El país

La encrucijada de los jóvenes, entre el exceso de redes y la situación económica

Por Martín Smud

Esta semana, el 12 de agosto, se celebró el Día Mundial de la Juventud. Una fecha que lleva a reflexionar acerca de lo que es ser joven en esta Argentina y en este mundo, y los desafíos que enfrentan las nuevas generaciones. Los jóvenes se encuentran atenazados, abrazados por dos extremos que los sujetan fuertemente y los pueden arrancar o cortar por el uso intensivo. Por un lado, el exceso de las redes sociales, que ya ha generado perturbaciones en la salud mental del 50 por ciento de los jóvenes argentinos y ha provocado estrés en el 72 por ciento de ellos. Por otro, la situación económica que, desde hace años, degrada las condiciones socioeconómicas de la población en general y en particular de los jóvenes, una etapa crítica en el desarrollo de la individualidad y el despegue de lo familiar.

La juventud es el tiempo en el que se suelen construir los cimientos de lo que será el desarrollo posterior en todos los ámbitos de la vida: laboral, afectiva. La situación es preocupante. No se puede hablar de una sola generación, siempre al menos hay tres implicadas: los padres, los abuelos y la potencialidad de la genealogía. Enfrentados a un planeta distópico, algo puede acontecer mañana que cambie el curso del planeta. Difieren de sus abuelos que se dieron la tarea de transformar la realidad, o la lucha de sus padres contra los adelantos tecnológicos que partieron sus vidas en dos: un tiempo analógico y un tiempo digital. Los jóvenes de hoy no tuvieron esas alternativas, desde pequeños fueron introducidos a la maquinaria de las múltiples pantallas y al panóptico digital. No existe la juventud que no se siente mirada y que no sienta en sus ojos alguna telaraña urdida por este planeta homogeneizado, aplanado y que no malgaste su tiempo en sus celulares inteligentes para atraparlos como moscas y pasar cortas pero infinitas horas frente al bombardeo de imágenes de electricidad continua y de historias falseadas. Las redes sociales falsean la realidad y muestran que la vida debe ser vivida para que alguien la puntúe. Estamos en la sociedad punteocrática.

Los trabajos que les dejamos a los jóvenes son puntuados, desde repartir comida en una bici hasta trabajar en una multinacional: son puntuados por los demás. La necesidad de buenas puntuaciones tipo likes ha sido y es fundamental para el desarrollo de los jóvenes,que se han convertido en grandes voyeristas que miran lo que hacen los demás y el éxito que acontece en las historias que duran una fugacidad ínfima de tiempo para volver a un carrusel infinito del tiempo que recién se ha ido.

La generación de los jóvenes implica el futuro. Por tanto, si ya el 50 por ciento de los jóvenes argentinos se percibe en una mala situación psicológica, con un nivel alto de estrés, podemos hipotetizar un futuro venturoso para el campo de la salud mental pero menos auspicioso para las posibilidades de desarrollo más allá de los avances tecnológicos en los que se encuentran enredados. Son los beneficiarios de un provisorio destino en una situación paradojal. La aventura que tienen que recorrer, haber nacido cercano al alumbramiento del siglo XXI.

Algún ejemplo: un joven nacido en el 2002 ha entrado en primer grado y ha extendido de dos semanas a cinco sus vacaciones de invierno por el miedo a la gripe N1H1. Ese mismo niño, ya adolescente, en su cuarto y quinto año, atravesó la pandemia covid 19 y ha tenido que quedarse en la casa (o lo que tuviera) por muchísimos meses. Su suerte se selló. La contradicción marcó un destino: por un lado, la apertura a lo infinito de las autopistas informáticas y por otro, quedarse en casa. El aumento infinito del espectro autista atacó a la juventud, les cuesta la sociabilidad, manejar la ira, no caer en adicciones secas. Se quedan demasiado en casa y la autoridad paterna se ha difuminado, pero siguen dependiendo de la protección hogareña, les cuesta intentar cambiar la realidad, debatir con inteligencia a partir de los flancos débiles de sus padres. El desarrollo económico está dificultado, independizarse es un proyecto que es difícil proyectar en el futuro. Los jóvenes cada vez menos quieren tener familia, por varias razones. Se dan cuenta de las dificultades que esto conlleva y la responsabilidad a la que no han sido preparados por las múltiples pantallas que responden a sus deseos con solo pasar un dedo en sus pantallas táctiles. Pero ahora se están dando cuenta, con pavor, de que esos no eran deseos sino simplemente demandas. Y que un like no puede competir con imaginarse otros destinos que es, en definitiva, lo más lindo que tiene la juventud: imaginar lo imposible.

*Psicoanalista y escritor

Fuente: Página 12