Economía feminista y justicia ambiental: alianzas para resistir ante los ataques del capitalEn la sesión de clausura del ciclo de formación organizado por la Marcha Mundial de las Mujeres y Amigos de la Tierra Internacional, activistas de todo el mundo reflexionaron sobre cómo articular la economía feminista con la defensa del ambiente, el cuidado y la sostenibilidad de la vida.
La economía feminista no es solo una construcción teórica, sino una herramienta de lucha contra el sistema capitalista y sus impactos sobre las personas y la naturaleza. Esa fue la conclusión central de la sesión de clausura del ciclo de formación sobre economía feminista y justicia ambiental, organizado por la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) de Brasil junto con el Grupo de Justicia de Género y Desmantelamiento del Patriarcado de Amigos de la Tierra Internacional (ATI).
El encuentro reunió a integrantes de la federación de todas las regiones del mundo y buscó profundizar la incorporación de la economía feminista en la agenda de ATI. A diferencia de sesiones anteriores, esta última instancia fue más participativa, con un intercambio de experiencias y propuestas.
Natália Lobo, militante de la MMM, planteó que la economía feminista supone "una ruptura con el sistema capitalista" y que su aporte es colocar la sostenibilidad de la vida en el centro, por encima de las ganancias de empresas transnacionales y grandes fortunas. Además, remarcó la importancia de reconocer la interdependencia y la ecodependencia, en vínculo con la lucha por la justicia ambiental.
Las discusiones se articularon con los cuatro programas globales de ATI -Justicia Climática y Energía; Justicia Económica y Resistencia al Neoliberalismo; Soberanía Alimentaria; y Bosques y Biodiversidad-, identificando puntos de intersección para acciones conjuntas.
Mariana Porras, de Costa Rica, advirtió que la economía feminista debe traducirse en un trabajo concreto de articulación y comunicación, especialmente frente a intentos de privatización de bienes comunes. Ana María Vázquez, de El Salvador, subrayó la necesidad de que el cuidado sea reconocido como trabajo, incluso dentro de las organizaciones políticas. Desde Argentina, Natalia Salvático destacó la coincidencia total entre la economía feminista y el ambientalismo en la defensa de la vida frente al capital, alertando sobre las "trampas" de apropiación institucional por parte de corporaciones.
En esa línea, surgió con fuerza el concepto de una transición justa feminista, que implica una reorganización profunda del modelo energético. Natalia Carrau, del Grupo de Trabajo sobre Justicia de Género y Desmantelamiento del Patriarcado, afirmó que la economía feminista "visibiliza quiénes hacen posible la economía para la vida" y permite tejer alianzas con otras luchas.
El debate también incluyó estrategias de comunicación para ampliar el alcance de estas ideas. Para Ghislaine Fandel, de ATI, la economía feminista brinda "un mejor lenguaje para conectar el desmantelamiento del patriarcado con el del colonialismo y el capitalismo". Las participantes coincidieron en que esta transformación radical del trabajo y la organización de la vida es especialmente urgente en un contexto de crisis ambiental y social, y que el desafío es imaginar y construir alternativas reales al capitalismo.
En la sesión de clausura del ciclo de formación organizado por la Marcha Mundial de las Mujeres y Amigos de la Tierra Internacional, activistas de todo el mundo reflexionaron sobre cómo articular la economía feminista con la defensa del ambiente, el cuidado y la sostenibilidad de la vida.
La economía feminista no es solo una construcción teórica, sino una herramienta de lucha contra el sistema capitalista y sus impactos sobre las personas y la naturaleza. Esa fue la conclusión central de la sesión de clausura del ciclo de formación sobre economía feminista y justicia ambiental, organizado por la Marcha Mundial de las Mujeres (MMM) de Brasil junto con el Grupo de Justicia de Género y Desmantelamiento del Patriarcado de Amigos de la Tierra Internacional (ATI).
El encuentro reunió a integrantes de la federación de todas las regiones del mundo y buscó profundizar la incorporación de la economía feminista en la agenda de ATI. A diferencia de sesiones anteriores, esta última instancia fue más participativa, con un intercambio de experiencias y propuestas.
Natália Lobo, militante de la MMM, planteó que la economía feminista supone "una ruptura con el sistema capitalista" y que su aporte es colocar la sostenibilidad de la vida en el centro, por encima de las ganancias de empresas transnacionales y grandes fortunas. Además, remarcó la importancia de reconocer la interdependencia y la ecodependencia, en vínculo con la lucha por la justicia ambiental.
Las discusiones se articularon con los cuatro programas globales de ATI -Justicia Climática y Energía; Justicia Económica y Resistencia al Neoliberalismo; Soberanía Alimentaria; y Bosques y Biodiversidad-, identificando puntos de intersección para acciones conjuntas.
Mariana Porras, de Costa Rica, advirtió que la economía feminista debe traducirse en un trabajo concreto de articulación y comunicación, especialmente frente a intentos de privatización de bienes comunes. Ana María Vázquez, de El Salvador, subrayó la necesidad de que el cuidado sea reconocido como trabajo, incluso dentro de las organizaciones políticas. Desde Argentina, Natalia Salvático destacó la coincidencia total entre la economía feminista y el ambientalismo en la defensa de la vida frente al capital, alertando sobre las "trampas" de apropiación institucional por parte de corporaciones.
En esa línea, surgió con fuerza el concepto de una transición justa feminista, que implica una reorganización profunda del modelo energético. Natalia Carrau, del Grupo de Trabajo sobre Justicia de Género y Desmantelamiento del Patriarcado, afirmó que la economía feminista "visibiliza quiénes hacen posible la economía para la vida" y permite tejer alianzas con otras luchas.
El debate también incluyó estrategias de comunicación para ampliar el alcance de estas ideas. Para Ghislaine Fandel, de ATI, la economía feminista brinda "un mejor lenguaje para conectar el desmantelamiento del patriarcado con el del colonialismo y el capitalismo". Las participantes coincidieron en que esta transformación radical del trabajo y la organización de la vida es especialmente urgente en un contexto de crisis ambiental y social, y que el desafío es imaginar y construir alternativas reales al capitalismo.