Géneros

Las trabajadoras frente a la crisis: desempleo, precarización y la brecha salarial más alta en la región patagónica

La inserción de las mujeres en el mercado laboral sigue siendo un desafío, sobre todo después de la pandemia, momento en el que se registra un retroceso de más de una década. Aunque algunas cifras indican una leve mejora en los últimos años, el panorama sigue mostrando una brecha de género muy amplia que en algunas provincias, como Chubut y Santa Cruz, supera el 30%. En coyunturas de crisis, las mujeres suelen ser las más perjudicadas al ser afectadas en mayor medida por la informalidad, la precarización y la pobreza.

La caída en pandemia y el repunte

Si bien los indicadores económicos del último año muestran un aumento general de la inflación, la pobreza y el desempleo, la situación no afecta a todos por igual. Históricamente, las mujeres encabezan las cifras de trabajo informal y el desempleo. Son múltiples las barreras que enfrentan a la hora de insertarse plenamente en un mercado laboral que a nivel general es cada vez más complejo y limitado.

A principios del 2020, la tasa de participación laboral femenina en Argentina alcanzó un número récord al situarse alrededor del 46%, que si bien seguía lejos de la tasa masculina (69%) representó un avance tangible en relación a años anteriores.

Sin embargo, la pandemia por Covid-19 implicó un retroceso de más de una década en los niveles de participación laboral de mujeres en la región, según indica un informe especial de la CEPAL.

Durante el 2020 se registró una contundente salida de mujeres de la fuerza laboral, quienes debieron atender las demandas de cuidados en los hogares y no retomaron la búsqueda de empleo. El informe precisa, además, que en 2020 cerca del 60% de las mujeres en América Latina estaban ocupadas en sectores en los que se esperaba un mayor efecto negativo en términos de empleo e ingresos.

Las consecuencias sobre las mujeres se percibieron también en su concentración en ocupaciones con menor productividad, sobrerrepresentación en el empleo informal, menores niveles de ingresos y sobrecarga de trabajo no remunerado y de cuidados.

Recién en 2023 comenzaron a vislumbrarse signos de una lenta recuperación, con valores cercanos a la pre-pandemia. Según el informe del Centro de Estudios para la Producción (CEP XXI), dependiente de la Secretaría de Producción, la participación de mujeres asalariadas en el sector privado registraba un incremento de dos décimas sobre el porcentaje de 2019.

Las mujeres, sin embargo, seguían siendo las más afectadas por el desempleo (con una tasa del 7,8% frente al 6,5% de los varones), lo que se explica en parte por la caída de la participación femenina en el empleo formal durante la pandemia.

Cabe remarcar que la presencia de mujeres en el mercado laboral, a pesar de ser minoritaria en comparación a los varones, está concentrada en sectores con altos niveles de informalidad y remuneraciones más bajas que el promedio. Trabajo en casas particulares, Educación y Salud son algunos de los sectores fuertemente feminizados, en contraposición a las actividades primarias como la construcción, el transporte, la minería y las finanzas.

El trabajo invisible de las tareas domésticas

Así como los hombres registran tasas más elevadas de trabajo fuera del hogar, a la inversa, las mujeres son quienes llevan adelante en mayor medida las tareas domésticas y de cuidado, es decir, el trabajo no remunerado.

La Encuesta Nacional de Uso del Tiempo (ENUT) muestra que las mujeres dedican en promedio 6 horas y media por día a estas tareas, mientras que los varones sólo 3 horas y media. Esta distribución es una de las causas centrales de las brechas de género en el mercado laboral, ya que obstaculiza la inserción de las mujeres en empleos formales, así como la formación y el ascenso a puestos de liderazgo.

Ver: "Eso que llaman amor es trabajo no pago": Las tareas del hogar representan 16% del PBI nacional y recaen sobre mujeres


Aunque suelen ser invisibilizadas, estas tareas suponen un gran aporte a la economía. En 2022 la Dirección Nacional de Economía, Igualdad y Género, del Ministerio de Economía, calculó que el trabajo doméstico y de cuidados no remunerado representa el 16% del PBI, además de ser la actividad con mayor aporte a la economía, por encima de la actividad industrial (13,2%) y comercio (13%). En términos monetarios, se trata de un aporte de unos 4.000 millones de pesos. Es decir, las mujeres aportan 3 veces más al PBI en el sector con mayor relevancia y más invisibilizado de toda la economía nacional.

Esta situación "contribuye a explicar que su participación en el mercado laboral sea más baja que la de los varones. También incide en que tengan trabajos más precarios, que implican a su vez una mayor desprotección social; por ejemplo no tener acceso a una obra social y, en un futuro, tener una mayor dificultad para acceder a una jubilación por no tener aportes. Las mujeres presentan mayores niveles de desocupación, ganan menos y, por consiguiente, son más pobres. En este sentido, es imprescindible entender que las condiciones del trabajo remunerado están estrechamente ligadas a cómo se resuelven las tareas no remuneradas", detalla el informe "Los cuidados, un sector económico estratégico", elaborado por la ex Dirección Nacional de Igualdad y Género.

Este número aumentó considerablemente en la pandemia, situándose en el 21%, seis puntos más que antes del aislamiento.

En 2021, mediante el decreto 475/2021, ANSES puso en marcha el "Programa Integral de Reconocimiento de Períodos de Aportes por Tareas de Cuidado", que busca compensar a aquellas mujeres que no cuentan con los años de aporte por haberse dedicado a la crianza de sus hijos e hijas.

Para ese año, se calculaba que un 44% de las mujeres en edad jubilatoria no podían acceder a su jubilación por las disparidades de la inserción laboral y la sobrecarga de esas tareas no remuneradas.

La normativa, sin embargo, es una resolución interna de ANSES, por lo que corre el riesgo de ser suspendida o eliminada. A la fecha, se mantiene vigente, aunque los cambios recientes en el régimen jubilatorio implican un retroceso en materia de género, dejando con opciones de miseria a las mujeres que no reúnen los años de aporte.

La brecha en Chubut

Las brechas de género se producen, en parte, por las diferencias salariales entre varones y mujeres por realizar el mismo trabajo. Sin embargo, también se relacionan con escenarios más complejos como la falta de acceso a mejores empleos para las mujeres y la sobrecarga de las tareas domésticas que hacen que, en promedio, perciban un salario menor al de los varones.

Los sectores con salarios más bajos tienden a nuclear la mayor parte de la fuerza laboral femenina. A la inversa, los sectores más masculinizados registran salarios mucho más altos. El informe "Las brechas de género en las provincias" (3° trimestre 2022) muestra con claridad esta diferencia en Chubut. En el comercio, por ejemplo, se registra un 39% de ocupación femenina frente a un 60% masculino, en la industria manufacturera un 45% de participación femenina frente a un 54% masculina.

Sin embargo, al mirar el porcentaje en empleos más precarizados, como la enseñanza o el trabajo en casas particulares, la ocupación femenina va desde el 70% al 98%, mientras que la masculina no supera el 30% (en el trabajo de casas particulares es apenas de 1,5%). Este escenario contrasta con las cifras de los trabajos con mejores salarios: en construcción la ocupación masculina es del 96,5% frente a un 3,5% femenino y en las actividades primarias de un 95,7% frente a un 4,3% femenino.

En relación al tiempo dedicado a las tareas domésticas y de cuidados, las mujeres registran una tasa de participación del 93,6% con un promedio de 5:36 horas diarias, mientras que la cifra de los varones es de 77%, con 3:28 horas.

En la zona patagónica la diferencia se marca aún más en contextos petroleros y mineros, donde la participación femenina no supera el 20%. Renata Hiller -politóloga y ex secretaria de Género de Comodoro Rivadavia- enfatizó en diálogo con este medio que, en la misma línea, el ámbito universitario y el Poder Judicial son los sectores que más se resisten a la incorporación de mujeres, sobre todo en cargos de alta jerarquía, es decir, puestos mejor remunerados.

Ver: "La deuda es con nosotras": Chubut y Santa Cruz entre las provincias con mayor brecha salarial de género

Este escenario deriva en una brecha de género regional que se ubica entre las más altas del país. De acuerdo a los indicadores del INDEC correspondientes al tercer trimestre del 2024, Santa Cruz y Chubut son las dos primeras provincias con mayor brecha salarial, con 44,5% y 34,5%, respectivamente. Mientras en Chubut los varones percibieron salarios medios de 1.016.644 pesos, las mujeres percibieron ingresos mensuales promedio de 662.855 pesos.

Esta tendencia es especialmente preocupante, dado que en los últimos años, aunque se experimentaron fluctuaciones, se había registrado un descenso de algunos puntos en la brecha salarial en todo el país. En Chubut, durante el mismo período del 2023, se había ubicado en el 30%.

Ver: Chubut y Santa Cruz se ubicaron como las provincias con mayor brecha salarial por género del país

En la misma línea, el informe muestra que así como aumentaron los niveles de actividad y empleo de las mujeres, también lo hicieron los niveles de informalidad. Del 2020 a 2022 las tasas de actividad y empleo subieron en unos diez puntos porcentuales. A su vez, bajó la desocupación (de 6,1% a 2,2%, con una brecha del 11% comparación con los varones) pero aumentó la informalidad, que en 2020 era del 23% y para el 2022 alcanzaba casi el 30%.

Por otro lado, un informe reciente del Centro de Estudios para la Producción XXI (CEP XXI) reveló un notorio crecimiento en la presencia de mujeres en puestos de conducción de Pymes. En este sentido, Chubut se ubicó entre las diez provincias con mayores tasas de liderazgo, quedando en octavo lugar con un porcentaje de 35%. El más alto corresponde a San Luis (39%) y el más bajo a Córdoba (31%).

Aunque algunos números son indicadores de mayor inserción femenina en ciertas ramas así como en puestos de liderazgo, las cifras siguen estando muy lejos de la equidad, al tiempo que persisten problemáticas generalizadas como la distribución desigual de las tareas del hogar, las violencias en el ámbito laboral y una brecha cada vez más evidente.