Ambiente

La tormenta perfecta: barrios privados, destrucción de humedales y negacionismos

Por Anabel Pomar

Las precipitaciones extremas en el norte de la provincia de Buenos Aires volvieron a desnudar la falta de preparación para enfrentar fenómenos cada vez más habituales en contexto del crisis climática. La falta de políticas públicas que tengan en cuenta el respeto por los territorios (humedales, ríos, arroyos y suelos), el avance de barrios cerrados y del agronegocio convirtieron a la gran cantidad de agua en una gran tragedia.

Cuatro muertos y miles de evacuados. Pérdidas humanas y económicas. En algunos puntos cayeron más de 400 milímetros de agua (entre el 16 y el 18 de mayo). La cantidad media esperada de un semestre, en promedio, en sólo dos días. Y el riesgo se transformó en catástrofe no por azar. Más de treinta municipios inundados. Zárate, Campana, Arrecifes, Salto, San Antonio de Areco, Exaltación de la Cruz, Rojas, General Arenales, General Rodríguez, Baradero, Capitán Sarmiento, Chacabuco, Luján, Suipacha, Marcos Paz, Mercedes, Merlo, Moreno, Morón, Quilmes y La Matanza, los más comprometidos.

Y, cuando apenas empezaban a recobrar una cierta normalidad en los barrios más afectados, una nueva alerta meteorológica y una nueva lluvia (más de 80 milímetros en horas, el 27 de mayo), agregó más afectaciones en las zonas aún en reconstrucción y en lugares cercanos al río Reconquista y el Delta de Tigre.

Negocios privados, inundaciones públicas

"La especulación desenfrenada de los desarrolladores inmobiliarios, sostenida e impulsada desde varios municipios, ha convertido a la naturaleza en una mera mercancía donde los servicios que ella presta y la función social de la tierra han sido olvidadas", afirman desde un comunicado las organizaciones integrantes de la Red del Río Luján.

La Red estima que, en la cuenca del río Luján, el 21 por ciento de los humedales inventariados en los partidos de Luján, Pilar y Escobar están ocupados por barrios cerradas Y alertan que hay cuatro más proyectadas que, total o parcialmente, están emplazadas dentro de la línea de ribera (línea imaginaria que determina hasta dónde llega la ribera del río) que representa una pérdida del 27 por ciento de la superficie de humedales de la planicie de inundación del río Luján.

"A esto deben sumarse 1002 kilómetros cuadrados (km2) de endicamientos, 3983 kilómetros de terraplenes y más de 400 canales clandestinos (solo en la cuenca del río Luján) impulsados, sobre todo, por productores agropecuarios que secan los humedales para desarrollar sus actividades. Incluso, se han desviado cauces de arroyos. Esto es lo que perpetró la empresa Techint con el Arroyo de la Cruz (en el municipio de Campana), además, de rellenar sus riberas y enterrar materiales metálicos de diverso tipo", denuncian.

Un día antes de la tormenta, tres intendentes de los lugares más afectados, Diego Nanni, Sebastián Avella y Marcelo Matzkin (de Exaltación de la Cruz, Campana y Zárate, respectivamente), sonreían buscando atraer proyectos en el llamado Encuentro del Corredor Norte de Inversores Inmobiliarios. Una foto que hoy adquiere otra implicancia y señala las prioridades de los gestores públicos sobre la configuración de los territorios que gobiernan. Recordando, además, la falta de una Ley Nacional de protección de humedales, iniciativa que, pese a la urgencia, lleva décadas sin ser sancionada y que deja a esos ecosistemas aún más desprotegidos.

Menos humedales, más inundaciones

Jorge Svaton, integrante y presidente de Vecinos del Humedal, asociación civil que denuncia desde hace más de una década el avance inmobiliario sobre humedales en la zona de Campana y Los Cardales (Exaltación de la Cruz) señala que detrás de esa ocupación hay una larga lista de responsables municipales, provinciales y nacionales, que la han permitido.

"Lo que vemos en la práctica es frustrante", asegura sin resignar la lucha. "Décadas de denuncias, inclusive penales, para detener esos avances sobre los humedales y vemos como, ante esta nueva tragedia, que no estamos mejor, sino por el contrario estamos más complicados", resume.

Afirma que la legislación de ordenamiento territorial provincial no se cumple. Al igual que dos ordenanzas que consiguió la lucha ciudadana en Campana, que debieran proteger los humedales del Rio Lujan y al delta del Paraná.

Según la geógrafa e investigadora de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) Patricia Pintos, sólo en la cuenca baja del Río Luján, hace una década (2014), la superficie ocupada por barrios privados era de 10.500 hectáreas, con 70 urbanizaciones.

"Si permitís que se urbanice una zona inundable ya sabés que vas a tener inundados", grafica el Vecino del Humedal. "Es lo que pasa en Campana. Simplemente de observar los barrios linderos a la Panamericana ya te das cuenta que esa zona es un valle de inundación. Si se respetaran las leyes de drenajes naturales, por ejemplo, esos lugares no se deberían ocupar", señala. El (des) ordenamiento territorial se combina además con la pretensión de dominar la fuerza de un río -que construyó sus dinámicas durante siglos-, con una obra que no conduce a la solución, asegura Svaton,

Las zonas de desastre actual, confirman tanto los vecinos desde el territorio cómo los especialistas, coinciden en dónde hay polos industriales, centros logísticos y countries que se instalan en zonas inundables, levantándose, rellenando y cambiando dinámicas hídricas que afectan a barrios populares cercanos.

Los ejemplos más gráficos, parte de una lista mucho más amplia, el barrio San Cayetano cercano a Siderca, el barrio Las Tunas lindero a Nordelta, y el cambio de dinámica hídrica que produjo tanto el barrio San Sebastián como el Polo Industrial, ambos en Escobar, afectando a vecinos de Otamendi, Río Lujan y barrios del corredor de la ruta 4.

El agua en casa

Desde Capilla del Señor, pueblo cabecera del municipio de Exaltación de la Cruz, María Troilo, comparte con angustia lo que tuvo que pasar ese fin de semana del 17 y 18 de mayo. "Nosotros, mi marido y yo, y mis dos hijas (de 22 y 12 años) vivimos hace más de veinte años en el centro de Capilla (uy cerca del Arroyo de la Cruz). Yo llegué de trabajar, el viernes a las once de la noche, ya sabiendo que se estaba desbordando el arroyo. La calle ya estaba completamente inundada. Nos dimos cuenta que el agua venía creciendo muy rápido, entonces decidimos llevar a mis dos hijas y a mis tres perritos a casa de familiares. Con mi pareja nos quedamos toda la madrugada del sábado levantando cosas. A las seis de la mañana de ese sábado ya teníamos agua dentro de la casa. Mi casa está levantada a un metro y medio respecto de la calle. Y sé que algunas obras se hicieron para que no pasé lo que sucedió en 2015. Ahí perdimos casi todo. Aun así, ahora, nos entró medio metro de agua adentro de la casa", recuerda.

Tamara Ortiz es profesora de literatura. Trabaja en varias escuelas secundarias cercanas al Río Luján en Pilar. "Cuándo pudimos regresar a las aulas, hablamos con los estudiantes para conocer cómo habían sido afectados. En muchos casos, perdieron todo. El agua los tapó completamente. Ante esa situación, desde la institución tratamos de brindar contención en lo inmediato. En lo personal noté que la mayoría de estudiantes afectados tenía vergüenza de contarnos que sus casas se inundaban", explica. La docente relata que hace una década se vivió algo parecido y, qué si bien se hicieron obras, nada alcanzó para detener el avance del agua.

La tormenta perfecta

Diego Ríos, doctor en geografía, investigador del Conicet, parte del Instituto de Geografía "Romualdo Ardissone" (UBA), lleva décadas estudiando los riesgos e impactos de las inundaciones en la región. Señala a Agencia Tierra Viva que la planificación del territorio y el trabajo de adaptación para enfrentar fenómenos hidro-climáticos extremos no puede hacerse durante la emergencia, sino que es una tarea previa y largamente incumplida.

"Lo que estamos vivenciando es que este tipo de eventos se producen de modo cada vez más frecuente. Tiene relación con el cambio climático, algo largamente estudiado (y sabido) y que, aunque lo nieguen, es una realidad", explica. "En marzo de este año se produjo la inundación en Bahía Blanca, en 2015 las inundaciones en la cuenca del Río Luján, en 2013 la de La Plata, en 2003 la gran inundación en Santa Fe. Tenemos estos eventos más frecuentes e intensos. Y también si uno tiene una mirada más abarcativa de la región, el año pasado vimos como en Río Grande do Sul cayeron 700 milímetros. Esto ya está instalado".

Sobre qué propicia estos eventos, Diego Ríos afirma: "Es un conjunto de factores los que participan para que se produzcan. Lo importante es entender cómo se fueron construyendo esos territorios de riesgo, la potencialidad para que ocurran. En esos procesos participan por lo menos dos elementos, que son, por un lado, las condiciones de vulnerabilidad social de los habitantes, de los ciudadanos, y por el otro lado, el disparador que son estos eventos extremos. La tormenta perfecta la tenemos".

Se suma el contexto de una política nacional de negacionismo ambiental, desfinanciamiento de obras públicas y vaciamiento de organismos encargados de monitorear este tipo de eventos climáticos. Lo que agrava aún más el escenario.

No culpen a la lluvia

Cuándo se producen inundaciones hay tópicos que tradicionalmente aparecen, como "cayó mucha agua" y "faltan obras". El geógrafo Diego Ríos aporta otra mirada: "Se acusa a la lluvia como si fuera el origen del problema. Es una naturalización del desastre. Por mucho tiempo se habló de desastres naturales, hace un tiempo se habla de 'desastres' a secas, porque en el proceso hay una parte de naturaleza, pero desde las ciencias sociales señalamos una parte más importante que tiene que ver con las sociedades, con cómo éstas se organizan para enfrentar este tipo de procesos".

Nada de natural: se trata de la acción del hombre. Según el especialista es muy común escuchar intendentes, gobernadores, presidentes, o funcionarios que acusan a la naturaleza como algo inesperado. Ante eso, asevera, "ya vemos que inesperado no es". Estamos, explica, ante una problemática ambiental, (entendido esto como la articulación entre sociedad y naturaleza), instalada. "Lluvias más concentradas en espacios más concentrados, pero ya no es culpa de la lluvia. El cambio climático además está causado en parte por las sociedades industriales y el modo en que se desarrolló. El clima ya ha sido modificado por parte de la sociedad. Entonces tampoco es algo que tenga que ver con un proceso meramente natural, sino que hay una interferencia de la sociedad a escala global. En donde hay distintos grados de responsabilidad", asegura.

Respetar la naturaleza cómo solución

El geógrafo señala algunas líneas de acción deseables para enfrentar el presente y el futuro. Por un lado, precisa que "en la medida que las sociedades son más justas pueden afrontar este tipo de eventos de manera menos desigual. Nadie nace vulnerable, las sociedades de la forma en que se están organizando vuelven vulnerables a determinados grupos. La política pública debe desarrollarse para disminuir las condiciones de vulnerabilidad social de la población, lo que ahora se denomina resiliencia".

Y propone prepararse para el desastre: "Trabajar en el antes, el durante y el después del evento". Desmitificando la idea de que, con la obra hidráulica, "se soluciona todo." "Obviamente hay algunos casos en que son necesarias, pero no solucionan la problemática en su totalidad. Ante este tipo de eventos, dice Ríos, cuando llueve tanta cantidad de agua en corto tiempo en una zona focalizada no hay infraestructura que le de solución. Y, en algunos casos, remarca que hasta puede ser contraproducente (por ejemplo una represa). "La mayoría de las hidroeléctricas tienen décadas, fueron pensados con variables y modelos climatológicos que no tenían en cuenta esta intensidad asociada al cambio climático."

Enfatiza la necesidad de realizar obras que respeten los ecosistemas naturales, propuestas de infraestructuras que busquen soluciones basadas en la naturaleza que justamente ponen en valor la capacidad que tiene el propio lugar de enfrentar los eventos extremos. Para las inundaciones como las recientes del norte bonaerense: "Proteger los humedales, zonas que permiten regular las tensiones hídricas para evitar caer en falsas soluciones, de corto plazo, como las que proponen obras que no tienen en cuenta la integralidad del problema en contexto de cambio climático".

Fuente: Agencia Tierra Viva