¿Estuvo el nazi Mengele en Bariloche?Por Maximiliano Benitez Prieto
La historia parece sacada de una novela, pero los documentos desclasificados por el gobierno nacional, confirman en este viejo recorte del diario La Razón que toda realidad siempre supera a la ficción.
Era un 15 de Febrero de 1960 cuando una mujer joven, bella y misteriosa llegó a Bariloche. Se hospedó en un hotel importante. Habla con soltura varios idiomas, se mueve con elegancia y llama la atención por su amplia cultura.
Desde un primer momento aparentaba que no estaba allí de paso, sino que parecía estar buscando algo o a alguien.
Al poco tiempo, entabló una relación con un hombre que también se alojaba en el hotel. Caminan, conversan, comparten paseos por la ciudad y un día deciden escalar juntos el cerro López. El clima acompañaba para realizar actividades al aire libre pero del paseo en la montaña el hombre regresó solo.
Pasaron las horas y la mujer seguía sin regresar al hotel. Es por eso que desde el hotel fueron a consultarle al hombre con el que se la vio salir de caminata.
El compañero comentó que en plena excursión decidieron separarse y subir por dos senderos distintos para reencontrarse en la cima. Una decisión extraña, sobre todo viniendo de una mujer que, al parecer, no conocía en profundidad la montaña.
Pasaron dos días y se activó una intensa búsqueda en la montaña. Participaron brigadistas junto a un helicóptero del Ministerio de Agricultura recorriendo el cerro durante dos días. Finalmente, el cuerpo fue hallado en un lugar casi inaccesible. El testimonio del profesor Esquerra, quien encontró el cuerpo, comentó que "Parecía imposible que, después de una caída, el cuerpo quedara allí, encajado en una especie de túnel rocoso, como si alguien lo hubiera colocado a propósito".
Cuando el personal policial revisó el occiso, encontró algo más extraño aún: documentos escondidos que estaban cosidos dentro de su ropa.
En la habitación del hotel apareció una credencial diplomática que la identificaba como secretaria de una embajada de Alemania Oriental, junto a un certificado especial de residencia, firmado por el propio presidente de Argentina de ese momento. Nunca se confirmó su verdadero nombre, pero entre los pasillos del hotel y los informes policiales comenzó a circular uno: Judith.
El caso podría haber quedado en el olvido, como una trágica historia de amor o una mala decisión en la montaña, pero entre las pertenencias de Judith apareció un conjunto de cartas que cambió todo.
Estaban escritas por ella y hablaban de un pasado oculto. Judith cuando era niña había estado prisionera junto a sus padres en un campo de concentración. Allí Judith aseguraba que jamás olvidaría el rostro del hombre que marcó su infancia con horror, más alla de que pasen mil años podría reconocerlo donde este. Su única misión en la vida era encontrarlo y hacer justicia.
Su objetivo era matar a Josef Mengele, el temido médico de Auschwitz, conocido como "El Ángel de la Muerte". Los rumores decían que Judith lo había identificado en Bariloche y que el hombre que la acompañaba (su ocasional compañero de excursión) no era otra cosa que un colaborador del criminal nazi.
Según las investigaciones Judith no habría muerto por accidente, la mataron porque había reconocido a alguien que no debía ser visto. Alguien que, como muchos otros jerarcas nazis, había encontrado refugio entre nuestras montañas.
Así, en medio de una ciudad turística, de lagos y cerros, una historia de venganza y memoria se tejía en silencio.
Judith no era solo una turista más, era una sobreviviente que vino a enfrentar al verdugo de su infancia y terminó cayendo, quizás, en manos del mismo horror que la había marcado desde niña.
Fuente: El Cordillerano
Por Maximiliano Benitez Prieto
La historia parece sacada de una novela, pero los documentos desclasificados por el gobierno nacional, confirman en este viejo recorte del diario La Razón que toda realidad siempre supera a la ficción.
Era un 15 de Febrero de 1960 cuando una mujer joven, bella y misteriosa llegó a Bariloche. Se hospedó en un hotel importante. Habla con soltura varios idiomas, se mueve con elegancia y llama la atención por su amplia cultura.
Desde un primer momento aparentaba que no estaba allí de paso, sino que parecía estar buscando algo o a alguien.
Al poco tiempo, entabló una relación con un hombre que también se alojaba en el hotel. Caminan, conversan, comparten paseos por la ciudad y un día deciden escalar juntos el cerro López. El clima acompañaba para realizar actividades al aire libre pero del paseo en la montaña el hombre regresó solo.
Pasaron las horas y la mujer seguía sin regresar al hotel. Es por eso que desde el hotel fueron a consultarle al hombre con el que se la vio salir de caminata.
El compañero comentó que en plena excursión decidieron separarse y subir por dos senderos distintos para reencontrarse en la cima. Una decisión extraña, sobre todo viniendo de una mujer que, al parecer, no conocía en profundidad la montaña.
Pasaron dos días y se activó una intensa búsqueda en la montaña. Participaron brigadistas junto a un helicóptero del Ministerio de Agricultura recorriendo el cerro durante dos días. Finalmente, el cuerpo fue hallado en un lugar casi inaccesible. El testimonio del profesor Esquerra, quien encontró el cuerpo, comentó que "Parecía imposible que, después de una caída, el cuerpo quedara allí, encajado en una especie de túnel rocoso, como si alguien lo hubiera colocado a propósito".
Cuando el personal policial revisó el occiso, encontró algo más extraño aún: documentos escondidos que estaban cosidos dentro de su ropa.
En la habitación del hotel apareció una credencial diplomática que la identificaba como secretaria de una embajada de Alemania Oriental, junto a un certificado especial de residencia, firmado por el propio presidente de Argentina de ese momento. Nunca se confirmó su verdadero nombre, pero entre los pasillos del hotel y los informes policiales comenzó a circular uno: Judith.
El caso podría haber quedado en el olvido, como una trágica historia de amor o una mala decisión en la montaña, pero entre las pertenencias de Judith apareció un conjunto de cartas que cambió todo.
Estaban escritas por ella y hablaban de un pasado oculto. Judith cuando era niña había estado prisionera junto a sus padres en un campo de concentración. Allí Judith aseguraba que jamás olvidaría el rostro del hombre que marcó su infancia con horror, más alla de que pasen mil años podría reconocerlo donde este. Su única misión en la vida era encontrarlo y hacer justicia.
Su objetivo era matar a Josef Mengele, el temido médico de Auschwitz, conocido como "El Ángel de la Muerte". Los rumores decían que Judith lo había identificado en Bariloche y que el hombre que la acompañaba (su ocasional compañero de excursión) no era otra cosa que un colaborador del criminal nazi.
Según las investigaciones Judith no habría muerto por accidente, la mataron porque había reconocido a alguien que no debía ser visto. Alguien que, como muchos otros jerarcas nazis, había encontrado refugio entre nuestras montañas.
Así, en medio de una ciudad turística, de lagos y cerros, una historia de venganza y memoria se tejía en silencio.
Judith no era solo una turista más, era una sobreviviente que vino a enfrentar al verdugo de su infancia y terminó cayendo, quizás, en manos del mismo horror que la había marcado desde niña.
Fuente: El Cordillerano