Velásquez: "El documental abre una mirada de un lugar que nadie quiere ver, que toca a los más vulnerados"
"Hacer visible lo invisible, claro lo oscuro, evidente lo oculto, desnudo lo disfrazado". Verónica Velásquez se aferra a las palabras de Dziga Vértov para llevar adelante el trabajo que luego reflejó en "Oíd mortales" (docuficción) y "Arte en contexto de encierro" (libro). En esta entrevista con El Extremo Sur la artista patagónica se explaya sobre los talleres de Mural que realizó junto a jóvenes privados de la libertad y el trabajo "totalmente independiente" para realizar el documental basado en el libro que contiene esa experiencia.
Verónica Velásquez es artista y realizadora audiovisual. Durante 2013 y 2017 llevó adelante talleres de Mural en diversos Centros Socioeducativos de Régimen Cerrado para jóvenes privados de libertad, experiencia de la que surgieron dos producciones que dan cuenta del proceso: el docuficción "Oíd Mortales" (2021) y el libro de crónicas "Arte en contexto de encierro" (2023) . "Llevar esos escritos me ayudó a sobrellevar ese cotidiano, todo lo que hice siempre fue de forma completamente independiente y el motor de poder haberlo hecho fue de la injusticia, que no me dejó muda", relata la artista, oriunda de la Patagonia, en diálogo con El Extremo Sur.
Tanto el libro como el documental repasan las experiencias de la artista en las distintas instancias del taller, su vínculo con los jóvenes, al tiempo que esboza una crítica contra el sistema penitenciario y las vulneraciones de derechos que allí se producen. El objetivo es, según detalla Velázquez en el libro, citando a Dziga Vértov: "Hacer visible lo invisible, claro lo oscuro, evidente lo oculto, desnudo lo disfrazado".
¿Cómo surgió, después de los talleres, la idea de mostrar el proceso a través de distintas producciones?
Esto surge cuando me voy dando cuenta de que no hay respuestas. Para mí fue terrible, porque si no, no hubiera encontrado la fuerza para hacer una película, que fue un proyecto que tardó siete años en ver la luz y hay un montón de otras cosas que hice. Llevar esos escritos me ayudó a sobrellevar ese cotidiano, todo lo que hice siempre fue de forma completamente independiente y el motor de poder haberlo hecho fue de la injusticia, que no me dejó muda.
¿Cuál sentís que fue el papel del arte durante los talleres? Pareciera que, en este caso, tiene una capacidad crítica, y hasta incluso transformadora.
Hay una frase instalada, muy romantizada de que el arte sana, y depende, no siempre, también es es decorativo la mayoría de las veces, pero acá lo que yo encontré es como una herramienta de transformación que a mí sí me sirvió, hacer una película para transformar un poco eso. Y tampoco es que lo transformé, sí sé que hoy la pelí está en una currícula de estudio porque es el único documento que hay real, de cómo son las cosas ahí y cómo fueron los procesos que se abordaron desde la parte de taller. Tiene un montón de aristas desde donde se puede ver la peli, entonces que hoy esté en el estudio de currícula de Psicología de la UBA o de escuelas de Psicología Social, o secundarios, está buenísimo, porque abre una mirada de un lugar que nadie quiere ver, que siempre toca sectores como los más vulnerados y esa historia siempre se cuenta desde el discurso oficial, que es los chorros tienen que estar en la cárcel, ese el relato oficial que se construyó y que todo el mundo se creó, pero acá hay menores. Ahí en el libro yo cito un escrito de Angela Davis donde ella habla de cómo se naturalizó tanto la distancia de cárcel, o sea son centros de detención, legitimados, abiertos, realmente es muy siniestra la cárcel cuando supuestamente el único derecho que tendrían coartado las personas que están detenidas, es el derecho de deambular, después los otros tendrían que ser todos cubiertos porque estamos dentro de un Estado. Las personas que están detenidas tendrían que tener, en teoría, según lo que dice la Constitución, todos los derechos que el Estado le da a todas las personas y el único derecho les quedaría coartado, sería el derecho de deambular, nada más, pero no es lo que sucede.
¿Cuáles fueron las repercusiones del libro y del documental? ¿Hubo experiencias de un público a quien sentís que le cambiaste la mirada sobre las juventudes y los contextos de encierro?
Eso pasa y es como un poco el trabajo que hacemos quienes militamos, no en militancia político partidaria si no quienes militamos por Derechos Humanos que es el cuerpo a cuerpo. Es muy distinta a la militancia de un partido político a la militancia de Derechos Humanos, es la transformación cuerpo a cuerpo, la película giró por un montón de lados donde fuimos a poner el cuerpo y a contar la situación. Me ha escrito gente que decía que tenía otra mirada, desde distintos lugares, desde la dinámica institucional, burocrática, desde la mirada simplemente de cualquier espectador que dice 'che, me cambiaste la mirada de las cosas', he recibido un montón de comentarios así de ese tipo. Hay dos instancias que para mí fueron muy importantes. Una, presentarla en la unidad de Suárez, y que las personas se puedan dar el espacio de sentir y sensibilizarse, que en una cárcel sensibilizarse es un montón, que se hayan sentido sensibilizadas y se haya podido generar un debate sincero, desde la humanidad, eso fue muy fuerte. Por otro lado, una vez que fui a una escuela de formación docente a presentarla, invitada por otras docentes amigas. En la escuela de formación docente se forman todas las ideologías. Y había docentes que tenían una cabeza de derecha, esto de que todos los pibes pobres tenían que estar en la cárcel, venían con esta mirada y después que vieron la peli, en el debate que se arma después siempre cuando estamos quienes la realizamos, que es muy fuerte, una mujer dijo ‘la verdad es que yo pensaba otra cosa, y vine a ver la película con una mirada llena de prejuicios y cuando la miro digo, me cambiaste la mirada, de mi cabeza de castigo, de decir, si, tienen que estar todos en cana, hoy no podría decirlo'. Y son esas pequeñas cosas, porque esa persona transforma al otro, y parece genuino, como que nos la pidan desde los juzgados de familia porque quienes deciden la vida de los pibes -no quiero generalizar nada- muchas veces no tienen idea lo que pasa ahí adentro, entonces una vez nos pidieron la peli para poder verla porque iban a tener unas charlas sobre nuevas disposiciones, la verdad es que hay un montón de gente que no tiene idea sobre qué está sentenciando en la vida de los demás.
¿Y las repercusiones con los chicos de los centros? En el libro hablás de relaciones que se trasladaron incluso más allá de los talleres, ¿cómo fue ese vínculo?
Ese discurso de que el arte sana, depende lo que hagas, no comulgo con ese relato. Porque hay toda una injusticia, toda una historia previa. Si el arte sana, ¿qué hago yo ahí? Por ahí me vuelvo a cruzar con pibes que ya están muertos, que siguen en el paco, que siguen robando, que no tienen otra opción. No hay un afuera para muchos de los chicos, entonces el taller por ahí lo único que pudo lograr en muchos de los casos es que el pibe ahí no se sienta juzgado, y siento que ahí puede tener un ratito de paz, solo eso.
En ambas producciones se manifiesta la apertura que dio el taller a los jóvenes de participar activamente, de elegir los diseños de los murales, de participar de manera más autónoma, frente a un contexto en el que generalmente no tienen esa posibilidad.
Eso extendido no solo a los lugares de centros cerrados sino a la vida toda. No tengo nada contra los docentes porque yo soy docente, pero en las escuelas hoy la bajada que hay es formar ovejas, no personas capacitadas para decir, hacer, crear, actuar, obviamente que hay excepciones. Yo trabajo ahora en un en un proyecto de aulas móviles en la provincia de Buenos Aires y nosotros confiamos en los chicos de 10, 11 años, de ‘vos podés hacer tu idea, desarrollarla, hacer una canción, escribirla'. Y los acompañamos a que se apropien de sus ideas y que las puedan concretar, básicamente, más allá de la alfabetización. Pero esa instancia en donde haya una educación, una formación de las personas donde se puedan apropiar de sus propias ideas, no está muy instalado. Es más, te vas a formar o vas a estudiar porque es lo que te va a dar esos trabajos para poder tener plata para poder después pagarte un alquiler y comer, y tus ideas y tu vida arrojada a este mundo quedó totalmente tomada por la distancia de tener que ser un productor de dinero para consumir y no hay una posibilidad o una apertura, aunque sea pequeña de que lo que vos podés llegar a pensar puede estar bueno, te puede generar a vos otra cosa. Podés generar en otros otra cosa. Nosotros tenemos ejemplos en el proyecto socioeducativo, donde chicos de 12 o 13 años, se ponen a escribir e inspiran a los demás.
El 2024 estuvo signado por desfinanciamiento en el ámbito cultural, expresados, por ejemplo, en ataques al Fondo Nacional de las Artes o el INCAA. ¿De qué manera atravesaste, como artista, este escenario?
Yo soy independiente, mis producciones audiovisuales son independientes. La puerta que logré que se me abra en el INCAA fue el estreno comercial, que lo hicimos el año pasado en octubre y metimos 300 personas un lunes para ver la película y eso fue un logro zarpado, pero lo peleé mucho. Después la película está en Cine.ar, pero entró como cine independiente, así que no veo remuneración, de todas formas ya lleva casi dos años entre las películas más vistas en la página de la plataforma. No está nada bueno lo que está pasando con la cultura, pero yo estoy trabajando en estos proyectos que son como esas cosas que aparecen, estas estas bocanadas de oxígeno en estos tiempos en donde estos gobiernos quieren destrozar todo, estamos trabajando con proyectos de provincia de Buenos Aires que dependen de Educación, que están buenos. Por un lado en este momento me toca estar apostando a las pequeñas semillas en los barrios, entonces tuve todo este año la cabeza súper sumergida en eso, en cómo laburamos con los pibes que son el futuro, a esto, a que se apropien de una herramienta, que aprendan a escribir, que aprendan a pensar, a desarrollar ideas, como ahí militando desde la parte de educación y arte a full, después, la crisis económica, artística, política, ética, la estamos viviendo todos creo, por lo menos los creemos que la vida también puede ser de otra forma. La peli la pude hacer porque me acompañaron Micole Metzner y Mónica Bonavia. Tienen una productora pequeña, pero que llevamos adelante ese proyecto, si no hubiera sido por el primer sí de ellas dos, no hubiera sido posible. El guión de la peli está escrito por Daniel [Fernández], lo escribimos los dos, está basado en el libro. Dani estuvo detenido cinco años y él también escribió el guión conmigo. Después a todos los pibes y un enorme equipo de gente que se sumó a laburar porque me parecía importante que este proyecto se vea, se muestre y se vea a luz dentro de los cuales ninguna de las personas cobramos. Tuvimos financiamiento, y fue propio mío y de Micole y de un montón de gente que colaboró y que aportó que todo, es un proyecto que si no hubiera habido una red de colectivos, no lo hubiera sabido hacer y para mí eso es muy importante ponerlo en valor porque yo sola no lo hubiera hecho.
"Hacer visible lo invisible, claro lo oscuro, evidente lo oculto, desnudo lo disfrazado". Verónica Velásquez se aferra a las palabras de Dziga Vértov para llevar adelante el trabajo que luego reflejó en "Oíd mortales" (docuficción) y "Arte en contexto de encierro" (libro). En esta entrevista con El Extremo Sur la artista patagónica se explaya sobre los talleres de Mural que realizó junto a jóvenes privados de la libertad y el trabajo "totalmente independiente" para realizar el documental basado en el libro que contiene esa experiencia.
Verónica Velásquez es artista y realizadora audiovisual. Durante 2013 y 2017 llevó adelante talleres de Mural en diversos Centros Socioeducativos de Régimen Cerrado para jóvenes privados de libertad, experiencia de la que surgieron dos producciones que dan cuenta del proceso: el docuficción "Oíd Mortales" (2021) y el libro de crónicas "Arte en contexto de encierro" (2023) . "Llevar esos escritos me ayudó a sobrellevar ese cotidiano, todo lo que hice siempre fue de forma completamente independiente y el motor de poder haberlo hecho fue de la injusticia, que no me dejó muda", relata la artista, oriunda de la Patagonia, en diálogo con El Extremo Sur.
Tanto el libro como el documental repasan las experiencias de la artista en las distintas instancias del taller, su vínculo con los jóvenes, al tiempo que esboza una crítica contra el sistema penitenciario y las vulneraciones de derechos que allí se producen. El objetivo es, según detalla Velázquez en el libro, citando a Dziga Vértov: "Hacer visible lo invisible, claro lo oscuro, evidente lo oculto, desnudo lo disfrazado".
¿Cómo surgió, después de los talleres, la idea de mostrar el proceso a través de distintas producciones?
Esto surge cuando me voy dando cuenta de que no hay respuestas. Para mí fue terrible, porque si no, no hubiera encontrado la fuerza para hacer una película, que fue un proyecto que tardó siete años en ver la luz y hay un montón de otras cosas que hice. Llevar esos escritos me ayudó a sobrellevar ese cotidiano, todo lo que hice siempre fue de forma completamente independiente y el motor de poder haberlo hecho fue de la injusticia, que no me dejó muda.
¿Cuál sentís que fue el papel del arte durante los talleres? Pareciera que, en este caso, tiene una capacidad crítica, y hasta incluso transformadora.
Hay una frase instalada, muy romantizada de que el arte sana, y depende, no siempre, también es es decorativo la mayoría de las veces, pero acá lo que yo encontré es como una herramienta de transformación que a mí sí me sirvió, hacer una película para transformar un poco eso. Y tampoco es que lo transformé, sí sé que hoy la pelí está en una currícula de estudio porque es el único documento que hay real, de cómo son las cosas ahí y cómo fueron los procesos que se abordaron desde la parte de taller. Tiene un montón de aristas desde donde se puede ver la peli, entonces que hoy esté en el estudio de currícula de Psicología de la UBA o de escuelas de Psicología Social, o secundarios, está buenísimo, porque abre una mirada de un lugar que nadie quiere ver, que siempre toca sectores como los más vulnerados y esa historia siempre se cuenta desde el discurso oficial, que es los chorros tienen que estar en la cárcel, ese el relato oficial que se construyó y que todo el mundo se creó, pero acá hay menores. Ahí en el libro yo cito un escrito de Angela Davis donde ella habla de cómo se naturalizó tanto la distancia de cárcel, o sea son centros de detención, legitimados, abiertos, realmente es muy siniestra la cárcel cuando supuestamente el único derecho que tendrían coartado las personas que están detenidas, es el derecho de deambular, después los otros tendrían que ser todos cubiertos porque estamos dentro de un Estado. Las personas que están detenidas tendrían que tener, en teoría, según lo que dice la Constitución, todos los derechos que el Estado le da a todas las personas y el único derecho les quedaría coartado, sería el derecho de deambular, nada más, pero no es lo que sucede.
¿Cuáles fueron las repercusiones del libro y del documental? ¿Hubo experiencias de un público a quien sentís que le cambiaste la mirada sobre las juventudes y los contextos de encierro?
Eso pasa y es como un poco el trabajo que hacemos quienes militamos, no en militancia político partidaria si no quienes militamos por Derechos Humanos que es el cuerpo a cuerpo. Es muy distinta a la militancia de un partido político a la militancia de Derechos Humanos, es la transformación cuerpo a cuerpo, la película giró por un montón de lados donde fuimos a poner el cuerpo y a contar la situación. Me ha escrito gente que decía que tenía otra mirada, desde distintos lugares, desde la dinámica institucional, burocrática, desde la mirada simplemente de cualquier espectador que dice 'che, me cambiaste la mirada de las cosas', he recibido un montón de comentarios así de ese tipo. Hay dos instancias que para mí fueron muy importantes. Una, presentarla en la unidad de Suárez, y que las personas se puedan dar el espacio de sentir y sensibilizarse, que en una cárcel sensibilizarse es un montón, que se hayan sentido sensibilizadas y se haya podido generar un debate sincero, desde la humanidad, eso fue muy fuerte. Por otro lado, una vez que fui a una escuela de formación docente a presentarla, invitada por otras docentes amigas. En la escuela de formación docente se forman todas las ideologías. Y había docentes que tenían una cabeza de derecha, esto de que todos los pibes pobres tenían que estar en la cárcel, venían con esta mirada y después que vieron la peli, en el debate que se arma después siempre cuando estamos quienes la realizamos, que es muy fuerte, una mujer dijo ‘la verdad es que yo pensaba otra cosa, y vine a ver la película con una mirada llena de prejuicios y cuando la miro digo, me cambiaste la mirada, de mi cabeza de castigo, de decir, si, tienen que estar todos en cana, hoy no podría decirlo'. Y son esas pequeñas cosas, porque esa persona transforma al otro, y parece genuino, como que nos la pidan desde los juzgados de familia porque quienes deciden la vida de los pibes -no quiero generalizar nada- muchas veces no tienen idea lo que pasa ahí adentro, entonces una vez nos pidieron la peli para poder verla porque iban a tener unas charlas sobre nuevas disposiciones, la verdad es que hay un montón de gente que no tiene idea sobre qué está sentenciando en la vida de los demás.
¿Y las repercusiones con los chicos de los centros? En el libro hablás de relaciones que se trasladaron incluso más allá de los talleres, ¿cómo fue ese vínculo?
Ese discurso de que el arte sana, depende lo que hagas, no comulgo con ese relato. Porque hay toda una injusticia, toda una historia previa. Si el arte sana, ¿qué hago yo ahí? Por ahí me vuelvo a cruzar con pibes que ya están muertos, que siguen en el paco, que siguen robando, que no tienen otra opción. No hay un afuera para muchos de los chicos, entonces el taller por ahí lo único que pudo lograr en muchos de los casos es que el pibe ahí no se sienta juzgado, y siento que ahí puede tener un ratito de paz, solo eso.
En ambas producciones se manifiesta la apertura que dio el taller a los jóvenes de participar activamente, de elegir los diseños de los murales, de participar de manera más autónoma, frente a un contexto en el que generalmente no tienen esa posibilidad.
Eso extendido no solo a los lugares de centros cerrados sino a la vida toda. No tengo nada contra los docentes porque yo soy docente, pero en las escuelas hoy la bajada que hay es formar ovejas, no personas capacitadas para decir, hacer, crear, actuar, obviamente que hay excepciones. Yo trabajo ahora en un en un proyecto de aulas móviles en la provincia de Buenos Aires y nosotros confiamos en los chicos de 10, 11 años, de ‘vos podés hacer tu idea, desarrollarla, hacer una canción, escribirla'. Y los acompañamos a que se apropien de sus ideas y que las puedan concretar, básicamente, más allá de la alfabetización. Pero esa instancia en donde haya una educación, una formación de las personas donde se puedan apropiar de sus propias ideas, no está muy instalado. Es más, te vas a formar o vas a estudiar porque es lo que te va a dar esos trabajos para poder tener plata para poder después pagarte un alquiler y comer, y tus ideas y tu vida arrojada a este mundo quedó totalmente tomada por la distancia de tener que ser un productor de dinero para consumir y no hay una posibilidad o una apertura, aunque sea pequeña de que lo que vos podés llegar a pensar puede estar bueno, te puede generar a vos otra cosa. Podés generar en otros otra cosa. Nosotros tenemos ejemplos en el proyecto socioeducativo, donde chicos de 12 o 13 años, se ponen a escribir e inspiran a los demás.
El 2024 estuvo signado por desfinanciamiento en el ámbito cultural, expresados, por ejemplo, en ataques al Fondo Nacional de las Artes o el INCAA. ¿De qué manera atravesaste, como artista, este escenario?
Yo soy independiente, mis producciones audiovisuales son independientes. La puerta que logré que se me abra en el INCAA fue el estreno comercial, que lo hicimos el año pasado en octubre y metimos 300 personas un lunes para ver la película y eso fue un logro zarpado, pero lo peleé mucho. Después la película está en Cine.ar, pero entró como cine independiente, así que no veo remuneración, de todas formas ya lleva casi dos años entre las películas más vistas en la página de la plataforma. No está nada bueno lo que está pasando con la cultura, pero yo estoy trabajando en estos proyectos que son como esas cosas que aparecen, estas estas bocanadas de oxígeno en estos tiempos en donde estos gobiernos quieren destrozar todo, estamos trabajando con proyectos de provincia de Buenos Aires que dependen de Educación, que están buenos. Por un lado en este momento me toca estar apostando a las pequeñas semillas en los barrios, entonces tuve todo este año la cabeza súper sumergida en eso, en cómo laburamos con los pibes que son el futuro, a esto, a que se apropien de una herramienta, que aprendan a escribir, que aprendan a pensar, a desarrollar ideas, como ahí militando desde la parte de educación y arte a full, después, la crisis económica, artística, política, ética, la estamos viviendo todos creo, por lo menos los creemos que la vida también puede ser de otra forma. La peli la pude hacer porque me acompañaron Micole Metzner y Mónica Bonavia. Tienen una productora pequeña, pero que llevamos adelante ese proyecto, si no hubiera sido por el primer sí de ellas dos, no hubiera sido posible. El guión de la peli está escrito por Daniel [Fernández], lo escribimos los dos, está basado en el libro. Dani estuvo detenido cinco años y él también escribió el guión conmigo. Después a todos los pibes y un enorme equipo de gente que se sumó a laburar porque me parecía importante que este proyecto se vea, se muestre y se vea a luz dentro de los cuales ninguna de las personas cobramos. Tuvimos financiamiento, y fue propio mío y de Micole y de un montón de gente que colaboró y que aportó que todo, es un proyecto que si no hubiera habido una red de colectivos, no lo hubiera sabido hacer y para mí eso es muy importante ponerlo en valor porque yo sola no lo hubiera hecho.