Ataque a la memoria: el Gobierno y la degradación de la Secretaría de DDHHPor Luciana Bertoia
Guillermo Pérez Roisinblit nació hace 46 años en el campo de concentración que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Fue apropiado y recién recuperó su identidad a principios de este siglo. Este jueves volvió al casino de oficiales donde su mamá dio a luz -convertido desde hace diez años en museo y, desde hace dos, en patrimonio de la humanidad. No fue un día más. Justo en la fecha elegida para recordar una década de su creación, el Gobierno de Javier Milei decidió degradarlo, lo mismo que hizo con la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (SDH). "Detrás de cada intento de achicamiento del Estado en materia de derechos humanos, se esconde la ya conocida y añeja estrategia de ocultar lo ocurrido para garantizar impunidad, y este museo demuestra que como sociedad hemos decidido no olvidar", dijo ante activistas, embajadores, jueces y fiscales que se reunieron por el décimo aniversario.
Guillermo estaba sentado en la primera fila de lo que antes supo ser el Dorado, cuando los marinos eran los señores de la vida y de la muerte en la ESMA. A sus costados estaban Ana Soffiantini, sobreviviente de ese centro clandestino de detención, y la jueza María Roqueta, que presidió el tribunal que reconoció que en la Argentina hubo un plan sistemático de apropiación de niños y niñas durante la última dictadura. A unas sillas de distancia se ubicaba Vera Jarach, madre de Plaza de Mayo e impulsora del mandato de "Nunca Más el silencio".
Desde hacía meses se sabía que el 22 de mayo se haría un encuentro para recordar la inauguración del museo que había encabezado en 2015 la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. No fue casualidad que la administración libertaria eligiera ese día para publicar dos decretos que atentaban directamente contra la política de Memoria, Verdad y Justicia.
Por un lado, el Gobierno degradó la Secretaría de Derechos Humanos a subsecretaría. Por otro lado, decidió que el museo sitio ESMA y el Archivo Nacional de la Memoria (ANM) pasen a depender de otra institución: el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH), que está acéfalo. Todo indica que quedaría en manos de Ana Belén Mármora, una activista antiderechos.
"Los espacios de memoria no son lujos culturales ni caprichos ideológicos; son instrumentos concretos para fortalecer la democracia y evitar el regreso del horror con otros rostros", dijo Guillermo. Lo aplaudieron sus compañeros de Abuelas de Plaza de Mayo que estaban en la sala. Entre otros, se encontraban Miguel "Tano" Santucho, Leonardo Fossati, Manuel Goncalves y Paula Sansone. También lo escuchaba con atención Victoria Montenegro, presidenta de la comisión de Derechos Humanos de la Legislatura porteña y una de las nietas encontradas por las Abuelas.
Ana Soffiantini tomó la palabra en nombre de los otros sobrevivientes de la ESMA. Estimó que eran unos 250, una ínfima minoría con respecto a los 5000 prisioneros que tuvo ese campo de concentración ubicado en plena ciudad. Recordó cómo eran aquellos días en los que eran un número y lo que significó entrar a la ESMA en 2003 junto al presidente Néstor Kirchner.
Sin embargo, remarcó que había mucha más historia detrás. Recordó que hubo un intento del menemismo de demoler la ESMA y que, por el amparo que presentaron Laura Bonaparte --Madre de Plaza de Mayo-- y Graciela Lois --esposa de un desaparecido--, ese proyecto quedó trunco. A ellas les agradeció. Graciela, referente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, sonrió desde la tercera fila.
"Rosita", como la llaman sus compañeros de militancia a Soffiantini, recordó que en 2023 la Oficina de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), había incorporado el museo a la lista del patrimonio universal. "¡Qué cosa! El mundo entero lo reconoció como patrimonio de la humanidad y acá están los que quieren el olvido. Quieren borrar la memoria", señaló y pidió que todo el espacio sea un "lugar de resistencia constante frente a la negación de la verdad".
En el acto brilló por su ausencia Alberto Baños, recientemente degradado a subsecretario de Derechos Humanos de la Nación. Tampoco fue de la partida el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, que celebró que había despedido a 405 trabajadores de la SDH.
A contramano de la ausencia oficial, hubo jueces que se acercaron como Adrián Grünberg , Daniel Obligado y Sebastián Casanello. Estuvo también Mercedes Soiza Reilly, que representó a la fiscalía en el juicio conocido como ESMA Unificada.
Roqueta habló de la atmósfera de crueldad que se respira, y arrancó aplausos cuando dijo que el Poder Judicial les dio vuelta la cara a los sobrevivientes y a los familiares durante los años del terrorismo de Estado. "No miró. No escuchó", sostuvo.
El cierre quedó en manos de la directora del museo, Mayki Gorosito, que recordó lo que se había logrado en los diez años de existencia del lugar. Hubo durante el acto palabras de reconocimiento para la anterior directora, Alejandra Naftal, y para el equipo que trabajó con los contenidos del museo.
"Somos una institución del Estado argentino, una institución que simboliza y testimonia lo que no debe volver a suceder", resaltó Gorosito. La directora mencionó que la administración libertaria había incumplido su promesa de no afectar el funcionamiento del museo, y que los despidos también golpearon al lugar, como al resto de la SDH. "Éramos 42. Ahora somos 28 trabajadores", puntualizó.
"En esta coyuntura triste, lamentable y compleja para las políticas públicas de derechos humanos, renovemos nuestro compromiso y nuestra convicción traducida en acción de que las instituciones como el Museo Sitio de memoria ESMA son imprescindibles para la democracia", subrayó. Y cerró diciendo que la memoria que allí se construyó se edificó sobre la justicia y no sobre la venganza.
Fuente: Página 12
Por Luciana Bertoia
Guillermo Pérez Roisinblit nació hace 46 años en el campo de concentración que funcionaba en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Fue apropiado y recién recuperó su identidad a principios de este siglo. Este jueves volvió al casino de oficiales donde su mamá dio a luz -convertido desde hace diez años en museo y, desde hace dos, en patrimonio de la humanidad. No fue un día más. Justo en la fecha elegida para recordar una década de su creación, el Gobierno de Javier Milei decidió degradarlo, lo mismo que hizo con la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación (SDH). "Detrás de cada intento de achicamiento del Estado en materia de derechos humanos, se esconde la ya conocida y añeja estrategia de ocultar lo ocurrido para garantizar impunidad, y este museo demuestra que como sociedad hemos decidido no olvidar", dijo ante activistas, embajadores, jueces y fiscales que se reunieron por el décimo aniversario.
Guillermo estaba sentado en la primera fila de lo que antes supo ser el Dorado, cuando los marinos eran los señores de la vida y de la muerte en la ESMA. A sus costados estaban Ana Soffiantini, sobreviviente de ese centro clandestino de detención, y la jueza María Roqueta, que presidió el tribunal que reconoció que en la Argentina hubo un plan sistemático de apropiación de niños y niñas durante la última dictadura. A unas sillas de distancia se ubicaba Vera Jarach, madre de Plaza de Mayo e impulsora del mandato de "Nunca Más el silencio".
Desde hacía meses se sabía que el 22 de mayo se haría un encuentro para recordar la inauguración del museo que había encabezado en 2015 la presidenta Cristina Fernández de Kirchner. No fue casualidad que la administración libertaria eligiera ese día para publicar dos decretos que atentaban directamente contra la política de Memoria, Verdad y Justicia.
Por un lado, el Gobierno degradó la Secretaría de Derechos Humanos a subsecretaría. Por otro lado, decidió que el museo sitio ESMA y el Archivo Nacional de la Memoria (ANM) pasen a depender de otra institución: el Centro Internacional para la Promoción de los Derechos Humanos (CIPDH), que está acéfalo. Todo indica que quedaría en manos de Ana Belén Mármora, una activista antiderechos.
"Los espacios de memoria no son lujos culturales ni caprichos ideológicos; son instrumentos concretos para fortalecer la democracia y evitar el regreso del horror con otros rostros", dijo Guillermo. Lo aplaudieron sus compañeros de Abuelas de Plaza de Mayo que estaban en la sala. Entre otros, se encontraban Miguel "Tano" Santucho, Leonardo Fossati, Manuel Goncalves y Paula Sansone. También lo escuchaba con atención Victoria Montenegro, presidenta de la comisión de Derechos Humanos de la Legislatura porteña y una de las nietas encontradas por las Abuelas.
Ana Soffiantini tomó la palabra en nombre de los otros sobrevivientes de la ESMA. Estimó que eran unos 250, una ínfima minoría con respecto a los 5000 prisioneros que tuvo ese campo de concentración ubicado en plena ciudad. Recordó cómo eran aquellos días en los que eran un número y lo que significó entrar a la ESMA en 2003 junto al presidente Néstor Kirchner.
Sin embargo, remarcó que había mucha más historia detrás. Recordó que hubo un intento del menemismo de demoler la ESMA y que, por el amparo que presentaron Laura Bonaparte --Madre de Plaza de Mayo-- y Graciela Lois --esposa de un desaparecido--, ese proyecto quedó trunco. A ellas les agradeció. Graciela, referente de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, sonrió desde la tercera fila.
"Rosita", como la llaman sus compañeros de militancia a Soffiantini, recordó que en 2023 la Oficina de Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), había incorporado el museo a la lista del patrimonio universal. "¡Qué cosa! El mundo entero lo reconoció como patrimonio de la humanidad y acá están los que quieren el olvido. Quieren borrar la memoria", señaló y pidió que todo el espacio sea un "lugar de resistencia constante frente a la negación de la verdad".
En el acto brilló por su ausencia Alberto Baños, recientemente degradado a subsecretario de Derechos Humanos de la Nación. Tampoco fue de la partida el ministro de Justicia, Mariano Cúneo Libarona, que celebró que había despedido a 405 trabajadores de la SDH.
A contramano de la ausencia oficial, hubo jueces que se acercaron como Adrián Grünberg , Daniel Obligado y Sebastián Casanello. Estuvo también Mercedes Soiza Reilly, que representó a la fiscalía en el juicio conocido como ESMA Unificada.
Roqueta habló de la atmósfera de crueldad que se respira, y arrancó aplausos cuando dijo que el Poder Judicial les dio vuelta la cara a los sobrevivientes y a los familiares durante los años del terrorismo de Estado. "No miró. No escuchó", sostuvo.
El cierre quedó en manos de la directora del museo, Mayki Gorosito, que recordó lo que se había logrado en los diez años de existencia del lugar. Hubo durante el acto palabras de reconocimiento para la anterior directora, Alejandra Naftal, y para el equipo que trabajó con los contenidos del museo.
"Somos una institución del Estado argentino, una institución que simboliza y testimonia lo que no debe volver a suceder", resaltó Gorosito. La directora mencionó que la administración libertaria había incumplido su promesa de no afectar el funcionamiento del museo, y que los despidos también golpearon al lugar, como al resto de la SDH. "Éramos 42. Ahora somos 28 trabajadores", puntualizó.
"En esta coyuntura triste, lamentable y compleja para las políticas públicas de derechos humanos, renovemos nuestro compromiso y nuestra convicción traducida en acción de que las instituciones como el Museo Sitio de memoria ESMA son imprescindibles para la democracia", subrayó. Y cerró diciendo que la memoria que allí se construyó se edificó sobre la justicia y no sobre la venganza.
Fuente: Página 12