Patagonia

¿Cómo despedir a un Hermano que ha muerto?

Recuerdos perforados por la noticia de una muerte. Falleció el mejor poeta de su generación, uno de los mejores del país. Periodista, editor, profesor, agitador incansable. Un Hermano ha muerto.

Por Andrés Cursaro

¿Cómo despedir a un Hermano? ¿Cómo decirle "chau Hermano, nos vemos pronto; cuidate" si ese Hermano ha muerto? No sé si él habrá albergado este mismo sentimiento, pero siempre lo sentí como un Hermano, uno de mis dos "hermanos de la vida".

El Hermano mayor que primero fue profesor en la Universidad Nacional de la Patagonia, cuando a fines de la década de 1980 iniciaba la carrera de Licenciatura en Comunicación Social, quien nos guió con su cátedra y nos acercó a pensadores como Jorge B. Rivera, Aníbal Ford, Oscar Landi, Heriberto Muraro y Alejandro Piscitelli, a quienes convenció personalmente para que sean "profesores viajeros" de una carrera universitaria casi en el fin del mapa. El profesor de Comunicación Escrita que pronto se convirtió en alguien cercano para, sin darnos cuenta, transformarse en amigo.

Un amigo que supo guiarnos y transformarnos (transformarme) en periodistas y editores de El Patagónico, este diario al que nos incorporó en 1992 (a Horacio Escobar y a mí, dos estudiantes que poco sabían de redacciones). Pero antes nos llevó a escribir en la revista dominical del diario; quien me convenció de iniciar "Ojos de papel", el suplemento de cultura joven; y llevarnos a LU4 para producir su programa "La vuelta al día" junto a Sara Fasanella, su compañera de vida.

"Un periodista sólo es noticia cuando muere". Así tituló él la nota que escribió y que publicamos en el diario a raíz del fallecimiento de un integrante de la redacción. Ese título me impresionó, me impresiona aún hoy. Las redes sociales aún no existían, tampoco la ambición de muchos "colegas" que intentan ser más importantes que la noticia. Y ese título, hoy, en esta tarde negra, conmueve, raspa, perfora. Hoy se ha muerto mi Hermano: el hermano periodista, poeta, editor, agitador de la "modorra cagatinta".

Esas madrugadas esperando a que el diario saliera a la calle se animaban con largas conversaciones que mezclaban periodismo, política y literatura, sobre todo poesía. Alejandro Mezzano -diseñador de El Patagónico- introducía los temas y la charla no se detenía hasta que recibíamos el ejemplar recién impreso. O hasta que en las mesas del viejo "Hotty's" comenzaban los preparativos para el desayuno.

Así la amistad se convirtió en hermandad. En complicidad. La complicidad de una asociación ilícita. Fue el primer lector de los libros que intenté publicar o publiqué. Sin piedad marcaba lo que no le parecía que debía estar. Y alentaba a seguir trabajando, escribiendo, "aunque la vida se te vaya ahí".

Madrugadas que años después cambiaron de escenario y transcurrían sentados a la mesa tras un asado. Madrugadas para cruzar experiencias en relación a los hijos e hijas que vimos crecer desde que nacieron. Paulina, Emilio, Federico, los suyos; Bruno, el mío. Una historia común (aunque no coincidente en tiempo) en el colegio salesiano de General Roca o Luis Beltrán; en los encuentros de "líderes jóvenes" organizados por el cura X. Poetas, libros, novelas. Música, sobre todo rock. Don Cornelio y Los Redonditos de Ricota; Spinetta, Charly García y los 113 Vicios; y también Martirio, Bunbury y Los Pillos.

Crítico, iluminado, brillante. El mejor poeta de su generación. Uno de los mejores poetas de la Argentina. Analista de la realidad, soberbio en sus análisis; de accionar irreductible. Vasco, cabeza dura. "Siempre para adelante, hermanito", aconsejaba sin temer a las paredes que aparecían en el camino. Un largo camino que compartimos desde aquellos pasillos universitarios, en la redacción de El Patagónico, en la creación de la Editorial Universitaria, en la radio, en el efímero sello "Revuelto Magallanes" (a través del cual publicaron sus primeros libros poetas hoy reconocidos), que fue la "precuela" del maravilloso "Espacio Hudson" que lleva 15 años ininterrumpidos de ediciones de valiosos libros.

Proyectos poéticos compartidos, acciones en la noche de la literatura que muy pocos y pocas recordarán o reconocerán. Producciones de discos como "Un ring para dios" con parte de su obra poética; "Hereje bebedor de la noche" del poeta Juan Carlos Bustriazo Ortiz; los recitales "La poesía eléctrica" con Palo Pandolfo, Titín Naves, Alakrán Márquez y Oso Bareilles; y "Alto Hospicio"; el trabajo monumental de edición y difusión de la obra de Carlos Bustriazo Ortiz, de quien editamos "Herejía bermeja" y "Hasta mañana, lengua".

La memoria dispara recuerdos y al recordar a una persona, en este caso mi Hermano, indefectiblemente, está presente quien recuerda. No quiero hablar de mí, nunca quiero hablar de mí. Pero, disculpen, es la forma que ahora encontré para hablar del Hermano que se ha ido a incomodar a las tinieblas, a brillar cerca de la estrella primera, a hacer "bufar" a quienes ya sabemos.

Esta nota se termina. Y recién me doy cuenta de que no escribí su nombre y apellido. En una nota periodística es fundamental "identificar al sujeto", decían los profesores allá lejos y hace tiempo. Pero esta no es una nota periodística, es un intento inútil de despedir a mi Hermano Cristian Aliaga. "Chau Hermano, buen viaje, nos vemos pronto; cuidate".