Pueblos originarios

Reflexión mapuche frente al paso de la historia: Imaginá que naciste en 1879

Por Rolando Alvarez Antilef

Justo el año en que el Ejército Argentino lanzó la ofensiva final de la llamada "Conquista del Desierto": una campaña de exterminio y ocupación de territorios habitados por pueblos originarios desde tiempos inmemoriales.

A tus 5 años, viste cómo tu familia fue cercada por soldados. A tu madre la marcaron con hierro, como a ganado. A tu padre lo fusilaron por negarse a entregar su kultrung. A vos te cargaron en un carro rumbo al norte.

Fuiste uno de los miles de niños llevados como botín de guerra, entregados a familias blancas "de bien" como sirvientes. Te bautizaron, te cambiaron el nombre y te prohibieron hablar tu lengua. Dijeron que eras salvaje y que te estaban "civilizando". Tenías apenas 6 años.

A los 10, tu tío fue deportado al campo de concentración de Valcheta, en la actual provincia de Río Negro. Era un lof entero hacinado, sin comida ni abrigo. Cientos de personas mapuche y tehuelche murieron allí por enfermedades y hambre. A otros los enviaron más lejos aún, a la Isla Martín García, para luego ser enviado de esclavo al ingenio azucarero de Rudencindo Roca, en Misiones y otras provincias. En los campos de concentración el aislamiento y la tortura espiritual y física buscaban quebrarlos. Era el primer genocidio de los Estados argentino y chileno. Aunque todavía no lo registran así en los libros escolares.

A los 15, supiste que en la ciudad de La Plata habían construido un gran museo. El Museo de Ciencias Naturales. Allí llevaron los cráneos y esqueletos de tus mayores, saqueados de cementerios comunitarios. Pero no solo eso: exhibían también "muestras vivas", indígenas encerrados como si fueran animales, para mostrar "la evolución de la especie". Vos temblabas de miedo: sabías que podrías haber sido uno de ellos.

A los 20, los terratenientes y el propio Ejército ya se habían repartido los campos de tu pueblo. El desierto que decían conquistar, en realidad tenía nombre, canto y gente. Pero ahora tenía alambrados y estancias. Reinstauraron la esclavitud, tu hermana trabajaba de sirvienta sin sueldo; tu abuelo era peón esclavo, siempre bajo amenaza; tus primos trabajaban de sol a sol por un plato de comida.

A los 40, mientras el mundo hablaba del nazismo y de Auschwitz, vos ya sabías que mucho antes, aquí, existieron campos, genocidios, museos del horror y políticas de exterminio. Solo que no lo llamaban así.

A los 60, viste que tus nietos eran avergonzados por su apellido indígena en la escuela. Que los curadores del museo se negaban a devolver los restos de tus ancestros. Que el Estado todavía no reconocía el genocidio. Y que la palabra "mapuche" o "ranquel" seguía siendo dicha en tono de burla.

Pero también empezaste a ver señales de renacimiento.

A los 75, tus bisnietos caminaban con firmeza, alzaban la voz, reclamaban territorio y memoria. Pedían que se cerraran los museos del oprobio. Que se devolvieran los cuerpos. Que se enseñara la verdad. Que se reparara el daño. Y que nunca más se repitiera.

Entonces, alguien nacido en 2005 se queja de la vida porque no tiene WiFi,y cree que su vida es dura y que nadie lo entiende sin saber que vos sobreviviste al genocidio, que viste a tu pueblo resistir contra todo, y que, a pesar de todo, seguís de pie.