El mundo

La larga sombra de la guerra de Vietnam y un Imperio obnubilado

Aquello no fue un "error" de la política exterior estadounidense sino la fragua donde se cristalizaron sus principales rasgos y que pasada la I Guerra Fría no han hecho más que crecer y acelerarse.

Por Gustavo Crisafulli *

El 30 de abril de 1975 los tanques norvietnamitas llegaron finalmente a las puertas del Palacio de la Independencia en Saigón, cerrando más de 20 años de guerra y reunificando a Vietnam.

El día anterior, el fotógrafo holandés Hubert "Hu" Van Es había logrado la foto más icónica de la derrota estadounidense: el último helicóptero en el techo de la estación de la CIA en la evacuación final de la fenecida capital sudvietnamita. La imagen que vale más que mil palabras.

El mundo se estremeció. Incluso en la lejana Argentina, las juventudes politizadas de entonces vivimos esa sensación de asombro y esperanza que recorrió los cinco continentes con el triunfo del pueblo vietnamita sobre la mayor potencia militar del mundo.

Tras la derrota francesa en 1954 y el fin de la Indochina colonial, producto de los Acuerdos de Ginebra, Vietnam quedó dividida entre el Norte y el Sur a la espera de unas elecciones de unificación, previstas para 1956, que nunca se materializaron.

Ho Chi Min condujo la lucha de liberación contra los nacionalistas sureños encabezados por Ngo Dinh Diem, quién, negando las elecciones, había tomado el poder en Saigón e iniciado la guerra civil contra los comunistas del Vietminh.

Los EE.UU. lo apoyaron y el gobierno de Kennedy envió armas, aviones y unos 16 mil "asesores militares". Desde agosto de 1964 los estadounidenses intervinieron directamente, bajo los gobiernos de Johnson y Nixon, llegando a tener 536 mil soldados combatiendo, en 1968, y retirándose en 1973, aunque manteniendo el financiamiento y la asistencia militar hasta el final.

Fue su guerra más larga hasta la reciente de Afganistán. Tuvieron unos 58 mil muertos y más de 300 mil heridos. El pueblo vietnamita pagó un gigantesco precio por la victoria, sufriendo casi 2 millones de muertos, la abrumadora mayoría de ellos civiles, víctimas de las campañas de bombardeos en el Norte, que destruyeron el 70% de la infraestructura física del país y de los indecibles sufrimientos en las áreas rurales del Sur.

Vietnam fue la primera (y probablemente la última) guerra transmitida en directo por la TV y la prensa, por el trabajo abnegado de centenares de corresponsales, camarógrafos y fotoperiodistas, como los legendarios Peter Arnett y Tim Page, que mostraron los horrores apocalípticos de la guerra moderna, alimentando el mayor movimiento antibélico en la historia de Occidente y el fin del servicio militar obligatorio en EE.UU. y otras partes del mundo.

No volvería a ocurrir. En las guerras posteriores, la censura y la presencia sólo de corresponsales "autorizados" y videos "supervisados" buscaron garantizar que viéramos y leyéramos lo que el gobierno y el Pentágono querían. Dieron así la razón a aquel periodista británico que ya en la década de 1930 nos advertía respecto de las acciones del Imperio: "No creas nada hasta que el gobierno lo niegue".

En estos cincuenta años se acumularon mares de memorias, estudios, documentales y maravillosas obras de arte recogiendo los dolores y las "lecciones" de una guerra que los EE.UU. han repetido una y otra vez en el presente siglo en Afganistán, Irak, Libia, Somalia, Siria, Yemen y la lista sigue abierta.

Como el tiempo ha demostrado, la guerra de Vietnam no fue un "error" ni una "aberración" de la política exterior estadounidense sino la fragua donde se cristalizaron sus principales rasgos y que pasada la I Guerra Fría no han hecho más que crecer y acelerarse.

El primero es la ignorancia. La incapacidad de estudiar y conocer las naciones y sociedades, atrapados por la lente deformante del racismo y el sentido de superioridad moral e intelectual imbuida en el mito de la "Nación Imprescindible".

En Vietnam los llevó a la incomprensión del nacionalismo del pueblo vietnamita y a desconocer el peso de las comunidades budistas y el antimperialismo visceral, producto de la salvaje colonización francesa.

En Afganistán fueron ciegos al carácter tribal y las sutilezas de los equilibrios étnicos de las sociedades de Asia Central, embarcados en la quimera de hacer de ellos una democracia liberal a fuerza de cañones y drones.

El segundo rasgo cristalizado por Vietnam fue el maniqueísmo. La simplificada visión de la política entre un "Nosotros o Ellos" que definió la Guerra Fría y fue mutando con la búsqueda de nuevos enemigos: desde "El Mundo Libre contra el Comunismo" a "El Eje del Mal" y ahora la supuesta "Alianza de Autócratas" (Rusia-China-Irán).

El tercero, en buena medida consecuencia natural de los dos primeros, es la militarizaciónde la política exterior, atrapada en la falsa "teoría del dominó": "si cae Vietnam en manos de Ho Chi Min, detrás vendrán Camboya, Malasia e Indonesia" ahora traducido a "si cae el Donbas en manos de Putin, después vendrán Polonia, Rumania y Alemania".

Así, desde las selvas de Vietnam a las montañas y desiertos de Afganistán e Irak (y por delegación en la llanura ucraniana hoy) los Estados Unidos han combatido siempre la misma guerra, confundiendo una victoria militar, que nunca llega, con la transformación a su medida de las naciones extranjeras, que nunca ocurre.

Las élites estadounidenses no han podido resolver lo que ellas mismas llamaron "el síndrome de Vietnam" porque requería revisar las vigas maestras de sus visiones del mundo.

La decisión del Presidente Trump de que los diplomáticos estadounidenses no asistieran a las conmemoraciones vietnamitas del 50 aniversario del fin de la guerra, el pasado 30 de abril, deja pocas esperanzas de que los MAGA sean capaces de salir de la caja de ignorancia, racismo, arrogancia y crueldad en la que Republicanos y Demócratas encerraron su pretensión de Destino Manifiesto.

Como señaló irónicamente un historiador y veterano de la contienda en el sudeste de Asia, "las lecciones de Vietnam se perdieron en el último helicóptero que partió de Saigón".

(*) Historiador, ex rector de la Universidad Nacional del Comahue.

Fuente: Va Con Firma