Sociedad

¿A quién recordamos? La política de la memoria y el abandono

Por Beatriz Escudero*

Guadalupe Lucina Vázquez Miranda (**Doctora en Derecho en el área de Estudio en Patrimonio Cultural y Directora del Ateneo Mexicano de Patrimonio Cultural) investiga actualmente sobre las tumbas y sus condiciones, colocando el foco sobre los epitafios que acompañan las arquitecturas emplazadas en los cementerios.

Para Vázquez Miranda el epitafio tiene tres caras que permiten encontrar los bordes de la memoria social, una narrativa que se construye en diálogo con las prácticas sociales, académicas y estatales.

Del 21 al 23 de mayo, el Museo Nacional del Petróleo fue sede del Primer Congreso sobre la Muerte, organizado por la Red Académica de Estudios sobre la Muerte, Cementerios y Ciencias Sociales. Participaron más de 60 investigadoras e investigadores de Argentina, Uruguay y México que expusieron durante tres días sus hallazgos. En ese marco Guadalupe Lucina Vázquez Miranda expuso sobre el epitafio como parte del discurso sobre la relación entre la vida y la muerte.

El epitafio es parte de las piezas funerarias que se encuentran en varias culturas, en cada caso adopta modos de enunciación singulares y en particular cumple la función de actuar como resistencia al paso del tiempo y al olvido. Es decir, cumple dos funciones por un lado, literaria y por otro extraliteraria. El epitafio pone en evidencia no solo que el difunto siga vivo entre nosotros, sino que los estudios que lleva adelante Vázquez Miranda profundizan sobre otros niveles de análisis al interrogarse sobre ¿Cuál es la función del epitafio en la actualidad?

En la entrevista mantenida afirma que "el epitafio cumple una función de fórmula oral mágica que nos hablan de lo que pasó y nos señala todo un contexto de memoria social, no solamente particular, sino como parte de un engranaje. Recordemos que hay un desdoblamiento que también lo mencionaba Michel Foucault cuando él decía que morimos, pero realmente seguimos, seguimos en ese desdoblamiento social".

Consultada sobre la relevancia que tienen analizar lo discursivo como parte integral de los rituales, observa que "la particularidad que eh observado en los epitafios es que predomina la idea de resignación, de que el difunto está en un lugar mejor, y que nosotros nos quedamos a sufrir; pero también prevalece la idea de reconfortación a través de la fe. Se resaltan las virtudes que tuvo esa persona se potencializan en el momento de su muerte y hay una exaltación discursiva de ese hombre, de esa mujer de dolor por la pérdida de esa persona que era magnánima, era un legado de virtudes."

Si estos escritos grabados resaltan las virtudes, ¿Qué relación tienen analizar las formas en que están dispuestas las tumbas y la relación con la memoria social? ¿Qué lugar ocupa el recuerdo cuando analizas estas narrativas?

"Si bien en el análisis hay tumbas que son patrimonio y memoria social, sí, sí, porque nosotros en los panteones, en las tumbas, en todo el contexto de la tumba, hay una narrativa de la memoria y una memoria narrativa. Hay tumbas que por el personaje, por las circunstancias, por muchas cuestiones relacionadas directas o indirectamente con el difunto, siguen en el recuerdo y nos hacen presentes quienes están vivos. De esa manera seguimos vivos. Y esa memoria social va entrelazando, un engranaje complejo de lo social. Un ejemplo, si fuera la tumba de un bombero, que he estudiado cementerios de bomberos también, ¿qué pasa? Pues de ese sujeto no se habla tanto en lo individual, sino se habla desde esa memoria grupal donde es parte de un eslabón que se integra a una cadena, de todo el cuerpo de bomberos, entonces sigue produciéndose esa narrativa social como parte de un grupo, porque seguimos siendo sociales incluso después de la muerte".

ENTRE EL ANONIMATO Y LA MEMORIA

La investigadora propone una reflexión profunda sobre la construcción de la memoria colectiva en América Latina, señalando cómo muchas figuras fundamentales para el pensamiento y el desarrollo de nuestras sociedades quedan relegadas al olvido. A diferencia de los héroes nacionales -libertadores, fundadores de estados, símbolos patrios-, existen hombres y mujeres que, sin ocupar lugares protagónicos, han contribuido de manera significativa desde espacios menos visibles. Sin embargo, su memoria es frágil, a menudo sostenida apenas por efemérides escolares.

"Un ejemplo concreto es el del intelectual hondureño Rafael Heliodoro Valle. A pesar del reconocimiento que recibe en discursos académicos y culturales, su tumba permanece descuidada, sumida en un limbo legal por ser propiedad privada. Ni el Estado mexicano, donde yace, ni el hondureño, de donde proviene, puede asumir responsabilidad directa sobre su preservación. Esta situación evidencia una contradicción entre el ensalzamiento simbólico y la falta de acciones reales para honrar su legado".

La entrevistada subraya que mientras a algunos personajes se les erigen mausoleos y estatuas, otros -igual de valiosos desde lo intelectual o ético- son invisibilizados con el tiempo.

La pregunta que deja flotando es necesaria: ¿a quién elegimos recordar, y cómo lo hacemos?

*Programa de Comunicación MuNaP

Museo Nacional del Petróleo / Secretaría de Ciencia y Técnica

UNPSJB

**Doctora en el área de estudio en Patrimonio Cultural, Maestría en Docencia Universitaria, Maestría en Tecnología Educativa, Diplomado en Habilidades Docentes, Licenciada en Derecho por la Universidad Veracruzana y Licenciada en Filosofía. Diplomado en estudios sobre la muerte y los cementerios por la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco. Actualmente es directora general de AMEPAC A.C (Ateneo Mexicano de Patrimonio Cultural A.C). Coautora de los libros: Ensalada de crónicas: patrimonio cultural intangible mexicano y Cuatro cirios: patrimonio funerario. Expositora en diversos foros nacionales y en el extranjero sobre estudios de espacios y cultura funeraria.