La salud mental en la Argentina urbana marca un deterioro sostenido Por Daniel Cassola
El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina presentó un informe que traza una radiografía preocupante: el malestar psicológico en la población adulta urbana creció de manera constante durante la última década y media, alcanzando en 2024 a casi tres de cada diez personas.
El fenómeno, que combina síntomas ansiosos y depresivos sin constituir necesariamente un trastorno clínico, aparece estrechamente ligado a factores sociales, económicos y laborales, y golpea con mayor dureza a los sectores más vulnerables.
Según la serie de encuestas realizadas por el Observatorio, en 2010 el 18,4% de los adultos urbanos reportaba síntomas compatibles con malestar psicológico. Para 2023, la cifra trepó al 26,7% y en 2024 alcanzó el 28,1%, su nivel más alto en catorce años. La tendencia es clara: el malestar psicológico se ha consolidado como un problema de salud pública creciente y persistente.
El informe subraya que la prevalencia no es uniforme en la sociedad. Mientras que en sectores de mayores ingresos la tasa ronda el 20%, en la población en situación de pobreza trepa hasta el 39,5%, casi el doble. La brecha también se amplía cuando se observa la variable ocupacional: entre personas con empleo pleno y estable, el malestar psicológico afecta a menos de la mitad que entre desocupados o trabajadores precarios.
El análisis muestra que las desigualdades estructurales siguen marcando la experiencia subjetiva de la salud mental. Las mujeres reportan niveles significativamente más altos de síntomas ansiosos y depresivos que los varones. En cuanto a la edad, el grupo de entre 60 y 74 años fue el que en 2024 registró mayor malestar, con un 30,1% de prevalencia, aunque en años previos la mayor incidencia se había detectado en franjas más jóvenes.
También influye el estado de salud percibido: entre quienes conviven con enfermedades crónicas o graves, casi uno de cada tres vio deteriorarse su salud mental en el último año. En cambio, las personas sin problemas de salud mostraron una trayectoria más estable y menos propensa al empeoramiento.
Malestar psicológico
El seguimiento de un panel de 299 personas durante tres años consecutivos permitió dimensionar mejor las trayectorias individuales. El 58,2% de los encuestados se mantuvo estable sin malestar psicológico, pero un 41,8% manifestó síntomas en al menos uno de los relevamientos.
Dentro de este grupo, un 5% padeció malestar de manera persistente, un 12% lo experimentó de forma intermitente y un 18,4% empeoró hacia 2024, es decir, pasó de no presentar síntomas a padecerlos.
Los números son aún más alarmantes entre quienes viven en pobreza: casi uno de cada cuatro empezó a manifestar síntomas de ansiedad y depresión en 2024. Algo similar ocurrió entre los desocupados, de los cuales el 30,4% empeoró su estado de salud mental en el período analizado. En contraposición, los ocupados presentaron las mayores tasas de estabilidad sin malestar.
El estudio aplicó modelos estadísticos para aislar los factores de mayor peso en la evolución del malestar psicológico. Los resultados confirman que ser mujer, padecer una enfermedad crónica o grave, vivir en condiciones de pobreza y estar desocupado o subempleado aumentan significativamente la probabilidad de sufrir síntomas de ansiedad y depresión.
Lo llamativo es que, aunque estos factores son consistentes y poderosos, no explican por sí solos el incremento sostenido de los últimos años. Según los investigadores, la tendencia al alza debe buscarse también en elementos más amplios del contexto social y económico, especialmente el deterioro de las condiciones de vida en un escenario de pospandemia, crisis inflacionaria y precarización laboral.
El informe concluye que la Argentina enfrenta un escenario de creciente vulnerabilidad psicosocial, donde la salud mental aparece como un indicador sensible de las desigualdades estructurales. El aumento del malestar psicológico no solo compromete la calidad de vida individual, sino que también limita las oportunidades de desarrollo social y económico, al afectar la participación ciudadana y la productividad laboral.
Fuente: www.curarconopinion.com
Por Daniel Cassola
El Observatorio de la Deuda Social Argentina de la Universidad Católica Argentina presentó un informe que traza una radiografía preocupante: el malestar psicológico en la población adulta urbana creció de manera constante durante la última década y media, alcanzando en 2024 a casi tres de cada diez personas.
El fenómeno, que combina síntomas ansiosos y depresivos sin constituir necesariamente un trastorno clínico, aparece estrechamente ligado a factores sociales, económicos y laborales, y golpea con mayor dureza a los sectores más vulnerables.
Según la serie de encuestas realizadas por el Observatorio, en 2010 el 18,4% de los adultos urbanos reportaba síntomas compatibles con malestar psicológico. Para 2023, la cifra trepó al 26,7% y en 2024 alcanzó el 28,1%, su nivel más alto en catorce años. La tendencia es clara: el malestar psicológico se ha consolidado como un problema de salud pública creciente y persistente.
El informe subraya que la prevalencia no es uniforme en la sociedad. Mientras que en sectores de mayores ingresos la tasa ronda el 20%, en la población en situación de pobreza trepa hasta el 39,5%, casi el doble. La brecha también se amplía cuando se observa la variable ocupacional: entre personas con empleo pleno y estable, el malestar psicológico afecta a menos de la mitad que entre desocupados o trabajadores precarios.
El análisis muestra que las desigualdades estructurales siguen marcando la experiencia subjetiva de la salud mental. Las mujeres reportan niveles significativamente más altos de síntomas ansiosos y depresivos que los varones. En cuanto a la edad, el grupo de entre 60 y 74 años fue el que en 2024 registró mayor malestar, con un 30,1% de prevalencia, aunque en años previos la mayor incidencia se había detectado en franjas más jóvenes.
También influye el estado de salud percibido: entre quienes conviven con enfermedades crónicas o graves, casi uno de cada tres vio deteriorarse su salud mental en el último año. En cambio, las personas sin problemas de salud mostraron una trayectoria más estable y menos propensa al empeoramiento.
Malestar psicológico
El seguimiento de un panel de 299 personas durante tres años consecutivos permitió dimensionar mejor las trayectorias individuales. El 58,2% de los encuestados se mantuvo estable sin malestar psicológico, pero un 41,8% manifestó síntomas en al menos uno de los relevamientos.
Dentro de este grupo, un 5% padeció malestar de manera persistente, un 12% lo experimentó de forma intermitente y un 18,4% empeoró hacia 2024, es decir, pasó de no presentar síntomas a padecerlos.
Los números son aún más alarmantes entre quienes viven en pobreza: casi uno de cada cuatro empezó a manifestar síntomas de ansiedad y depresión en 2024. Algo similar ocurrió entre los desocupados, de los cuales el 30,4% empeoró su estado de salud mental en el período analizado. En contraposición, los ocupados presentaron las mayores tasas de estabilidad sin malestar.
El estudio aplicó modelos estadísticos para aislar los factores de mayor peso en la evolución del malestar psicológico. Los resultados confirman que ser mujer, padecer una enfermedad crónica o grave, vivir en condiciones de pobreza y estar desocupado o subempleado aumentan significativamente la probabilidad de sufrir síntomas de ansiedad y depresión.
Lo llamativo es que, aunque estos factores son consistentes y poderosos, no explican por sí solos el incremento sostenido de los últimos años. Según los investigadores, la tendencia al alza debe buscarse también en elementos más amplios del contexto social y económico, especialmente el deterioro de las condiciones de vida en un escenario de pospandemia, crisis inflacionaria y precarización laboral.
El informe concluye que la Argentina enfrenta un escenario de creciente vulnerabilidad psicosocial, donde la salud mental aparece como un indicador sensible de las desigualdades estructurales. El aumento del malestar psicológico no solo compromete la calidad de vida individual, sino que también limita las oportunidades de desarrollo social y económico, al afectar la participación ciudadana y la productividad laboral.
Fuente: www.curarconopinion.com