue donde conoció a la machi Teresa, y desde aquel momento siempre buscó...
-¿El origen de su padre también es mapuche?
-Sí, mi mamá y mi papá son mapuches. En él, el reconocimiento fue un poco más difícil, porque se abocaba a su trabajo... En las mujeres y los hombres el tema de asumir la identidad es distinto. Pero, a lo largo de los años, él empezó a afirmar su identidad, a aprender. Yo no podía ser machi sola. Cuando se asume este rol, es un compromiso que tiene que ver con toda una familia, toda una comunidad, todo un pueblo. Entonces, este compromiso no es sólo mío, sino de muchas personas.
-Incluidos los familiares...
-Claro. Ahí empezaron a afirmar su identidad otros familiares, como primos y hermanos, que empezaron a aprender sobre esto. Porque es real que nosotros fuimos arrebatados del conocimiento y nacimos en la ciudad, despojados territorialmente.
-Usted, durante la adolescencia, ¿estuvo detenida?
-Sí. En Chile tenía visa de turista, por lo que cada tres meses tenía que venir. A veces me quedaba una semana y volvía a irme. Nunca permanecía mucho tiempo. Cuando estaba acá, generalmente, hacíamos ceremonias en el patio de la casa de mi mamá. Tocábamos instrumentos mapuches, como el cultrún o la trutuca. Eso se hacía a las cinco o seis de la mañana, lo que molestaba a los vecinos, pero la música que ponían algunos toda la noche, de reggaetón o cumbia, no les hacía nada; lo nuestro, sí. Nos denunciaban, y generalmente iba la policía a hostigarnos. También hubo un allanamiento en la casa de mi mamá, porque ya en aquel entonces nos acusaban de terroristas, porque nunca nos callamos. Dentro del reconocimiento de nuestra identidad, sabíamos que había injusticias hacia las comunidades. Por ejemplo, cuando detuvieron a Facundo Jones Huala entendíamos que se trataba de una injusticia y salíamos a marchar, repartíamos panfletos para informar... Nos miraban como los únicos mapuches que hacían eso. Empezó a haber una estigmatización hacia nuestra familia. Los vecinos mostraban odio, a pesar de que muchos tienen orígenes mapuches. Nos denunciaban, gritaban cosas, apedreaban la casa e incluso la intentaron incendiar varias veces. Y los allanamientos nunca terminaron. Todos estos años, cuando pasa algo, allanan.
-Por lo que dice, cuando la detuvieron era menor de edad. ¿Cuánto tiempo pasó demorada?
-Sí, era menor. Habré estado unas horas, pero en varias ocasiones. Por ejemplo, cuando volví de mi proceso de formación, ya usaba vestimenta mapuche, y resultaba vistoso, porque al ponerse un pañuelo ya era algo distinto, y la policía me detuvo caminando por la ciudad; estuve demorada porque no llevaba el documento. En realidad, fue por discriminación, debido a la ropa.
-Antes nombró a Jones Huala, a través de los años, ¿la opinión sobre él ha cambiado?
-En aquel tiempo, como pueblo estigmatizado y violentado durante tantos años, veíamos sumamente importante alzar la voz y decir: "Somos mapuches y pasan injusticias con nuestra gente". Me refiero a persecución y presos políticos por defender el territorio. Y entendíamos que él era, precisamente, un preso político mapuche a partir de la defensa del territorio, a pesar de que no teníamos mucha proximidad. A él lo detuvieron por primera vez en Chile. Muchas veces no conocemos a las personas mapuches que detienen. De hecho, en Chile, en la actualidad, hay muchos presos políticos, incluso un machi, Celestino Córdoba, y quizá no tenemos una cercanía, pero somos de un mismo pueblo, por eso exigimos la liberación de todos.
-Pero me refiero a que, por ejemplo, si hablamos de una colectividad italiana, uno no tiene que defender a todos quienes la integran si toman un camino equivocado, por más que los antepasados hayan llegado en el mismo barco hace equis cantidad de años. Por eso preguntaba si la opinión sobre Jones Huala cambió a través de los años.
-Él pertenece a una comunidad, que es Pu Lof en Resistencia de Cushamen, y nosotros tuvimos un proceso personal y comunitario dentro de lo que es la recuperación del territorio en lo que se conoce como Villa Mascardi, para nosotros, Relmu Lafken. Entonces, nos abocamos a nuestro propio proceso comunitario y espiritual. Anteriormente nos solidarizábamos con otras causas, porque veíamos que era necesario. Después tuvimos la recuperación territorial, en defensa de un espacio sagrado, que es el rewe, que se levantó a raíz de una fuerza que despertó en Puelmapu. Debo mencionar que la machi Teresa Painequeo conoció a mi mamá ahí, en una ceremonia a orillas del lago Relmu Lafquen, antes de que yo naciera, y fue en ese lugar donde le dijo que algún día se iba a levantar una machi.
-Pero no le dijo que esa machi sería hija suya...
-Claro, porque mi mamá, ahí, no entendía nada. Dos o tres años después, la machi volvió y yo ya había nacido. Ahí fue cuando dijo: "Esta niña va a ser machi". Pero no aclaró que sería en Mascardi.
-Volviendo a Jones Huala, ¿puede decir algo sobre su presente?
-Nosotros, como perteneciente a un pueblo, siempre vamos a estar del lado de nuestra gente. Creo que él, como todos los mapuches encarcelados por la defensa de los territorios, merece la libertad. Sin embargo, tenemos diferencias políticas. Él pertenece a una organización, a una comunidad, donde se rigen y manejan dentro de su pensamiento; nosotros somos de otra comunidad.
-Dijo que los allanamientos en su domicilio familiar eran porque los trataban de terroristas. ¿Nunca fueron parte de la Resistencia Ancestral Mapuche (RAM)?
-Creemos que la RAM existe, que es una organización, con miembros del pueblo mapuche, weichafes (guerreros) a quienes reconocemos, porque luchan por la defensa de los territorios, pero no pertenecemos a ella, no somos parte. Nosotros buscamos otras estrategias de lucha.
-En cuanto a Villa Mascardi, siempre se dice que tuvo una especie de visión que llevó a que se instalaran allí. ¿Qué fue lo que sintió?
-Ese sitio no es tan lejano, lo visitábamos ya en mi infancia. En el espacio específico que nosotros posteriormente fuimos a recuperar, era cuidador un hombre muy querido por nosotros, que falleció haciendo esa tarea. Decíamos que era nuestro tío.
-¿Pero era un familiar o lo llamaban así por cariño?
-Le decíamos tío porque había criado a mi papá. Como forma de respeto, mi papá nos hacía llamarlo de ese modo. Cuidaba varias cabañas, y el hotel abandonado. Me crié yendo a Mascardi.
-¿Iba seguido?
-Muy seguido. Cada dos o tres meses íbamos a ver al tío José (Rivas). Era viejito ya, y lo visitamos hasta el momento de su muerte, dos años antes de que fuéramos a ese espacio. Veíamos su sufrimiento. A él no le pagaban. Al principio, cuando era joven, sí, pero después dejaron de hacerlo, se quedaba a cuidar por la casa en la que vivía, pero no recibía ningún pago.
-¿Él era mapuche?
-Sí.
-¿Cómo era la relación que usted sentía con el lugar?
-Fue mucho tiempo de ir, de sentirlo como propio y, a la vez, notar la humillación hacia una persona que trabajó durante tantos años sin una paga, alguien que cuidó aquel sitio, lo protegió, tenía animales... En su momento, ya veíamos a ese lugar como puro, con tanta fuerza, con medicina, remedios, lawen... Desde muy pequeña, ese espacio nos daba vitalidad, fortaleza. Sin embargo, también observábamos el destrozo. Cada año iban miles de personas al muelle de Villa Mascardi, donde, para acceder con vehículos, había que pagar. Eran turistas VIP. Cuando se iban, dejaban todo tipo de desechos en la costa del lago. Eso nos llenaba de tristeza. En donde José cuidaba, la gente se metía para buscar leña.
-Cuando volvió de Chile, ¿su formación como machi finalizó?
-Terminó con el machi, pero continúa en este espacio que nos da identidad. Ahora me toca formarme acá, con la gente de esta zona.
-Pero, una vez que regresó, más allá de que tenía en la mente aquel sitio, en Villa Mascardi, porque había pasado mucho tiempo junto a ese hombre al que llamaban tío, ¿qué fue lo que sintió que la llevó a ese lugar?
-Un rewe es un espacio que fortalece las energías, no había forma de levantarlo en la ciudad. Mucho menos donde nosotros vivíamos, en el kilómetro 7, rodeados de vecinos que, por hacer una pequeña ceremonia, nos denunciaban y hostigaban. Ahí, como comunidad, como pueblo, decidimos retornar a un territorio donde pudiera desarrollar el trabajo como machi. Lo conversamos. Era muy difícil tomar una decisión. Como mapuches, tenemos memoria de que nos despojaron. Como machi, cuento con la fortaleza de soñar. Eso fue muy tergiversado, porque no fue que una noche tuve un sueño y decidimos ir a un lugar con el que no teníamos relación. Con ese espacio, había una conexión desde el momento en que nací. Y también mis padres. Sentimos que había que retornar a ese lugar, porque también ahí dejó su vida una persona que, para nosotros, era parte de nuestro linaje, que trabajó siempre en ese sitio y, sin embargo, fue explotado por empresarios, por la Iglesia, por Parques Nacionales, y sin paga. De ese espacio fue de donde más fuimos despojados. Del lado de mi mamá, por ejemplo, hay otros lugares de los que venía su familia; este sería el de mi papá. Entonces, fue soñar días y días -no se trató sólo de un sueño- con que caminaba, respiraba y crecía en ahí, recogiendo la basura que dejaban los turistas. Fue soñarme cuidando el sitio. Conversamos como comunidad, como pueblo, y dijimos: "Vamos a retornar a ese espacio para protegerlo y reafirmar nuestra identidad como mapuches". También para volver a levantar ese rewe que alguna vez existió, porque así lo dijo la machi Teresa.
-¿Allí había existido un rewe?
-Sí, la machi Teresa dijo que ahí se volvería a levantar una machi porque, en algún tiempo, antes de la mal llamada Conquista del Desierto, existió un rewe. Tiene relación con el nombre del lugar, Villa Mascardi. La historia de ese espacio nos lleva a años remotos, cuando la Iglesia arribó. Entre los curas estaba (Nicolás) Mascardi, que llegó a un espacio territorial en el que vivía gente mapuche, donde había una machi; ahí se produjo una masacre. En la catedral de San Carlos de Bariloche hay un vitraux con el cura Mascardi y mapuches que supuestamente lo asesinaron, pero después de que él mató a nuestra gente.
-¿Cómo se formó la Lafken Winkul Mapu?
-Las personas que fuimos a aquel lugar nos comprometimos a ser parte de ese espacio, nos sentimos hijos de ahí. Lo que a nosotros nos da identidad es el territorio. Por eso, en su momento, con Rafael Nahuel, que era mi primo, nos comprometimos a defender, cuidar y proteger el territorio. Mientras vivamos ahí, vamos a convivir con respeto hacia los seres vivos que habitan ese espacio.
-¿Cómo era su relación con Rafael Nahuel?
-Muy buena. Nos llevábamos pocos años de diferencia, nos visitábamos. Él estaba en un proceso de reafirmación de identidad, también de aprendizaje como mapuche. Viajó varias veces a Chile, para acompañarme cuando yo estaba en formación, por eso sentía el compromiso de estar. Quería irse a vivir a Mascardi.
-¿Cómo se enteró de que había muerto?
-Nos desalojaron el 23 de noviembre de 2017. Era jueves. Ese día, las mujeres estuvimos detenidas. A la noche, cuando salimos, Rafa se encontraba afuera, esperando que nos liberaran. Días antes había ido a Bariloche a buscar ropa y hacer algunas cosas, pero tenía pensado volver a Mascardi. En aquel momento se encontraba muy apenado, decía: "Yo tenía que haber estado ahí, acompañándolos".
-Porque, el día del desalojo, no se encontraba en Mascardi...
-Claro. Él era muy apegado a los niños, que ese día fueron reprimidos, gaseados, tiroteados... Estaba muy triste. Era el tío de todos ellos. Lo primero que hizo, aquella noche, fue abrazar a los nenes. Prometió, hacia ellos, hacia mí, hacia el espacio territorial: "Voy a volver". Nosotras, si bien habíamos sido detenidas, teníamos conocimiento de que otros miembros de la comunidad habían corrido a la montaña y seguramente los estaban buscando. Ya en ese momento decíamos: "Puede ser que alguno esté muerto"... Y, si no, no tenían comida ni abrigo, porque salieron con lo puesto. Ante eso, lo primero que él dijo fue: "Tengo que subir para llevarles comida". Aquella noche fue la última vez que lo vi. Salió caminando, la madrugada de jueves a viernes, y en Mascardi se encontró con los demás. A nosotras nos desesperaba la idea de que hubiera hermanos mapuches en la montaña. Nada nos daba más miedo. No nos importaba que volviéramos a estar presas. Teníamos que regresar, no los podíamos dejar ahí... Por eso, el sábado estábamos yendo cuando encontramos que la ruta, que sabíamos que ya se había abierto, nuevamente estaba cortada, a unos cinco kilómetros de la comunidad. Vimos llegar ambulancias, y mi mamá, por desesperación, las paró y se subió a una, de prepo. Cuando llegó, vio a Rafa muerto. Entró en shock. Estuvo muy mal, pero avisó por celular que había un muerto. Nosotros volvimos a Bariloche y fuimos al hospital a esperar. Además de un fallecido, dos personas estaban heridas de gravedad, así que los muertos podrían haber sido tres. Ese sábado se concentró mucha gente. Nosotros teníamos una desesperación muy grande, fuimos a la Catedral, a Parques... Horas después, acá, en Bariloche, supimos que el muerto era Rafa.
-Ya que menciona lo que sucedió aquel día en la Catedral, con el obispo anterior, Juan José Chaparro, hubo una buena relación, ¿verdad?
-En realidad, con respecto a la Iglesia, en aquel entonces fuimos para manifestarnos...
-Sí, aquel día fue así, pero me refiero a que, en general, pareció existir un intento de diálogo.
-En aquel momento, el obispo era Chaparro, y él tuvo buena disposición, se acercó, repudió el asesinato de Rafa... Existió un acercamiento solidario, pero creo que fue desde su persona.
-¿Cómo recuerda el primer desalojo, en 2017?
-Se trató de algo muy duro, violento. No me acuerdo la hora, pero todavía no había luz de día. Éramos varias mujeres, niños... Lo que nos avisó que estaban entrando a desalojar, como era de esperar, fueron los tiros, la represión, los gases lacrimógenos. Apenas llegó la policía, el gas pimienta iba directamente a los ojos. Hubo chicos a los que agarraron y tiraron como si fueran trapos. Al momento de detenernos, para esposarnos, nos hacían arrodillar, para humillarnos; yo me negaba a hacerlo, entonces me golpearon. Desde ese momento, que todavía no amanecía, estuvimos en la ruta, hasta aproximadamente el mediodía, cuando nos trasladaron a Bariloche. Todas esas horas, con los pequeños llorando, desesperados...
-Ahí las detuvieron, luego las liberaron, ¿y cuando regresaron a Mascardi?
-Eso fue un jueves, pasó el viernes, y el sábado asesinaron a Rafa... Esos días no dormimos... En mi memoria, todo pasó muy rápido... No nos querían entregar el cuerpo, y cuando lo enterramos fue muy doloroso para toda la familia... Pero el territorio nunca se abandonó. Cuando mataron a Rafa, las personas que se habían quedado ahí no se fueron. Después de su muerte, el juez retiró a las fuerzas del territorio, quedaron sólo retenes en la ruta...
-Entonces, tras el entierro de Rafael Nahuel, ¿regresó enseguida?
-Sí, y ahí permanecí hasta...
-El nuevo desalojo, en octubre de 2022.
-Sí.
-¿Los padres de Rafael Nahuel se reconocen como mapuches?
-Mi tío, el hermano de mi mamá, sí, pero no es activo. La mamá de Rafa, no. Pero ambos tienen orígenes mapuches.
-¿Cómo es el vínculo con ellos?
-Fueron al territorio donde se llevaron la vida de Rafa... Eso nos hizo sentir como en una unión. Mi tío, si bien su proceso de identidad siempre fue un poco lento, participó en ceremonias. Nos sentimos en armonía y respeto.
-¿La visita de los papás de Rafael al territorio se produjo tras la muerte?
-Sí, y fue muy doloroso ir al lugar donde mataron a su hijo.
-¿Antes habían estado allí?
-No.
-¿Ahora mantienen un contacto? ¿Se habla con ellos?
-Es una relación normal. Pero ellos tienen su mundo, su vida, y nosotros estamos en esta lucha.
-¿Cómo describiría el segundo desalojo?
-Como muy similar al primero. El atropello se mantuvo. Los tiros, los gases... nada de eso varió. Cambiaron los gobiernos, pero la represión fue la misma.
-En un primer momento, cuando la comunidad fue a Villa Mascardi, se asentó en un predio de Parques Nacionales, donde se ubica el rewe, ¿por qué decidieron avanzar a otras propiedades?
-Porque la comunidad creció. Las familias se fueron agrandando, otras personas se integraron... La tierra no fue apta y suficiente. Se trató de una cuestión de necesidad. Y, por ejemplo, en el espacio del Obispado de San Isidro no había gente viviendo, tampoco en Gas del Estado... Por el contrario, esos sitios eran atropellados...
-Pero en el predio del Obispado funcionaba un camping...
-En el momento en que lo recuperamos, no. Había un cuidador que no estaba casi nunca, con el cual tuvimos conversaciones. No le pagaban, y cuando se fue se llevó un montón de cosas, como ventanas, chapas, heladera... Tenemos videos de cuando se marchó con todo eso, porque pensábamos que después nos iban a acusar a nosotros, y así pasó...
-¿Y las propiedades particulares como La Cristalina, La Escondida y Los Radales?
-Nosotros vemos la aparición de Diego Frutos (propietario de La Cristalina) como un títere de políticos y empresarios, una marioneta de Patricia Bullrich, la ultraderecha racista que nos quiere perjudicar, exterminar... Un pseudo vecino que nunca vivió ahí, reside en Buenos Aires. Fue utilizado para molestar a la comunidad, y posee un sentimiento racista personal. Fingió un secuestro y todos se dieron cuenta de que mentía, que se trataba de un teatro...
-¿Ir sobre La Cristalina fue una venganza? ¿Por qué fueron hacia esa y otras propiedades?
-No avanzamos sobre esas propiedades. La comunidad llegaba hasta donde era Gas del Estado. La Cristalina está mucho más lejos del rewe, del territorio inicial...
-Pero poco antes del último desalojo la comunidad sacó un comunicado reivindicando el asentamiento en La Cristalina...
-Sí. Frutos tenía una patota, "el banderazo". En varias oportunidades dijeron por una red social que iban a ir a sacarnos. En esas ocasiones, hasta se cortó la ruta para que no se produjera una masacre. Pero cada semana iban a tirotear, por ejemplo, con motoqueros que pasaban por la ruta y disparaban. Los niños asistían a la escuela de Villa Mascardi, y hubo veces que, cuando esperaban a la traffic que los llevaba, Diego Frutos pasaba y los insultaba. La idea de avanzar sobre ese lugar era que parara el hostigamiento.
-¿Lo acusan de dispararle a la comunidad?
-Es que lo veíamos. Iba despacio, con un chofer, bajaba la ventanilla, decía "indios de mierda" y alguien disparaba...
-En cuanto al incendio de Los Radales, ¿reconocen su autoría?
-No, nosotros no fuimos. De hecho, nos pareció sorpresivo. Entendemos que hay luchas por la defensa de territorio, pero nos dicen que eso fue el 1 de agosto, por la desaparición de Santiago Maldonado (que ocurrió en 2017). Nosotros hemos llevado a cabo manifestaciones para reivindicar causas de gente mapuche, pero no considerábamos necesario hacer algo así con Maldonado, porque veíamos que él tenía mucho apoyo de gente no mapuche. De hecho, cuando lo mataron salió una multitud, pero no cuando asesinaron a Rafa. Con lo de Los Radales nos quisieron hacer un montaje por la fecha, pero quien realmente nos conoce sabe que no tuvimos nada que ver.
-¿Y el ataque a la casilla de Gendarmería, en el predio Los Radales? ¿Fueron ustedes?
-No, tampoco. Siempre dijimos que eso fue parte de un montaje de Diego Frutos y de Patricia Bullrich. Armaron una estrategia para desalojarnos: el autosecuestro, decir que le apedreamos la casa, que le cortamos la luz...Aumentaban la escala de mentiras, considerándose impunes. Hacen lo que quieren. Bullrich muestra eso: "Mandé a matar a Rafael Nahuel y no me pasó nada".
-Entonces, no reconocen esas acciones... Lo único que aceptan es la reivindicación de la toma de La Cristalina...
-Como una forma de tratar de decir: "Hasta acá llegan el hostigamiento, las actitudes racistas y la violencia de Diego Frutos".
-¿Y lo que sucedió con el ex hotel Mascardi, donde iba a funcionar una escuela de guardaparques?
-Nunca ocupamos ese lugar. Cuando llegamos, ya estaba todo destruido. Se encontraba abandonado desde hacía años.
-¿Por qué cree que se los vincula tan fuertemente con la violencia?
-Porque por algo hay que estigmatizar...Sí, por ejemplo, digo que todos los 25 de noviembre (fecha en que murió Rafael Nahuel), durante el tiempo que estuvimos ahí, bajábamos a la ruta 40 y la cortábamos durante media hora, luego dejábamos que los autos pasaran, la volvíamos a cortar y entregábamos panfletos.
-Los cortes no sólo se producían los 25 de noviembre...
-No era algo de todos los días, sólo en fechas importantes. Por ejemplo, cuando mataron a Elías Garay.
-Entonces, lo único que aceptan que hacían es que cortaban la ruta...
-Sí, y lo hacíamos como forma de manifestación, para difundir el conflicto.
-Pero no lo de quemar propiedades...
-No, eso no. Lo que muchas veces hacíamos era fuego en la ruta, como parte de los cortes.
-¿Reconoce al Estado argentino?
-Sí, lo reconozco como un opresor del pueblo mapuche. Desde que nací me impusieron una nacionalidad, y lo mismo a mis hijos. Obviamente, tenemos que reconocer al Estado que nos oprime, pero no nos sentimos parte de él, porque trató de exterminarnos como pueblo. Estamos vivos por la resistencia de los abuelos y las abuelas.
-Una de las críticas que se le ha hecho es que, estando en contra del Estado argentino, igualmente recibió algún tipo de plan social. ¿Quiere decir algo al respecto?
-Los planes no fueron un regalo. El Estado primero nos empobreció, nos quitó el territorio, no nos dejó herramientas de vida. Fue parte del genocidio. Cuando no pudo seguir asesinándonos, surgió la esclavitud. Luego pasamos a ser la mano de obra barata. Hoy, los pueblos originarios somos las sirvientas y los trabajadores, los obreros. La lucha por los planes sociales no la hice yo, que soy joven, pero entiendo de dónde viene. Esos planes se dieron ante las crisis, con la gente cortando rutas, con la lucha piquetera, en las calles... Por mis hijos, en algún momento, cobré la Asignación Universal, y entiendo que eso nadie me lo regaló, sino que se trató de la ganancia de luchas que llevaron adelante otras personas. No me siento avergonzada. Por tanto que el Estado nos ha robado, eso es una migaja.
-En esta sociedad moderna, que se guía por el dinero, ¿cómo se vive siendo machi? ¿A partir de colaboraciones?
-Yo trabajo como una doctora.
-¿Cobra por esa actividad?
-Sí, cobro por las medicinas que hago. Obviamente, no me convierto en millonaria por eso, pero es un trabajo pago. Aunque durante el tiempo en que estuvimos detenidas todas las que estábamos en esa situación nos encontrábamos imposibilitadas de trabajar.
-¿Un machi atiende sólo a mapuches?
-No, también ayuda a la salud de gente no mapuche.
-¿Y es lo mismo atender a alguien mapuche que a una persona no mapuche?
-No, es diferente. A una persona mapuche se le puede dar un tratamiento más enfocado a nuestra espiritualidad; en cambio, a un no mapuche se le da lawen, pero apuntando más a lo físico.
-¿Se considera argentina?
-No, no me siento argentina. No puedo sentirme parte de un Estado genocida. Nuestra gente era exhibida en zoológicos como animales. Nosotros tenemos memoria.
-Pero concertan con el Estado...
-Hoy vivimos dentro de una sociedad, en la que nacimos, y debemos buscar la forma de convivir. El pueblo mapuche es preexistente al Estado argentino, reconocido por la Constitución, entonces tenemos derecho a desarrollar nuestra espiritualidad y forma de vida dentro de los territorios. Obviamente, no somos una guerrilla, no queremos destruir las ciudades, porque entendemos que no es lógico, ni somos extremistas que van a poner bombas. Por lo menos, es lo que yo pienso. Pero las ciudades, si miramos un mapa, tienen extensiones pequeñas, y el resto de los territorios pertenecen a terratenientes, como Benetton y Lewis, o al Estado nacional, con pseudo Parques Nacionales que, en realidad, son sitios de emprendimientos turísticos... Esos espacios deben ser devueltos a las comunidades mapuches, que están despojadas, con personas que viven en las ciudades y sus periferias. Nuestro pueblo no era pobre, fue empobrecido por el Estado argentino.
-¿Es posible que la crisis habitacional, que el Estado argentino no soluciona, tenga relación con el despertar mapuche que se aprecia en muchos jóvenes?
-Puede ser que en algunos sí y en otros no. En nuestro caso, no fue eso, sino que tuvo que ver con la espiritualidad.
-¿Qué piensa del acuerdo al que llegaron cuando debieron negociar con el Estado?
-Negociar no es la palabra que nos gusta usar; se trata de debatir y llegar a un acuerdo. Siempre dijimos que el territorio ancestral mapuche hoy está en manos de terratenientes extranjeros y del Estado -a través de Parques Nacionales-... Esas tierras tienen que ser devueltas. El espacio que posee un rewe, un sitio ceremonial único, no se puede negociar, no lo vamos a cambiar por nada. Autoridades de comunidades de Neuquén, Río Negro y Chubut viajaron a Buenos Aires e iniciaron la mesa de diálogo, llevando a que se firmara el acuerdo el 1 de junio. Eso fue parte de una presión social ante la que el Estado tuvo que responder, rubricando un acuerdo donde dice que va a devolver el rewe a la comunidad y al pueblo mapuche. También señala que se van a construir tres casas como una forma de reparación ante el daño que hicieron, porque dentro del espacio destruyeron quince casas, un salón comunitario... También rompieron huertas, nos sacaron animales... Y el acuerdo todavía no se cumplió.
-¿No hubo ninguna novedad al respecto?
-Se supone que se está avanzando, pero ya pasaron cuatro meses y el territorio no se ha devuelto, todavía sigue militarizado. El acuerdo ya se firmó. Nosotros quisimos demostrar que sabemos dialogar, pero no somos tontos. Nos subestiman. Piensan que somos cavernícolas. Ahora, a ellos, les toca cumplir. Estamos esperando pacientemente, para no generar más malestar. Pero hasta acá llegó la paciencia. Estamos pensando en volver efectivamente al territorio, porque es una necesidad espiritual; de ello depende nuestra salud física y emocional, y la de nuestros hijos.
-¿Hasta cuándo van a esperar?
-Todavía no lo decidimos. Igualmente, al territorio estamos yendo, pero sigue militarizado.
-¿Los dejan ingresar sin inconveniente?
Sí, vamos al rewe y tratamos de limpiar, porque las casas fueron destruidas.
-¿Se nota si empezaron a hacer algo?
-No han hecho nada. Por eso digo que, cada vez que vamos, tratamos de limpiar un poco, porque todavía están los escombros de las casas que fueron demolidas.
-¿Tampoco hubo novedades acerca de las tierras que iban a darle al resto de la comunidad, en otro sector?
-No... Creo que hace falta nuevamente tener la fortaleza como mapuches para sentirnos parte de ese espacio. A nosotros nos han quitado todo. En el momento en que retornamos a ese territorio para recuperarlo sabíamos que nos enfrentábamos incluso a la muerte, que nos reprimirían... Estábamos conscientes de que eso pasaría. Ahora volvemos a afirmar que necesitamos regresar a ese espacio para no vivir de rodillas, nada nos detendrá para volver al territorio. Hasta el día de nuestra muerte seremos parte de ese espacio. Aunque nos despojen a todos de ese lugar, como ya lo han hecho en algún otro siglo, se despertará algún espíritu y volverá a ir. Estamos en tiempos de levantamientos como pueblo, y como surgió esta recuperación, habrá otras.
-¿Teme que quien se transforme en nuevo presidente de Argentina trate de revocar el acuerdo al que se llegó?
-Sea cual sea el gobierno, nuestra postura no va a cambiar. Si es necesario, vamos a entregar hasta nuestra vida por el territorio.
-¿Pero existe ese miedo?
-Nos han sacado tanto que hasta el miedo nos sacaron. En todo el tiempo de esta lucha, creo que nunca tuvimos miedo. Yo tenía bronca. Sentía: "Esto es lo que vivieron nuestros antepasados". Todos estuvimos dispuestos a entregar la vida, y con esa convicción sabíamos que íbamos a retornar al territorio.
-Entre las versiones que han circulado acerca de la Lafken Winkul Mapu está aquella que apunta a una vinculación con montoneros. Específicamente, a partir del arribo a la región de personas como Fernando Vaca Narvaja. ¿Hay algo de cierto en eso? ¿Tuvieron contacto con él?
-No. De hecho, yo conocí lo que eran los montoneros cuando caímos presas en 2017 y, en solidaridad con nosotras, se presentaron representantes de la Gremial de Abogados, donde hay exmontoneros. Así, que con el único que tuvimos relación ha sido con nuestro abogado, (Eduardo "Negro") Soares. No contamos con ninguna clase de entrenamiento ni nada por el estilo. Somos personas comunes y corrientes que conocen la montaña. En el momento en que te disparan, vas a tratar de defenderte, como cualquier ser humano. Lo único que teníamos ahí, y que sí usamos, a modo de autodefensa, eran las piedras. Nunca tuvimos armas ni quisimos armarnos como guerrilla. Pero, en el momento en que nos reprimieron, nos defendimos con lo que pudimos, con piedras. Después corrimos, luego nos detuvieron, y hoy estamos en este lugar, a pesar de todas las balas y gases que nos tiraron, dando un mensaje digno de que seguiremos firmes y volveremos al territorio.
-¿Cómo imagina su futuro?
-Retornando a rewe, al espacio ceremonial, y pudiendo desarrollar mi trabajo como machi, atendiendo a mis pacientes. También visitando y acompañando a las más de cien comunidades que apoyaron este proceso territorial, para hermanarnos y fortalecer a este pueblo. Ese es mi objetivo.
Fuente: El Cordillerano