Opinión

Walsh en Palestina

Por Daniel Campione 

En el campo periodístico, Rodolfo Walsh es conocido y leído sobre todo en aquellos escritos que, editados al comienzo como artículos, alcanzaron luego formato de libro. En primer lugar el imperecedero «Operación Masacre». Allí de cerca, «¿Quién mató a Rosendo?» , radiografía insuperable del mundo de la burocracia sindical.

Mención aparte merece la Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar, su último escrito, de justa celebridad y difundido en múltiples modalidades. Comprendida su inclusión a modo de capítulo final en las ediciones de Operación... que se han hecho en las últimas décadas.

El trabajo del periodista revolucionario abarca además un gran número de artículos que sólo pasaron al libro como parte de compilaciones generales o selecciones temáticas. Quien recorra El Violento oficio de escribir, que recoge parte sustancial de sus publicaciones en diarios y revistas entre 1953 y 1977 puede trabar conocimiento con notas que Walsh dio a la luz tanto en publicaciones de cariz sindical o político como con otras destinadas a publicaciones comerciales.

Todas con su marca tanto en la elección de los temas como en la preparación de su tratamiento y en la calidad de esa prosa despojada, cargada de información sin descuidar las impresiones personales. Y que se despliegan a partir de un trabajo de investigación que por lo regular incluye recorrido de los lugares, entrevistas a testigos y protagonistas y consulta de variados documentos y fuentes bibliográficas.

Parte destacada de esos trabajos son indagaciones sobre aspectos poco conocidos u ocultos de la realidad nacional. El periodista dedica especial atención a la vida de sectores trabajadores, pobres y marginados. Lo hace en variados lugares de la geografía del país. Así se encuentra un certero relato de las condiciones de trabajo en los frigoríficos; la vida en un leprosario, la penosa existencia en las zonas donde se explotaba el quebracho después de la retirada de "La Forestal", las penurias en la región de producción de yerba mate... y muchas más. Nunca se queda en la "nota de color", siempre va al fondo del problema social y presta atención al proceso histórico.

En ocasiones el tono de denuncia se impone, hasta lindar con lo explosivo. Así una serie sobre la "secta del gatillo alegre" o también "la secta del gatillo y la picana". Que no refiere a otra cosa que a la policía bonaerense, siempre predispuesta a las detenciones arbitrarias, la tortura y el asesinato. Amén de a los negocios sucios de todo carácter.

Junto a esas exploraciones acerca de la realidad de distintas latitudes argentinas, tiene su lugar, en menor proporción, el tratamiento de temas de política internacional. Esto incluye el seguimiento de algunos atropellos de la CIA y otras agencias estadounidenses. O la atención hacia procesos políticos latinoamericanos de potencialidad progresiva, como los de Chile y Bolivia en los primeros años de la década de 1970. Asimismo ocupa su lugar la defensa, en distintas etapas, de la revolución cubana.

Enviado en "zona caliente"

Entre sus trabajos "extranacionales" brilla con luz propia la serie de artículos que produjo sobre Palestina, desde el terreno, en carácter de enviado especial a la zona de conflicto por Noticias. Tal el nombre del diario que allá por mayo de 1974 conducía Montoneros y del que el autor de Caso Satanowsky era uno de los animadores. Se trataba de la última etapa de labor "legal" en su escritura.

La clausura del diario, el pase a la clandestinidad de la organización y la persecución creciente durante el gobierno de Isabel Perón lo llevaron a desempeñarse en dos emprendimientos informativos mimeografiados y de precaria distribución, la Agencia Clandestina de Noticias (ANCLA) y Cadena Informativa.

Los artículos destinados a Palestina fueron publicados a mediados de junio de 1974, como resultado de la estadía del enviado en Medio Oriente, que arrancó en el mes de mayo de ese año.

El enviado escribe desde una clarísima toma de partido: Está con la causa palestina y contra lo que considera un despojo sistemático de la tierra y los hogares de un pueblo ancestral por una población europea. Atropello que se sostiene y profundiza con la ocupación militar que implanta el terror y avanza con una política de expulsión y exterminio. La misma que cubre sus acciones sangrientas con un manto invariable: El de "represalias" frente a acciones de los palestinos. En una de las notas Walsh encabeza con un diálogo esclarecedor acerca de ocupantes y expulsados.

¿Usted de donde es?

Soy de Jaffa.

¿Y dónde vive?

Yo vivo en una carpa. Y usted, ¿de dónde es?

Soy de Bulgaria.

¿Y dónde vive?

En Jaffa.

El periodista describe la penosa realidad en tono descarnado, con indudable pasión que no excluye la riqueza informativa ni la reflexión crítica.

Para dotar de rigor y dar sustento argumental a su investigación, hace una recapitulación de toda la historia de Palestina, con énfasis en el transcurso del avance sionista sobre los territorios y los bienes de quienes estaban establecidos allí desde hacía siglos. Y de las condiciones de fundación del Estado israelí, con el abierto concurso de organizaciones extremistas que querían echar hasta el último palestino de su territorio.

Otro de los temas presentes es la "invisibilización" encerrada en la pregonada idea de que el asiento del sionismo era "una tierra sin pueblo". Negación hasta de la misma existencia, para facilitar la eliminación, por emigración forzada o por asesinato colectivo.

Como siempre, Walsh recurre a entrevistas, recorridas minuciosas del terreno y citas de documentos y libros. Le da un lugar importante a las opiniones de varios judíos antisionistas, de distintas épocas y orígenes diversos. Enjuiciadores de la política israelí que acercan la evidencia de que no se trata de un enfrentamiento entre ´palestinos y judíos, sino de la oposición a una política colonialista y aniquiladora.

Como en otros de sus trabajos, la producción periodística entra en interrelación con la historia. El autor nos lleva del pasado al presente. Y presta atención a la resistencia palestina desde sus inicios, para dedicar mayor espacio a la de los años entonces más recientes, cuando aparece una organización y toma de conciencia que lo hace pensar en la cercanía de una revolución. Una transformación radical que identifica con un Estado único y laico en el que convivan palestinos y judíos. Una propuesta que ha llegado hasta nuestros días.

En la última de sus intervenciones sobre el tema, en respuesta a una crítica de la embajada israelí en Buenos Aires, no vacila en tocar un tema ríspido y en la adopción de una posición terminante, que puede resultar incómoda pero tiene indudable asidero. Citamos al autor:

"...apruebo la violencia de los pueblos oprimidos que luchan contra sus opresores. Eso significa que el terrorismo que se inscribe en esta lucha es -más allá del juicio particular sobre cada acción- tan legítima en el caso de los palestinos como en el de la Resistencia francesa. Y que la insurrección de los palestinos frente a los ocupantes de su patria es tan legítima como, por ejemplo, el alzamiento del ghetto de Varsovia contra los nazis."

Así de claro escribía Walsh. Inflexible con las políticas opresoras, imperialistas y colonialistas. E inconmovible no ya en la reivindicación de los oprimidos, sino en el sostenimiento de su derecho a defenderse con todos los medios que estén a su alcance.

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Por fortuna, y con motivo de la pervivencia de la cuestión palestina hasta ahora, medio siglo después, esta parte de la obra del revolucionario argentino ha sido recordada a través del tiempo. A mediados de la década de 1990, Daniel Link integró toda la serie a la compilación de sus artículos periodísticos que ya mencionamos.

En 2006 se publicó una edición íntegra y revisada bajo el título "Rodolfo Walsh escribe sobre Palestina". Mucho más reciente, se hizo una edición en soporte digital, por parte de Revista Cítrica. A partir de octubre de 2023 han sido muchos los recordatorios y llamados de atención sobre la actualidad de los textos que nos ocupan, a la luz del nuevo ciclo de "represalias" en que, con máxima furia genocida, el Estado israelí se ha lanzado a una de sus más sangrientas tentativas para acabar de una vez con el pueblo palestino.

Ante esas circunstancias no se puede ser neutral. Los fundamentados e inequívocos pronunciamientos del escritor y periodista son un elemento más que no da margen para livianas pretensiones de "imparcialidad".

Fuente: Rebelión